N0 HE VENIDO A
ABOLIR LA LEY, SINO A DARLE PLENITUD”
Después de escuchar,
en el domingo 4º, las bienaventuranzas según San Mateo, hoy 5ª domingo del
tiempo ordinario, 12 de febrero,la palabra de Dios nos ofrece un nuevo modo de
vivir el seguimiento de Jesús, no como ley que obliga sino como estilo de vida
elegido con total libertad, como nos recuerda el libro del Sirácida o Eclesiastés.
Debemos descubrir,
para hacerlo vida, el nuevo espíritu que nos comunica Jesús, superando lo que
vivían conforme a la Ley de Moisés.
Jesús desea que quien
le escuche ponga en práctica su mensaje, pero no es un moralista, no impone una
nueva ley, sino mucho más… nos ofrece unas actitudes que son un don de Dios,
del entusiasmo por el perdón recibido, de su revelación que nos hace hijos de
Dios… quiere que descubramos sus frutos actuando en nosotros, porque lo hemos
aceptado y elegido voluntariamente con amor.
LECTURAS:
Lectura del libro del
Eclesiástico 15, 15-20
Si quieres, guardarás los mandamientos y permanecerás fiel a su voluntad.
Él te ha puesto delante fuego y agua, extiende tu mano a lo que quieras.
Sal 118, 1-2. 4-5. 17-18. 33-34
R/. Dichoso el que camina en la ley del Señor
Lectura de la primera carta del apóstol san Pablo a los
Corintios 2, 6-10
Hermanos: “…«Ni el ojo vio, ni el
oído oyó, ni el hombre puede pensar lo que Dios ha preparado para los que lo
aman».
Lectura del santo evangelio según
san Mateo 5, 17-37:”… «No creáis
que he venido a abolir la Ley y los profetas: no he venido a abolir, sino a dar
plenitud”
Reflexión del Evangelio de hoy
El pueblo judío había aceptado la
ley de Moisés, con los mandamientos como norma suprema, pero parecería, que
Jesús, que sienta cátedra de sabiduría desde los montes y las praderas, desde
el templo y desde la barca, y hostigando por igual a los escribas, fariseos y
demás letrados, tiene otras miras distintas buscando la voluntad del Padre.
No aceptaba ciertas prácticas
religiosas que se quedaban en el cumplimiento, al pie de la letra, de la ley,
de tal manera que podría pensarse que tenía una actitud crítica ante el Antiguo
Testamento. Pero hoy, una vez más, Jesús se lo deja claro: “No creáis que he venido
a abolir la ley o los profetas: no he venido a abolir, sino a dar plenitud…”
Ahí tenemos la clave que Jesús
quiere manifestar a todos los que le escuchan, empezando por sus discípulos… La
plenitud de la ley está en el amor… a Dios que es nuestro Padre y al hermano
que son todos…
Hoy el evangelio nos propone varios
ejemplos: la ley no solo prohíbe matar al hermano, sino que se debe evitar todo
gesto, acto interior y conducta que indique animosidad contra el prójimo,
cualquier forma de animosidad…
El precepto de adulterar, y no solo
por la acción externa sino por las actitudes, deseos y acciones personales
dentro de las relaciones del matrimonio… de tal manera que quiere restituir al
matrimonio, con su nueva ley de la gracia, al estado de la indisolubilidad…
Y, por eso, va añadiendo una
sentencia que nos manifiesta esa plenitud que pide Jesús: “pero yo os digo…” Y
ahí es donde nos deja la referencia que cada uno debemos vivir como seguidores
que quieren ser fieles discípulos en su camino.
Quiere que seamos sinceros y
veraces con nuestros semejantes y que no invoquemos innecesariamente el nombre
de Dios para justificar nuestras posturas y acciones… de tal manera que si
actuásemos siempre con sinceridad bastaría nuestra palabra para tener siempre
crédito.
La clave de este evangelio es la
referencia a la reconciliación con el hermano. Es Jesús quien nos lo recuerda:
“Si cuando vas a poner tu ofrenda sobre el altar, te acuerdas de que tu hermano
tiene quejas contra ti, deja la ofrenda y vete primero a reconciliarte con tu
hermano”.
A Dios no le agradan ni oraciones
ni sacrificios de quienes no se perdonan de corazón o tienen algo contra el
hermano. Quien no perdona de corazón al hermano, tampoco puede esperar ser
perdonado por Dios.
El Evangelio de hoy “no es práctico”,
como lo sería un código de obligaciones y prohibiciones que nos dispensase de
vivir y de pensar. Pero es vital: el don de Dios pide una respuesta tan total
como la generosidad de donde ha brotado, de Jesús: “pero yo os digo…”
Sólo después de repensar todo lo
que nos dice el evangelio de hoy, hay dos cosas que nos extrañan igualmente en
Jesús: lo infinito de su exigencia y lo infinito de su indulgencia. Él no
desespera de nadie, pero tampoco le da a nadie la ocasión de enorgullecerse. No
se extraña de las faltas ni de las debilidades, pero aguarda siempre un
arrepentimiento y un amor que sean a la medida de la prodigalidad divina.
La Palabra de Dios es exigente para
todos los que queremos seguirle, y así, el amor a Dios no es sincero si no nos
lleva a amar a nuestro prójimo. Por ello hoy esa Palabra nos invita a vivir la
actitud humilde de quien está dispuesto a hacer de su vida un camino sencillo
de fidelidad al amor de Cristo y a los hermanos, expresado en una obediencia
por amor a la Ley de Dios.
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