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Emisora Vida Nueva

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Vida Nueva Cali - Reproductor

miércoles, 31 de julio de 2019

MIERCOLES 31 DE JULIO




Contemplar el Evangelio de hoy

Día litúrgico: Miércoles XVII del tiempo ordinario
Ver 1ª Lectura y Salmo
Texto del Evangelio (Mt 13,44-46): En aquel tiempo, Jesús dijo a la gente: «El Reino de los Cielos es semejante a un tesoro escondido en un campo que, al encontrarlo un hombre, vuelve a esconderlo y, por la alegría que le da, va, vende todo lo que tiene y compra el campo aquel.

»También es semejante el Reino de los Cielos a un mercader que anda buscando perlas finas, y que, al encontrar una perla de gran valor, va, vende todo lo que tiene y la compra».
Comentario:Rev. D. Enric CASES i Martín (Barcelona, España)
«Vende todo lo que tiene y compra el campo»
Hoy, Mateo pone ante nuestra consideración dos parábolas sobre el Reino de los Cielos. El anuncio del Reino es esencial en la predicación de Jesús y en la esperanza del pueblo elegido. Pero es notorio que la naturaleza de ese Reino no era entendida por la mayoría. No la entendían los sanedritas que le condenaron a muerte, no la entendían Pilatos, ni Herodes, pero tampoco la entendieron en un principio los mismos discípulos. Sólo se encuentra una comprensión como la que Jesús pide en el buen ladrón, clavado junto a Él en la Cruz, cuando le dice: «Jesús, acuérdate de mí cuando estés en tu Reino» (Lc 23,42). Ambos habían sido acusados como malhechores y estaban a punto de morir; pero, por un motivo que desconocemos, el buen ladrón reconoce a Jesús como Rey de un Reino que vendrá después de aquella terrible muerte. Sólo podía ser un Reino espiritual.

Jesús, en su primera predicación, habla del Reino como de un tesoro escondido cuyo hallazgo causa alegría y estimula a la compra del campo para poder gozar de él para siempre: «Por la alegría que le da, va, vende todo lo que tiene y compra el campo aquel» (Mt 13,44). Pero, al mismo tiempo, alcanzar el Reino requiere buscarlo con interés y esfuerzo, hasta el punto de vender todo lo que uno posee: «Al encontrar una perla de gran valor, va, vende todo lo que tiene y la compra» (Mt 13,46). «¿A propósito de qué se dice buscad y quien busca, halla? Arriesgo la idea de que se trata de las perlas y la perla, perla que adquiere el que lo ha dado todo y ha aceptado perderlo todo» (Orígenes).

El Reino es paz, amor, justicia y libertad. Alcanzarlo es, a la vez, don de Dios y responsabilidad humana. Ante la grandeza del don divino constatamos la imperfección e inestabilidad de nuestros esfuerzos, que a veces quedan destruidos por el pecado, las guerras y la malicia que parecen insuperables. No obstante, debemos tener confianza, pues lo que parece imposible para el hombre es posible para Dios.

martes, 30 de julio de 2019

MARTES 30 DE JULIO




Contemplar el Evangelio de hoy

Día litúrgico: Martes XVII del tiempo ordinario
Ver 1ª Lectura y Salmo
Texto del Evangelio (Mt 13,36-43): En aquel tiempo, Jesús despidió a la multitud y se fue a casa. Y se le acercaron sus discípulos diciendo: «Explícanos la parábola de la cizaña del campo». Él respondió: «El que siembra la buena semilla es el Hijo del hombre; el campo es el mundo; la buena semilla son los hijos del Reino; la cizaña son los hijos del Maligno; el enemigo que la sembró es el Diablo; la siega es el fin del mundo, y los segadores son los ángeles.

»De la misma manera, pues, que se recoge la cizaña y se la quema en el fuego, así será al fin del mundo. El Hijo del hombre enviará a sus ángeles, que recogerán de su Reino todos los escándalos y a los obradores de iniquidad, y los arrojarán en el horno de fuego; allí será el llanto y el rechinar de dientes. Entonces los justos brillarán como el sol en el Reino de su Padre. El que tenga oídos, que oiga».
Comentario:Rev. D. Iñaki BALLBÉ i Turu (Terrassa, Barcelona, España)
«Explícanos la parábola de la cizaña del campo»
Hoy, mediante la parábola de la cizaña y el trigo, la Iglesia nos invita a meditar acerca de la convivencia del bien y del mal. El bien y el mal dentro de nuestro corazón; el bien y el mal que vemos en los otros, el que vemos que hay en el mundo.

«Explícanos la parábola» (Mt 13,36), le piden a Jesús sus discípulos. Y nosotros, hoy, podemos hacer el propósito de tener más cuidado de nuestra oración personal, nuestro trato cotidiano con Dios. —Señor, le podemos decir, explícame por qué no avanzo suficientemente en mi vida interior. Explícame cómo puedo serte más fiel, cómo puedo buscarte en mi trabajo, o a través de esta circunstancia que no entiendo, o no quiero. Cómo puedo ser un apóstol cualificado. La oración es esto, pedirle “explicaciones” a Dios. ¿Cómo es mi oración?: ¿es sincera?, ¿es constante?, ¿es confiada?.

Jesucristo nos invita a tener los ojos fijos en el Cielo, nuestra casa para siempre. Frecuentemente vivimos enloquecidos por la prisa, y casi nunca nos detenemos a pensar que un día —lejano o no, no lo sabemos— deberemos dar cuenta a Dios de nuestra vida, de cómo hemos hecho fructificar las cualidades que nos ha dado. Y nos dice el Señor que al final de los tiempos habrá una tría. El Cielo nos lo hemos de ganar en la tierra, en el día a día, sin esperar situaciones que quizá nunca llegarán. Hemos de vivir heroicamente lo que es ordinario, lo que aparentemente no tiene ninguna trascendencia. ¡Vivir pensando en la eternidad y ayudar a los otros a pensar en ello!: paradójicamente, «se esfuerza para no morir el hombre que ha de morir; y no se esfuerza para no pecar el hombre que ha de vivir eternamente» (San Julián de Toledo).

Recogeremos lo que hayamos sembrado. Hay que luchar por dar hoy el 100%. Y que cuando Dios nos llame a su presencia le podamos presentar las manos llenas: de actos de fe, de esperanza, de amor. Que se concretan en cosas muy pequeñas y en pequeños vencimientos que, vividos diariamente, nos hacen más cristianos, más santos, más humanos.

lunes, 29 de julio de 2019

LUNES 29 DE JULIO





Contemplar el Evangelio de hoy

Día litúrgico: 29 de Julio: Santa Marta
Ver 1ª Lectura y Salmo
Texto del Evangelio (Lc 10,38-42): En aquel tiempo, Jesús entró en un pueblo; y una mujer, llamada Marta, le recibió en su casa. Tenía ella una hermana llamada María, que, sentada a los pies del Señor, escuchaba su Palabra, mientras Marta estaba atareada en muchos quehaceres. Acercándose, pues, dijo: «Señor, ¿no te importa que mi hermana me deje sola en el trabajo? Dile, pues, que me ayude». Le respondió el Señor: «Marta, Marta, te preocupas y te agitas por muchas cosas; y hay necesidad de pocas, o mejor, de una sola. María ha elegido la parte buena, que no le será quitada».
Comentario:Rev. D. Antoni CAROL i Hostench (Sant Cugat del Vallès, Barcelona, España)
«Te preocupas y te agitas por muchas cosas; y hay necesidad de pocas, o mejor, de una sola»
Hoy, también nosotros —atareados como vamos a veces por muchas cosas— hemos de escuchar cómo el Señor nos recuerda que «hay necesidad de pocas, o mejor, de una sola» (Lc 10,42): el amor, la santidad. Es el punto de mira, el horizonte que no hemos de perder nunca de vista en medio de nuestras ocupaciones cotidianas.

Porque “ocupados” lo estaremos si obedecemos a la indicación del Creador: «Sed fecundos y multiplicaos y henchid la tierra y sometedla» (Gn 1,28). ¡La tierra!, ¡el mundo!: he aquí nuestro lugar de encuentro con el Señor. «No te pido que los retires del mundo, sino que los guardes del Maligno» (Jn 17,15). Sí, el mundo es “altar” para nosotros y para nuestra entrega a Dios y a los otros.

Somos del mundo, pero no hemos de ser mundanos. Bien al contrario, estamos llamados a ser —en bella expresión de san Juan Pablo II— “sacerdotes de la creación”, “sacerdotes” de nuestro mundo, de un mundo que amamos apasionadamente.

He aquí la cuestión: el mundo y la santidad; el tráfico diario y la única cosa necesaria. No son dos realidades opuestas: hemos de procurar la confluencia de ambas. Y esta confluencia se ha de producir —en primer lugar y sobre todo— en nuestro corazón, que es donde se pueden unir cielo y tierra. Porque en el corazón humano es donde puede nacer el diálogo entre el Creador y la criatura.

Es necesaria, por tanto, la oración. «El nuestro es un tiempo de continuo movimiento, que a menudo desemboca en el activismo, con el riesgo fácil del “hacer por hacer”. Tenemos que resistir a esta tentación, buscando “ser” antes que “hacer”. Recordemos a este respecto el reproche de Jesús a Marta: ‘Tú te afanas y te preocupas por muchas cosas y sin embargo sólo una es necesaria’ (Lc 10,41-42)» (San Juan Pablo II).

No hay oposición entre el ser y el hacer, pero sí que hay un orden de prioridad, de precedencia: «María ha elegido la parte buena, que no le será quitada» (Lc 10,42).

sábado, 27 de julio de 2019

DOMINGO 38 DE JULIO





 VIDA NUEVA
La oración del Maestro...
 la oración de los discípulos
Evangelio San Lucas 11, 1-13: “Pidan y recibirán”.
Uno de los lenguajes de la amistad es la conversación. Cuando dos personas, que se conocen y se aman, se encuentran e intercambian sentimientos a través de la palabra. Cuando ese encuentro se da entre Dios y nosotros lo llamamos oración. Jesús camina con sus discípulos subiendo a Jerusalén para padecer, morir y resucitar allí. Va enseñando a sus discípulos a través de su palabra y su ejemplo.
Modelo de oración
Hemos visto en el Padre Nuestro el modelo de toda oración. La palabra filial al Padre centra toda la salvación en la acción divina que interviene y salva. La primacía absoluta de Dios en el acontecer de los hombres, con el lenguaje del Nombre, del Reino, de la Voluntad, todo lenguaje que encierra la persona misma de Dios. Y luego la condición humana a la que llega la acción divina: el Pan, el Perdón, la Tentación, el Maligno. El drama del hombre en el mundo y en la historia. Clama a Dios desde su miseria y espera confiado en el amor del Padre que invoca al comienzo. Consideramos el Padre Nuestro como modelo de toda oración. La relación filial, el Padre como destino de toda oración, la presencia de Jesús, mediador, a través de la acción salvadora del Reino, del pan, de la presencia salvadora del Padre. El carácter comunitario de toda oración. Siempre estará con nosotros el hermano cuando oramos.
Orar siempre
Toda vida cristiana supone oración. No podemos acudir a la excusa de que no sabemos orar. Nunca hicimos algún curso para comunicarnos con los que amamos: - nuestros padres y hermanos, esposos y esposas, hijos y amigos... Simplemente dejamos que el corazón hable, que el corazón escuche. Incluso puede darse una oración silenciosa, de un simple estar en la presencia de quien nos ama y a quien amamos. La tradición la llama la contemplación. Tenemos mucho para escuchar de parte de Dios.
Abramos la Biblia, leamos un trozo del evangelio como Palabra que personalmente nos concierne, y partiendo de allí hablemos a Dios. La lectura es la escucha que hacemos de lo que Dios tiene para decirnos. Podemos acudir también a un salmo del Antiguo Testamento. Allí se encierran oraciones de todos los tiempos para toda clase de personas. Hagamos que nuestra oración sea la misma oración de Jesucristo en la Eucaristía, la más cumplida oración. Tengamos también espacio para los hermanos en la fe, familiares, amigos, conocidos y no conocidos, cuantos en el mundo esperan de nosotros ese servicio. Tantos oran por nosotros, incluso sin que lo sepamos.
ORACIÒN: ¿QUÈ LE DECIMOS NOSOTROS a DIOS?
Dios y Padre nuestro, ¡bendito seas! ¡santificado sea tu nombre! El Espíritu mismo viene en ayuda de nuestra debilidad y nos da la audacia de la fe. Estamos delante de Ti y te pedimos con confianza: - danos lo mejor de Ti mismo y que podamos conocer ya la dicha con que nos colmarás por toda la eternidad. Dios y Padre nuestro, Tú nos has dado el pan que necesitamos. Que la comunión en el Cuerpo de Cristo nos haga compartir también su Soplo de vida, el Espíritu Santo, el único que puede hacer surgir en nuestros corazones la oración que Tú habrás de cumplir. ¡A Ti nuestra acción de gracias, ahora y para siempre! Amén.
A QUÈ NOS COMPROMETE la PALABRA?
Decir a Dios Padre-papá-papito, con la confianza del niño. Dejar que este título exprese lo más hondo de nuestra oración a El. Propongámonos hacer espacio a la salvación en nosotros... Ser solidarios con la falta de pan en el mundo... perdonar a alguien concreto... Recitar pausada y atentamente el Padre nuestro...
-      La oración para mí es: ¿una obligación? ¿Una pausa para la búsqueda de mi mismo? ¿La presentación a Dios de una lista de peticiones? ¿Un descanso en compañía del Padre? ¿El diálogo sencillo y confiado con Aquel que me ama?

viernes, 26 de julio de 2019

VIERNES 26 DE JULIO





Contemplar el Evangelio de hoy

Día litúrgico: Viernes XVI del tiempo ordinario
Ver 1ª Lectura y Salmo
Texto del Evangelio (Mt 13,18-23): En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: «Vosotros, pues, escuchad la parábola del sembrador. Sucede a todo el que oye la Palabra del Reino y no la comprende, que viene el Maligno y arrebata lo sembrado en su corazón: éste es el que fue sembrado a lo largo del camino. El que fue sembrado en pedregal, es el que oye la Palabra, y al punto la recibe con alegría; pero no tiene raíz en sí mismo, sino que es inconstante y, cuando se presenta una tribulación o persecución por causa de la Palabra, sucumbe enseguida. El que fue sembrado entre los abrojos, es el que oye la Palabra, pero las preocupaciones del mundo y la seducción de las riquezas ahogan la Palabra, y queda sin fruto. Pero el que fue sembrado en tierra buena, es el que oye la Palabra y la comprende: éste sí que da fruto y produce, uno ciento, otro sesenta, otro treinta».
Comentario:P. Josep LAPLANA OSB Monje de Montserrat (Montserrat, Barcelona, España)
«Vosotros, pues, escuchad la parábola del sembrador»
Hoy contemplamos a Dios como un agricultor bueno y magnánimo, que siembra a manos llenas. No ha sido avaro en la redención del hombre, sino que lo ha gastado todo en su propio Hijo Jesucristo, que como grano enterrado (muerte y sepultura) se ha convertido en vida y resurrección nuestra gracias a su santa Resurrección.

Dios es un agricultor paciente. Los tiempos pertenecen al Padre, porque sólo Él conoce el día y la hora (cf. Mc 13,32) de la siega y la trilla. Dios espera. Y también nosotros debemos esperar sincronizando el reloj de nuestra esperanza con el designio salvador de Dios. Dice Santiago: «Ved como el labrador aguarda el fruto precioso de la tierra, esperando con paciencia las lluvias tempranas y tardías» (St 5,7). Dios espera la cosecha haciéndola crecer con su gracia. Nosotros tampoco podemos dormirnos, sino que debemos colaborar con la gracia de Dios prestando nuestra cooperación, sin poner obstáculos a esta acción transformadora de Dios.

El cultivo de Dios que nace y crece aquí en la tierra es un hecho visible en sus efectos; podemos verlos en los milagros auténticos y en los ejemplos clamorosos de santidad de vida. Son muchos los que, después de haber oído todas las palabras y el ruido de este mundo, sienten hambre y sed de escuchar la Palabra de Dios, auténtica, allí donde está viva y encarnada. Hay miles de personas que viven su pertenencia a Jesucristo y a la Iglesia con el mismo entusiasmo que al principio del Evangelio, ya que la palabra divina «halla la tierra donde germinar y dar fruto» (San Agustín); debemos, pues, levantar nuestra moral y encarar el futuro con una mirada de fe.

El éxito de la cosecha no radica en nuestras estrategias humanas ni en marketing, sino en la iniciativa salvadora de Dios “rico en misericordia” y en la eficacia del Espíritu Santo, que puede transformar nuestras vidas para que demos sabrosos frutos de caridad y de alegría contagiosa.
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jueves, 25 de julio de 2019

JUEVES 25 DE JULIO





Contemplar el Evangelio de hoy

Día litúrgico: 25 de Julio: Santiago apóstol, patrón de España
Ver 1ª Lectura y Salmo
Texto del Evangelio (Mt 20,20-28): En aquel tiempo, se acercó a Jesús la madre de los hijos de Zebedeo con sus hijos, y se postró como para pedirle algo. Él le dijo: «¿Qué quieres?». Dícele ella: «Manda que estos dos hijos míos se sienten, uno a tu derecha y otro a tu izquierda, en tu Reino». Replicó Jesús: «No sabéis lo que pedís. ¿Podéis beber la copa que yo voy a beber?». Dícenle: «Sí, podemos». Díceles: «Mi copa, sí la beberéis; pero sentarse a mi derecha o mi izquierda no es cosa mía el concederlo, sino que es para quienes está preparado por mi Padre».

Al oír esto los otros diez, se indignaron contra los dos hermanos. Mas Jesús los llamó y dijo: «Sabéis que los jefes de las naciones las dominan como señores absolutos, y los grandes las oprimen con su poder. No ha de ser así entre vosotros, sino que el que quiera llegar a ser grande entre vosotros, será vuestro servidor, y el que quiera ser el primero entre vosotros, será vuestro esclavo; de la misma manera que el Hijo del hombre no ha venido a ser servido, sino a servir y a dar su vida como rescate por muchos».
Comentario:Mons. Octavio RUIZ Arenas Secretario del Pontificio Consejo para la promoción de la Nueva Evangelización (Città del Vaticano, Vaticano)
«¿Podéis beber la copa que yo voy a beber?»
Hoy, el episodio que nos narra este fragmento del Evangelio nos pone frente a una situación que ocurre con mucha frecuencia en las distintas comunidades cristianas. En efecto, Juan y Santiago han sido muy generosos al abandonar su casa y sus redes para seguir a Jesús. Han escuchado que el Señor anuncia un Reino y que ofrece la vida eterna, pero no logran entender todavía la nueva dimensión que presenta el Señor y, por ello, su madre va a pedir algo bueno, pero que se queda en las simples aspiraciones humanas: «Manda que estos dos hijos míos se sienten, uno a tu derecha y otro a tu izquierda, en tu Reino» (Mt 20,21).

De igual manera, nosotros escuchamos y seguimos al Señor, como lo hicieron los primeros discípulos de Jesús, pero no siempre logramos entender a cabalidad su mensaje y nos dejamos llevar por intereses personales o ambiciones dentro de la Iglesia. Se nos olvida que al aceptar al Señor, tenemos que entregarnos con confianza y de manera plena a Él, que no podemos pensar en obtener la gloria sin haber aceptado la cruz.

La respuesta que les da Jesús pone precisamente el acento en este aspecto: para participar de su Reino, lo que importa es aceptar beber de su misma «copa» (cf. Mt 20,22), es decir, estar dispuestos a entregar nuestra vida por amor a Dios y dedicarnos al servicio de nuestros hermanos, con la misma actitud de misericordia que tuvo Jesús. El Papa Francisco, en su primera homilía, recalcaba que para seguir a Jesús hay que caminar con la cruz, pues «cuando caminamos sin la cruz, cuando confesamos un Cristo sin cruz, no somos discípulos del Señor».

Seguir a Jesús exige, por consiguiente, gran humildad de nuestra parte. A partir del bautismo hemos sido llamados a ser testigos suyos para transformar el mundo. Pero esta transformación sólo la lograremos si somos capaces de ser servidores de los demás, con un espíritu de gran generosidad y entrega, pero siempre llenos de gozo por estar siguiendo y haciendo presente al Señor.

miércoles, 24 de julio de 2019

MIERCOLES 24 DE JULIO




Contemplar el Evangelio de hoy

Día litúrgico: Miércoles XVI del tiempo ordinario
Ver 1ª Lectura y Salmo
Texto del Evangelio (Mt 13,1-9): En aquel tiempo, salió Jesús de casa y se sentó a orillas del mar. Y se reunió tanta gente junto a Él, que hubo de subir a sentarse en una barca, y toda la gente quedaba en la ribera. Y les habló muchas cosas en parábolas. Decía: «Una vez salió un sembrador a sembrar. Y al sembrar, unas semillas cayeron a lo largo del camino; vinieron las aves y se las comieron. Otras cayeron en pedregal, donde no tenían mucha tierra, y brotaron enseguida por no tener hondura de tierra; pero en cuanto salió el sol se agostaron y, por no tener raíz, se secaron. Otras cayeron entre abrojos; crecieron los abrojos y las ahogaron. Otras cayeron en tierra buena y dieron fruto, una ciento, otra sesenta, otra treinta. El que tenga oídos, que oiga».
Comentario:P. Julio César RAMOS González SDB (Mendoza, Argentina)
«Una vez salió un sembrador a sembrar»
Hoy, Jesús —en la pluma de Mateo— comienza a introducirnos en los misterios del Reino, a través de esta forma tan característica de presentarnos su dinámica por medio de parábolas.

La semilla es la palabra proclamada, y el sembrador es Él mismo. Éste no busca sembrar en el mejor de los terrenos para asegurarse la mejor de las cosechas. Él ha venido para que todos «tengan vida y la tenga en abundancia» (Jn 10,10). Por eso, no escatima en desparramar puñados generosos de semillas, sea «a lo largo del camino» (Mt 13,4), como en «el pedregal» (v. 5), o «entre abrojos» (v. 7), y finalmente «en tierra buena» (v. 8).

Así, las semillas arrojadas por generosos puños producen el porcentaje de rendimiento que las posibilidades “toponímicas” les permiten. El Concilio Vaticano II nos dice: «La Palabra de Dios se compara a una semilla sembrada en el campo: los que escuchan con fe y se unen al pequeño rebaño de Cristo han acogido el Reino; después la semilla, por sí misma, germina y crece hasta el tiempo de la siega» (Lumen gentium, n. 5).

«Los que escuchan con fe», nos dice el Concilio. Tú estás habituado a escucharla, tal vez a leerla, y quizá a meditarla. Según la profundidad de tu audición en la fe, será la posibilidad de rendimiento en los frutos. Aunque éstos vienen, en cierta forma, garantizados por la potencia vital de la Palabra-semilla, no es menor la responsabilidad que te cabe en la atenta audición de la misma. Por eso, «el que tenga oídos, que oiga» (Mt 13,9).

Pide hoy al Señor el ansia del profeta: «Cuando se presentaban tus palabras, yo las devoraba, tus palabras eran mi gozo y la alegría de mi corazón, porque yo soy llamado con tu Nombre, Señor, Dios de los ejércitos» (Jr 15,16).
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martes, 23 de julio de 2019

MARTES 23 DE JULIO




Contemplar el Evangelio de hoy

Día litúrgico: Martes XVI del tiempo ordinario
Ver 1ª Lectura y Salmo
Texto del Evangelio (Mt 12,46-50): En aquel tiempo, mientras Jesús estaba hablando a la muchedumbre, su madre y sus hermanos se presentaron fuera y trataban de hablar con Él. Alguien le dijo: «¡Oye! ahí fuera están tu madre y tus hermanos que desean hablarte». Pero Él respondió al que se lo decía: «¿Quién es mi madre y quiénes son mis hermanos?». Y, extendiendo su mano hacia sus discípulos, dijo: «Éstos son mi madre y mis hermanos. Pues todo el que cumpla la voluntad de mi Padre celestial, ése es mi hermano, mi hermana y mi madre».
Comentario:P. Pere SUÑER i Puig SJ (Barcelona, España)
«El que cumpla la voluntad de mi Padre celestial, ése es (...) mi madre»
Hoy, el Evangelio se nos presenta, de entrada, sorprendente: «¿Quién es mi madre?» (Mt 12,48), se pregunta Jesús. Parece que el Señor tenga una actitud despectiva hacia María. No es así. Lo que Jesús quiere dejar claro aquí es que ante sus ojos —¡ojos de Dios!— el valor decisivo de la persona no reside en el hecho de la carne y de la sangre, sino en la disposición espiritual de acogida de la voluntad de Dios: «Extendiendo su mano hacia sus discípulos, dijo: ‘Éstos son mi madre y mis hermanos. Pues todo el que cumpla la voluntad de mi Padre celestial, ése es mi hermano, mi hermana y mi madre’» (Mt 12,49-50). En aquel momento, la voluntad de Dios era que Él evangelizara a quienes le estaban escuchando y que éstos le escucharan. Eso pasaba por delante de cualquier otro valor, por entrañable que fuera. Para hacer la voluntad del Padre, Jesucristo había dejado a María y ahora estaba predicando lejos de casa.

Pero, ¿quién ha estado más dispuesto a realizar la voluntad de Dios que María? «He aquí la esclava del Señor; hágase en mí según tu palabra» (Lc 1,38). Por esto, san Agustín dice que María, primero acogió la palabra de Dios en el espíritu por la obediencia, y sólo después la concibió en el seno por la Encarnación.

Con otras palabras: Dios nos ama en la medida de nuestra santidad. María es santísima y, por tanto, es amadísima. Ahora bien, ser santos no es la causa de que Dios nos ame. Al revés, porque Él nos ama, nos hace santos. El primero en amar siempre es el Señor (cf. 1Jn 4,10). María nos lo enseña al decir: «Ha puesto los ojos en la humildad de su esclava» (Lc 1,48). A los ojos de Dios somos pequeños; pero Él quiere engrandecernos, santificarnos.

lunes, 22 de julio de 2019

LUNES 22 DE JULIO




Contemplar el Evangelio de hoy

Día litúrgico: 22 de Julio: Santa María Magdalena
Ver 1ª Lectura y Salmo
Texto del Evangelio (Jn 20,1-2.11-18): El primer día de la semana va María Magdalena de madrugada al sepulcro cuando todavía estaba oscuro, y ve la piedra quitada del sepulcro. Echa a correr y llega donde Simón Pedro y donde el otro discípulo a quien Jesús quería y les dice: «Se han llevado del sepulcro al Señor, y no sabemos dónde le han puesto».

Estaba María junto al sepulcro, fuera, llorando. Y mientras lloraba se inclinó hacia el sepulcro, y ve dos ángeles de blanco, sentados donde había estado el cuerpo de Jesús, uno a la cabecera y otro a los pies. Dícenle ellos: «Mujer, ¿por qué lloras?». Ella les respondió: «Porque se han llevado a mi Señor, y no sé dónde le han puesto». Dicho esto, se volvió y vio a Jesús, de pie, pero no sabía que era Jesús. Le dice Jesús: «Mujer, ¿por qué lloras? ¿A quién buscas?». Ella, pensando que era el encargado del huerto, le dice: «Señor, si tú lo has llevado, dime dónde lo has puesto, y yo me lo llevaré». Jesús le dice: «María». Ella se vuelve y le dice en hebreo: «Rabbuní» —que quiere decir: “Maestro”—. Dícele Jesús: «No me toques, que todavía no he subido al Padre. Pero vete donde mis hermanos y diles: Subo a mi Padre y vuestro Padre, a mi Dios y vuestro Dios». Fue María Magdalena y dijo a los discípulos que había visto al Señor y que había dicho estas palabras.
Comentario:Rev. D. Antoni CAROL i Hostench (Sant Cugat del Vallès, Barcelona, España)
«Fue María Magdalena y dijo a los discípulos que había visto al Señor»
Hoy celebramos con gozo a santa María Magdalena. ¡Con gozo y provecho para nuestra fe!, porque su camino muy bien podría ser el nuestro. La Magdalena venía de lejos (cf. Lc 7,36-50) y llegó muy lejos… En efecto, en el amanecer de la Resurrección, María buscó a Jesús, encontró a Jesús resucitado y llegó al Padre de Jesús, el “Padre nuestro”. Aquella mañana, Jesucristo le descubrió lo más grande de nuestra fe: que ella también era hija de Dios.

En el itinerario de María de Magdala descubrimos algunos aspectos importantes de la fe. En primer lugar, admiramos su valentía. La fe, aunque es un don de Dios, requiere coraje por parte del creyente. Lo natural en nosotros es tender a lo visible, a lo que se puede agarrar con la mano. Puesto que Dios es esencialmente invisible, la fe «siempre tiene algo de ruptura arriesgada y de salto, porque implica la osadía de ver lo auténticamente real en aquello que no se ve» (Benedicto XVI). María viendo a Cristo resucitado “ve” también al Padre, al Señor.

Por otro lado, al “salto de la fe” «se llega por lo que la Biblia llama conversión o arrepentimiento: sólo quien cambia la recibe» (Papa Benedicto). ¿No fue éste el primer paso de María? ¿No ha de ser éste también un paso reiterado en nuestras vidas?

En la conversión de la Magdalena hubo mucho amor: ella no ahorró en perfumes para su Amor. ¡El amor!: he aquí otro “vehículo” de la fe, porque ni escuchamos, ni vemos, ni creemos a quien no amamos. En el Evangelio de san Juan aparece claramente que «creer es escuchar y, al mismo tiempo, ver (…)». En aquel amanecer, María Magdalena arriesga por su Amor, oye a su Amor (le basta escuchar «María» para re-conocerle) y conoce al Padre. «En la mañana de la Pascua (…), a María Magdalena que ve a Jesús, se le pide que lo contemple en su camino hacia el Padre, hasta llegar a la plena confesión: ‘He visto al Señor’ (Jn 20,18)» (Papa Francisco).

sábado, 20 de julio de 2019

DOMINGO 21 DE JULIO




ESCOGER LA MEJOR PARTE
Evangelio: san Lucas 10, 38-42: “María escogió la mejor parte”-
El tema de este Domingo es escuchar y acoger la Palabra de Dios: ésa es la «mejor parte». Dios, el «amigo» de los hombres trabó amistad con los patriarcas, caminó con los peregrinos, visitó a los amigos, participó en las alegrías y en las penas de los hombres.
Dos actitudes
La escena representa el momento de la predicación del Evangelio. Las dos hermanas son dos actitudes: Marta y sus afanes representan a las Comunidades judeo-cristianas, aferradas al pasado, menos atentas a la palabra nueva e inquietas por las tradiciones. María. representa a las Comunidades venidas de la gentilidad, sin el peso del pasado y sus tradiciones, y pendientes y abiertas a la Palabra evangélica.
Como Marta, también los discípulos, durante la misión, se preocupaban de muchas cosas, pero Jesús aclara bien que la cosa más importante es la de tener los nombres escritos en el cielo, o sea, ser conocidos y amados por Dios. Jesús repite a Marta: “Tú te preocupas y agitas por muchas cosas y hay necesidad de pocas, mejor, de una sola”.
Antes de este episodio, un doctor de la ley había reducido los mandamientos a uno solo: «Amarás al Señor sobre todas las cosas y al prójimo como a ti mismo»”. Cumpliendo este único y mejor mandamiento, la persona estará dispuesta a obrar con amor como el Buen Samaritano y no como el sacerdote y el levita que no cumplieron con su deber. Los muchos servicios de Marta deben ser realizados a partir de este único servicio verdaderamente necesario que es la atención amorosa a las personas.
Esta es la mejor parte que María ha escogido y que no le será quitada. Marta se preocupa de servir (diaconía). Ella quería ser ayudada por María en el servicio de la mesa. ¿Pero cuál es el servicio que Dios desea? Esta es la cuestión. El comportamiento de María está más de acuerdo con el comportamiento del Siervo de Dios, porque, como el Siervo, ella se encuentra en una situación de oración delante de Jesús. María no puede abandonar esta postura de oración en presencia de Dios. Porque si lo hiciese, no descubriría la palabra de consuelo que llevar a los cansados y desanimados. Este es el verdadero servicio que Dios está pidiendo a todos.
El misterio de la acogida
Jesús llega hoy a nuestra casa, a nuestra vida, con su Palabra, sus sacramentos, el prójimo. Toma la iniciativa y quiere que su presencia y su Palabra tengan la primacía en nuestra vida. Que ellas iluminen el discurrir diario. Escuchar es oír, guardar, obedecer. No se nos llama a dos formas de vida, una perfecta (contemplación), y otra menos importante (acción). Preferible la primera.
El evangelio no debate esa experiencia de contraste entre vida activa y contemplativa. Es problema muy posterior en la ascética cristiana. A María no se le pide orar ni contemplar sino sencillamente escuchar. La primacía de la escucha es fundamental en el discípulo. Preguntémonos si lo es en nuestra vida. Marta y María son inseparables en la vida de cada cristiano. Llamados sin cesar a la escucha y al servicio. El que hoy acogemos es el pobre en quien Cristo es acogido, escuchado y servido.  No olvidemos que un día concreto de nuestra vida será Dios quien nos brinde hospitalidad eterna en su misterio.
Después de las escenas de falta de acogida (por parte del pueblo de samaritanos:  la acogida de Marta y María es significativa. Viene a la memoria una escena también lucana: los discípulos de Emaús. También allí aparece el camino y el acoger en casa y la referencia fundamental a la Palabra de Dios, interpretada en función del misterio de Jesucristo.
Otra escena que podría ofrecerse como paralela, y muy sugerente en la comparación.  Los Apóstoles, en Jerusalén, consideran que no está bien que se ocupen de tal modo de la atención a los pobres que pase a un segundo plano la predicación de la Palabra. Las figuras de Marta y María están allí como aludidas.
Contemplación – acción: María es más contemplativa; le gusta escuchar a Jesús y cultivar su amistad. Marta es muy activa y preocupada con «quehaceres». Y Jesús alaba a María y reprende a Marta. Si destacamos la primacía de la Palabra por encima de todo, la iniciativa de Marta es literalmente, absurda. ¿Cómo puede Jesús apartar a María de la fidelidad a la Palabra? La imagen es fuertemente expresiva.
Es cierto que sería igualmente absurdo pensar en la fidelidad a la Palabra que fuera «desmovilizadora», es decir, que dejara al cristiano simplemente «parado», sin reacción ante las necesidades y urgencias que piden su colaboración y su testimonio. Para no caer en tal interpretación, será bueno recordar el contenido del Domingo anterior: el cristiano tiene la palabra muy cerca de sí, y precisamente esto tiene que hacerle ser realista (¡el buen samaritano!).
El cristiano valora la Palabra por encima de todo en el sentido de vivir con plena fidelidad personal a Aquél que le habla. ¿Significa esto que Jesús no está en favor de la acción, o que prefiere la contemplación sobre la actividad, o la oración sobre el apostolado? De ninguna manera.
Jesús está diciendo dos cosas:
Primero: La oración y la contemplación son muy importantes. No es una pérdida de tiempo. Su amistad tiene valor en sí misma. Pero Jesús no está haciendo una comparación entre la contemplación y la acción.
Segundo: Lo que no estaba bien en Marta no era el hecho de ser muy activa y ocupada en su casa. Estas son cualidades; no tienen nada de malo. Lo que estaba mal era el modo, la actitud de la actividad de Marta. Era demasiado ansiosa; le faltaba paz; no tenía tiempo de escuchar a Jesús y cultivar su amistad.
La Palabra nos invita a vivir en silencio atento la presencia viva y actual de Jesús en nosotros. Y nos da espacio de tiempo para tomar el Evangelio, abrir la puerta a Jesús y escucharlo para conformar con él nuestra vida. La vida cristiana es esfuerzo, pero es también -e incluso prioritariamente- recepción, acogida. En el proceso personal y comunitario hay camino y reposo, misión y comunión, evangelización y sacramento, lucha y fiesta... Bien comprendido: estos aspectos no deben contemplarse como sucesivos y desvinculados entre sí, sino más bien como acentos y perspectivas de una misma realidad indivisible: la fidelidad a Jesucristo.
Esta fidelidad a Jesucristo es la que destaca en la figura de María y en la respuesta de Jesús. Por encima del «servicio» -con demasiada frecuencia sujeto a la preocupación por «tantas cosas»- está el valor absoluto de la Palabra de Dios. Se podría recordar la respuesta de Jesús en las tentaciones: «¡...el hombre vive de toda palabra que sale de la boca de Dios!».
También se puede acentuar la actualización que tiene en la vida cotidiana la palabra de Jesús: «... no se la quitarán». La fidelidad a la Palabra es un valor jamás comprometido en sí mismo, sea cual sea la situación del cristiano. Para otras cosas pueden existir impedimentos, dificultades internas y externas: enfermedad, situación social, cultura, economía, etc. La fidelidad a la Palabra es el valor siempre «asegurado». De nuevo, aquí, la referencia al domingo anterior: «...está muy cerca de ti, en tu corazón y en tu boca».
El fruto de acoger la Palabra es la comensalidad con el Señor, su familiaridad, la seguridad de un futuro. Nótese el sugerente paralelismo entre la promesa del hijo de Sara y el «no se la quitarán». También el salmo responsorial: «El que así obra, nunca fallará».

viernes, 19 de julio de 2019

VIERNES 19 DE JULIO




Contemplar el Evangelio de hoy

Día litúrgico: Viernes XV del tiempo ordinario
Ver 1ª Lectura y Salmo
Texto del Evangelio (Mt 12,1-8): En aquel tiempo, Jesús cruzaba por los sembrados un sábado. Y sus discípulos sintieron hambre y se pusieron a arrancar espigas y a comerlas. Al verlo los fariseos, le dijeron: «Mira, tus discípulos hacen lo que no es lícito hacer en sábado». Pero Él les dijo: «¿No habéis leído lo que hizo David cuando sintió hambre él y los que le acompañaban, cómo entró en la Casa de Dios y comieron los panes de la Presencia, que no le era lícito comer a él, ni a sus compañeros, sino sólo a los sacerdotes? ¿Tampoco habéis leído en la Ley que en día de sábado los sacerdotes, en el Templo, quebrantan el sábado sin incurrir en culpa? Pues yo os digo que hay aquí algo mayor que el Templo. Si hubieseis comprendido lo que significa aquello de: ‘Misericordia quiero y no sacrificio’, no condenaríais a los que no tienen culpa. Porque el Hijo del hombre es señor del sábado».
Comentario:Rev. D. Josep RIBOT i Margarit (Tarragona, España)
«Misericordia quiero y no sacrificio»
Hoy el Señor se acerca al sembrado de tu vida, para recoger frutos de santidad. ¿Encontrará caridad, amor a Dios y a los demás? Jesús, que corrige la casuística meticulosa de los rabinos, que hacía insoportable la ley del descanso sabático: ¿tendrá que recordarte que solo le interesa tu corazón, tu capacidad de amar?

«Mira, tus discípulos hacen lo que no es lícito hacer en sábado» (Mt 12,2). Lo dijeron convencidos, eso es lo increíble. ¿Cómo prohibir hacer el bien, siempre? Algo te recuerda que ningún motivo te excusa de ayudar a los demás. La caridad verdadera respeta las exigencias de la justicia, evitando la arbitrariedad o el capricho, pero impide el rigorismo, que mata al espíritu de la ley de Dios, que es una invitación continua a amar, a darse a los demás.

«Misericordia quiero y no sacrificio» (Mt 12,7). Repítelo muchas veces, para grabarlo en tu corazón: Dios, rico en misericordia, nos quiere misericordiosos. «¡Qué cercano está Dios de quien confiesa su misericordia! Sí; Dios no anda lejos de los contritos de corazón» (San Agustín). ¡Y qué lejos estás de Dios cuando permites que tu corazón se endurezca como una piedra!

Jesucristo acusó a los fariseos de condenar a los inocentes. Grave acusación. ¿Y tú? ¿te interesas de verdad por las cosas de los demás? ¿los juzgas con cariño, con simpatía, como quien juzga a un amigo o a un hermano? Procura no perder el norte de tu vida.

Pídele a la Virgen que te haga misericordioso, que sepas perdonar. Sé benévolo. Y si descubres en tu vida algún detalle que desentone de esta disposición de fondo, ahora es un buen momento para rectificar, formulando algún propósito eficaz.

jueves, 18 de julio de 2019

jueeves 18 de julio




Contemplar el Evangelio de hoy

Día litúrgico: Jueves XV del tiempo ordinario
Ver 1ª Lectura y Salmo
Texto del Evangelio (Mt 11,28-30): En aquel tiempo, Jesús dijo: «Venid a mí todos los que estáis fatigados y sobrecargados, y yo os daré descanso. Tomad sobre vosotros mi yugo, y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón; y hallaréis descanso para vuestras almas. Porque mi yugo es suave y mi carga ligera».
Comentario:P. Julio César RAMOS González SDB (Mendoza, Argentina)
«Venid a mí todos los que estáis fatigados (…), yo os daré descanso»
Hoy, ante un mundo que ha decidido darle la espalda a Dios, ante un mundo hostil a lo cristiano y a los cristianos, escuchar de Jesús (que es quien nos habla en la liturgia o en la lectura personal de la Palabra), provoca consuelo, alegría y esperanzas en medio de las luchas cotidianas: «Venid a mí todos los que estáis fatigados (…), yo os daré descanso» (Mt 11,28-29).

Consuelo, porque estas palabras contienen la promesa del alivio que proviene del amor de Dios. Alegría, porque hacen que el corazón manifieste en la vida, la seguridad en la fe de esa promesa. Esperanzas, porque caminando, en un mundo así de resuelto contra Dios y nosotros, los que creemos en Cristo sabemos que no todo acaba con un fin, sino que muchos “fines” fueron “principios” de cosas mucho mejores, como lo mostró su propia resurrección.

Nuestro fin, para principio de novedades en el amor de Dios, es estarse siempre con Cristo. Nuestra meta es ir indefectiblemente al amor de Cristo, “yugo” de una ley que no se basa en la limitada capacidad de los voluntarismos humanos, sino en la eterna voluntad salvadora de Dios.

En ese sentido nos dirá Benedicto XVI en una de sus Catequesis: «Dios tiene una voluntad con y para nosotros, y ésta debe convertirse en lo que queremos y somos. La esencia del cielo estriba en que se cumpla sin reservas la voluntad de Dios, o para ponerlo en otros términos, donde se cumple la voluntad de Dios hay cielo. Jesús mismo es “cielo” en el sentido más profundo y verdadero de la palabra, es Él en quien y a través de quien se cumple totalmente la voluntad de Dios. Nuestra voluntad nos aleja de la voluntad de Dios y nos vuelve mera “tierra”. Pero Él nos acepta, nos atrae hacia Sí y, en comunión con Él, aprendemos la voluntad de Dios». Que así sea, entonces.

miércoles, 17 de julio de 2019

MIERCOLES 17 DE JULIO



Contemplar el Evangelio de hoy

Día litúrgico: Miércoles XV del tiempo ordinario
Ver 1ª Lectura y Salmo
Texto del Evangelio (Mt 11,25-27): En aquel tiempo, Jesús dijo: «Yo te bendigo, Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque has ocultado estas cosas a sabios e inteligentes, y se las has revelado a pequeños. Sí, Padre, pues tal ha sido tu beneplácito. Todo me ha sido entregado por mi Padre, y nadie conoce bien al Hijo sino el Padre, ni al Padre le conoce bien nadie sino el Hijo, y aquel a quien el Hijo se lo quiera revelar».
Comentario:P. Raimondo M. SORGIA Mannai OP (San Domenico di Fiesole, Florencia, Italia)
«Has ocultado estas cosas a sabios e inteligentes, y se las has revelado a pequeños»
Hoy, el Evangelio nos ofrece la oportunidad de penetrar, por así decir, en la estructura de la misma divina sabiduría. ¿A quien entre nosotros no le apetece conocer desvelados los misterios de esta vida? Pero hay enigmas que ni el mejor equipo de investigadores del mundo nunca llegará siquiera a detectar. Sin embargo, hay Uno ante el cual «nada hay oculto (...); nada ha sucedido en secreto» (Mc 4,22). Éste es el que se da a sí mismo el nombre de “Hijo del hombre”, pues afirma de sí mismo: «Todo me ha sido entregado por mi Padre» (Mt 11,27). Su naturaleza humana —por medio de la unión hipostática— ha sido asumida por la Persona del Verbo de Dios: es, en una palabra, la Segunda Persona de la Santísima Trinidad, delante la cual no hay tinieblas y por la cual la noche es más luminosa que el pleno día.

Un proverbio árabe reza así: «Si en una noche negra una hormiga negra sube por una negra pared, Dios la está viendo». Para Dios no hay secretos ni misterios. Hay misterios para nosotros, pero no para Dios, ante el cual el pasado, el presente y el futuro están abiertos y escudriñados hasta la última coma.

Dice, complacido, hoy el Señor: «Yo te bendigo, Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque has ocultado estas cosas a sabios e inteligentes, y se las has revelado a pequeños» (Mt 11,25). Sí, porque nadie puede pretender conocer esos o parecidos secretos escondidos ni sacándolos de la obscuridad con el estudio más intenso, ni como debido por parte de la sabiduría. De los secretos profundos de la vida sabrá siempre más la ancianita sin experiencia escolar que el pretencioso científico que ha gastado años en prestigiosas universidades. Hay ciencia que se gana con fe, simplicidad y pobreza interiores. Ha dicho muy bien Clemente Alejandrino: «La noche es propicia para los misterios; es entonces cuando el alma —atenta y humilde— se vuelve hacia sí misma reflexionando sobre su condición; es entonces cuando encuentra a Dios».

martes, 16 de julio de 2019

MARTES 16 DE JULIO




Contemplar el Evangelio de hoy

Día litúrgico: Martes XV del tiempo ordinario
Ver 1ª Lectura y Salmo
Texto del Evangelio (Mt 11,20-24): En aquel tiempo, Jesús se puso a maldecir a las ciudades en las que se habían realizado la mayoría de sus milagros, porque no se habían convertido: «¡Ay de ti, Corozaín! ¡Ay de ti, Betsaida! Porque si en Tiro y en Sidón se hubieran hecho los milagros que se han hecho en vosotras, tiempo ha que en sayal y ceniza se habrían convertido. Por eso os digo que el día del Juicio habrá menos rigor para Tiro y Sidón que para vosotras. Y tú, Cafarnaúm, ¿hasta el cielo te vas a encumbrar? ¡Hasta el Hades te hundirás! Porque si en Sodoma se hubieran hecho los milagros que se han hecho en ti, aún subsistiría el día de hoy. Por eso os digo que el día del Juicio habrá menos rigor para la tierra de Sodoma que para ti».
Comentario:Fr. Damien LIN Yuanheng (Singapore, Singapur)
«¡Ay de ti, Corozaín! ¡Ay de ti, Betsaida!»
Hoy, Cristo reprende a dos ciudades de Galilea, Corozaín y Betsaida, por su incredulidad: «¡Ay de ti, Corozaín! ¡Ay de ti, Betsaida! Porque si en Tiro y en Sidón se hubieran hecho los milagros que se han hecho en vosotras, (...) se habrían convertido» (Mt 11,21). Jesús mismo da testimonio en favor de las ciudades fenicias, Tiro y Sidón: éstas hubieran hecho penitencia, con gran humildad, de haber experimentado las maravillas del poder divino.

Nadie es feliz recibiendo una buena reprimenda. En efecto, tiene que ser especialmente doloroso ser reprendido por Cristo, Él que nos ama con un corazón infinitamente misericordioso. Simplemente, no hay excusa, no hay inmunidad cuando uno es reprendido por la mismísima Verdad. Recibamos, pues, con humildad y responsabilidad cada día la llamada de Dios a la conversión.

También notamos que Cristo no se anda con rodeos. Él situó a su audiencia frente a frente ante la verdad. Debemos examinarnos sobre cómo hablamos de Cristo a los demás. A menudo, también nosotros tenemos que luchar contra nuestros respetos humanos para poner a nuestros amigos frente a las verdades eternas, tales como la muerte y el juicio. El Papa Francisco, conscientemente, describió a san Pablo como un “alborotador”: «El Señor siempre quiere que vayamos más lejos... Que no nos refugiemos en una vida tranquila ni en las estructuras caducas (…). Y Pablo, molestaba predicando al Señor. Pero él iba hacia adelante, porque tenía dentro de sí aquella actitud cristiana que es el celo apostólico. No era un “hombre de compromiso”». ¡No rehuyamos nuestro deber de caridad!

Quizá, como yo, encontrarás iluminadoras estas palabras de san Josemaría Escrivá: «(…) Se trata de hablar en sabio, en cristiano, pero de modo asequible a todos». No podemos dormirnos en los laureles —acomodarnos— para ser entendidos por muchos, sino que debemos pedir la gracia de ser humildes instrumentos del Espíritu Santo, con el fin de situar de lleno a cada hombre y a cada mujer ante la Verdad divina.

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