VIDA NUEVA
La oración del Maestro...
la oración de los discípulos
Evangelio San Lucas 11, 1-13: “Pidan y recibirán”.
Uno de los lenguajes de la amistad es la conversación. Cuando dos personas, que se conocen y se aman, se encuentran e intercambian sentimientos a través de la palabra. Cuando ese encuentro se da entre Dios y nosotros lo llamamos oración. Jesús camina con sus discípulos subiendo a Jerusalén para padecer, morir y resucitar allí. Va enseñando a sus discípulos a través de su palabra y su ejemplo.
Modelo de oración
Hemos visto en el Padre Nuestro el modelo de toda oración. La palabra filial al Padre centra toda la salvación en la acción divina que interviene y salva. La primacía absoluta de Dios en el acontecer de los hombres, con el lenguaje del Nombre, del Reino, de la Voluntad, todo lenguaje que encierra la persona misma de Dios. Y luego la condición humana a la que llega la acción divina: el Pan, el Perdón, la Tentación, el Maligno. El drama del hombre en el mundo y en la historia. Clama a Dios desde su miseria y espera confiado en el amor del Padre que invoca al comienzo. Consideramos el Padre Nuestro como modelo de toda oración. La relación filial, el Padre como destino de toda oración, la presencia de Jesús, mediador, a través de la acción salvadora del Reino, del pan, de la presencia salvadora del Padre. El carácter comunitario de toda oración. Siempre estará con nosotros el hermano cuando oramos.
Orar siempre
Toda vida cristiana supone oración. No podemos acudir a la excusa de que no sabemos orar. Nunca hicimos algún curso para comunicarnos con los que amamos: - nuestros padres y hermanos, esposos y esposas, hijos y amigos... Simplemente dejamos que el corazón hable, que el corazón escuche. Incluso puede darse una oración silenciosa, de un simple estar en la presencia de quien nos ama y a quien amamos. La tradición la llama la contemplación. Tenemos mucho para escuchar de parte de Dios.
Abramos la Biblia, leamos un trozo del evangelio como Palabra que personalmente nos concierne, y partiendo de allí hablemos a Dios. La lectura es la escucha que hacemos de lo que Dios tiene para decirnos. Podemos acudir también a un salmo del Antiguo Testamento. Allí se encierran oraciones de todos los tiempos para toda clase de personas. Hagamos que nuestra oración sea la misma oración de Jesucristo en la Eucaristía, la más cumplida oración. Tengamos también espacio para los hermanos en la fe, familiares, amigos, conocidos y no conocidos, cuantos en el mundo esperan de nosotros ese servicio. Tantos oran por nosotros, incluso sin que lo sepamos.
ORACIÒN: ¿QUÈ LE DECIMOS NOSOTROS a DIOS?
Dios y Padre nuestro, ¡bendito seas! ¡santificado sea tu nombre! El Espíritu mismo viene en ayuda de nuestra debilidad y nos da la audacia de la fe. Estamos delante de Ti y te pedimos con confianza: - danos lo mejor de Ti mismo y que podamos conocer ya la dicha con que nos colmarás por toda la eternidad. Dios y Padre nuestro, Tú nos has dado el pan que necesitamos. Que la comunión en el Cuerpo de Cristo nos haga compartir también su Soplo de vida, el Espíritu Santo, el único que puede hacer surgir en nuestros corazones la oración que Tú habrás de cumplir. ¡A Ti nuestra acción de gracias, ahora y para siempre! Amén.
A QUÈ NOS COMPROMETE la PALABRA?
Decir a Dios Padre-papá-papito, con la confianza del niño. Dejar que este título exprese lo más hondo de nuestra oración a El. Propongámonos hacer espacio a la salvación en nosotros... Ser solidarios con la falta de pan en el mundo... perdonar a alguien concreto... Recitar pausada y atentamente el Padre nuestro...
- La oración para mí es: ¿una obligación? ¿Una pausa para la búsqueda de mi mismo? ¿La presentación a Dios de una lista de peticiones? ¿Un descanso en compañía del Padre? ¿El diálogo sencillo y confiado con Aquel que me ama?
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