”VENID Y VERÉIS”
Segundo domingo del tiempo ordinario, una vez más,
los textos bíblicos nos sorprenden. Tres palabras podrían titular cada uno de
estos textos por su contenido: llamada (1Sam 3, 3b-10.19); cuerpo (1 Cor
6, 13c-15.17-20); encuentro (Jn 1, 35-42). Tres palabras que hablan de lo que
somos y cómo serlo. Cada uno, presencia: cuerpo. La importancia y necesidad del
otro que reconoce: llamada. Fraternidad, comunidad, humanidad: encuentro.
“… ¡glorificad a Dios con vuestro cuerpo!” (1 Cor
6, 20). Esta es nuestra realidad. No andemos con dicotomías: ahora soy
cuerpo, ahora soy espíritu, sería un juego irresponsable, justificación de las
incoherencias. Como afirma Louis-Marie Chauvet, “lo más espiritual no
sucede sino por mediación de lo más corpóreo". ¿No sabéis que vuestro
cuerpo es templo del Espíritu Santo, que recibís de Dios y habita en vosotros?”
(1Cor 6,19).
Y para tomar conciencia de la propia realidad se
precisa de los demás. La llamada del hermano, del otro, confirma y afirma
quién soy, soy otro, necesidad de esa llamada para esa identificación. El texto
de Samuel relata el hecho de la llamada del Señor y de la respuesta de
Samuel: “Habla, que tu siervo escucha” (1Sam 3, 10). “Samuel crecía, y el
Señor estaba con él” (1Sam 3, 19) ¿Tiene algo que ver el hecho de ser llamado y
el hecho de crecer? Tiene que ver. Nos realizamos, crecemos, en la relación, la
convivencia, el compartir con los demás. Cada uno es alguien, y cada alguien
tiene su nombre. El que llama reconoce la presencia del llamado, la
singularidad. La diferencia es riqueza de la humanidad. Vivir en armonía la
diferencia y así profundizar en lo más humano. Caminar juntos al encuentro del
Hijo de Dios, la Nueva Humanidad. “Rabí, ¿dónde vives?” (Jn 1, 38)
LECTURAS:
Domingo 2 del tiempo ordinario
- 14 de enero
Lectura del
primer libro de Samuel 3, 3b-10. 19:”En aquellos días,
Samuel estaba acostado en el templo del Señor, donde se encontraba el Arca de
Dios. Entonces el Señor llamó a Samuel. Este respondió:«Aquí estoy».
Salmo 39, 2 y
4ab. 1. 8-9. 10 R. Aquí estoy, Señor, para hacer tu voluntad.
Lectura de la
primera carta del apóstol san Pablo a los Corintios 6, 13c-15a. 17-20:”El cuerpo no es para la fornicación, sino para el Señor; y el
Señor, para el cuerpo. Y Dios resucitó al Señor y nos resucitará también a
nosotros con su poder.
Lectura del
santo evangelio según san Juan 1, 35-42:2:2:”En aquel tiempo, estaba Juan con dos de sus discípulos y,
fijándose en Jesús que pasaba, dice:«Este es el Cordero de Dios»…
Reflexión del Evangelio de hoy
Juan Bautista no
se predicó a si mismo
Juan Bautista, profeta, mediador,
no se mostró como protagonista… Sí, es verdad, no es este el tema central de Jn
1, 35-42. ¿Por qué plantearlo? Es una oportunidad para aprender de la sabiduría
de los hombres. Juan estaba con dos de sus discípulos (v.35). Juan indica
a sus discípulos quién es el Cordero de Dios (v.36).
Hemos pecado, posiblemente, de
protagonismo y de proselitismo. Dios, entonces, no ha ocupado el centro de
nuestra vida, no lo hemos sabido descubrir en nuestra vivencia, convivencia con
los demás. Centrándonos en nosotros mismo nos aislamos, cerramos toda
posibilidad de conocer y conocernos, de entender y experimentar qué es la fe,
la esperanza y el amor. Y la cantidad y la posesión son la vara de medir:
tengo, tengo… y, lo más terrible, recurrir a argumentos de “miedo” para someter
a los demás. No fiarse de los que utilizan el “miedo” para hablar de Dios.
¿Puso Juan algún impedimento para
que sus discípulos se fueran con Jesús, el Maestro? Todo lo contrario, cuando
surgieron rivalidades, discusiones entre los discípulos de Juan y los
discípulos de Jesús, el mismo Juan responde: “Yo no soy el Mesías, sino que me
han envidado por delante de él… Él debe crecer y yo disminuir” (Jn 3, 28.30).
La fe en Dios, el seguimiento del Hijo de Dios es una propuesta de libertad.
Maestro, ¿dónde
vives?
Llevados de la indicación de Juan,
sus discípulos se acercan a Jesús. Dos cuestiones: Jesús pregunta “¿Qué
buscáis?”. Los discípulos responden: “Rabí – que significa maestro-, ¿dónde
vives?”. (Jn 1,38)
La pregunta de Jesús es: ¿qué es lo
que quieres? ¿cuál es tu anhelo más profundo? ¿qué persigues? Jesús, siempre
remite a uno mimo, cree en el ser humano, lo ama.
La respuesta de los discípulos no
muestra interés alguno por su doctrina, sino: “¿dónde vives?”. No es lo que
piensa, lo fundamental es lo que hace, la manera de vivir, el “proyecto de
vida”.
“Venid y ved” (Jn 1,39). No hay
explicaciones, ni justificaciones, es una invitación a comprobar, ser testigos.
Es una oportunidad para experimentar la realidad de un hombre que Juan señala:
“Ahí está el Cordero de Dios”, y sus discípulos lo identifican como Rabí,
Maestro, al que podemos acudir y nunca defrauda. El Maestro acompaña, enseña,
no impone y da la oportunidad porque sabe y quiere que cada uno sea
protagonista y dueño de su vida, esto es signo de amor, de confianza, espacio
para ser y crecer. Llamados a compartir, a ser personas que entran en relación
con otras personas, capaces de amar. Cada uno es cada uno, inserto en una
relación con los demás, relación marcada por la comunicación, la libertad y el
amor. En esta relación nos encontramos con Dios.
Seguimiento
Todos somos llamados y mirados.
Llamar y mirar tienen que ser un acto de amor. Los discípulos respondieron con
un sí a la invitación del Maestro: “fueron, vieron dónde vivía y se quedaron
con él aquel día…” (Jn 1, 39).
Todos somos llamados y mirados,
invitados a seguir un camino que cada uno ha de descubrir, “vocación”, y
ponerse en marcha. Los caminos son muchos, las opciones múltiples, diferentes,
ninguna es mejor que la otra; toda opción precisa de un compromiso y fidelidad;
elegida libremente ha de ser expresada con responsabilidad. La cuestión
no está en la diferencia, no está en cuál es más importante, la mejor, la
cuestión está en la coherencia de vida que pone y da autoridad a esa vida
elegida.
Somos invitados, respondamos, demos
cabida al Señor en nuestro corazón y sigámoslo. Seguir a Jesús no es cuestión
de ir detrás de él sino, más bien, vivir como él. El seguimiento no se
concreta en las acciones sino en lo que nos mueve, motiva, nos lleva a esas
acciones, respuestas; porque el seguimiento es resultado, no de la acción, sino
de la manera de mirar, de considerar, de entender, de valorar, de apreciar, de
amar.
En el seguimiento a Jesús
encontraremos dificultades, no somos perfectos. Las dificultades son
oportunidades para aprender, corregir, avanzar, crecer… “Por tanto, hermanos,
esforzaos para afianzar vuestra vocación y elección.” (2Pd 1,10)
¿Escucho o sólo me escucho?
Si solo me escucho, no oigo cuando me llaman, ni llamo, porque estoy cerrado en
mí mismo. ¡Qué triste…!
¿Qué me preocupa más las
apariencias o la sinceridad y coherencia de mi mismo y de mis actos? Es
importante ser conscientes de lo que hacemos y no hacemos.
Caminar tras las huellas de
Jesús. Vivir como él vivió que no es repetir lo que hizo, el cómo lo hizo.
Vivir como el vivió, ser movidos por los mismos sentimientos. ¿Cuál es el motor
de mi vida…?
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