Fiesta
del bautismo del Señor
Termina
Navidad, empieza la Misión
Evangelio: san Lucas 3,
15-16.21-22: “cuando Jesús fue bautizado…se abrió el cielo”.
Con la fiesta de hoy termina
el ciclo de la navidad. Con las vísperas, retiramos ya los símbolos del tiempo
navideño y dejamos paso a las semanas de Tiempo Ordinario que precederán a la
Cuaresma. En rigor, hoy sería el Domingo primero del Tiempo Ordinario: pero en
él siempre se celebra esta fiesta del Bautismo. Terminamos la Navidad con la
escena que da inicio a la misión pública de Jesús: su Bautismo en el Jordán,
... donde recibe la confirmación oficial de su
mesianismo.
Del Niño recién nacido
pasamos al Profeta y Maestro que nos ha enviado Dios que va a comenzar su
Misión. Seguimos en clima de Epifanía, de manifestación, con lecturas bíblicas
diferentes para cada uno de los tres ciclos dominicales. Puede parecer un tanto
brusco este paso de la Infancia de Jesús a su vida pública: ... pero Lucas no
quiere sencillamente narrar cosas, sino transmitir un Evangelio», la Buena
Noticia que Jesús mismo era y predicaba.
La Palabra de Dios en este
Día del Señor nos invita a contemplar y adorar el rostro de Cristo, que San
Agustín lo ha presentado así en una reflexión suya: «en aquel rostro nosotros
llegamos a entrever también nuestros trazos, los de hijo adoptivo que nuestro
Bautismo revela».
El Bautismo: a la raíz de la
vida cristiana
Hay muchos momentos
importantes y de gracia particular en nuestra vida cristiana en los que
captamos, de modo eminente, la acción de Dios en nosotros. Estos momentos los
vivimos durante el Año Litúrgico y en varias circunstancias de la vida como en
la Eucaristía dominical, en la escucha de la Palabra de Dios, en la lectura de
la Escritura.
Hay también los momentos en
los cuales se nos coloca ante las grandes decisiones morales de decir sí o no a
Dios, a la honestidad, a la vida. Todos estos momentos le dan calidad a nuestra
existencia cristiana: nos hacen sentir muy cerca la fuerza de Dios, la
responsabilidad de nuestra fe. Ahora bien, los momentos de nuestra vida que marcan
de manera particular la presencia y la acción de Dios en medio de nosotros, que
son los sacramentos, tienen un fundamento, una raíz originaria: el Bautismo.
El Bautismo es el
acontecimiento que funda y determina las etapas de la vida del cristiano; ...
es la explicación y la fuente de todo lo que nosotros hacemos desde la oración
a la Eucaristía, hasta el servicio sacerdotal,
episcopal, ... al servicio de la caridad, al dar la vida, si es
necesario, por los hermanos, hasta el entregarnos por los que están en dificultad.
El bien que se hace y se hará nace de este particular y privilegiado encuentro
con Dios que es el momento bautismal. Es, pues, un hecho importantísimo,
radical, que cambia totalmente la atmósfera y el horizonte de la vida. Presentamos
los niños a la fuente bautismal porque deseamos que también ellos, como nosotros,
«no vivan ya para sí mismos», como dice San Pablo, sino «para aquel que murió y
resucitó por ellos».
Es decir, vivan una
existencia basada en el amor, en la justicia, en la esperanza: ... experiencia
difícil pero maravillosa, si pensamos que el mundo y la sociedad exaltan el
interés personal a toda costa, aun en perjuicio del bien de los demás, de la justicia,
incluso pisoteando los derechos y la vida de los demás.
Nosotros, en cambio,
proclamamos ante Dios que el hombre está llamado a poner la vida presente y
futura en las manos del Padre para dejarse guiar por su amor, por el Evangelio
y por la fuerza del Espíritu que se nos da en el Bautismo. Con el Bautismo,
pues, cada uno de nosotros se entrega con amor y confianza a Dios Padre, Hijo y
Espíritu Santo.
Y Dios, la Trinidad de amor,
nos recibe en custodia, nos acoge y desde ese momento ya no estamos solos ni temerosos
por el futuro; somos hijos de Dios, hermanos en Jesucristo, personas capaces de
amar con la fuerza del Espíritu. Si en realidad pudiéramos comprender la
potencia explosiva de este misterio, la capacidad que ella tiene para renovar
el mundo, cambiar la faz de la tierra, nos llenaríamos de alegría al recordar
lo que en nosotros se ha realizado y al pedir: «Señor, aviva en mí la gracia del
Bautismo».
¿Que hace de nosotros el bautismo?
El Bautismo - marca para
nosotros el ingreso en la gran familia de la Iglesia, - nos capacita para
celebrar la Eucaristía, ... para escuchar y testimoniar la Palabra de Jesús, ...
para vivir la caridad fraterna, ... para poner nuestros dones al servicio de
todos.
- El Bautismo, en fin, nos
convierte en signo de esperanza para toda la humanidad, porque crea en nosotros
una humanidad nueva, libre del pecado, lista a entrar en los varios ámbitos de
la convivencia humana,... no con el egoísmo agresivo de quien lleva a todos y
todo a sí mismo,... sino con la firme disponibilidad de quien, dejándose atraer
por Cristo, está dispuesto a ayudar, a colaborar, a servir, a amar. De esta
manera, nos abre a la acción de la Misericordia, porque nos capacita para «vencer
la indiferencia» y «conquistar la paz». La meditación sobre nuestro Bautismo es
siempre profundamente consoladora. Es una meditación que tranquiliza nuestra mirada
sobre el mundo.
Aunque los problemas que
tengamos ante nosotros sean enormes, ... el Bautismo, mientras sigue reviviendo
en nosotros y generando siempre nuevos hijos para la Iglesia, nos llena de confianza
... porque, en los bautizados, Cristo sigue venciendo con amor el mal que hay
en el mundo. Nuestra conversión es conversión bautismal. Fuimos bautizados en
Cristo Jesús, sepultados con él en la muerte, para que pudiéramos caminar en
una vida nueva ; ... para que no
fuéramos más esclavos del pecado, y de todos los temores que son aliados del
pecado: miedo de la muerte, miedo del fracaso, miedo de perder la estimación de
los demás, miedo de no ser considerados a la altura de nuestra misión.
Se nos ha dado un espíritu
de amor, no de temor ni de esclavitud. Dios mismo es quien nos ha conferido la unción
y nos ha dado la coraza del Espíritu en nuestros corazones,... gracias a la
cual caminamos en la confianza y le damos a Dios el nombre de Padre. Pidamos al
Señor que nos conceda a todos la gracia de caminar en esta confianza. Nunca
como los que llevan cargas pesadas y casi insoportables y caminan gimiendo, ...
sino como hombres libres, llamados a una vocación entusiasmante, que con la
gracia del Señor realizamos con gusto, que vivimos gustosamente ante Dios y
ante los hombres.
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