“Hoy
llego la salvación a esta casa”
Evangelio: San Lucas 19, 1-10:
“Zaque, hoy voy a quedarme en tu casa…”
En la Palabra de este Domingo
el Señor nos recalca que «ha venido a buscar y salvar lo que estaba perdido».
Precisamente a quien se reconoce pecador. La Palabra nos ofrece un mensaje de
esperanza y confianza, con el ejemplo del hombre pecador que sale al encuentro
del Señor, solamente para «verlo», ya que le parecía muy difícil alcanzar el perdón.
Este mensaje nos recuerda que solamente Dios puede ofrecernos la paz y la felicidad
que anhelamos.
Lecciones inolvidables
Destaquemos algunas cosas que
podemos aprender de este Evangelio:
a) Jesús vino a traer
esperanza y salvación a todos, pero especialmente a los pecadores y desviados,
sin considerar su posición social. Por eso es que pasa la noche en casa de
Zaqueo.
b) Sus críticos rumoran que él
busca la comodidad y la compañía de gente rica. A Jesús esto no podía
importarle menos; va a Zaqueo por misericordia y preocupación apostólica. La
cuestión no es evitar o no los lugares y las personas ricas y poderosas. La cuestión
es por qué se está rechazando a esas personas, o por qué no juntarse con ellas,
con qué preocupación; dónde está nuestro corazón.
c) Zaqueo experimenta una
sincera conversión. Como la parte más débil de su vida era su riqueza y la
manera injusta de hacer negocios, su conversión involucra su futura relación
con el dinero, y su uso del dinero. No hay conversión sólida de una persona
rica si no hay cambio y mejoría en este sector de su vida. Al hacerse discípulo
de Jesús, Zaqueo se hace una persona justa y solidaria con los pobres: «Doy la
mitad de mis bienes a los pobres, Señor. Si he defraudado a alguno en algo, le
devolveré cuatro veces».
Somos Zaqueo
En todos nosotros hay un
Zaqueo, con deseo íntimo de ver a Jesús, pero obstaculizado por extravíos y por
el mundo que nos rodea. Dios mismo ha sembrado en nosotros esa inquietud y no
la podemos apagar. A cada uno de nosotros, en momento propicio, Cristo dirige
la palabra con nombre propio: «Hoy tengo que hospedarme en tu casa».
Esa casa es nuestra vida con
todo lo que le pertenece. Nuestro corazón con todas sus inquietudes. El mundo
donde vivimos y donde Cristo se hace invitar. Nuestra familia, la sociedad en
que habitamos, el mundo creado, gran casa que Dios ha dado a toda la humanidad.
¿Le cerraremos la puerta? ¿O lo acogeremos con amor dentro de nuestras mismas
pobrezas?
Estamos invitados a hacer una
lectura personal de este pasaje. Que no tengamos la sensación de que se trata
solo de un episodio pintoresco de la vida de Jesús que concierne a un personaje
antiguo. Apropiémonos ese pasaje. Cada uno de nosotros es Zaqueo que quiere ver
a Jesús; que ese deseo se convierta en necesidad y esa necesidad transforme nuestra
vida. Como en el caso de Zaqueo Jesús tiene que pasar por nuestro camino, se tiene
que alojar en nuestra casa. Cada uno lleva la carga de su propia experiencia de
errores y de actitudes en que falta amor de Dios y abunda el amor propio con
detrimento del hermano. Cada uno tiene todo un mundo por cambiar. Cada uno tiene
su propio hoy en el plan divino de la salvación. No lo dejemos pasar. No le
digamos al Señor: mañana te abriremos... Ese mañana se nos puede volver
perpetuo.
Nuestro compromiso hoy
Esta Palabra nos
invita y nos compromete a querer ver a Jesús, no obstante las limitaciones u
obstáculos, internos y externos, que traten de impedirnos ese logro. Debemos,
no vencer la «baja estatura» de Zaqueo, sino también la «alta estatura» de quienes
pueden ser causa para que Zaqueo no pueda ver a Jesús. Para que Zaqueo no
hubiera tenido que subirse al árbol, los otros podían agacharse un poco, pero
no lo hicieron. Nosotros podemos ser, muchas veces, el obstáculo que impide a
tanta gente «ver a Jesús». - ¡Ojalá aprendamos a agacharnos para que los demás
no tengan que subirse a ningún árbol
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