Translate

Emisora Vida Nueva

Si no desea escuchar la Emisora En vivo (On-Line) pulse el botón de pausa

Vida Nueva Cali - Reproductor

sábado, 30 de marzo de 2019

DOMINGO 31 DE MARZO





VIDA NUEVA
4º domingo de cuaresma
Misericordiosos como el Padre Celestial
EvangelioSan Lucas 15,1-8. 11-32: “Este hermano tuyo estaba muerto y resucito”.
El evangelio de Lucas es conocido como el «Evangelio de la Misericordia». Todo él puede ser leído como un gran relato que nos sumerge en el amor entrañable del Padre.
Dante llamó a Lucas «Escriba de la mansedumbre de Cristo». En la Palabra que hoy nos trae el evangelio de Lucas, Jesús es el gran protagonista: a través de sus palabras y sus acciones se revela el rostro misericordioso de Dios. Hace m ́s de dos mil años, sus discípulos fueron testigos privilegiados de ello. Hoy nosotros, discípulos atentos a su Palabra, nos disponemos a contemplar el evangelio como verdadera Buena Noticia del amor de Dios.
El Padre misericordioso
El misterio de Redención o reconciliación con Dios nos queda explicado por Cristo en esta bellísima parábola que llamamos del Hijo pródigo, o mejor, del «Padre misericordioso». Parábola que es la historia de todos los pecadores; la mía, la tuya, la nuestra... Todos ante Dios somos pecadores. Somos este hijo pródigo: El pecador va por todos los caminos, busca en la experiencia de todas las creaturas saciar su hambre. Por unos momentos se la distraen y le engañan. Lo que en realidad le dejan en el alma son experiencias de dolor, de hambre, de vacío, de soledad. Que en el mismo plan de Dios resultan llamadas, y avisos, gracias medicinales. El pecador con eso entra en sí mismo, reflexiona. Y... por fin se acuerda del Padre: de su Amor, de su Misericordia.
Este Padre que siempre nos ama y nos espera. Al primer balbuceo del hijo arrepentido todo lo olvida; nada le reprocha. Le rehabilita plenamente en su amor y en sus derechos.
No creernos justos
En la parábola hay un serio toque de atención para los que se creen «justos»; y aún se permiten despreciar a los demás como pecadores. Es el retrato del fariseo. Pero, a pesar de todo, también a éste ama mucho el Padre. Y también éste, no menos pecador por el orgullo que lo fue su hermano por la sensualidad, también, por fin, se dará cuenta de     que necesita el perdón del Padre; y de que el Amor del Padre lo espera a él como esperó al hermano pródigo. Todos, pues, entramos en la Salvación por la puerta del Amor y de la Misericordia del Padre. Esta puerta nunca la cierra el Padre. Pero sí puede el hombre cerrársela él a sí mismo por el orgullo, la contumacia, la infidelidad o apostasía. El pródigo es mal hijo porque peca contra el Padre. El hermano mayor es mal hijo porque peca contra el hermano. Y si bien cumple la ley, pero, espiritualmente, no está en comunión con su Padre. Convirtámonos como el pródigo; superemos el fariseísmo de su hermano. Todos necesitamos por igual del amor y del perdón del Padre.
ORACIÓN: ¿QUÉ LE DECIMOS NOSOTROS a DIOS?
Dios de amor, Tú sales a nuestro encuentro como un Padre lleno de misericordia. Concédenos acoger tu amor entrañable que nos abre a la alabanza y a la acción de gracias, nos viste de fiesta. Reconocemos, Padre, que te hemos fallado, nos hemos alejado de tu Casa Con soberbia y autosuficiencia, hemos creído que nos bastamos por nosotros mismos. Nos creemos mejores que los demás, que no necesitamos conversión y no participamos de la alegría de un hermano que vuelve a la Casa...
Somos intolerantes y mezquinos... Estamos lejos de tus sentimientos de misericordia... Nos alegran los fracasos de los demás y no les damos la oportunidad de recuperarse, de convertirse, de regresar a casa. Concédenos, Padre, la gracia de la conversión, que reconozcamos que hemos pecado y, acogiendo tu perdón y misericordia, decidamos volver a Ti, tener un corazón misericordioso para acoger a nuestros hermanos y alegrarnos por su conversión y celebrar la fiesta de la reconciliación: «Misericordia, Señor, por tu bondad, por tu inmensa compasión borra mi culpa». Amén

viernes, 29 de marzo de 2019

VIERNES 29 DE MARZO




Contemplar el Evangelio de hoy

Día litúrgico: Viernes III de Cuaresma
Ver 1ª Lectura y Salmo
Texto del Evangelio (Mc 12,28b-34): En aquel tiempo, uno de los maestros de la Ley se acercó a Jesús y le hizo esta pregunta: «¿Cuál es el primero de todos los mandamientos?». Jesús le contestó: «El primero es: ‘Escucha, Israel: El Señor, nuestro Dios, es el único Señor, y amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma, con toda tu mente y con todas tus fuerzas’. El segundo es: ‘Amarás a tu prójimo como a ti mismo’. No existe otro mandamiento mayor que éstos».

Le dijo el escriba: «Muy bien, Maestro; tienes razón al decir que Él es único y que no hay otro fuera de Él, y amarle con todo el corazón, con toda la inteligencia y con todas las fuerzas, y amar al prójimo como a si mismo vale más que todos los holocaustos y sacrificios». Y Jesús, viendo que le había contestado con sensatez, le dijo: «No estás lejos del Reino de Dios». Y nadie más se atrevía ya a hacerle preguntas.
Comentario:Rev. D. Pere MONTAGUT i Piquet (Barcelona, España)
«No existe otro mandamiento mayor que éstos»
Hoy, la liturgia cuaresmal nos presenta el amor como la raíz más profunda de la autocomunicación de Dios: «El alma no puede vivir sin amor, siempre quiere amar alguna cosa, porque está hecha de amor, que yo por amor la creé» (Santa Catalina de Siena). Dios es amor todopoderoso, amor hasta el extremo, amor crucificado: «Es en la cruz donde puede contemplarse esta verdad» (Benedicto XVI). Este Evangelio no es sólo una autorrevelación de cómo Dios mismo —en su Hijo— quiere ser amado. Con un mandamiento del Deuteronomio: «Ama al Señor, tu Dios» (Dt 6,5) y otro del Levítico: «Ama a los otros» (Lev 19,18), Jesús lleva a término la plenitud de la Ley. Él ama al Padre como Dios verdadero nacido del Dios verdadero y, como Verbo hecho hombre, crea la nueva Humanidad de los hijos de Dios, hermanos que se aman con el amor del Hijo.

La llamada de Jesús a la comunión y a la misión pide una participación en su misma naturaleza, es una intimidad en la que hay que introducirse. Jesús no reivindica nunca ser la meta de nuestra oración y amor. Da gracias al Padre y vive continuamente en su presencia. El misterio de Cristo atrae hacia el amor a Dios —invisible e inaccesible— mientras que, a la vez, es camino para reconocer, verdad en el amor y vida para el hermano visible y presente. Lo más valioso no son las ofrendas quemadas en el altar, sino Cristo que quema como único sacrificio y ofrenda para que seamos en Él un solo altar, un solo amor.

Esta unificación de conocimiento y de amor tejida por el Espíritu Santo permite que Dios ame en nosotros y utilice todas nuestras capacidades, y a nosotros nos concede poder amar como Cristo, con su mismo amor filial y fraterno. Lo que Dios ha unido en el amor, el hombre no lo puede separar. Ésta es la grandeza de quien se somete al Reino de Dios: el amor a uno mismo ya no es obstáculo sino éxtasis para amar al único Dios y a una multitud de hermanos.

jueves, 28 de marzo de 2019

JUEVES 28 DE MARZO




Contemplar el Evangelio de hoy

Día litúrgico: Jueves III de Cuaresma
Ver 1ª Lectura y Salmo
Texto del Evangelio (Lc 11,14-23): En aquel tiempo, Jesús estaba expulsando un demonio que era mudo; sucedió que, cuando salió el demonio, rompió a hablar el mudo, y las gentes se admiraron. Pero algunos de ellos dijeron: «Por Beelzebul, Príncipe de los demonios, expulsa los demonios». Otros, para ponerle a prueba, le pedían una señal del cielo. Pero Él, conociendo sus pensamientos, les dijo: «Todo reino dividido contra sí mismo queda asolado, y casa contra casa, cae. Si, pues, también Satanás está dividido contra sí mismo, ¿cómo va a subsistir su reino?, porque decís que yo expulso los demonios por Beelzebul. Si yo expulso los demonios por Beelzebul, ¿por quién los expulsan vuestros hijos? Por eso, ellos serán vuestros jueces. Pero si por el dedo de Dios expulso yo los demonios, es que ha llegado a vosotros el Reino de Dios. Cuando uno fuerte y bien armado custodia su palacio, sus bienes están en seguro; pero si llega uno más fuerte que él y le vence, le quita las armas en las que estaba confiado y reparte sus despojos. El que no está conmigo, está contra mí, y el que no recoge conmigo, desparrama».
Comentario:Rev. D. Josep GASSÓ i Lécera (Ripollet, Barcelona, España)
«Si por el dedo de Dios expulso yo los demonios, es que ha llegado a vosotros el Reino de Dios»
Hoy, en la proclamación de la Palabra de Dios, vuelve a aparecer la figura del diablo: «Jesús estaba expulsando un demonio que era mudo» (Lc 11,14). Cada vez que los textos nos hablan del demonio, quizá nos sentimos un poco incómodos. En cualquier caso, es cierto que el mal existe, y que tiene raíces tan profundas que nosotros no podemos conseguir eliminarlas del todo. También es verdad que el mal tiene una dimensión muy amplia: va “trabajando” y no podemos de ninguna manera dominarlo. Pero Jesús ha venido a combatir estas fuerzas del mal, al demonio. Él es el único que lo puede echar.

Se ha calumniado y acusado a Jesús: el demonio es capaz de conseguirlo todo. Mientras que la gente se maravilla de lo que ha obrado Jesucristo, «algunos de ellos dijeron: ‘Por Beelzebul, Príncipe de los demonios, expulsa los demonios’» (Lc 11,15).

La respuesta de Jesús muestra la absurdidad del argumento de quienes le contradicen. De paso, esta respuesta es para nosotros una llamada a la unidad, a la fuerza que supone la unión. La desunión, en cambio, es un fermento maléfico y destructor. Precisamente, uno de los signos del mal es la división y el no entenderse entre unos y otros. Desgraciadamente, el mundo actual está marcado por este tipo de espíritu del mal que impide la comprensión y el reconocimiento de los unos hacia los otros.

Es bueno que meditemos cuál es nuestra colaboración en este “expulsar demonios” o echar el mal. Preguntémonos: ¿pongo lo necesario para que el Señor expulse el mal de mi interior? ¿Colaboro suficientemente en este “expulsar”? Porque «del corazón del hombre salen las intenciones malas» (Mt 15,19). Es muy importante la respuesta de cada uno, es decir, la colaboración necesaria a nivel personal.

Que María interceda ante Jesús, su Hijo amado, para que expulse de nuestro corazón y del mundo cualquier tipo de mal (guerras, terrorismo, malos tratos, cualquier tipo de violencia). María, Madre de la Iglesia y Reina de la Paz, ¡ruega por nosotros!

miércoles, 27 de marzo de 2019

MIERCOLES 27 DE MARZO




Contemplar el Evangelio de hoy

Día litúrgico: Miércoles III de Cuaresma
Ver 1ª Lectura y Salmo
Texto del Evangelio (Mt 5,17-19): En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: «No penséis que he venido a abolir la Ley y los Profetas. No he venido a abolir, sino a dar cumplimiento. Sí, os lo aseguro: el cielo y la tierra pasarán antes que pase una i o una tilde de la Ley sin que todo suceda. Por tanto, el que traspase uno de estos mandamientos más pequeños y así lo enseñe a los hombres, será el más pequeño en el Reino de los Cielos; en cambio, el que los observe y los enseñe, ése será grande en el Reino de los Cielos».
Comentario:Rev. D. Vicenç GUINOT i Gómez (Sant Feliu de Llobregat, España)
«No penséis que he venido a abolir la Ley y los Profetas (...), sino a dar cumplimiento»
Hoy día hay mucho respeto por las distintas religiones. Todas ellas expresan la búsqueda de la trascendencia por parte del hombre, la búsqueda del más allá, de las realidades eternas. En cambio, en el cristianismo, que hunde sus raíces en el judaísmo, este fenómeno es inverso: es Dios quien busca al hombre.

Como recordó San Juan Pablo II, Dios desea acercarse al hombre, Dios quiere dirigirle sus palabras, mostrarle su rostro porque busca la intimidad con él. Esto se hace realidad en el pueblo de Israel, pueblo escogido por Dios para recibir sus palabras. Ésta es la experiencia que tiene Moisés cuando dice: «¿Dónde hay una nación tan grande que tenga unos dioses tan cercanos como el Señor, nuestro Dios, siempre que lo invocamos?» (Dt 4,7). Y, todavía, el salmista canta que Dios «Anuncia su palabra a Jacob, sus decretos y mandatos a Israel; con ninguna nación obró así, ni les dio a conocer sus mandatos» (Sal 147,19-20).

Jesús, pues, con su presencia lleva a cumplimiento el deseo de Dios de acercarse al hombre. Por esto, dice que «no penséis que he venido a abolir la Ley y los Profetas. No he venido a abolir, sino a dar cumplimiento» (Mt 5,17). Viene a enriquecerlos, a iluminarlos para que los hombres conozcan el verdadero rostro de Dios y puedan entrar en intimidad con Él.

En este sentido, menospreciar las indicaciones de Dios, por insignificantes que sean, comporta un conocimiento raquítico de Dios y, por eso, uno será tenido por pequeño en el Reino del Cielo. Y es que, como decía san Teófilo de Antioquía, «Dios es visto por los que pueden verle; sólo necesitan tener abiertos los ojos del espíritu (...), pero algunos hombres los tienen empañados».

Aspiremos, pues, en la oración a seguir con gran fidelidad todas las indicaciones del Señor. Así, llegaremos a una gran intimidad con Él y, por tanto, seremos tenidos por grandes en el Reino del Cielo.

martes, 26 de marzo de 2019

MARTES 26 DE MARZO


Contemplar el Evangelio de hoy

Día litúrgico: Martes III de Cuaresma
Ver 1ª Lectura y Salmo
Texto del Evangelio (Mt 18,21-35): En aquel tiempo, Pedro se acercó entonces y le dijo: «Señor, ¿cuántas veces tengo que perdonar las ofensas que me haga mi hermano? ¿Hasta siete veces?». Dícele Jesús: «No te digo hasta siete veces, sino hasta setenta veces siete.

»Por eso el Reino de los Cielos es semejante a un rey que quiso ajustar cuentas con sus siervos. Al empezar a ajustarlas, le fue presentado uno que le debía 10.000 talentos. Como no tenía con qué pagar, ordenó el señor que fuese vendido él, su mujer y sus hijos y todo cuanto tenía, y que se le pagase. Entonces el siervo se echó a sus pies, y postrado le decía: ‘Ten paciencia conmigo, que todo te lo pagaré’. Movido a compasión el señor de aquel siervo, le dejó en libertad y le perdonó la deuda.

»Al salir de allí aquel siervo se encontró con uno de sus compañeros, que le debía cien denarios; le agarró y, ahogándole, le decía: ‘Paga lo que debes’. Su compañero, cayendo a sus pies, le suplicaba: ‘Ten paciencia conmigo, que ya te pagaré’. Pero él no quiso, sino que fue y le echó en la cárcel, hasta que pagase lo que debía. Al ver sus compañeros lo ocurrido, se entristecieron mucho, y fueron a contar a su señor todo lo sucedido. Su señor entonces le mandó llamar y le dijo: ‘Siervo malvado, yo te perdoné a ti toda aquella deuda porque me lo suplicaste. ¿No debías tú también compadecerte de tu compañero, del mismo modo que yo me compadecí de ti?’. Y encolerizado su señor, le entregó a los verdugos hasta que pagase todo lo que le debía. Esto mismo hará con vosotros mi Padre celestial, si no perdonáis de corazón cada uno a vuestro hermano».
Comentario:Rev. D. Enric PRAT i Jordana (Sort, Lleida, España)
«Movido a compasión (...) le perdonó la deuda»
Hoy, el Evangelio de Mateo nos invita a una reflexión sobre el misterio del perdón, proponiendo un paralelismo entre el estilo de Dios y el nuestro a la hora de perdonar.

El hombre se atreve a medir y a llevar la cuenta de su magnanimidad perdonadora: «Señor, ¿cuántas veces tengo que perdonar las ofensas que me haga mi hermano? ¿Hasta siete veces?» (Mt 18,21). A Pedro le parece que siete veces ya es mucho o que es, quizá, el máximo que podemos soportar. Bien mirado, Pedro resulta todavía espléndido, si lo comparamos con el hombre de la parábola que, cuando encontró a un compañero suyo que le debía cien denarios, «le agarró y, ahogándole, le decía: ‘Paga lo que debes’» (Mt 18,28), negándose a escuchar su súplica y la promesa de pago.

Echadas las cuentas, el hombre, o se niega a perdonar, o mide estrictamente a la baja su perdón. Verdaderamente, nadie diría que venimos de recibir de parte de Dios un perdón infinitamente reiterado y sin límites. La parábola dice: «Movido a compasión el señor de aquel siervo, le dejó en libertad y le perdonó la deuda» (Mt 18,27). Y eso que la deuda era muy grande.

Pero la parábola que comentamos pone el acento en el estilo de Dios a la hora de otorgar el perdón. Después de llamar al orden a su deudor moroso y de haberle hecho ver la gravedad de la situación, se dejó enternecer repentinamente por su petición compungida y humilde: «Postrado le decía: ‘Ten paciencia conmigo, que todo te lo pagaré’. Movido a compasión...» (Mt 18,26-27). Este episodio pone en pantalla aquello que cada uno de nosotros conoce por propia experiencia y con profundo agradecimiento: que Dios perdona sin límites al arrepentido y convertido. El final negativo y triste de la parábola, con todo, hace honor a la justicia y pone de manifiesto la veracidad de aquella otra sentencia de Jesús en Lc 6,38: «Con la medida con que midáis se os medirá».

lunes, 25 de marzo de 2019

LUNES 25 DE MARZO



Contemplar el Evangelio de hoy

Día litúrgico: 25 de Marzo: La Anunciación del Señor
Ver 1ª Lectura y Salmo
Texto del Evangelio (Lc 1,26-38): Al sexto mes fue enviado por Dios el ángel Gabriel a una ciudad de Galilea, llamada Nazaret, a una virgen desposada con un hombre llamado José, de la casa de David; el nombre de la virgen era María. Y entrando, le dijo: «Alégrate, llena de gracia, el Señor está contigo». Ella se conturbó por estas palabras, y discurría qué significaría aquel saludo. El ángel le dijo: «No temas, María, porque has hallado gracia delante de Dios; vas a concebir en el seno y vas a dar a luz un hijo, a quien pondrás por nombre Jesús. Él será grande y será llamado Hijo del Altísimo, y el Señor Dios le dará el trono de David, su padre; reinará sobre la casa de Jacob por los siglos y su reino no tendrá fin».

María respondió al ángel: «¿Cómo será esto, puesto que no conozco varón?». El ángel le respondió: «El Espíritu Santo vendrá sobre ti y el poder del Altísimo te cubrirá con su sombra; por eso el que ha de nacer será santo y será llamado Hijo de Dios. Mira, también Isabel, tu pariente, ha concebido un hijo en su vejez, y este es ya el sexto mes de aquella que llamaban estéril, porque ninguna cosa es imposible para Dios». Dijo María: «He aquí la esclava del Señor; hágase en mí según tu palabra». Y el ángel dejándola se fue.
Comentario:+ Dr. Johannes VILAR (Köln, Alemania)
«Alégrate, llena de gracia»
Hoy, en el «alégrate, llena de gracia» (Lc 1,28) oímos por primera vez el nombre de la Madre de Dios: María (segunda frase del arcángel Gabriel). Ella tiene la plenitud de la gracia y de los dones. Se llama así: "keharitoméne", «llena de gracia» (saludo del Ángel).

Quizás con 15 años y sola, María tiene que dar una respuesta que cambiará la historia entera de la humanidad. San Bernardo suplicaba: «Se te ofrece el precio de nuestra Redención. Seremos liberados inmediatamente, si tú dices sí. Todo el orbe está a tus pies esperando tu respuesta. Di tu palabra y engendra la Palabra Eterna». Dios espera una respuesta libre, y "La llena de gracia", representando a todos los necesitados de Redención, responde: "génoitó", hágase! Desde hoy ha quedado María libremente unida a la Obra de su Hijo, hoy comienza su Mediación. Desde hoy es Madre de los que son uno en Cristo (cf. Gal 3,28).

Benedicto XVI decía en un interview: «[Quisiera] despertar el ánimo de atreverse a decisiones para siempre: sólo ellas posibilitan crecer e ir adelante, lo grande en la vida; no destruyen la libertad, sino que posibilitan la orientación correcta. Tomar este riesgo —el salto a lo decisivo— y con ello aceptar la vida por entero, esto es lo que desearía trasmitir». María: ¡he aquí un ejemplo!

Tampoco San José queda al margen de los planes de Dios: él tiene que aceptar recibir a su esposa y dar nombre al Niño (cf. Mt 1,20s): Jesua, "el Señor salva". Y lo hace. ¡Otro ejemplo!

La Anunciación revela también a la Trinidad: el Padre envía al Hijo, encarnado por obra del Espíritu Santo. Y la lglesia canta: «La Palabra Eterna toma hoy carne por nosotros». Su obra redentora —Navidad, Viernes Santo, Pascua— está presente en esta semilla. Él es Emmanuel, «Dios con nosotros» (Is 7,15). ¡Alégrate humanidad!

Las fiestas de San José y de la Anunciación nos prepararan admirablemente para celebrar los Misterios Pascuales.

sábado, 23 de marzo de 2019

DOMINGO 24 DE MARZO




VIDA NUEVA
Tercer domingo de Cuaresma
LA PACIENCIA DE DIOS
Evangelio. San Lucas 13,1-9
Estamos ya en el tercer domingo de Cuaresma. Vamos subiendo la escalada cuaresmal en oración y confianza en Dios para llegar más limpios a la cumbre pascual.
En el camino hay dificultades, pero tenemos que seguir avanzando. A veces queremos ir por caminos que no van rectos hacia la Pascua. Por eso debemos convertirnos, que significa cambiar.
El camino recto es el de Jesús, el del amor verdadero: el que siguió con su vida y nos enseñó en el Evangelio. Por eso en Cuaresma debemos estar tan atentos a las enseñanzas de Jesús.
Hoy Jesús en el evangelio nos enseña cómo es Dios, al contrario de cómo piensa sobre Dios la mentalidad terrena. Suele pasar que, si nosotros somos vengativos, pensamos que Dios es también vengativo. Y eso no es correcto. Solemos echarla culpa a Dios de todas las cosas que nos suceden.  Veamos lo que dice el evangelio en su primera parte: Lucas 13, 1-5: “En una ocasión, se presentaron algunos a contar a Jesús lo de los galileos cuya sangre vertió Pilato con la de los sacrificios que ofrecían. Jesús contestó: ¿Pensáis que esos galileos eran más pecadores que los demás galileos, porque acabaron así? Os digo que no; y si no os convertís, todos pereceréis lo mismo…”
A Jesús le habían contado lo que había hecho Pilato con unos galileos quizá guerrilleros o algo parecido. Jesús aprovechó para dar una enseñanza. Puede ser que haya otros más malvados. No podemos juzgar de la maldad de cada uno por el modo final de su vida. No sólo cuando entra en juego la libertad humana. Jesús pone el ejemplo de una catástrofe natural: una torre que se había hundido y había matado a varias personas. No podemos decir que eran peores que otros.
La naturaleza tiene unas limitaciones que se traducen en deficiencias y catástrofes. Esta vida no es el final, es de paso y de alguna manera viene la muerte: el paso de esta vida a la otra. En muchas catástrofes naturales se mezcla la impericia o la mala voluntad del ser humano. Por ejemplo: Si hay inundaciones, los que más sufren son los pobres que han tenido que hacer su casita junto a los ríos o en terrenos peligrosos.
¡Cuánto mejor viviríamos, aun en lo material, si se practicase de verdad el mandamiento del amor!
Dios no castiga al ser humano, sino que cada uno se castiga a sí mismo. Dios ha hecho este mundo: de paso o de prueba. Y lo ha hecho con toda bondad, para nuestro bien, para que nos ayudemos a ser más felices aquí y sobre todo en la eternidad.
Pero la gente se pregunta: ¿Por qué Dios permite que haya tantas calamidades? La fe nos da las respuestas. Pero ¿Quiénes somos nosotros para juzgar a Dios?¿Qué somos nosotros para saber a quién debe Dios premiar o castigar? Claro que hay una Providencia de Dios encargada de velar. Y Dios atiende a la oración de quien suplica. Muchas veces un sufrimiento nos hace progresar en el camino del espíritu. En ese caso es un bien. Pero hay que comprender ese sufrimiento.
Dios no quiere la muerte del pecador sino que se convierta y viva. Dios quiere que aprovechemos todas las circunstancias de la vida para aprovechar en el espíritu, para cambiar. Si no lo aprovechamos, hallaremos una muerte peor que los aplastados por la torre o muertos por Pilato. Así que ante los diferentes cataclismos debemos revisar nuestra vida. Quizá, ayudando a los perjudicados, nos mejoremos nosotros y nos convirtamos.
La conversión no es cosa de un día o quizá ni de una sola época de nuestra vida. Dios tiene paciencia con nosotros. Esto es lo que indica la 2ª parte del evangelio que dice así: Y les dijo esta parábola: "Uno tenía una higuera plantada en su viña, y fue a buscar fruto en ella, y no lo encontró. Dijo entonces al viñador: "Ya ves: tres años llevo viniendo a buscar fruto en esta higuera, y no lo encuentro. Córtala. ¿Para qué va a ocupar terreno en balde? Pero el viñador contestó: "Señor, déjala todavía este año; yo cavaré alrededor y le echaré estiércol, a ver si da fruto. Si no, la cortas". (Lc 13, 6-9).
La higuera era como un símbolo del pueblo de Dios y puede ser también el símbolo de cada uno de nosotros. Dios viene a buscar frutos un año y otro y a veces no encuentra. Y tiene paciencia. Si fuese un ser humano, como nosotros, lo arrancaría enseguida; pero quiere frutos y espera, tiene paciencia. Espera a ver si vamos cambiando, si nos convertimos.
Nosotros debemos imitar la paciencia de Dios, en nuestra trato de unos  con otros, como el labrador que debe esperar su tiempo a que llegue el fruto. Qué grande es la paciencia de Dios con su pueblo, según nos describe la Biblia. Y ¡Qué paciencia la de Dios para con nosotros! Porque es infinita su misericordia. Alguna vez actúa de forma extraordinaria y maravillosa. 

viernes, 22 de marzo de 2019

VIERNES 22 DE MARZO




Contemplar el Evangelio de hoy

Día litúrgico: Viernes II de Cuaresma
Ver 1ª Lectura y Salmo
Texto del Evangelio (Mt 21,33-43.45-46): En aquel tiempo, Jesús dijo a los grandes sacerdotes y a los notables del pueblo: «Escuchad otra parábola. Era un propietario que plantó una viña, la rodeó de una cerca, cavó en ella un lagar y edificó una torre; la arrendó a unos labradores y se ausentó. Cuando llegó el tiempo de los frutos, envió sus siervos a los labradores para recibir sus frutos. Pero los labradores agarraron a los siervos, y a uno le golpearon, a otro le mataron, a otro le apedrearon. De nuevo envió otros siervos en mayor número que los primeros; pero los trataron de la misma manera. Finalmente les envió a su hijo, diciendo: ‘A mi hijo le respetarán’. Pero los labradores, al ver al hijo, se dijeron entre sí: ‘Este es el heredero. Vamos, matémosle y quedémonos con su herencia’. Y agarrándole, le echaron fuera de la viña y le mataron. Cuando venga, pues, el dueño de la viña, ¿qué hará con aquellos labradores?».

Dícenle: «A esos miserables les dará una muerte miserable y arrendará la viña a otros labradores, que le paguen los frutos a su tiempo». Y Jesús les dice: «¿No habéis leído nunca en las Escrituras: La piedra que los constructores desecharon, en piedra angular se ha convertido; fue el Señor quien hizo esto y es maravilloso a nuestros ojos? Por eso os digo: se os quitará el Reino de Dios para dárselo a un pueblo que rinda sus frutos».

Los sumos sacerdotes y los fariseos, al oír sus parábolas, comprendieron que estaba refiriéndose a ellos. Y trataban de detenerle, pero tuvieron miedo a la gente porque le tenían por profeta.
Comentario:Rev. D. Melcior QUEROL i Solà (Ribes de Freser, Girona, España)
«La piedra que los constructores desecharon, en piedra angular se ha convertido»
Hoy, Jesús, por medio de la parábola de los viñadores homicidas, nos habla de la infidelidad; compara la viña con Israel y los viñadores con los jefes del pueblo escogido. A ellos y a toda la descendencia de Abraham se les había confiado el Reino de Dios, pero han malversado la heredad: «Por eso os digo: se os quitará el Reino de Dios para dárselo a un pueblo que rinda sus frutos» (Mt 21,43).

Al principio del Evangelio de Mateo, la Buena Nueva parece dirigida únicamente a Israel. El pueblo escogido, ya en la Antigua Alianza, tiene la misión de anunciar y llevar la salvación a todas las naciones. Pero Israel no ha sido fiel a su misión. Jesús, el mediador de la Nueva Alianza, congregará a su alrededor a los doce Apóstoles, símbolo del “nuevo” Israel, llamado a dar frutos de vida eterna y a anunciar a todos los pueblos la salvación.

Este nuevo Israel es la Iglesia, todos los bautizados. Nosotros hemos recibido, en la persona de Jesús y en su mensaje, un regalo único que hemos de hacer fructificar. No nos podemos conformar con una vivencia individualista y cerrada a nuestra fe; hay que comunicarla y regalarla a cada persona que se nos acerca. De ahí se deriva que el primer fruto es que vivamos nuestra fe en el calor de familia, el de la comunidad cristiana. Esto será sencillo, porque «donde hay dos o más reunidos en mi nombre, yo estoy allí en medio de ellos» (Mt 18,20).

Pero se trata de una comunidad cristiana abierta, es decir, eminentemente misionera (segundo fruto). Por la fuerza y la belleza del Resucitado “en medio nuestro”, la comunidad es atractiva en todos sus gestos y actos, y cada uno de sus miembros goza de la capacidad de engendrar hombres y mujeres a la nueva vida del Resucitado. Y un tercer fruto es que vivamos con la convicción y certeza de que en el Evangelio encontramos la solución a todos los problemas.

Vivamos en el santo temor de Dios, no fuera que nos sea tomado el Reino y dado a otros.

jueves, 21 de marzo de 2019

JUEVES 21 DE MARZO




 
Ver en el navegadorRecomendar
 

Contemplar el Evangelio de hoy

Día litúrgico: Jueves II de Cuaresma
Ver 1ª Lectura y Salmo
Texto del Evangelio (Lc 16,19-31): En aquel tiempo, Jesús dijo a los fariseos: «Era un hombre rico que vestía de púrpura y lino, y celebraba todos los días espléndidas fiestas. Y un pobre, llamado Lázaro, que, echado junto a su portal, cubierto de llagas, deseaba hartarse de lo que caía de la mesa del rico pero hasta los perros venían y le lamían las llagas.

»Sucedió, pues, que murió el pobre y fue llevado por los ángeles al seno de Abraham. Murió también el rico y fue sepultado. Estando en el Hades entre tormentos, levantó los ojos y vio a lo lejos a Abraham, y a Lázaro en su seno. Y, gritando, dijo: ‘Padre Abraham, ten compasión de mí y envía a Lázaro a que moje en agua la punta de su dedo y refresque mi lengua, porque estoy atormentado en esta llama’. Pero Abraham le dijo: ‘Hijo, recuerda que recibiste tus bienes durante tu vida y Lázaro, al contrario, sus males; ahora, pues, él es aquí consolado y tú atormentado. Y además, entre nosotros y vosotros se interpone un gran abismo, de modo que los que quieran pasar de aquí a vosotros, no puedan; ni de ahí puedan pasar donde nosotros’.

»Replicó: ‘Con todo, te ruego, padre, que le envíes a la casa de mi padre, porque tengo cinco hermanos, para que les dé testimonio, y no vengan también ellos a este lugar de tormento’. Díjole Abraham: ‘Tienen a Moisés y a los profetas; que les oigan’. Él dijo: ‘No, padre Abraham; sino que si alguno de entre los muertos va donde ellos, se convertirán’. Le contestó: ‘Si no oyen a Moisés y a los profetas, tampoco se convencerán, aunque un muerto resucite’».
Comentario:Rev. D. Xavier SOBREVÍA i Vidal (Castelldefels, España)
«Si no oyen a Moisés y a los profetas, tampoco se convencerán, aunque un muerto resucite»
Hoy, el Evangelio es una parábola que nos descubre las realidades del hombre después de la muerte. Jesús nos habla del premio o del castigo que tendremos según cómo nos hayamos comportado.

El contraste entre el rico y el pobre es muy fuerte. El lujo y la indiferencia del rico; la situación patética de Lázaro, con los perros que le lamen las úlceras (cf. Lc 16,19-21). Todo tiene un gran realismo que hace que entremos en escena.

Podemos pensar, ¿dónde estaría yo si fuera uno de los dos protagonistas de la parábola? Nuestra sociedad, constantemente, nos recuerda que hemos de vivir bien, con confort y bienestar, gozando y sin preocupaciones. Vivir para uno mismo, sin ocuparse de los demás, o preocupándonos justo lo necesario para que la conciencia quede tranquila, pero no por un sentido de justicia, amor o solidaridad.

Hoy se nos presenta la necesidad de escuchar a Dios en esta vida, de convertirnos en ella y aprovechar el tiempo que Él nos concede. Dios pide cuentas. En esta vida nos jugamos la vida.

Jesús deja clara la existencia del infierno y describe algunas de sus características: la pena que sufren los sentidos —«que moje en agua la punta de su dedo y refresque mi lengua, porque estoy atormentado en esta llama» (Lc 16,24)— y su eternidad —«entre nosotros y vosotros se interpone un gran abismo» (Lc 16,26).

San Gregorio Magno nos dice que «todas estas cosas se dicen para que nadie pueda excusarse a causa de su ignorancia». Hay que despojarse del hombre viejo y ser libre para poder amar al prójimo. Hay que responder al sufrimiento de los pobres, de los enfermos, o de los abandonados. Sería bueno que recordáramos esta parábola con frecuencia para que nos haga más responsables de nuestra vida. A todos nos llega el momento de la muerte. Y hay que estar siempre preparados, porque un día seremos juzgados.

miércoles, 20 de marzo de 2019

MIERCOLES 20 DE MARZO




 
Ver en el navegadorRecomendar
 

Contemplar el Evangelio de hoy

Día litúrgico: Miércoles II de Cuaresma
Ver 1ª Lectura y Salmo
Texto del Evangelio (Mt 20,17-28): En aquel tiempo, cuando Jesús iba subiendo a Jerusalén, tomó aparte a los Doce, y les dijo por el camino: «Mirad que subimos a Jerusalén, y el Hijo del hombre será entregado a los sumos sacerdotes y escribas; le condenarán a muerte y le entregarán a los gentiles, para burlarse de Él, azotarle y crucificarle, y al tercer día resucitará».

Entonces se le acercó la madre de los hijos de Zebedeo con sus hijos, y se postró como para pedirle algo. Él le dijo: «¿Qué quieres?». Dícele ella: «Manda que estos dos hijos míos se sienten, uno a tu derecha y otro a tu izquierda, en tu Reino». Replicó Jesús: «No sabéis lo que pedís. ¿Podéis beber la copa que yo voy a beber?». Dícenle: «Sí, podemos». Díceles: «Mi copa, sí la beberéis; pero sentarse a mi derecha o mi izquierda no es cosa mía el concederlo, sino que es para quienes está preparado por mi Padre».

Al oír esto los otros diez, se indignaron contra los dos hermanos. Mas Jesús los llamó y dijo: «Sabéis que los jefes de las naciones las dominan como señores absolutos, y los grandes las oprimen con su poder. No ha de ser así entre vosotros, sino que el que quiera llegar a ser grande entre vosotros, será vuestro servidor, y el que quiera ser el primero entre vosotros, será vuestro esclavo; de la misma manera que el Hijo del hombre no ha venido a ser servido, sino a servir y a dar su vida como rescate por muchos».
Comentario:Rev. D. Francesc JORDANA i Soler (Mirasol, Barcelona, España)
«El que quiera llegar a ser grande entre vosotros, será vuestro servidor»
Hoy, la Iglesia —inspirada por el Espíritu Santo— nos propone en este tiempo de Cuaresma un texto en el que Jesús plantea a sus discípulos —y, por lo tanto, también a nosotros— un cambio de mentalidad. Jesús hoy voltea las visiones humanas y terrenales de sus discípulos y les abre un nuevo horizonte de comprensión sobre cuál ha de ser el estilo de vida de sus seguidores.

Nuestras inclinaciones naturales nos mueven al deseo de dominar las cosas y a las personas, mandar y dar órdenes, que se haga lo que a nosotros nos gusta, que la gente nos reconozca un status, una posición. Pues bien, el camino que Jesús nos propone es el opuesto: «El que quiera llegar a ser grande entre vosotros, será vuestro servidor, y el que quiera ser el primero entre vosotros, será vuestro esclavo» (Mt 20,26-27). “Servidor”, “esclavo”: ¡no podemos quedarnos en el enunciado de las palabras!; las hemos escuchado cientos de veces, hemos de ser capaces de entrar en contacto con la realidad que significan, y confrontar dicha realidad con nuestras actitudes y comportamientos.

El Concilio Vaticano II ha afirmado que «el hombre adquiere su plenitud a través del servicio y la entrega a los demás». En este caso, nos parece que damos la vida, cuando realmente la estamos encontrando. El hombre que no vive para servir no sirve para vivir. Y en esta actitud, nuestro modelo es el mismo Cristo —el hombre plenamente hombre— pues «el Hijo del hombre no ha venido a ser servido, sino a servir y a dar su vida como rescate por muchos» (Mt 20,28).

Ser servidor, ser esclavo, tal y como nos lo pide Jesús es imposible para nosotros. Queda fuera del alcance de nuestra pobre voluntad: hemos de implorar, esperar y desear intensamente que se nos concedan esos dones. La Cuaresma y sus prácticas cuaresmales —ayuno, limosna y oración— nos recuerdan que para recibir esos dones nos debemos disponer adecuadamente.

martes, 19 de marzo de 2019

MARTES 19 DE MRZO



Contemplar el Evangelio de hoy

Día litúrgico: 19 de Marzo: San José, esposo de la Virgen María
Ver 1ª Lectura y Salmo
Texto del Evangelio (Mt 1,16.18-21.24a): Jacob engendró a José, el esposo de María, de la que nació Jesús, llamado Cristo. La generación de Jesucristo fue de esta manera: Su madre, María, estaba desposada con José y, antes de empezar a estar juntos ellos, se encontró encinta por obra del Espíritu Santo. Su marido José, como era justo y no quería ponerla en evidencia, resolvió repudiarla en secreto.

Así lo tenía planeado, cuando el Ángel del Señor se le apareció en sueños y le dijo: «José, hijo de David, no temas tomar contigo a María tu mujer porque lo engendrado en ella es del Espíritu Santo. Dará a luz un hijo, y tú le pondrás por nombre Jesús, porque Él salvará a su pueblo de sus pecados». Despertado José del sueño, hizo como el Ángel del Señor le había mandado.
Comentario:+ Mons. Ramon MALLA i Call Obispo Emérito de Lleida (Lleida, España)
«José, hijo de David, no temas tomar contigo a María tu mujer»
Hoy, celebra la Iglesia la solemnidad de San José, el esposo de María. Es como un paréntesis alegre dentro de la austeridad de la Cuaresma. Pero la alegría de esta fiesta no es un obstáculo para continuar avanzando en el camino de conversión, propio del tiempo cuaresmal.

Bueno es aquel que, elevando su mirada, hace esfuerzos para que la propia vida se acomode al plan de Dios. Y es bueno aquel que, mirando a los otros, procura interpretar siempre en buen sentido todas las acciones que realizan y salvar la buena fama. En los dos aspectos de bondad, se nos presenta a San José en el Evangelio de hoy.

Dios tiene sobre cada uno de nosotros un plan de amor, ya que «Dios es amor» (1Jn 4,8). Pero la dureza de la vida hace que algunas veces no lo sepamos descubrir. Lógicamente, nos quejamos y nos resistimos a aceptar las cruces.

No le debió ser fácil a San José ver que María «antes de empezar a estar juntos ellos, se encontró encinta por obra del Espíritu Santo» (Mt 1,18). Se había propuesto deshacer el acuerdo matrimonial, pero «en secreto» (Mt 1,19). Y a la vez, «cuando el Ángel del Señor se le apareció en sueños» (Mt 1,20), revelándole que él tenía que ser el padre legal del Niño, lo aceptó inmediatamente «y tomó consigo a su mujer» (Mt 1,24).

La Cuaresma es una buena ocasión para descubrir qué espera Dios de nosotros, y reforzar nuestro deseo de llevarlo a la práctica. Pidamos al buen Dios «por intercesión del Esposo de María», como diremos en la colecta de la misa, que avancemos en nuestro camino de conversión imitando a San José en la aceptación de la voluntad de Dios y en el ejercicio de la caridad con el prójimo. A la vez, tengamos presente que «toda la Iglesia santa está endeudada con la Virgen Madre, ya que por Ella recibió a Cristo, así también, después de Ella, San José es el más digno de nuestro agradecimiento y reverencia» (San Bernardino de Siena).

lunes, 18 de marzo de 2019

LUNES 18 DE MARZO




Contemplar el Evangelio de hoy

Día litúrgico: Lunes II de Cuaresma
Ver 1ª Lectura y Salmo
Texto del Evangelio (Lc 6,36-38): En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: «Sed compasivos, como vuestro Padre es compasivo. No juzguéis y no seréis juzgados, no condenéis y no seréis condenados; perdonad y seréis perdonados. Dad y se os dará; una medida buena, apretada, remecida, rebosante pondrán en el halda de vuestros vestidos. Porque con la medida con que midáis se os medirá».
Comentario:+ Rev. D. Antoni ORIOL i Tataret (Vic, Barcelona, España)
«Dad y se os dará»
Hoy, el Evangelio de Lucas nos proclama un mensaje más denso que breve, ¡y eso que es muy breve! Lo podemos reducir a dos puntos: un encuadramiento de misericordia y un contenido de justicia.

En primer lugar, un encuadramiento de misericordia. En efecto, la consigna de Jesús sobresale como una norma y resplandece como un ambiente. Norma absoluta: si nuestro Padre del cielo es misericordioso, nosotros, como hijos suyos, también lo hemos de ser. Y el Padre, ¡es tan misericordioso! El versículo anterior afirma: «(...) y seréis hijos del Altísimo, porque Él es bueno con los ingratos y con los malos» (Lc 6,35).

En segundo lugar, un contenido de justicia. En efecto, nos encontramos ante una especie de “ley del talión” en las antípodas de (inversa a) la rechazada por Jesús («Ojo por ojo, diente por diente»). Aquí, en cuatro momentos sucesivos, el divino Maestro nos alecciona, primero, con dos negaciones; después, con dos afirmaciones. Negaciones: «No juzguéis y no seréis juzgados»; «No condenéis y no seréis condenados». Afirmaciones: «Perdonad y seréis perdonados»; «Dad y se os dará».

Apliquémoslo concisamente a nuestra vida de cada día, deteniéndonos especialmente en la cuarta consigna, como hace Jesús. Hagamos un valiente y claro examen de conciencia: si en materia familiar, cultural, económica y política el Señor juzgara y condenara nuestro mundo como el mundo juzga y condena, ¿quién podría sostenerse ante el tribunal? (Al volver a casa y leer el periódico o al escuchar las noticias, pensamos sólo en el mundo de la política). Si el Señor nos perdonara como lo hacen ordinariamente los hombres, ¿cuántas personas e instituciones alcanzarían la plena reconciliación?

Pero la cuarta consigna merece una reflexión particular, ya que, en ella, la buena ley del talión que estamos considerando deviene de alguna manera superada. En efecto, si damos, ¿nos darán en la misma proporción? ¡No! Si damos, recibiremos —notémoslo bien— «una medida buena, apretada, remecida, rebosante» (Lc 6,38). Y es que es a la luz de esta bendita desproporción que somos exhortados a dar previamente. Preguntémonos: cuando doy, ¿doy bien, doy mirando lo mejor, doy con plenitud?

sábado, 16 de marzo de 2019

DOMINGO 17 DE MARZO

+



VIDA NUEVA
2º domingo de cuaresma
La amistad con Cristo
EVANGELIO: San Lucas 9,28b-36- “Su rostro se transformó”.
El hombre ha soñado tener en esta vida terrena la experiencia de Dios. La Biblia nos habla de testigos calificados del Dios vivo. Conocemos sus nombres, su tiempo, algo de sus vidas. Abraham, Moisés, Elías, Jeremías, María, Apóstoles y otros muchos. Pero la gran experiencia de Dios, dentro de la humildad de la condición humana, nos la ha dado Dios mismo en Jesucristo, el Hijo de Dios encarnado. «El es Dios con rostro de hombre» (Benedicto XVI).
La liturgia nos habla en este domingo de cuaresma de esa experiencia, en el signo de la Alianza en Antiguo Testamento y en la Transfiguración en el Nuevo Testamento. De esta manera nos quiere encaminar hacia la Pascua que es el momento máximo de esa experiencia en la Resurrección. Todos estamos llamados no sólo a recordar esos relatos sino a encontrar en ellos nuestra propia experiencia de Dios.
Examinar la Alianza y escuchar al Señor...
Mientras los hombres quieren prescindir de Dios en la construcción de un mundo mejor, el Señor se acerca al hombre para hacer alianza con él y decirle que no es posible un paraíso sin Dios. Mientras que el hombre de hoy se une en alianza con la técnica, el dinero, el poder, el placer, etc. (que son los ídolos actuales), el hombre de fe, el hombre creyente, se une a Dios, hace alianza con él y se compromete con su Palabra; y así se produce el milagro, como con Abrahán:
La Cuaresma es tiempo propicio para examinar nuestra «alianza» con Dios; para reafirmarnos en ella; para ver si está rota o deteriorada y decidirnos seriamente a fortalecerla. La Cuaresma es el tiempo propicio para «escuchar» al Señor, como dice el Evangelio de hoy, y practicar con alegría su Palabra. No podemos dejar pasar la Cuaresma sin reflexionar en ello y sin fortalecer nuestra fidelidad a Dios y nuestra ejemplaridad con los demás.
La subida de Jesús a Jerusalén tiene el nombre de éxodo: interpreta la Pasión de Jesús desde la historia de Israel como algo liberador. El evangelio comienza haciendo referencia a las palabras anteriores de Jesús (anuncio de la pasión, condiciones del seguimiento: No hay Resurrección sin Pasión, no hay seguimiento sin cruz... y esto en Cuaresma. ¿Qué te sugiere? El rostro de Jesús en el Tabor nos hace mirar nuestro propio rostro y ver qué signos presentamos. Nuestras luchas para mantenernos fieles a la alianza, al compromiso con Dios, podría llevarnos al desánimo por lo larga que es y los fracasos cosechados. Por eso, un rayo de luz viene a animarnos. En la Navidad, el profeta Isaías decía: «una luz brillará
en la oscuridad». Jesús se transfigura y la oscuridad de las dudas deja paso a la admirable luz de la certeza de la fe en Jesús: «Yo soy la luz del mundo». Hoy se nos repite la invitación a retirarnos del alboroto diario, como Jesús lo hizo, para disfrutar de la cercanía de Dios. Y en esa cercanía experimentaremos la paz de Dios y diremos como el apóstol Pedro: «bueno es estarnos aquí».
«Mientras oraba...»
En la unión orante con el Padre celestial queda incluida, ni más ni menos, la naturaleza de Jesús palpable y humana. La divinidad eterna alcanza tal intensidad en Jesús, que su corporeidad queda transformada en otro estilo de existencia. Todo el acontecimiento del monte Tabor se apoya abiertamente en el resplandor del Misterio Pascual. Sólo en el período postpascual fueron capaces, los tres apóstoles, de reconocer la significación de la transfiguración prepascual por medio de las manifestaciones de Jesús resucitado. La «gloria» es un anticipo, una indicación previa de la resurrección de Jesús.
Relación con la Eucaristía
En la Eucaristía, especialmente dominical, somos invitados a remotivar y refrescar nuestra condición de discípulos: tenemos que «escuchar» más a Jesús. En Cuaresma y a lo largo del año, domingo tras domingo -día tras día- acudimos a la escuela de este Maestro que Dios nos ha enviado, y él nos va enseñando, con su ejemplo y con su Palabra, el camino de la salvación y de la vida.

Vida Nueva - Radio