“Participar de la fiesta plena de
Dios”
XXXII Domingo del Tiempo Ordinario.
Sabiduría 6, 12-16: “Encuentran la sabiduría aquellos que la
buscan”
Salmo 62: “Señor, mi alma tiene sed de ti”
I Tesalonicenses 4, 13-18: “A los que mueren con Jesús, Dios los
llevará con Él”
Evangelio: san Mateo 25, 1-13: “El Reino de los cielos, se parece a diez
vírgenes que salieron con sus lámparas a esperar al esposo…”
Parábola polémica
Muchas veces me cuestiono la razón de las parábolas de Jesús y en
particular de esta parábola que conocemos como de las vírgenes prudentes y de
las vírgenes necias. La invitación a un banquete, en el caso concreto a una
fiesta de bodas, es un tema de los favoritos de Jesús. Entiende el Reino de los
Cielos siempre como la plenitud del amor y como la participación de la alegría.
Y no es difícil imaginarnos que esa boda podría significar los desposorios
del Dios Amante con su pueblo, la novia esperada. Siempre Jesús hablándonos del
amor y siempre invitándonos a la participación de esa fiesta plena. Ya con esta
enseñanza bastaría para hacer de esta parábola una de las favoritas nuestras,
dejándonos cuestionar sobre la forma que estamos respondiendo a esta llamada de
amor.
Parece continuar esta parábola el ambiente de la polémica, donde Jesús
recrimina a los escribas y fariseos su inconstancia y falta de coherencia en la
búsqueda de Dios. Ellos habían sido invitados los primeros, ellos tenían en sus
manos las lámparas encendidas; ahora se ven rechazados porque no han tenido en
sus lámparas el aceite de la fe, de la misericordia y de la fraternidad. Se han
olvidado de lo más importante y se han llenado sólo de apariencias y de
vanagloria.
A muchos estudiosos les llama la atención que no se recrimine a las
vírgenes prudentes su egoísmo al no querer dar un poco de su aceite a las que
carecían de él. Pero es que la llamada y la respuesta tienen primeramente un
sentido personal. Dios nos llama a su amor de una manera tan personal, tan
concreta, que nadie puede responder por nosotros.
La respuesta no sólo debe ser de un momento sino siempre será actual y
actualizada. Como el amor, no basta haber dicho alguna vez “te quiero”, se debe
manifestar en palabras y obras a cada momento. Ese es el pecado de los
fariseos: creerse ya salvados. ¿Será también nuestro pecado?
Vigilancia y esperanza
Pero al mismo tiempo que Jesús establece la polémica contra los fariseos
y sus aires de grandeza, nos manifiesta también la urgencia de la vigilancia.
Al describirnos el Reino de Dios como una de las fiestas más alegres y
participativas, quedar excluidos es perder lo más importante.
El relato de las vírgenes nos pone en un ambiente de crisis que los
oyentes captarían fácilmente como una llamada de atención para no perder la
oportunidad de participar en la gran fiesta del Reino. En estos relatos de la
Venida del Hijo siempre nos encontramos la doble intención: contemplan al mismo
tiempo el presente y el futuro.
Están dirigidos al momento presente: “estén atentos, vigilen, no saben a
qué hora va a venir…” pero con una mirada al futuro. La futura venida
compromete la vida actual, hoy se preparan los cambios del mañana, la
actualidad engendra el futuro. La propuesta requiere esta doble atención.
Jesús vendrá: mantengamos los ojos fijos en esta venida; pero también
Jesús viene hoy: estemos atentos y preparados para acogerlo. Para San Mateo,
estar preparado significa escuchar y poner en práctica las palabras de Jesús
hoy.
Significa estar siempre renovando “el aceite” del amor y del servicio.
¡Qué diferente de las actitudes altaneras de seguridad que a veces
manifestamos! El aceite del amor de Jesús es siempre inquietud, siempre es
búsqueda y es siempre atención. Se puede llegar al cansancio y quedarse
dormidos, pero no se permite el adormilamiento ni la pasividad. No se permiten
la indiferencia ni la dejadez.
Lámparas que iluminan
A algunos les causa inquietud el que al retrasarse el novio, sería éste
quien tendría que asumir las consecuencias y no las pobres jóvenes que
estuvieron largas horas esperándolo. Pero no es actitud evangélica calcular y
acomodarse a situaciones sin la presencia del Señor.
El peligro es doble, por una parte despreocuparse y darse a la buena
vida, porque el Señor tarda; o por la otra, no tener la paciencia para esperar
su venida. La vigilancia ha de ser continua. El amor, el servicio y la entrega
no se improvisan, son actitudes que se asumen de por vida y nadie puede
“llenar” nuestro corazón con el amor ajeno.
Ya la primera lectura nos ponía en estado de búsqueda e inquietud para
encontrarnos con la sabiduría. Y se pedía un corazón digno de dejarse
encontrar por ella, más que alcanzarla con las propias fuerzas, pues ella se
encuentra sentada a la puerta de quien la busca sinceramente.
Es muy bella esta descripción paradójica que nos hace el libro de la
Sabiduría del encuentro del hombre y Dios; del hombre que vaga y se desvela por
Quien ya lo ha encontrado, y del hombre que encuentra a Aquel que no cesa
de buscarlo.
Cuando nos estacionamos, cuando nos sentimos satisfechos y llenos de
nosotros mismos, cuando nos saturamos de nuestros propios aceites, nadie puede
llenar nuestros vacíos. Nos quedamos como lámparas inútiles, oscuras e
inservibles, como lámparas sin luz.
Sin miedos pero sin apatías
No se trata de infundir miedos y angustias. La parábola nos pone en la
dinámica del encuentro, de un encuentro festivo en el banquete de bodas. Hemos
de abrirnos a la realidad del Dios de Jesús: un Dios alegre, que prepara un
banquete para recibirnos, capaz de comprender nuestros cansancios, nuestros
sueños y nuestras debilidades, que quiere que nuestra felicidad sea siempre más
grande en nuestro corazón y que la compartamos en la fiesta universal.
Quien deja seca su lámpara o la llena de egoísmo, él solo se autoexcluye
de la fiesta. No temamos las fatigas, el sueño, la frustración que
siempre se dan en nuestras comunidades. Aprendamos a vivir en una espera
vigilante, con el aceite del amor y del servicio en nuestras lámparas, con la
ilusión dinámica de encontrarnos con el Señor.
¿Cuántas veces me dejo llevar por la indiferencia y la apatía? ¿Aguardo
con ilusión y esperanza la Venida del Señor o estoy adormilado y frustrado? ¿En
qué cosas prácticas de amor y servicio manifiesto que estoy esperando al Señor?
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