Alegría porque el Señor está cerca
Seguimos en Adviento, que es la alegre espera del nacimiento de
Jesús. Cuanto más cerca de nosotros está el Señor, mayor es la
alegría. Pero con la Palabra que nos trae hoy su presencia, viene
también la inquietud de buscarlo, esperarlo, y hacerlo presente. Este
es nuestro reto en Adviento.
Por eso, esta Palabra, que es Jesús, nos interpela hoy. ¿Qué
contempláis en Adviento? ¿A quién esperamos y hacemos
presente? ¿Cómo puede evangelizar la alegría?
He aquí vuestro Dios. Viene en persona y os salvará. Decid a los
inquietos: Sed fuertes, no temáis. Los dominan el gozo y la alegría.
Quedan atrás la pena y la aflicción(Is 35,4.10)
Esperad con paciencia y fortaleced vuestros corazones, porque la
venida del Señor está cerca.(St 5,7)
Id a anunciar lo que estáis viendo y oyendo: Los ciegos ven y los cojos
andan, los leprosos quedan limpios y los sordos oyen, los muertos
resucitan y los pobres son evangelizados. ¡Dichoso quien no se
escandalice de mí! (Mt 11,4-6)
¿Tienes tú y tiene el mundo actual, necesidad de Jesús, el Salvador?
El Mesías que viene es el que evangeliza a los pobres, liberándolos y,
devolviendo al ser humano la capacidad de ver, oír, conocer y amar la
salvación. La paciencia y fortaleza, el gozo y la alegría, la liberación de
los pobres, es posible, porque el Señor viene en persona,
Este domingo quiere despertar en nosotros los sentimientos de
alegría que produce saber que Cristo está cerca, y libera a los pobres
de sus males. Lo llamamos domingo de la alegría, porque en él todo
nos invita a regocijarnos, pero teniendo en cuenta, quien es la causa,
especialmente para los más pequeños, débiles y sencillos.
Lecturas
Lectura del libro de Isaías 35, 1-6a. 10
“Llegarán a Sión con cantos de júbilo:
alegría sin límite en sus rostros.
Los dominan el gozo y la alegría.
Quedan atrás la pena y la aflicción”.
Sal 145, 6c-7. 8-9a. 9bc-10 R/. Ven, Señor, a salvarnos
“El Señor reina eternamente,
tu Dios, Sión, de edad en edad”.
Lectura de la carta del apóstol Santiago 5, 7-10
“Hermanos, tomad como modelo de resistencia y de paciencia a los
profetas que hablaron en nombre del Señor”.
Lectura del santo evangelio según san Mateo 11, 2-11
«Id a anunciar a Juan lo que estáis viendo y oyendo:
los ciegos ven, y los cojos andan...»
Pautas para la homilía
Reflexión del Evangelio de hoy
¿Eres tú el que ha de venir, o tenemos que esperar a otro?
En el Adviento de nuestra vida, los cristianos se preguntan: Y
nosotros, ¿a quién esperamos? ¿Cómo lo hacemos?
El evangelio de este domingo, nos presenta a Juan el Bautista en la
cárcel, en tensión ante la llegada del Mesías. Una inquietud que le
hace enviar a dos de sus discípulos a preguntar a Jesús si es el
Mesías esperado. Un anhelo que el pueblo de Israel y la humanidad
ha vivido desde siempre.
Estas dudas de Juan sobre Jesús, pueden ayudarnos a nosotros a
esperarlo y seguirlo mejor hoy. ¿Sirven para algo las dudas? ¿De qué
duda se trata? Cuando nosotros, como Juan, dudamos si Jesús es el
que nos habíamos imaginado, y nos abrimos a la respuesta que El da
de sí mismo, avanzamos y pasamos de la duda a la verdadera fe, y
nos aparece quien es el verdadero Mesías. Porque una fe que no
duda, es una fe insegura.
De esta manera, este domingo de adviento nos ayuda a revisar
nuestras expectativas de Cristo como el Mesías encarnado que viene
continuamente a nuestras vidas.
El Señor vino, el Señor viene, y el Señor vendrá. Estas tres venidas
resumen la pretensión de todo el tiempo de adviento, para hacernos
cercanos a Cristo nuestro salvador de esta manera: “Los ciegos ven y
los cojos andan, los leprosos quedan limpios y los sordos oyen, los
muertos resucitan y los pobres son evangelizados”. Ellos son el rostro
de un Dios que los mira con infinita ternura y que expresan su venida
real y verdadera hoy. El Adviento es tiempo de renovar la fe en la
salvación, para purificarla, a fin de que sea más auténtica.
“¡Bienaventurado el que no se escandalice de mí!”
El Evangelio en Adviento nos pone en tensión ante la llegada del
Señor, pero sin escándalos en la manera de acoger su salvación.
¿Cómo lo entendió y lo dio a conocer Jesús ante las expectativas de
Juan? Con la misericordia y la justicia que devuelve la vida a los
últimos, a los pobres y pequeños. Es lo que recoge el prefacio de
Adviento cuando dice: El Señor que viene a nuestro encuentro en
cada persona y en cada acontecimiento, para que lo reciban en la fe y
por el amor demos testimonio de la llegada de su Reino.
¡Bienaventurado el que no se escandalice de mí! Con su Encarnación
el Hijo de Dios se ha unido con todo hombre. En cada vida humana se
prolonga este misterio de unión de lo divino con lo humano. En cada
vida humana se hace presente el misterio de Cristo. Del mismo modo
que la humanidad de Jesús es el sacramento de Dios, su presencia
entre nosotros en el desvalido o el enfermo, es el sacramento de
Cristo. Esto no nos puede escandalizar, sino todo lo contrario,
reconocer la presencia de Cristo allí donde más se beneficia al ser
humano, allí donde se cuida del hermano, allí donde el mal retrocede.
Esos signos de salvación que Jesús hace, y refiere a Juan, estamos
llamados a hacerlos ahora los cristianos, para ser así llegada de Cristo
hoy. Si el cristiano ve a Cristo en el prójimo necesitado, el necesitado
debe ver en el cristiano solidario y fraterno la presencia de Cristo que
se acerca a él. Esto, no nos puede producir escándalo. Al contrario,
nos da la alegría de una Bienaventuranza duradera.
¡Alegraos! ¿Qué alegría? Porque Dios viene en persona y os salvará.
La alegría ante la cercana venida del Señor es la característica propia
de este domingo. Alegría porque Dios viene en persona y nos librará
de todos nuestros males. Isaías, el Profeta del Adviento, a quien
Jesús le gustaba recordar, nos ofrece hoy una oda a la alegría, con
una profecía que se cumple plenamente en Jesucristo curando a los
enfermos, resucitando a los muertos y anunciando a los pobres la
Buena Nueva. Una Salvación como Liberación.
Esto significa para nosotros, que en medio de todas las crisis,
Adviento es un tiempo de alivio. Un tiempo para anunciar la
Liberación, cuando las previsiones parezcan desastrosas. Un renacer
en la confianza, una alegría ante la belleza de la salvación, porque El
Señor viene en persona y nos salva. Y de esta manera, es también un
tiempo para llenar los vacíos de nuestro corazón.
Este Adviento en que vive el cristiano, nos ayuda a crecer en la
alegría y el buen ánimo de la fe... Quien tiene esperanza en el Señor
recibe el don de la alegría, que más que un sentimiento o estado de
ánimo pasajero, es un don mesiánico y fruto del Espíritu Santo. Es la
alegría del Señor y por el Señor. La alegría del evangelio llena el
corazón y la vida entera de los que se encuentran con Jesús. (Papa
Francisco). El Papa nos invita a encontrar en la Palabra y los hechos
de Jesús, una fuente de alegría.
Un anuncio destinado a toda la humanidad y de modo particular a los
más pobres en alegría. Pensemos en los numerosos enfermos y en
las personas solas que además de experimentar sufrimientos físicos,
sufren también en el espíritu, porque a menudo se sienten
abandonados. ¿Cómo compartir con ellos la alegría sin faltarles al
respeto en su sufrimiento?
Pensemos también en quienes han perdido el sentido de la verdadera
alegría de creer, especialmente si son jóvenes y la buscan en vano
donde es imposible encontrarla.
El camino de la alegría no es fácil. Hace falta trabajar para ser feliz.
La primera característica de la alegría cristiana es poner en el centro
de nuestra vida a Jesús. Nuestra alegría está llamada a ser una
evangelización a los pobres, un amor, que en lo concreto, hace
presente a Dios.
La felicidad que nos trae la Navidad se debe reflejar en obras
concretas. ¿Qué acciones pueden fomentar la alegría del Señor en mi
entorno?
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