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Emisora Vida Nueva

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Vida Nueva Cali - Reproductor

miércoles, 31 de julio de 2024

MIERCOLES 31 DE JULIO

 

Miércoles 17 del tiempo ordinario
Texto del Evangelio (Mt 13,44-46): En aquel tiempo, Jesús dijo a la gente: «El Reino de los Cielos es semejante a un tesoro escondido en un campo que, al encontrarlo un hombre, vuelve a esconderlo y, por la alegría que le da, va, vende todo lo que tiene y compra el campo aquel.

»También es semejante el Reino de los Cielos a un mercader que anda buscando perlas finas, y que, al encontrar una perla de gran valor, va, vende todo lo que tiene y la compra».

«Vende todo lo que tiene y compra el campo»

Rev. D. Enric CASES i Martín(Barcelona, España)

Hoy, Mateo pone ante nuestra consideración dos parábolas sobre el Reino de los Cielos. El anuncio del Reino es esencial en la predicación de Jesús y en la esperanza del pueblo elegido. Pero es notorio que la naturaleza de ese Reino no era entendida por la mayoría. No la entendían los sanedritas que le condenaron a muerte, no la entendían Pilatos, ni Herodes, pero tampoco la entendieron en un principio los mismos discípulos. Sólo se encuentra una comprensión como la que Jesús pide en el buen ladrón, clavado junto a Él en la Cruz, cuando le dice: «Jesús, acuérdate de mí cuando estés en tu Reino» (Lc 23,42). Ambos habían sido acusados como malhechores y estaban a punto de morir; pero, por un motivo que desconocemos, el buen ladrón reconoce a Jesús como Rey de un Reino que vendrá después de aquella terrible muerte. Sólo podía ser un Reino espiritual.

Jesús, en su primera predicación, habla del Reino como de un tesoro escondido cuyo hallazgo causa alegría y estimula a la compra del campo para poder gozar de él para siempre: «Por la alegría que le da, va, vende todo lo que tiene y compra el campo aquel» (Mt 13,44). Pero, al mismo tiempo, alcanzar el Reino requiere buscarlo con interés y esfuerzo, hasta el punto de vender todo lo que uno posee: «Al encontrar una perla de gran valor, va, vende todo lo que tiene y la compra» (Mt 13,46). «¿A propósito de qué se dice buscad y quien busca, halla? Arriesgo la idea de que se trata de las perlas y la perla, perla que adquiere el que lo ha dado todo y ha aceptado perderlo todo» (Orígenes).

El Reino es paz, amor, justicia y libertad. Alcanzarlo es, a la vez, don de Dios y responsabilidad humana. Ante la grandeza del don divino constatamos la imperfección e inestabilidad de nuestros esfuerzos, que a veces quedan destruidos por el pecado, las guerras y la malicia que parecen insuperables. No obstante, debemos tener confianza, pues lo que parece imposible para el hombre es posible para Dios.

Pensamientos para el Evangelio de hoy

  • «En esta santa Iglesia Católica, instruidos con esclarecidos preceptos y enseñanzas, alcanzaremos el reino de los cielos y heredaremos la vida eterna, por la cual todo lo toleramos, para que podamos alcanzarla del Señor» (San Cirilo de Jerusalén)

  • «Vale la pena dejarlo todo por este Reino. Es el tesoro enterrado en el campo: quien lo encuentra lo vuelve a enterrar y vende todo lo que tiene para poder comprar el campo, y así quedarse con el tesoro» (Benedicto XVI)

  • «(…) Este tesoro [la Buena Nueva] recibido de los apóstoles ha sido guardado fielmente por sus sucesores. Todos los fieles de Cristo son llamados a transmitirlo de generación en generación, anunciando la fe, viviéndola en la comunión fraterna y celebrándola en la liturgia y en la oración» (Catecismo de la Iglesia Católica, nº 3)

martes, 30 de julio de 2024

MARTES 30 DE JULIO

 

   Martes 17 del tiempo ordinario

Texto del Evangelio (Mt 13,36-43): En aquel tiempo, Jesús despidió a la multitud y se fue a casa. Y se le acercaron sus discípulos diciendo: «Explícanos la parábola de la cizaña del campo». Él respondió: «El que siembra la buena semilla es el Hijo del hombre; el campo es el mundo; la buena semilla son los hijos del Reino; la cizaña son los hijos del Maligno; el enemigo que la sembró es el Diablo; la siega es el fin del mundo, y los segadores son los ángeles.

»De la misma manera, pues, que se recoge la cizaña y se la quema en el fuego, así será al fin del mundo. El Hijo del hombre enviará a sus ángeles, que recogerán de su Reino todos los escándalos y a los obradores de iniquidad, y los arrojarán en el horno de fuego; allí será el llanto y el rechinar de dientes. Entonces los justos brillarán como el sol en el Reino de su Padre. El que tenga oídos, que oiga».

«Explícanos la parábola de la cizaña del campo»

Rev. D. Iñaki BALLBÉ i Turu(Terrassa, Barcelona, España)

Hoy, mediante la parábola de la cizaña y el trigo, la Iglesia nos invita a meditar acerca de la convivencia del bien y del mal. El bien y el mal dentro de nuestro corazón; el bien y el mal que vemos en los otros, el que vemos que hay en el mundo.

«Explícanos la parábola» (Mt 13,36), le piden a Jesús sus discípulos. Y nosotros, hoy, podemos hacer el propósito de tener más cuidado de nuestra oración personal, nuestro trato cotidiano con Dios. —Señor, le podemos decir, explícame por qué no avanzo suficientemente en mi vida interior. Explícame cómo puedo serte más fiel, cómo puedo buscarte en mi trabajo, o a través de esta circunstancia que no entiendo, o no quiero. Cómo puedo ser un apóstol cualificado. La oración es esto, pedirle “explicaciones” a Dios. ¿Cómo es mi oración?: ¿es sincera?, ¿es constante?, ¿es confiada?.

Jesucristo nos invita a tener los ojos fijos en el Cielo, nuestra casa para siempre. Frecuentemente vivimos enloquecidos por la prisa, y casi nunca nos detenemos a pensar que un día —lejano o no, no lo sabemos— deberemos dar cuenta a Dios de nuestra vida, de cómo hemos hecho fructificar las cualidades que nos ha dado. Y nos dice el Señor que al final de los tiempos habrá una tría. El Cielo nos lo hemos de ganar en la tierra, en el día a día, sin esperar situaciones que quizá nunca llegarán. Hemos de vivir heroicamente lo que es ordinario, lo que aparentemente no tiene ninguna trascendencia. ¡Vivir pensando en la eternidad y ayudar a los otros a pensar en ello!: paradójicamente, «se esfuerza para no morir el hombre que ha de morir; y no se esfuerza para no pecar el hombre que ha de vivir eternamente» (San Julián de Toledo).

Recogeremos lo que hayamos sembrado. Hay que luchar por dar hoy el 100%. Y que cuando Dios nos llame a su presencia le podamos presentar las manos llenas: de actos de fe, de esperanza, de amor. Que se concretan en cosas muy pequeñas y en pequeños vencimientos que, vividos diariamente, nos hacen más cristianos, más santos, más humanos.

Pensamientos para el Evangelio de hoy

  • «Se esfuerza para no morir el hombre que ha de morir; y no se esfuerza para no pecar el hombre que ha de vivir eternamente» (San Julián de Toledo)

  • «Tenemos que estar preparados para custodiar la gracia recibida desde el día del Bautismo, alimentando la fe en el Señor, que impide que el mal eche raíces» (Benedicto XVI)

  • «(…) Jesús habla con frecuencia de la ‘gehenna’ y del ‘fuego que nunca se apaga’ reservado a los que, hasta el fin de su vida rehúsan creer y convertirse, y donde se puede perder a la vez el alma y el cuerpo. Jesús anuncia en términos graves que ‘enviará a sus ángeles que recogerán a todos los autores de iniquidad..., y los arrojarán al horno ardiendo’ (Mt 13,41-42), y que pronunciará la condenación: ‘¡Alejaos de Mí malditos al fuego eterno!’ (Mt 25,41)» (Catecismo de la Iglesia Católica, nº 1.034)

lunes, 29 de julio de 2024

LUNES 29 DE JULIO

 

       29 de julio: Santos Marta, María y Lázaro

Texto del Evangelio (Lc 10,38-42): En aquel tiempo, Jesús entró en un pueblo; y una mujer, llamada Marta, le recibió en su casa. Tenía ella una hermana llamada María, que, sentada a los pies del Señor, escuchaba su Palabra, mientras Marta estaba atareada en muchos quehaceres. Acercándose, pues, dijo: «Señor, ¿no te importa que mi hermana me deje sola en el trabajo? Dile, pues, que me ayude». Le respondió el Señor: «Marta, Marta, te preocupas y te agitas por muchas cosas; y hay necesidad de pocas, o mejor, de una sola. María ha elegido la parte buena, que no le será quitada».

«Te preocupas y te agitas por muchas cosas; y hay necesidad de pocas, o mejor, de una sola»

Rev. D. Antoni CAROL i Hostench(Sant Cugat del Vallès, Barcelona, España)

Hoy, también nosotros —atareados como vamos a veces por muchas cosas— hemos de escuchar cómo el Señor nos recuerda que «hay necesidad de pocas, o mejor, de una sola» (Lc 10,42): el amor, la santidad. Es el punto de mira, el horizonte que no hemos de perder nunca de vista en medio de nuestras ocupaciones cotidianas.

Porque “ocupados” lo estaremos si obedecemos a la indicación del Creador: «Sed fecundos y multiplicaos y henchid la tierra y sometedla» (Gn 1,28). ¡La tierra!, ¡el mundo!: he aquí nuestro lugar de encuentro con el Señor. «No te pido que los retires del mundo, sino que los guardes del Maligno» (Jn 17,15). Sí, el mundo es “altar” para nosotros y para nuestra entrega a Dios y a los otros.

Somos del mundo, pero no hemos de ser mundanos. Bien al contrario, estamos llamados a ser —en bella expresión de san Juan Pablo II— “sacerdotes de la creación”, “sacerdotes” de nuestro mundo, de un mundo que amamos apasionadamente.

He aquí la cuestión: el mundo y la santidad; el tráfico diario y la única cosa necesaria. No son dos realidades opuestas: hemos de procurar la confluencia de ambas. Y esta confluencia se ha de producir —en primer lugar y sobre todo— en nuestro corazón, que es donde se pueden unir cielo y tierra. Porque en el corazón humano es donde puede nacer el diálogo entre el Creador y la criatura.

Es necesaria, por tanto, la oración. «El nuestro es un tiempo de continuo movimiento, que a menudo desemboca en el activismo, con el riesgo fácil del “hacer por hacer”. Tenemos que resistir a esta tentación, buscando “ser” antes que “hacer”. Recordemos a este respecto el reproche de Jesús a Marta: ‘Tú te afanas y te preocupas por muchas cosas y sin embargo sólo una es necesaria’ (Lc 10,41-42)» (San Juan Pablo II).

No hay oposición entre el ser y el hacer, pero sí que hay un orden de prioridad, de precedencia: «María ha elegido la parte buena, que no le será quitada» (Lc 10,42).

Pensamientos para el Evangelio de hoy

  • «La vida de Marta, es nuestro mundo; la vida de María es el mundo que esperamos. Vivamos la de aquí con rectitud para obtener plenamente la otra» (San Agustín)

  • «La palabra de Cristo es clarísima: no desprecia la vida activa, y mucho menos la generosa hospitalidad; pero recuerda el hecho de que la única cosa verdaderamente necesaria es otra: escuchar la Palabra del Señor» (Benedicto XVI)

  • «Es tan grande el poder y la fuerza de la palabra de Dios, que constituye sustento y vigor de la Iglesia, firmeza de fe para sus hijos, alimento del alma, fuente límpida y perenne de vida espiritual» (Catecismo de la Iglesia Católica, nº 131)

sábado, 27 de julio de 2024

DOMINGO 28 DE JULIO

 VIDA  NUEVA

“Jesús tomó los panes y los repartió”…

En este domingo, último del mes de julio, nos encontramos prácticamente en el ecuador del verano. En la celebración de la Eucaristía se nos brinda una nueva ocasión de proclamar, acoger y reflexionar la Palabra de Dios, que siempre nos interpela y aporta dimensiones nuevas y necesarias para nuestra vida creyente.

Durante cinco domingos vamos a leer casi en su totalidad el capítulo 6 del evangelio de San Juan. Debemos estar muy atentos porque este evangelista usa muchos símbolos. Hoy se nos presenta la narración de la multiplicación de los panes y los peces.

El evangelista san Juan subraya como ningún otro, el carácter eucarístico de la multiplicación de los panes. Para las primeras comunidades cristianas la Eucaristía no era solo el recuerdo de la vida, la muerte y la resurrección del Señor; era también una anticipación de la fraternidad del Reino de Dios. Toda eucaristía ha de estar orientada a crear fraternidad.

No podemos escuchar el evangelio cada domingo sin reaccionar a las llamadas del Señor. No podemos pedir al Padre “el pan nuestro de cada día” sin acordarnos de tantos y tantos que tienen enormes dificultades para conseguirlo cada día. En definitiva, no podemos comulgar con Jesús sin hacernos más generosos y solidarios; más humanos y más hermanos.

LECTURAS:

DOMINGO 17 DEL T.O.            -  28 DE JULIO

Lectura del Libro segundo de los Reyes 4, 42-44:”En aquellos días, acaeció que un hombre de Baal Salisá vino trayendo al hombre de Dios primicias de pan, veinte panes de cebada y grano fresco en espiga. Dijo Eliseo:
«Dáselo a la gente y que coman»….

Salmo 144,  R: Abres tú la mano, Señor, y nos sacias.

Lectura de la carta del Apóstol San Pablo a los Efesios 4, 1-6:”Yo, el prisionero por el Señor, os ruego que andéis como pide la vocación a la que habéis sido convocados. …”

Lectura del santo Evangelio según san Juan 6, 1-15:”… dice a Felipe: «¿Con qué compraremos panes para que coman estos?»…

Reflexión del Evangelio de hoy

Saber ver las necesidades de la humanidad

En el relato del evangelio todo comienza gracias a que Jesús cruza a la otra orilla del lago de Galilea. Desplazarse físicamente de un lugar a otro es una manera de expresar que es necesario salir de nuestros ámbitos seguros y conocidos, de lo que ahora solemos llamar espacios de confort, para abrirnos a otras realidades.

Una vez más Jesús sube al monte, invitándonos a todos a que ascendamos en nuestro nivel de ver, comprender y reflexionar sobre la vida, sobre tantas situaciones y realidades que piden de nosotros una mirada más amplia.

Como en otras ocasiones, mucha gente le sigue, no tanto para recibir una enseñanza, cuanto para obtener soluciones, resultados a sus problemas en la vida. El mensaje de Jesús parece convencer, pero, al fin y al cabo, también nosotros preguntamos ¿qué hay de lo mío? Porque muchos dicen cosas bonitas, pero las cosas bonitas no nos sanan, ni nos solucionan nuestros problemas.

Jesús sale siempre al encuentro de las personas, de cada uno de nosotros; su mirada sabe ver las necesidades, siente compasión por todos: ¿cómo alimentaremos a todos estos? Se hace cargo del mundo, no vive ajeno a nosotros, a lo que nos pasa.

Este es uno de los rasgos que más caracteriza a Jesús: que el drama de los otros, de cada persona, sean quienes sean (ricos, pobres, buenos o malos…), es siempre el suyo. No es indiferente a nada ni a nadie. Contemplar a la humanidad siempre le suscita la misma pregunta: ¿qué puedo hacer yo?

Hemos de reconocer que los discípulos, aquellos de la primera hora, y nosotros, no tenemos esa mirada tan profunda. Solo ven, solo vemos, cinco panes y dos peces (¿qué es esto para tantos?) Incluso pretendemos quitar el problema despidiendo a la gente y que se vayan a sus casas. Cuántas veces actuamos desde esta falta de compromiso y de responsabilidad.

La mirada de Jesús, su vida, sus actitudes, nos enseñan a hacernos cargo de lo que hay en los otros, y asumirlo como si fuera propio. Así lo dice una y otra vez, y sobre todo, así obra y actúa desde una plena coherencia.

El milagro de la solidaridad

¿Qué vemos en nuestro mundo? A poco que alcemos la mirada, podemos ver mucho sufrimiento, guerras, dolor, muertos, hambre, necesidades, refugiados… ¿Dónde está tu hermano? (Génesis) ¿Qué le pasa, qué necesita, qué puedes hacer por él? Nos tiene que importar la suerte de toda persona ¿Cómo es posible que no hagamos nada, o más bien poco, para superar esas situaciones tan graves, tan inhumanas? En un mundo que decimos tan avanzado, civilizado, desarrollado…

Los cristianos en esto deberíamos ser los primeros, los más comprometidos en dar la talla, colaborando en la misma misión de Jesús.

El mundo llamado desarrollado, las sociedades del bienestar, seguimos teniendo una gran responsabilidad y deuda con esa parte de la humanidad privada de los bienes que tantas veces derrochamos. No tenemos “perdón de Dios”, si no compartimos. Necesitamos alimentarnos para vivir, pan material y otros bienes; pero también pan espiritual.

Todas esas personas son hombres y mujeres, niños, ancianos… hermanos nuestros, hijos de Dios. Poseen la misma dignidad de personas, todos por igual. Y la respuesta de Jesús, el Maestro, no es recurrir a Dios, como habitualmente hacemos nosotros, sino precisamente a sus seguidores: “dadles vosotros de comer”.

¡Cómo hacerlo con tan poco…! Es nuestra fácil excusa. Tenemos que convencernos de partir de lo que hay, de que de lo poco, de lo pequeño, surge el milagro, la generosidad, la solidaridad… ¡milagro porque termina sobrando! Lo hemos escuchado también hoy en la primera lectura, cuando el profeta Eliseo insta a repartir panes, porque dice el Señor: “comerán y sobrará”.

Lo que tenemos se multiplica si, en primer lugar, todo lo que está a nuestro alcance lo reconocemos como dones, como regalos, y los agradecemos. El verdadero milagro acontece ahí porque el egoísmo queda vencido. Nadie acapara sus bienes. Compartir nos hace vivir en esa comunión con los demás y con Dios.

Para entender debidamente este relato, hemos de ponerlo también en relación con otros muchos textos bíblicos de comidas y con la imagen simbólica del banquete del Reino, en el que Dios Padre quiere que todos tengamos sitio.

Siguen haciendo falta gestos y milagros de solidaridad en nuestro mundo ¿Estamos dispuestos a seguir en este empeño?

¿Seremos capaces de olvidarnos de los más necesitados, de tantos excluidos, de todos los sufrientes de hoy?

Aunque sea con muy poco, con nuestro trozo de pan, pero juntos, desde la generosidad, podemos hacer mucho bien, multiplicado. Y sentirnos así miembros de la única Familia Humana, hijos de Dios, hermanos de todos y seguidores fieles del Señor Jesús.

 

 

 

 

 

SABADO 27 DE JULIO

 

Sábado 16 del tiempo ordinario
Texto del Evangelio (Mt 13,24-30): En aquel tiempo, Jesús propuso a las gentes otra parábola, diciendo: «El Reino de los Cielos es semejante a un hombre que sembró buena semilla en su campo. Pero, mientras su gente dormía, vino su enemigo, sembró encima cizaña entre el trigo, y se fue. Cuando brotó la hierba y produjo fruto, apareció entonces también la cizaña. Los siervos del amo se acercaron a decirle: ‘Señor, ¿no sembraste semilla buena en tu campo? ¿Cómo es que tiene cizaña?’. Él les contestó: ‘Algún enemigo ha hecho esto’. Dícenle los siervos: ‘¿Quieres, pues, que vayamos a recogerla?’. Díceles: ‘No, no sea que, al recoger la cizaña, arranquéis a la vez el trigo. Dejad que ambos crezcan juntos hasta la siega. Y al tiempo de la siega, diré a los segadores: Recoged primero la cizaña y atadla en gavillas para quemarla, y el trigo recogedlo en mi granero’».

«Dejad que ambos crezcan juntos»

Rev. D. Manuel SÁNCHEZ Sánchez(Sevilla, España)

Hoy consideramos una parábola que es ocasión para referirse a la vida de la comunidad en la que se mezclan, continuamente, el bien y el mal, el Evangelio y el pecado. La actitud lógica sería acabar con esta situación, tal como lo pretenden los criados: «¿Quieres que vayamos a recogerla?» (Mt 13,28). Pero la paciencia de Dios es infinita, espera hasta el último momento —como un padre bueno— la posibilidad del cambio: «Dejad que ambos crezcan juntos hasta la siega» (Mt 13,30).

Una realidad ambigua y mediocre, pero en ella crece el Reino. Se trata de sentirnos llamados a descubrir las señales del Reino de Dios para potenciarlo. Y, por otro lado, no favorecer nada que ayude a contentarnos en la mediocridad. No obstante, el hecho de vivir en una mezcla de bien y mal no debe impedir el avanzar en nuestra vida espiritual; lo contrario sería convertir nuestro trigo en cizaña. «Señor, ¿no sembraste semilla buena en tu campo? ¿Cómo es que tiene cizaña?» (Mt 13,27). Es imposible crecer de otro modo, ni podemos buscar el Reino en ningún otro lugar que en esta sociedad en la que estamos. Nuestra tarea será hacer que nazca el Reino de Dios.

El Evangelio nos llama a no dar crédito a los “puros”, a superar los aspectos de puritanismo y de intolerancia que puedan haber en la comunidad cristiana. Fácilmente se dan actitudes de este tipo en todos los colectivos, por sanos que intenten ser. Encarados a un ideal, todos tenemos la tentación de pensar que unos ya lo hemos alcanzado, y que otros están lejos. Jesús constata que todos estamos en camino, absolutamente todos.

Vigilemos para no dejar que el maligno se cuele en nuestras vidas, cosa que ocurre cuando nos acomodamos al mundo. Decía santa Ángela de la Cruz que «no hay que dar oído a las voces del mundo, de que en todas partes se hace esto o aquello; nosotras siempre lo mismo, sin inventar variaciones, y siguiendo la manera de hacer las cosas, que son un tesoro escondido; son las que nos abrirán las puertas del cielo». Que la Santísima Virgen María nos conceda acomodarnos sólo al amor.

Pensamientos para el Evangelio de hoy

  • «Cuando el mal ha gangrenado a la multitud, no queda más remedio que dolerse y gemir. Corregir con amor cuando se pueda. Y cuando no se pueda corregir, sufrir con paciencia hasta que la corrección venga de lo alto» (San Agustín)

  • «Jesús nos enseña a ver las cosas con realismo cristiano y a afrontar cada problema con claridad de principios, pero también con prudencia y paciencia. Esto supone una visión trascendente de la historia, en la que se sabe que todo pertenece a Dios» (San Juan Pablo II)

  • «El día del Juicio, al fin del mundo, Cristo vendrá en la gloria para llevar a cabo el triunfo definitivo del bien sobre el mal que, como el trigo y la cizaña, habrán crecido juntos en el curso de la historia» (Catecismo de la Iglesia Católica, nº 681)

viernes, 26 de julio de 2024

VIERNES 26 DE JULIO


Viernes 16 del tiempo ordinario
Texto del Evangelio (Mt 13,18-23): En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: «Vosotros, pues, escuchad la parábola del sembrador. Sucede a todo el que oye la Palabra del Reino y no la comprende, que viene el Maligno y arrebata lo sembrado en su corazón: éste es el que fue sembrado a lo largo del camino. El que fue sembrado en pedregal, es el que oye la Palabra, y al punto la recibe con alegría; pero no tiene raíz en sí mismo, sino que es inconstante y, cuando se presenta una tribulación o persecución por causa de la Palabra, sucumbe enseguida. El que fue sembrado entre los abrojos, es el que oye la Palabra, pero las preocupaciones del mundo y la seducción de las riquezas ahogan la Palabra, y queda sin fruto. Pero el que fue sembrado en tierra buena, es el que oye la Palabra y la comprende: éste sí que da fruto y produce, uno ciento, otro sesenta, otro treinta».

«Vosotros, pues, escuchad la parábola del sembrador»

P. Josep LAPLANA OSB Monje de Montserrat(Montserrat, Barcelona, España)

Hoy contemplamos a Dios como un agricultor bueno y magnánimo, que siembra a manos llenas. No ha sido avaro en la redención del hombre, sino que lo ha gastado todo en su propio Hijo Jesucristo, que como grano enterrado (muerte y sepultura) se ha convertido en vida y resurrección nuestra gracias a su santa Resurrección.

Dios es un agricultor paciente. Los tiempos pertenecen al Padre, porque sólo Él conoce el día y la hora (cf. Mc 13,32) de la siega y la trilla. Dios espera. Y también nosotros debemos esperar sincronizando el reloj de nuestra esperanza con el designio salvador de Dios. Dice Santiago: «Ved como el labrador aguarda el fruto precioso de la tierra, esperando con paciencia las lluvias tempranas y tardías» (St 5,7). Dios espera la cosecha haciéndola crecer con su gracia. Nosotros tampoco podemos dormirnos, sino que debemos colaborar con la gracia de Dios prestando nuestra cooperación, sin poner obstáculos a esta acción transformadora de Dios.

El cultivo de Dios que nace y crece aquí en la tierra es un hecho visible en sus efectos; podemos verlos en los milagros auténticos y en los ejemplos clamorosos de santidad de vida. Son muchos los que, después de haber oído todas las palabras y el ruido de este mundo, sienten hambre y sed de escuchar la Palabra de Dios, auténtica, allí donde está viva y encarnada. Hay miles de personas que viven su pertenencia a Jesucristo y a la Iglesia con el mismo entusiasmo que al principio del Evangelio, ya que la palabra divina «halla la tierra donde germinar y dar fruto» (San Agustín); debemos, pues, levantar nuestra moral y encarar el futuro con una mirada de fe.

El éxito de la cosecha no radica en nuestras estrategias humanas ni en marketing, sino en la iniciativa salvadora de Dios “rico en misericordia” y en la eficacia del Espíritu Santo, que puede transformar nuestras vidas para que demos sabrosos frutos de caridad y de alegría contagiosa.

Pensamientos para el Evangelio de hoy

  • «Las obras buenas que hacemos no son nada si no somos capaces de soportar también pacientemente los males. Cuanto más asciende alguien en la perfección, tanto más crece contra él la adversidad del mundo» (San Gregorio Magno)

  • «La Palabra de Dios hace un camino dentro de nosotros. La escuchamos con los oídos y pasa al corazón; no permanece en los oídos, debe ir al corazón; y del corazón pasa a las manos, a las buenas obras» (Francisco)

  • «Pero esta unión íntima y vital con Dios puede ser olvidada, desconocida e incluso rechazada explícitamente por el hombre. Tales actitudes pueden tener orígenes muy diversos: la rebelión contra el mal en el mundo, la ignorancia o la indiferencia religiosas, los afanes del mundo y de las riquezas, el mal ejemplo de los creyentes, las corrientes del pensamiento hostiles a la religión, y finalmente esa actitud del hombre pecador que, por miedo, se oculta de Dios y huye ante su llamada» (Catecismo de la Iglesia Católica, nº 29)

 

jueves, 25 de julio de 2024

JUEVES 25 DE JULIO

 

    25 de julio: Santiago apóstol, patrón de España

Texto del Evangelio (Mt 20,20-28): En aquel tiempo, se acercó a Jesús la madre de los hijos de Zebedeo con sus hijos, y se postró como para pedirle algo. Él le dijo: «¿Qué quieres?». Dícele ella: «Manda que estos dos hijos míos se sienten, uno a tu derecha y otro a tu izquierda, en tu Reino». Replicó Jesús: «No sabéis lo que pedís. ¿Podéis beber la copa que yo voy a beber?». Dícenle: «Sí, podemos». Díceles: «Mi copa, sí la beberéis; pero sentarse a mi derecha o mi izquierda no es cosa mía el concederlo, sino que es para quienes está preparado por mi Padre».

Al oír esto los otros diez, se indignaron contra los dos hermanos. Mas Jesús los llamó y dijo: «Sabéis que los jefes de las naciones las dominan como señores absolutos, y los grandes las oprimen con su poder. No ha de ser así entre vosotros, sino que el que quiera llegar a ser grande entre vosotros, será vuestro servidor, y el que quiera ser el primero entre vosotros, será vuestro esclavo; de la misma manera que el Hijo del hombre no ha venido a ser servido, sino a servir y a dar su vida como rescate por muchos».

«¿Podéis beber la copa que yo voy a beber?»

Mons. Octavio RUIZ Arenas Secretario del Pontificio Consejo para la promoción de la Nueva Evangelización(Città del Vaticano, Vaticano)

Hoy, el episodio que nos narra este fragmento del Evangelio nos pone frente a una situación que ocurre con mucha frecuencia en las distintas comunidades cristianas. En efecto, Juan y Santiago han sido muy generosos al abandonar su casa y sus redes para seguir a Jesús. Han escuchado que el Señor anuncia un Reino y que ofrece la vida eterna, pero no logran entender todavía la nueva dimensión que presenta el Señor y, por ello, su madre va a pedir algo bueno, pero que se queda en las simples aspiraciones humanas: «Manda que estos dos hijos míos se sienten, uno a tu derecha y otro a tu izquierda, en tu Reino» (Mt 20,21).

De igual manera, nosotros escuchamos y seguimos al Señor, como lo hicieron los primeros discípulos de Jesús, pero no siempre logramos entender a cabalidad su mensaje y nos dejamos llevar por intereses personales o ambiciones dentro de la Iglesia. Se nos olvida que al aceptar al Señor, tenemos que entregarnos con confianza y de manera plena a Él, que no podemos pensar en obtener la gloria sin haber aceptado la cruz.

La respuesta que les da Jesús pone precisamente el acento en este aspecto: para participar de su Reino, lo que importa es aceptar beber de su misma «copa» (cf. Mt 20,22), es decir, estar dispuestos a entregar nuestra vida por amor a Dios y dedicarnos al servicio de nuestros hermanos, con la misma actitud de misericordia que tuvo Jesús. El Papa Francisco, en su primera homilía, recalcaba que para seguir a Jesús hay que caminar con la cruz, pues «cuando caminamos sin la cruz, cuando confesamos un Cristo sin cruz, no somos discípulos del Señor».

Seguir a Jesús exige, por consiguiente, gran humildad de nuestra parte. A partir del bautismo hemos sido llamados a ser testigos suyos para transformar el mundo. Pero esta transformación sólo la lograremos si somos capaces de ser servidores de los demás, con un espíritu de gran generosidad y entrega, pero siempre llenos de gozo por estar siguiendo y haciendo presente al Señor.

Pensamientos para el Evangelio de hoy

  • «Es como si Jesús les dijera: Vosotros me habláis de honores y de coronas, pero yo os hablo de luchas y fatigas. Éste no es tiempo de premios» (San Juan Crisóstomo)

  • «La tentación del cristianismo sin la cruz, una Iglesia a medio camino, que no quiere llegar a donde el Padre quiere, es la tentación del triunfalismo. Queremos el triunfo de hoy, sin ir a la cruz, un triunfo mundano, un triunfo razonable» (Francisco)

  • «La redención de Cristo consiste en que Él ‘ha venido a dar su vida como rescate por muchos’ (Mt 20,28), es decir ‘a amar a los suyos hasta el extremo’ (Jn 13,1) para que ellos fuesen ‘rescatados de la conducta necia heredada de sus padres’ (1Pe 1,18)» (Catecismo de la Iglesia Católica, nº 622)

Otros coment

 

miércoles, 24 de julio de 2024

MIERCOLES 20 DE JULIO


Miércoles 16 del tiempo ordinario
Texto del Evangelio (Mt 13,1-9): En aquel tiempo, salió Jesús de casa y se sentó a orillas del mar. Y se reunió tanta gente junto a Él, que hubo de subir a sentarse en una barca, y toda la gente quedaba en la ribera. Y les habló muchas cosas en parábolas. Decía: «Una vez salió un sembrador a sembrar. Y al sembrar, unas semillas cayeron a lo largo del camino; vinieron las aves y se las comieron. Otras cayeron en pedregal, donde no tenían mucha tierra, y brotaron enseguida por no tener hondura de tierra; pero en cuanto salió el sol se agostaron y, por no tener raíz, se secaron. Otras cayeron entre abrojos; crecieron los abrojos y las ahogaron. Otras cayeron en tierra buena y dieron fruto, una ciento, otra sesenta, otra treinta. El que tenga oídos, que oiga».

«Una vez salió un sembrador a sembrar»

P. Julio César RAMOS González SDB(Mendoza, Argentina)

Hoy, Jesús —en la pluma de Mateo— comienza a introducirnos en los misterios del Reino, a través de esta forma tan característica de presentarnos su dinámica por medio de parábolas.

La semilla es la palabra proclamada, y el sembrador es Él mismo. Éste no busca sembrar en el mejor de los terrenos para asegurarse la mejor de las cosechas. Él ha venido para que todos «tengan vida y la tenga en abundancia» (Jn 10,10). Por eso, no escatima en desparramar puñados generosos de semillas, sea «a lo largo del camino» (Mt 13,4), como en «el pedregal» (v. 5), o «entre abrojos» (v. 7), y finalmente «en tierra buena» (v. 8).

Así, las semillas arrojadas por generosos puños producen el porcentaje de rendimiento que las posibilidades “toponímicas” les permiten. El Concilio Vaticano II nos dice: «La Palabra de Dios se compara a una semilla sembrada en el campo: los que escuchan con fe y se unen al pequeño rebaño de Cristo han acogido el Reino; después la semilla, por sí misma, germina y crece hasta el tiempo de la siega» (Lumen gentium, n. 5).

«Los que escuchan con fe», nos dice el Concilio. Tú estás habituado a escucharla, tal vez a leerla, y quizá a meditarla. Según la profundidad de tu audición en la fe, será la posibilidad de rendimiento en los frutos. Aunque éstos vienen, en cierta forma, garantizados por la potencia vital de la Palabra-semilla, no es menor la responsabilidad que te cabe en la atenta audición de la misma. Por eso, «el que tenga oídos, que oiga» (Mt 13,9).

Pide hoy al Señor el ansia del profeta: «Cuando se presentaban tus palabras, yo las devoraba, tus palabras eran mi gozo y la alegría de mi corazón, porque yo soy llamado con tu Nombre, Señor, Dios de los ejércitos» (Jr 15,16).

Pensamientos para el Evangelio de hoy

  • «El sembrador divino arroja también ahora su semilla: nos invita a que propaguemos el divino mensaje, con la doctrina y con el ejemplo» (San Josemaría)

  • «El Señor arroja con abundancia y gratuidad la semilla de la Palabra de Dios. El sembrador no se desalienta porque sabe que parte de esta semilla está destinada a caer en ‘tierra buena’, es decir, en corazones ardientes y capaces de acoger la Palabra con disponibilidad, para bien de muchos» (Benedicto XVI)

  • «Las parábolas son como un espejo para el hombre: ¿acoge la palabra como un suelo duro o como una buena tierra? ¿Qué hace con los talentos recibidos? Jesús y la presencia del Reino en este mundo están secretamente en el corazón de las parábolas (…)» (Catecismo de la Iglesia Católica, nº 546)

 

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