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Vida Nueva Cali - Reproductor
miércoles, 19 de abril de 2023
MIERCOLES 19 DE ABRIL
Miércoles 2 de Pascua
Texto del Evangelio ( Jn 3,16-21): En aquel tiempo dijo Jesús a
Nicodemo: «Tanto amó Dios al mundo que dio a su Hijo único, para
que todo el que crea en Él no perezca, sino que tenga vida eterna.
Porque Dios no ha enviado a su Hijo al mundo para juzgar al
mundo, sino para que el mundo se salve por Él. El que cree en Él,
no es juzgado; pero el que no cree, ya está juzgado, porque no ha
creído en el Nombre del Hijo único de Dios. Y el juicio está en que
vino la luz al mundo, y los hombres amaron más las tinieblas que la
luz, porque sus obras eran malas. Pues todo el que obra el mal
aborrece la luz y no va a la luz, para que no sean censuradas sus
obras. Pero el que obra la verdad, va a la luz, para que quede de
manifiesto que sus obras están hechas según Dios».
«Vino la luz al mundo»
Fr. Damien LIN Yuanheng
(Singapore, Singapur)
Hoy, ante la miríada de opiniones que plantea la vida moderna, puede parecer que
la verdad ya no existe —la verdad acerca de Dios, la verdad sobre los temas
relativos al género humano, la verdad sobre el matrimonio, las verdades morales y,
en última instancia, la verdad sobre mí mismo.
El pasaje del Evangelio de hoy identifica a Jesucristo como «el camino, la verdad y
la vida» (Jn 14,6). Sin Jesús sólo encontramos desolación, falsedad y muerte. Sólo
hay un camino, y sólo uno que lleve al Cielo,que se llama Jesucristo.
Cristo no es una opinión más. Jesucristo es la auténtica Verdad. Negar la verdad es
como insistir en cerrar los ojos ante la luz del Sol. Tanto si le gusta como si no, el
Sol siempre estará ahí; pero el infeliz ha escogido libremente cerrar sus ojos ante el
Sol de la verdad. De igual forma, muchos se consumen en sus carreras con una
tremenda fuerza de voluntad y exigen emplear todo su potencial, olvidando que tan
solo pueden alcanzar la verdad acerca de sí mismos caminando junto a Jesucristo.
Por otra parte, según Benedicto XVI, «cada uno encuentra su propio bien asumiendo
el proyecto que Dios tiene sobre él, para realizarlo plenamente: en efecto, encuentra
en dicho proyecto su verdad y, aceptando esta verdad, se hace libre (cf. Jn 8,32)»
(Encíclica "Caritas in Veritate"). La verdad de cada uno es una llamada a
convertirse en el hijo o la hija de Dios en la Casa Celestial: «Porque ésta es la
voluntad de Dios: tu santificación» (1Tes 4,3). Dios quiere hijos e hijas libres, no
esclavos.
En realidad, el “yo” perfecto es un proyecto común entre Dios y yo. Cuando
buscamos la santidad, empezamos a reflejar la verdad de Dios en nuestras vidas. El
Papa lo dijo de una forma hermosísima: «Cada santo es como un rayo de luz que
sale de la Palabra de Dios» (Exhortación apostólica "Verbum Domini").
Pensamientos para el Evangelio de hoy
«¡Oh mensaje lleno de felicidad y de hermosura! Él quiere convertirnos en sus hermanos, y, al
llevar su humanidad al Padre, arrastra tras de sí a todos los que ahora son ya de su raza» (San
Gregorio de Nisa)
«Si en la creación el Padre nos dio la prueba de su inmenso amor dándonos la vida, en la pasión
y en la muerte de su Hijo nos dio “la prueba de las pruebas”: vino a sufrir y morir por nosotros»
(Francisco)
«El amor de Dios a Israel es comparado al amor de un padre a su hijo. Este amor es más fuerte
que el amor de una madre a sus hijos. Dios ama a su Pueblo más que un esposo a su amada (Is
62,4-5); este amor vencerá incluso las peores infidelidades; llegará hasta el don más precioso:
‘Tanto amó Dios al mundo que dio a su Hijo único’ (Jn 3,16)» (Catecismo de la Iglesia Católica,
nº 219)
Otros comentarios
«Tanto amó Dios al mundo que dio a su Hijo único, para que todo el que crea en Él
no perezca, sino que tenga vida eterna»
Rev. D. Manel VALLS i Serra
(Barcelona, España)
Hoy, el Evangelio nos vuelve a invitar a recorrer el camino del apóstol Tomás, que
va de la duda a la fe. Nosotros, como Tomás, nos presentamos ante el Señor con
nuestras dudas, pero Él viene igualmente a buscarnos: «Tanto amó Dios al mundo
que dio a su Hijo único, para que todo el que crea en Él no perezca, sino que tenga
vida eterna» (Jn 3,16).
La mañana del día de Pascua, en la primera aparición, Tomás no estaba. «Pasados
ocho días», no obstante su rechazo a creer, Tomás se une a los otros discípulos. La
indicación está clara: lejos de la comunidad no se conserva la fe. Lejos de los
hermanos, la fe no crece, no madura. En la Eucaristía de cada domingo reconocemos
su Presencia. Si Tomás muestra la honestidad de su duda es porque el Señor no le
concedió inicialmente lo que sí tuvo María Magdalena: no sólo escuchar y ver al
Señor, sino tocarlo con sus propias manos. Cristo viene a nuestro encuentro, sobre
todo, cuando nos reencontramos con los hermanos y cuando con ellos celebramos la
fracción del Pan, es decir, la Eucaristía. Entonces nos invita a “meter la mano en su
costado”, es decir, a penetrar en el misterio insondable de su vida.
El paso de la incredulidad a la fe tiene sus etapas. Nuestra conversión a Jesucristo
—el paso de la oscuridad a la luz— es un proceso personal, pero necesitamos de la
comunidad. En los pasados días de Semana Santa, todos nos sentimos urgidos a
seguir a Jesús en su camino hacia la Cruz. Ahora, en pleno tiempo pascual, la
Iglesia nos invita a entrar con Él a la vida nueva, con obras hechas según la luz de
Dios (cf. Jn 3,21).
También nosotros hemos de sentir hoy personalmente la invitación de Jesús a
Tomás: «No seas incrédulo, sino fiel» (Jn 20,27). Nos va la vida en ello, ya que «el
que cree en Él, no es juzgado» (Jn 3,18), sino que va a la luz.
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