El
Espíritu de luz y fraternidad
Evangelio:
san Juan 14,23-29: “El Espíritu Santo les recordará todo cuanto les he dicho”.
Escuchamos la Palabra de Dios
y celebramos la Eucaristía en el sexto domingo de Pascua, en el ambiente gozoso
de la resurrección del Señor. La Palabra de Dios que hoy vamos a proclamar nos
ofrece la promesa del Señor de enviar su Espíritu para fortalecer nuestra fe, y
la Paz que concede a quienes viven su presencia. - La resurrección de Cristo y
la venida del Espíritu Santo, enviado a todos por Cristo resucitado, son
esencialmente la misma cosa: el Espíritu que habita la Iglesia es el fruto final
de la Pascua. Por eso en la Misa de hoy la Palabra habla del Espíritu Santo que
trabaja en la primitiva Iglesia.
Nos encontramos en el inicio
de los últimos quince días de la Cincuentena. Puede ser un buen momento para
revisar el cómo se ha mantenido pedagógicamente la unidad de este tiempo y, en
cualquier caso, para acentuar que estamos celebrando la Pascua como unidad
festiva. Bueno será tener en cuenta esto para evitar el hablar de una
«preparación» para la fiesta de Pentecostés, como si ésta fuera una fiesta
aparte de la Cincuentena. Ello no quita, sin embargo, que -como lo hacen los
textos litúrgicos- se acentúe ahora especialmente la referencia al Don del
Espíritu Santo como culminación del Misterio Pascual y de su celebración.
Hombres
y no ángeles...
Dolorosamente nuestra Iglesia
de Jesucristo ha vivido y vive muchas crisis en el discurrir del tiempo. La
Iglesia de hoy, al igual que las Comunidades cristianas primeras, están
constituidas por hombres y no por ángeles y, por consiguiente, no podemos desprendernos
de nuestra condición humana en nuestros aciertos y en nuestros errores.
Pero la Iglesia, a pesar de
estar integrada por hombres, es la Iglesia de Cristo Jesús, y está iluminada y
orientada por el Espíritu de Dios. Los errores e incertidumbres se resuelven,
por consiguiente, bajo la iluminación del Espíritu y la presencia del mismo
Jesús «hasta el final de los tiempos». - Hay disensiones en la comunidad de
Antioquía a propósito de la misión entre gentiles. Tensiones provocadas por los
observantes de los preceptos y los confiados en el Espíritu. Resta sólo imponer
el mínimo de normas, haciendo posible la convivencia de todos los hermanos, en
clima de unión y caridad, que es lo indispensable.
El Espíritu Santo asiste a la
Iglesia y obra en ella para que haga el discernimiento de la voluntad Salvadora
universal de Dios y tome las decisiones que permitan vivir el Evangelio en lo
esencial y verdaderamente necesario para la verdadera Vida Cristiana. Necesitamos
una total docilidad al Espíritu para superar divisiones y enfrentamientos. Ser
dóciles es dejarse enseñar de Dios y aceptar su proyecto salvador por encima de
nuestros propios proyectos. Las crisis históricas de la Iglesia vienen de
situaciones concretas y muchas veces personales, de posiciones ideológicas al
parecer irreductibles, de interpretaciones de la palabra de Dios que buscan
justificar situaciones adquiridas.
Siguiendo la inspiración del
Espíritu de Jesús siempre activo en la Iglesia ojalá encontremos campos en los
que podamos vivir unidos en la práctica intensa de la fe cristiana, en especial
en lo que concierne al amor del prójimo y la construcción de un mundo justo que
obedezca al querer del Señor sobre él. El camino de unión en la caridad y el
amor nos puede hacer encontrar, en diálogo fraterno, la vía para la unidad en
la doctrina y la enseñanza. Hoy como ayer toda la Iglesia, pastores y laicos,
en oración y entrega al Espíritu debe encontrar la primacía del Señor Jesús y
convirtiéndose a él descubrir y trabajar por la unidad de su Cuerpo Místico.
Amor
y obediencia
Jesús establece una
clara relación mutua entre el amor y la obediencia: «Si alguno me ama, guardará
mi Palabra». Esto quiere decir que, en cristiano, cualquier sumisión no es
obediencia. Para ella se necesita la libertad del que ama verdaderamente. En un
cuartel, por ejemplo, no hay «obediencia», sino mera sumisión, por temor, sin convicción.
En una cárcel, menos. Sólo quien es libre verdaderamente, ama de verdad. Y quien
ama de verdad obedece... Es que primero es el don y luego es la ley...Dios, primero
salva, libera, y luego propone la Alianza con sus exigencias. - La
manifestación gloriosa de Cristo beneficia a todos los que guarden su Palabra y
Dios habitará en aquellos que la guardan. Habitará en el Templo, en los justos,
pero sobre todo donde hay amor, allí estará su Espíritu. Desea la paz, no como
despedida sino como don
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