La importancia del servicio
El poder y el dinero hacen que
el mundo se divida en «pueblos ricos y pueblos pobres». Los primeros, se
enriquecen más y más a costa de una pobreza creciente de los segundos. Los
países ricos gobiernan tiránicamente el mundo entero. Hoy la Palabra de Dios
(domingo 29 del tiempo ordinario) nos pide
examinar nuestra vida y aprender a ser grandes e importantes sirviendo a los
demás.
LECTURAS:
Isaías 53, 10-11: «Con lo
aprendido mi Siervo justificará a muchos»
Salmo 33(32): «Que tu
misericordia, Señor, venga sobre nosotros»
Carta
a los Hebreos 4,14-16: «Mantengamos la confesión de la fe»
San Marcos
10,35-45: «El que quiera ser primero entre ustedes, que sea esclavo”.
Morir
por alguien
Morir
por alguien puede tener dos sentidos: o morir en beneficio de alguien o morir
en sustitución de otro. Un santo del siglo pasado, el sacerdote Maximiliano
Kolbe, se ofreció a morir por un hombre que debía ser sacrificado en tiempos de
la persecución nazi. Lo sustituyó en el sacrificio para que viviera a favor de
su familia. La Iglesia lo canonizó abismada ante la grandeza de su sacrificio.
Esta muerte no habría podido darse si antes no se hubiera dado otra, la de
Jesucristo, el justo y sin pecado, en beneficio de toda la humanidad.
La
«diakonía» en la Iglesia
El
servicio se presta a otra persona que necesita ser ayudada. El que presta el servicio
asume la causa de la persona en necesidad y se entrega con pleno desinterés a su
misión de servidor. Quien es de nivel superior se abaja, se compadece, ama y se
da con generosidad al que lo necesita. El objeto del servicio va desde una
pequeñez como desatar la correa de la sandalia hasta la máxima expresión cuando
se entrega la vida por el necesitado. - Tenemos que identificar el servicio que
se nos pide y que prestamos en la Iglesia y en la sociedad. En el servicio
pastoral de la Iglesia hay una dimensión que se llama la diaconía. Es más
amplia que la simple orden del diácono, del servidor en la Iglesia. Cobija a
todos aquellos que a través de su quehacer diario prestan servicio a los hermanos.
Lo hacen los padres de familia, sacrificados por el bienestar y desarrollo de
sus hijos, lo hacen los educadores y profesores, lo hacen cuantos sirven a la
comunidad en todos los campos. Lo que nos falta es impregnar de sentido
cristiano toda esa actividad. Hacerla con pureza de corazón, con intenciones
rectas, con plena honradez, con clara conciencia de que a través de ella
Jesucristo sigue hoy prestando su misión de servicio redentor en el mundo. El
cristiano es presencia viva de Jesucristo, Siervo del Señor, entre los hombres
de hoy; de Jesucristo que se entrega por el bien de todos.
Amor y
servicio
Amor y
servicio no pueden morir, no pueden ser destruidos. Llevan en sí mismos el germen
del triunfo. Y este triunfo lleva el sello de la universalidad: «justificará a muchos».
Estos son los medios de salvación que emplea el Siervo de Dios. La esperanza de
Salvación que el pueblo va alimentando entre destierro y destierro, se presenta
con una condición: la humillación, el sufrimiento. Cuatro veces cantará el Profeta
al Siervo que lograría a través de su humillación la exaltación propia y la de todos los hombres. Dios Salvador está como a
la expectativa del quehacer de su Hijo en su caminar entre los hombres. A la
vista de la tarea, realizada en humildad y servicio pleno, la humanidad será
salvada.
Hoy,
en el Evangelio, Jesús nos muestra el único camino para lograr la realización integral
de las posibilidades humanas. Solamente seremos hombres enteros si somos solidarios,
si quemamos nuestras mejores energías en el servicio de los otros. Esto
significa vivir a contrapelo del mundo que nos rodea y de sus hombres más significativos,
los poderosos. Hoy, como parece que ocurría en tiempos de Jesús, lo normal en
el mundo es tiranizar, oprimir; gusta más que les sirvan que estar sirviendo. Es
necesario dar un paso más. Hay que releer la Palabra, aquí y ahora. Y esta relectura
nos dará los verdaderos perfiles del servicio a los hombres de hoy.
Hay
que denunciar y hay que transformar estructuras e instituciones injustas de la sociedad
y de la organización política en que vivimos. Hay demasiadas máquinas de deshumanización
que impiden la creación de un hombre integral. Todo ello surge de la interpelación
que hoy nos hace la lectura de la Palabra de Dios.
¿A QUÉ
NOS COMPROMETER la PALABRA?
Unico
camino
Hoy,
en el Evangelio, Jesús nos muestra el único camino para lograr la realización integral
de las posibilidades humanas. Solamente seremos hombres enteros si somos solidarios,
si quemamos nuestras mejores energías en el servicio de los otros. Esto significa
vivir a contrapelo del mundo que nos rodea y de sus hombres más significativos,
los poderosos. Hoy, como parece que ocurría en tiempos de Jesús, lo normal en
el mundo es tiranizar, oprimir; gusta más que les sirvan que estar sirviendo. Es
necesario dar un paso más. Hay que releer la Palabra, aquí y ahora. Y esta relectura
nos dará los verdaderos perfiles del servicio a los hombres de hoy. Hay que
denunciar y hay que transformar estructuras e instituciones injustas de la sociedad
y de la organización política en que vivimos. Hay demasiadas máquinas de deshumanización
que impiden la creación de un hombre integral. Todo ello surge de la interpelación
que hoy nos hace la lectura de la Palabra de Dios.
Los
Zebedeos de hoy
Los
hijos del Zebedeo de hoy somos nosotros. Seguimos a Cristo como discípulos en
nuestro tiempo y nuestro mundo. Es posible que en el servicio que prestamos en
la Iglesia y en el mundo nos muevan intereses mezquinos, ambición de honores y
ventajas. Tenemos que asumir en nosotros la misión y la obra salvadora del
Señor que él hizo como un servicio a la humanidad, el máximo que haya sido
prestado al hombre en la historia: el que le abre las puertas al Misterio de
Dios y llena de segura esperanza su futuro.
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