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Vida Nueva Cali - Reproductor

sábado, 31 de agosto de 2024

DOMINGO 1 DE SEPTIEMBRE

 

VIDANUEVA

       “Su corazón está lejos de mí”

En el pasaje evangélico que leemos este domingo, Jesús nos remite a nuestro corazón, pues de él brota lo mejor y lo peor de nosotros mismos. Un corazón puro es el secreto de una persona unificada y libre. Según Søren Kierkegaard, un corazón puro es el que solo quiere una cosa: Dios y su voluntad.

La pureza de corazón es la integridad absoluta capaz de vencer los deseos que debilitan y dividen. Un corazón puro es un corazón receptivo, fiel, recto, confiado, valiente, firme y fuerte.

La impureza de corazón consiste en separarse de Dios. Un corazón impuro nunca está satisfecho; desea conseguir siempre más, pero contando con sus propios recursos. La impureza de corazón mancha, corrompe la conciencia, destruye la coherencia de vida y conduce a la muerte espiritual. Esta impureza puede adoptar muchas formas. Cualquiera que sea la fuerza o la idea que dirige nuestra vida, si no es Cristo, entonces estamos viviendo en la impureza.

Jesús le dio mucha importancia a la pureza del corazón; incluso la hizo objeto de una bienaventuranza. Pero, ¿cómo alcanzarla? Las enseñanzas evangélicas nos ayudan a ello. Por su parte, el apóstol san Pedro nos habla en su primera carta de purificar nuestra alma «por la obediencia a la verdad hasta amaros unos a otros como hermanos […] con una entrega total». Las pruebas de la vida tienen también un efecto purificador cuando se viven con fe.

El apóstol Juan habló de esto en términos similares: «Amados, ahora somos hijos de Dios, y aún no se ha manifestado lo que seremos; pero sabemos que cuando él aparezca, seremos semejantes a él, porque lo veremos tal como él es. Todo el que tiene esta esperanza en él, se purifica a sí mismo, así como él mismo es puro» (1 Jn 3,2-3).

A quienes se empeñan en este propósito, siempre bajo el respetuoso impulso y la ayuda de la gracia, se les promete como recompensa poder ver a Dios.

LECTURAS.:

DOMINGO 21 DEL T.O.     ---    1 DE SEPTIEMBRE

Lectura del Libro del Deuteronomio 4, 1-2. 6-8 :”Moisés habló al pueblo, diciendo: «Ahora, Israel, escucha los mandatos y decretos que yo os enseño para que, cumpliéndose, viváis y entréis a tomar posesión de la tierra que el Señor, Dios de vuestros padres, os va a dar…”

Salmo  14, 5 R: Señor, ¿quién puede hospedarse en tu tienda?

Lectura de la carta del apóstol Santiago 1, 17-18. 21b-22. 27 :”Mis queridos hermanos: Todo buen regalo y todo don perfecto viene de arriba, procede del Padre de las luces, en el cual no hay ni alteración ni sombra de mutación….”

Lectura del santo Evangelio según san Marcos 7, 1-8a. 14-15. 21-23 :”… “Este pueblo me honra con los labios, pero su corazón está lejos de mí. El culto que me dan está vacío, …”

Reflexión del Evangelio de hoy

Vuestra sabiduría y vuestra inteligencia

La sabiduría es el arte de vivir bien. Esto requiere un aprendizaje al que la mayoría llegamos tarde, después de muchos errores y de forma muy imperfecta. Sin embargo, Dios no cesa de indicarnos el camino y de facilitarnos las cosas, sin rendirse nunca. Dios es el que menos desespera de nosotros y de nuestras posibilidades.

En el Antiguo Testamento reveló a Moisés, a los profetas y a otros muchos personajes el secreto de este arte. El pasaje del libro del Deuteronomio que leemos hoy nos presenta con toda sencillez el camino de la sabiduría y de la inteligencia. Se trata de vivir obedeciendo a la Palabra de Dios. El sabio es el que vive escuchando siempre a Dios, con la convicción de que Él no cesa de hablarnos comunitaria y personalmente, y de que lo que nos dice siempre es constructivo, aunque a veces nos duela tanto y se parezca a una medicina amarga.

Ante esta Palabra es frecuente la tentación de acomodarla a nuestros gustos y deseos o a nuestro modo de pensar y de entender la realidad; o la tentación de añadirle algo, pues tenemos la osadía de considerarla incompleta. Pero ese modo de acercarse a la Palabra de Dios es justamente lo contrario de lo que nos hace verdaderamente sabios. Es verdad que la Palabra de Dios ha de ser interpretada para que pueda iluminar el momento presente, sin ahorrar ninguna de las herramientas que tenemos a nuestra disposición; hay que practicar un serio discernimiento; hay que llevarla a la oración; hay que contrastarla con los otros; hay que dejarse interpelar por ella; hay que permitirle que nos cambie. Entonces la escucha será verdadera y salvadora; entonces la Palabra de Dios nos dará la vida verdadera; responderá a nuestros anhelos más profundos; entonces experimentaremos la dulzura de vivir en comunión con Dios; entonces seremos sabios y tendremos inteligencia.

Cristo, regalo perfecto que nos viene de arriba

Después de la carta del apóstol san Pablo a los Efesios, que nos ha acompañado durante varios domingos, hoy comenzamos la lectura de la carta de Santiago, que parece un comentario al Salmo 14 que le precede. Estaba dirigida inicialmente a los neófitos (la palabra neófito significa literalmente «nueva planta»), es decir, a quienes habían recibido recientemente el sacramento del bautismo. Santiago les invita a explorar con él la nueva vida que han recibido; una vida vivida en el don de Dios, en su Palabra y en su luz. Los primeros cristianos entendían el bautismo como una verdadera iluminación.

El pasaje de hoy comienza invitándolos a contemplar el don del Padre de las luces. Para un cristiano, el don por excelencia, el mejor don, el regalo más maravilloso es Jesucristo. Santiago recuerda también que en el Padre no hay alteración ni sombra de mutación. Esto es una forma de hablarnos de la fidelidad de Dios. Sus dones son sin arrepentimiento. No se echa atrás por nuestras infidelidades, sino que persiste en su generosidad.

Santiago nos dice también que la verdadera escucha de la Palabra de Dios consiste en obedecerla, es decir, en ponerla en práctica. Esa Palabra nos proporciona una ley perfecta, una ley de libertad que nos hace dichosos si la ponemos en práctica en nuestra vida.

A continuación, Santiago nos recuerda en qué consiste la religiosidad auténtica e intachable a los ojos de Dios: en «atender a huérfanos y viudas en su aflicción y mantenerse incontaminado del mundo». Jesús, en el pasaje evangélico de este día nos enseña en qué consiste esa pureza o incontaminación del mundo.

Pegar el corazón a Dios

Los evangelistas no tienen un interés puramente histórico, no se interesan por la arqueología, sino que quieren despertar la fe de sus oyentes o lectores, en este caso, la nuestra. Por tanto, de nada nos serviría ensañarnos con los escribas y fariseos contemporáneos de Jesús si al leer y meditar este pasaje no aumenta nuestra fe en el Señor. Si los evangelistas insisten tanto en la confrontación entre Jesús y, especialmente, los fariseos no es solo porque estos tramaron su muerte, sino también porque sus comportamientos son una tentación constante para los cristianos de todos los tiempos, y son susceptibles de reeditarse constantemente, aunque con nuevas formas, a veces sutiles. Releer y meditar estos pasajes puede ser un antídoto para evitar caer en los mismos defectos. Ciertamente, los fariseos eran como nosotros, de la misma pasta. La palabra «fariseo» significa «separado». El movimiento fariseo, nacido hacia el año 135 a. C., deseaba la conversión; quería apartarse de todo compromiso político; buscaba la pureza de la fe. Pero, si no estamos vigilantes, aun los mejores ideales y propósitos se corrompen.

Los evangelistas recogen varias confrontaciones entre Jesús, por una parte, y los escribas y fariseos, por otra. Escribas y fariseos trataban de demostrar que Jesús no era un buen maestro porque no enseñaba bien a sus discípulos; se pasaba por alto las tradiciones de los mayores. Hay que reconocer que las tradiciones son muy importantes en la vida de un pueblo; son una riqueza legada por los antepasados, que expresa la sabiduría adquirida; en torno a ellas se forma la identidad de las nuevas generaciones. Por tanto, atacar las tradiciones de un pueblo es atacar su identidad. Jesús no pretende anular las tradiciones, sino purificarlas de los elementos excluyentes y nocivos.

En el pasaje de hoy, Jesús califica a los fariseos y escribas de «hipócritas», y les aplica la acusación que en otro tiempo el profeta Isaías dirigía contra todo el pueblo elegido: «Este pueblo me honra con los labios, pero su corazón está lejos de mí. El culto que me dan está vacío, porque la doctrina que enseñan son preceptos humanos».

El culto verdadero es el que establece una concordancia entre los labios y el corazón; el que brota de un corazón apegado a Dios.

Jesús les critica también porque dejan de lado el mandamiento de Dios para aferrarse a la tradición de los hombres. Esta forma de banalizar la palabra de Dios es grave, y destruye la verdadera religión, en la que Dios debe tener el primer puesto, y todo lo demás debe pasar a un segundo plano. Este comportamiento es una constante en la historia de las religiones.

Jesús aprovecha la ocasión para instruir a la gente sobre algo muy importarte y liberador al mismo tiempo, y que no ha sido aprendido ni aceptado por algunas religiones: Solo lo que sale del corazón contamina el hombre, no lo que entra por la boca.

Pero nuestro corazón será verdaderamente puro si está apegado a la fuente de la santidad y de la pureza.

¿Busco la sabiduría que viene de Dios?

¿Escucho con respeto la Palabra de Dios y tengo la esperanza de que me transforme?

¿Mi corazón está apegado a Dios, o está más atento a otras realidades o personas?

 

SABADO 31 DE AGOSTO

 Sábado 21 del tiempo ordinario

Texto del Evangelio (Mt 25,14-30): En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: «Un hombre, al ausentarse, llamó a sus siervos y les encomendó su hacienda: a uno dio cinco talentos, a otro dos y a otro uno, a cada cual según su capacidad; y se ausentó. Enseguida, el que había recibido cinco talentos se puso a negociar con ellos y ganó otros cinco. Igualmente el que había recibido dos ganó otros dos. En cambio, el que había recibido uno se fue, cavó un hoyo en tierra y escondió el dinero de su señor.

»Al cabo de mucho tiempo, vuelve el señor de aquellos siervos y ajusta cuentas con ellos. Llegándose el que había recibido cinco talentos, presentó otros cinco, diciendo: ‘Señor, cinco talentos me entregaste; aquí tienes otros cinco que he ganado’. Su señor le dijo: ‘¡Bien, siervo bueno y fiel!; en lo poco has sido fiel, al frente de lo mucho te pondré; entra en el gozo de tu señor’. Llegándose también el de los dos talentos dijo: ‘Señor, dos talentos me entregaste; aquí tienes otros dos que he ganado’. Su señor le dijo: ‘¡Bien, siervo bueno y fiel!; en lo poco has sido fiel, al frente de lo mucho te pondré; entra en el gozo de tu señor’.

»Llegándose también el que había recibido un talento dijo: ‘Señor, sé que eres un hombre duro, que cosechas donde no sembraste y recoges donde no esparciste. Por eso me dio miedo, y fui y escondí en tierra tu talento. Mira, aquí tienes lo que es tuyo’. Mas su señor le respondió: ‘Siervo malo y perezoso, sabías que yo cosecho donde no sembré y recojo donde no esparcí; debías, pues, haber entregado mi dinero a los banqueros, y así, al volver yo, habría cobrado lo mío con los intereses. Quitadle, por tanto, su talento y dádselo al que tiene los diez talentos. Porque a todo el que tiene, se le dará y le sobrará; pero al que no tiene, aun lo que tiene se le quitará. Y a ese siervo inútil, echadle a las tinieblas de fuera. Allí será el llanto y el rechinar de dientes’».

«Un hombre, al ausentarse, llamó a sus siervos y les encomendó su hacienda»

Rev. D. Albert SOLS i Lúcia(Barcelona, España)

Hoy contemplamos la parábola de los talentos. En Jesús apreciamos como un momento de cambio de estilo en su mensaje: el anuncio del Reino ya no se limita tanto a señalar su proximidad como a describir su contenido mediante narraciones: ¡es la hora de las parábolas!

Un gran hombre decide emprender un largo viaje, y confía todo el patrimonio a sus siervos. Pudo haberlo distribuido por partes iguales, pero no lo hizo así. Dio a cada uno según su capacidad (cinco, dos y un talentos). Con aquel dinero pudo cada criado capitalizar el inicio de un buen negocio. Los dos primeros se lanzaron a la administración de sus depósitos, pero el tercero —por miedo o por pereza— prefirió guardarlo eludiendo toda inversión: se encerró en la comodidad de su propia pobreza.

El señor regresó y... exigió la rendición de cuentas (cf. Mt 25,19). Premió la valentía de los dos primeros, que duplicaron el depósito confiado. El trato con el criado “prudente” fue muy distinto.

El mensaje de la parábola sigue teniendo una gran actualidad. La separación progresiva entre la Iglesia y los Estados no es mala, todo lo contrario. Sin embargo, esta mentalidad global y progresiva esconde un efecto secundario, peligroso para los cristianos: ser la imagen viva de aquel tercer criado a quien el amo (figura bíblica de Dios Padre) reprochó con gran severidad. Sin malicia, por pura comodidad o miedo, corremos el peligro de esconder y reducir nuestra fe cristiana al entorno privado de familia y amigos íntimos. El Evangelio no puede quedar en una lectura y estéril contemplación. Hemos de administrar con valentía y riesgo nuestra vocación cristiana en el propio ambiente social y profesional proclamando la figura de Cristo con las palabras y el testimonio.

Comenta san Agustín: «Quienes predicamos la palabra de Dios a los pueblos no estamos tan alejados de la condición humana y de la reflexión apoyada en la fe que no advirtamos nuestros peligros. Pero nos consuela el que, donde está nuestro peligro por causa del ministerio, allí tenemos la ayuda de vuestras oraciones».

Pensamientos para el Evangelio de hoy

  • «Es más precioso delante de Dios y del alma un poquito de este puro amor, y más provecho hace a la Iglesia, aunque parece que no hace nada, que todas esas otras obras juntas» (San Juan de la Cruz)

  • «El Señor no da a todos las mismas cosas y de la misma manera: nos conoce personalmente y nos confía aquello que es justo para nosotros; pero en todos coloca la misma inmensa confianza. ¡No lo defraudemos!» (Francisco)

  • «Estas diferencias pertenecen al plan de Dios, que quiere que cada uno reciba de otro aquello que necesita, y que quienes disponen de “talentos” particulares comuniquen sus beneficios a los que los necesiten (…)» (Catecismo de la Iglesia Católica, nº 1.937)

viernes, 30 de agosto de 2024

VIERNES 30 DE AGOSTO

 

Viernes 21 del tiempo ordinario
Texto del Evangelio (Mt 25,1-13): En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos esta parábola: «El Reino de los Cielos será semejante a diez vírgenes, que, con su lámpara en la mano, salieron al encuentro del novio. Cinco de ellas eran necias, y cinco prudentes. Las necias, en efecto, al tomar sus lámparas, no se proveyeron de aceite; las prudentes, en cambio, junto con sus lámparas tomaron aceite en las alcuzas. Como el novio tardara, se adormilaron todas y se durmieron. Mas a media noche se oyó un grito: ‘¡Ya está aquí el novio! ¡Salid a su encuentro!’. Entonces todas aquellas vírgenes se levantaron y arreglaron sus lámparas. Y las necias dijeron a las prudentes: ‘Dadnos de vuestro aceite, que nuestras lámparas se apagan’. Pero las prudentes replicaron: ‘No, no sea que no alcance para nosotras y para vosotras; es mejor que vayáis donde los vendedores y os lo compréis’. Mientras iban a comprarlo, llegó el novio, y las que estaban preparadas entraron con él al banquete de boda, y se cerró la puerta. Más tarde llegaron las otras vírgenes diciendo: ‘¡Señor, señor, ábrenos!’. Pero él respondió: ‘En verdad os digo que no os conozco’. Velad, pues, porque no sabéis ni el día ni la hora».

«En verdad os digo que no os conozco»

Rev. D. Joan Ant. MATEO i García(Tremp, Lleida, España)

Hoy, Viernes XXI del tiempo ordinario, el Señor nos recuerda en el Evangelio que hay que estar siempre vigilantes y preparados para encontrarnos con Él. A media noche, en cualquier momento, pueden llamar a la puerta e invitarnos a salir a recibir al Señor. La muerte no pide cita previa. De hecho, «no sabéis ni el día ni la hora» (Mt 25,13).

Vigilar no significa vivir con miedo y angustia. Quiere decir vivir de manera responsable nuestra vida de hijos de Dios, nuestra vida de fe, esperanza y caridad. El Señor espera continuamente nuestra respuesta de fe y amor, constantes y pacientes, en medio de las ocupaciones y preocupaciones que van tejiendo nuestro vivir.

Y esta respuesta sólo la podemos dar nosotros, tú y yo. Nadie lo puede hacer en nuestro lugar. Esto es lo que significa la negativa de las vírgenes prudentes a ceder parte de su aceite para las lámparas apagadas de las vírgenes necias: «Es mejor que vayáis donde los vendedores y os lo compréis» (Mt 25,9). Así, nuestra respuesta a Dios es personal e intransferible.

No esperemos un “mañana” —que quizá no vendrá— para encender la lámpara de nuestro amor para el Esposo. Carpe diem! Hay que vivir en cada segundo de nuestra vida toda la pasión que un cristiano ha de sentir por su Señor. Es un dicho conocido, pero que no estará de más recordarlo de nuevo: «Vive cada día de tu vida como si fuese el primer día de tu existencia, como si fuese el único día de que disponemos, como si fuese el último día de nuestra vida». Una llamada realista a la necesaria y razonable conversión que hemos de llevar a término.

Que Dios nos conceda la gracia en su gran misericordia de que no tengamos que oír en la hora suprema: «En verdad os digo que no os conozco» (Mt 25,12), es decir, «no habéis tenido ninguna relación ni trato conmigo». Tratemos al Señor en esta vida de manera que lleguemos a ser conocidos y amigos suyos en el tiempo y en la eternidad.

Pensamientos para el Evangelio de hoy

  • «Alma mía, tienes una tarea, una gran tarea, si quieres. Escruta seriamente tu interior, tu ser, tu destino, de dónde vienes y a dónde vas; trata de saber si es vida la que vives o si hay algo más. Por tanto, purifica tu vida» (San Gregorio Nacianceno)

  • «Al cristiano no le basta con esperar, debe “actuar”» (Benedicto XVI)

  • «Cristo es el centro de toda vida cristiana. El vínculo con Él ocupa el primer lugar entre todos los demás vínculos, familiares o sociales. Desde los comienzos de la Iglesia ha habido hombres y mujeres que han renunciado al gran bien del matrimonio para seguir al Cordero dondequiera que vaya (…), para ir al encuentro del Esposo que viene (…)» (Catecismo de la Iglesia Católica, nº 1.618)

jueves, 29 de agosto de 2024

JUEVES 29 DE AGOSTO


       29 de agosto: El martirio de san Juan Bautista

Texto del Evangelio (Mc 6,17-29): En aquel tiempo, Herodes había enviado a prender a Juan y le había encadenado en la cárcel por causa de Herodías, la mujer de su hermano Filipo, con quien Herodes se había casado. Porque Juan decía a Herodes: «No te está permitido tener la mujer de tu hermano». Herodías le aborrecía y quería matarle, pero no podía, pues Herodes temía a Juan, sabiendo que era hombre justo y santo, y le protegía; y al oírle, quedaba muy perplejo, y le escuchaba con gusto.

Y llegó el día oportuno, cuando Herodes, en su cumpleaños, dio un banquete a sus magnates, a los tribunos y a los principales de Galilea. Entró la hija de la misma Herodías, danzó, y gustó mucho a Herodes y a los comensales. El rey, entonces, dijo a la muchacha: «Pídeme lo que quieras y te lo daré». Y le juró: «Te daré lo que me pidas, hasta la mitad de mi reino». Salió la muchacha y preguntó a su madre: «¿Qué voy a pedir?». Y ella le dijo: «La cabeza de Juan el Bautista». Entrando al punto apresuradamente adonde estaba el rey, le pidió: «Quiero que ahora mismo me des, en una bandeja, la cabeza de Juan el Bautista». El rey se llenó de tristeza, pero no quiso desairarla a causa del juramento y de los comensales. Y al instante mandó el rey a uno de su guardia, con orden de traerle la cabeza de Juan. Se fue y le decapitó en la cárcel y trajo su cabeza en una bandeja, y se la dio a la muchacha, y la muchacha se la dio a su madre. Al enterarse sus discípulos, vinieron a recoger el cadáver y le dieron sepultura.

«Juan decía a Herodes: ‘No te está permitido tener la mujer de tu hermano’»

Fray Josep Mª MASSANA i Mola OFM(Barcelona, España)

Hoy recordamos el martirio de san Juan Bautista, el Precursor del Mesías. Toda la vida del Bautista gira en torno a la Persona de Jesús, de manera que sin Él, la existencia y la tarea del Precursor del Mesías no tendría sentido.

Ya, desde las entrañas de su madre, siente la proximidad del Salvador. El abrazo de María y de Isabel, dos futuras madres, abrió el diálogo de los dos niños: el Salvador santificaba a Juan, y éste saltaba de entusiasmo dentro del vientre de su madre.

En su misión de Precursor mantuvo este entusiasmo -que etimológicamente significa "estar lleno de Dios"-, le preparó los caminos, le allanó las rutas, le rebajó las cimas, lo anunció ya presente, y lo señaló con el dedo como el Mesías: «He ahí el Cordero de Dios» (Jn 1,36).

Al atardecer de su existencia, Juan, al predicar la libertad mesiánica a quienes estaban cautivos de sus vicios, es encarcelado: «Juan decía a Herodes: ‘No te está permitido tener la mujer de tu hermano’» (Mc 6,18). La muerte del Bautista es el testimonio martirial centrado en la persona de Jesús. Fue su Precursor en la vida, y también le precede ahora en la muerte cruel.

San Beda nos dice que «está encerrado, en la tiniebla de una mazmorra, aquel que había venido a dar testimonio de la Luz, y había merecido de la boca del mismo Cristo (…) ser denominado "antorcha ardiente y luminosa". Fue bautizado con su propia sangre aquél a quien antes le fue concedido bautizar al Redentor del mundo».

Ojalá que la fiesta del Martirio de san Juan Bautista nos entusiasme, en el sentido etimológico del término, y, así, llenos de Dios, también demos testimonio de nuestra fe en Jesús con valentía. Que nuestra vida cristiana también gire en torno a la Persona de Jesús, lo cual le dará su pleno sentido.

Pensamientos para el Evangelio de hoy

  • «En la persecución Dios corona a sus soldados; en la paz corona la buena conciencia» (San Cipriano)

  • «San Juan Bautista fue fiel al Señor hasta el final. Atrajo a multitudes de pecadores hacia Dios. Lo que más atraía de él era su ejemplo de fidelidad y su entrega total a Dios, hasta el punto de derramar su sangre antes que traicionar su conciencia» (Francisco)

  • «San Juan Bautista es el precursor inmediato del Señor (…). Precediendo a Jesús ‘con el espíritu y el poder de Elías’ (Lc 1,17), da testimonio de Él mediante su predicación, su bautismo de conversión y finalmente con su martirio» (Catecismo de la Iglesia Católica, nº 523)

martes, 27 de agosto de 2024

MARTES 27 DE AGOSTO

 Martes 21 del tiempo ordinario

Texto del Evangelio (Mt 23,23-26): En aquel tiempo, Jesús dijo: «¡Ay de vosotros, escribas y fariseos hipócritas, que pagáis el diezmo de la menta, del aneto y del comino, y descuidáis lo más importante de la Ley: la justicia, la misericordia y la fe! Esto es lo que había que practicar, aunque sin descuidar aquello. ¡Guías ciegos, que coláis el mosquito y os tragáis el camello! ¡Ay de vosotros, escribas y fariseos hipócritas, que purificáis por fuera la copa y el plato, mientras por dentro están llenos de rapiña y codicia! ¡Fariseo ciego, purifica primero por dentro la copa, para que también por fuera quede pura!».

«Purifica primero por dentro la copa, para que también por fuera quede pura»

Fr. Austin NORRIS(Mumbai, India)

Hoy tenemos la impresión de “pillar” a Jesús en un arrebato de mal humor —realmente alguien le ha hecho sentir molesto—. Jesucristo se siente incómodo con la falsa religiosidad, las peticiones pomposas y la piedad egoísta. Él ha notado un vacío de amor, a saber, echa en falta «la justicia, la misericordia y la fe» (Mt 23,23) tras las acciones superficiales con las que tratan de cumplir la Ley. Jesús encarna esas cualidades en su persona y ministerio. Él era la justicia, la misericordia y la fe. Sus acciones, milagros, sanaciones y palabras rezumaban estos verdaderos fundamentos, que fluyen de su corazón amoroso. Para Jesucristo no se trataba de una cuestión de “Ley”, sino que era un asunto de corazón…

Incluso en las palabras de castigo vemos en Dios un toque de amor, importante para quienes quieran volver a lo básico: «Se te ha indicado, hombre, qué es lo bueno y qué exige de ti el Señor: nada más que practicar la justicia, amar la fidelidad y caminar humildemente con tu Dios» (Miq 6,8). El Papa Francisco dijo: «Un poco de misericordia hace al mundo menos frío y más justo. Necesitamos comprender bien esta misericordia de Dios, este Padre misericordioso que tiene tanta paciencia... Recordemos al profeta Isaías, cuando afirma que, aunque nuestros pecados fueran rojo escarlata, el Amor de Dios los volverá blancos como la nieve. Es hermoso, esto de la misericordia».

«¡Purifica primero por dentro la copa, para que también por fuera quede pura!» (Mt 23,26). ¡Cuán cierto es eso para cada uno de nosotros! Sabemos cómo la limpieza personal nos hace sentir frescos y vibrantes por dentro y por fuera. Más aun, en el ámbito espiritual y moral nuestro interior, nuestro espíritu, si está limpio y sano brillará en buenas obras y acciones que honren a Dios y le rindan un verdadero homenaje (cf. Jn 5,23). Fijémonos en el marco más grande del amor, de la justicia y de la fe y no nos perdamos en menudencias que consumen nuestro tiempo, nos empequeñecen y nos hacen quisquillosos. ¡Saltemos al vasto océano del Amor de Dios y no nos conformemos con riachuelos de mezquindad!

Pensamientos para el Evangelio de hoy

  • «Los reprende también, porque teniendo cierta jactancia de afectación inútil, abandonan el ministerio de las cosas más útiles. Por lo tanto, de lo primero que debe cuidarse es del brillo de la conciencia interior» (San Hilario de Poitiers)

  • «La buena noticia es que Él está dispuesto a limpiarnos, la buena noticia es que todavía no estamos terminados, que como buenos discípulos estamos en camino» (Francisco)

  • «La verdad como rectitud de la acción y de la palabra humana, tiene por nombre veracidad, sinceridad o franqueza. La verdad o veracidad es la virtud que consiste en mostrarse veraz en los propios actos y en decir verdad en sus palabras, evitando la duplicidad, la simulación y la hipocresía» (Catecismo de la Iglesia Católica, nº 2.468)

Otros comentarios

lunes, 26 de agosto de 2024

LUNES 26 DE AGOSTO

 

Lunes 21 del tiempo ordinario
Texto del Evangelio (Mt 23,13-22): En aquel tiempo, Jesús dijo: «¡Ay de vosotros, escribas y fariseos hipócritas, que cerráis a los hombres el Reino de los Cielos! Vosotros ciertamente no entráis; y a los que están entrando no les dejáis entrar. ¡Ay de vosotros, escribas y fariseos hipócritas, que recorréis mar y tierra para hacer un prosélito, y, cuando llega a serlo, le hacéis hijo de condenación el doble que vosotros! ¡Ay de vosotros, guías ciegos, que decís: ‘Si uno jura por el Santuario, eso no es nada; mas si jura por el oro del Santuario, queda obligado!’ ¡Insensatos y ciegos! ¿Qué es más importante, el oro, o el Santuario que hace sagrado el oro? Y también: ‘Si uno jura por el altar, eso no es nada; mas si jura por la ofrenda que está sobre él, queda obligado’. ¡Ciegos! ¿Qué es más importante, la ofrenda, o el altar que hace sagrada la ofrenda? Quien jura, pues, por el altar, jura por él y por todo lo que está sobre él. Quien jura por el Santuario, jura por él y por Aquel que lo habita. Y quien jura por el cielo, jura por el trono de Dios y por Aquel que está sentado en él».

«¡Ay de vosotros, escribas y fariseos hipócritas, que cerráis a los hombres el Reino de los Cielos!»

Abbé Marc VAILLOT(París, Francia)

Hoy, una vez más, el Evangelio muestra cómo se vuelca la bondad de Dios que vela por nuestra felicidad. Nos indica claramente cuáles son las fuentes: la verdad, el bien, la rectitud, la justicia, el amor… y todas las virtudes. Nos avisa también para que no caigamos en las trampas —excesos, concupiscencias, engaños, en una palabra, los pecados— que nos impedirían alcanzar tal felicidad.

Jesús utiliza su divina autoridad para mostrarnos claramente el carácter absoluto del bien, que debemos perseguir, y el del mal, que debemos evitar a toda costa. De ahí, su viva y amable exhortación a respetar la carta magna de la vida cristiana: las Bienaventuranzas, vías que dan el acceso a la Felicidad. En paralelo, encontramos el tono amenazador utilizado en el Evangelio de hoy: las Maldiciones de aquellos actos destructores que siempre deben ser evitados. El mismo Corazón sagrado, el mismo Amor es el que dicta las Bienaventuranzas (cf. Mt 5,1 ss) y las Maldiciones.

Es muy necesario entender que son tan importantes los unos como los otros para quien quiera salvarse: «Bienaventurados» los pobres; los corazones sedientos de justicias; las almas misericordiosas… «¡Ay de vosotros!»… cuando escandalizáis a los demás; cuando enseñáis y no lo ponéis por obra; cuando corrompéis la sana doctrina; cuando desviáis a los demás del camino derecho…

Jesús añade con firmeza: cuanto mayor sea vuestra responsabilidad ante los demás, más fuerte será la maldición que recaerá sobre vosotros. Nuestro Señor, en este pasaje se está dirigiendo a los notables: «¡Ay de vosotros, escribas y fariseos hipócritas!» (Mt 23,13 ss).

Apliquemos a nuestras vidas esta enseñanza divina. Nuestras buenas y malas acciones tienen siempre un doble impacto: uno, que recae sobre nosotros mismos, pues cada acción nos mejora o nos asola; el otro, teniendo en cuenta nuestra situación de adultos, padres, maestros, responsables bajo cualquier aspecto, cada uno de nuestros actos puede tener repercusiones, buenas o malas, insospechadas: «La vida no es tiempo que pasa, sino tiempo de encuentro» (Francisco).

¡Y tendremos que rendir cuenta de ello al amor de Dios!

Pensamientos para el Evangelio de hoy

  • «Nosotros formamos un solo cuerpo en Cristo, ricos y pobres, esclavos y libres, sanos y enfermos; y una sola es la cabeza de la que todo deriva: Jesucristo. Y como sucede con los miembros de un solo cuerpo, cada uno debe ocuparse de los demás, y todos de todos» (San Gregorio Nacianceno)

  • «Dios —como un regalo— nos ha revelado su Santo Nombre: debemos guardarlo en la memoria, en un silencio de amorosa adoración. Sin embargo, de ninguna palabra se ha abusado tanto como de la palabra “Dios”» (Benedicto XVI)

  • «La superstición es la desviación del sentimiento religioso y de las prácticas que impone. Puede afectar también al culto que damos al verdadero Dios, por ejemplo, cuando se atribuye una importancia, de algún modo, mágica a ciertas prácticas, por otra parte, legítimas o necesarias (…)» (Catecismo de la Iglesia Católica, nº 2.111)

sábado, 24 de agosto de 2024

DOMINGO 25 DE AGOSTO

 

VIDA  NUEVA

     “También vosotros queréis marcharos”

En este domingo, último de agosto, finalizamos la lectura del capítulo 6 del Evangelio según san Juan. Jesús aprovechó el milagro de la multiplicación de los panes y los peces para dar de comer a una multitud de personas que lo seguían, y expuso el contenido del misterio eucarístico. Aclaró que él era el verdadero pan bajado del cielo para dar vida a la humanidad, necesitada de redención. En la Última Cena dará a comer su cuerpo sacramentado como pan de vida y a beber su sangre que se derramará en la cruz como bebida de salvación. La Eucaristía es fuente de vida eterna.

En el día de hoy se comprueba lo duro que resultó el mensaje del Señor, al que estaban dispuestos a levantar a lo más alto. Sin embrago, su predicación desilusionó a la multitud que lo buscaba por tierra y mar y hasta muchos de los que se consideraban sus discípulos se echaron atrás. En tales circunstancias, formuló a los Apóstoles una pregunta que, en algunos grupos religiosos, se pedía que se formulara en momentos de alguna salida: «¿También vosotros os queréis marchar?». Nada obsta para que también nos interroguemos en algún momento.

La respuesta de Pedro, adelantándose a los demás, fue bien tajante: «Señor, ¿a dónde iremos? Tú tienes palabras de vida eterna, nosotros creemos y sabemos que tú eres el Santo de Dios».

LECTURAS:

DOMINGO 21 DEL  T. O.    -  25 DE AGOSTO

Lectura del Libro de Josué 24, 1-2a. 15-17. 18b:”…También nosotros serviremos al Señor: ¡porque él es nuestro Dios!».

Salmo 33,  R: Gustad y ved qué bueno es el Señor.

Lectura de la carta del Apóstol San Pablo a los Efesios 5, 21-32:“Sed sumisos unos a otros en el temor de Cristo:…”

Evangelio según San Juan 6, 60-69:”En aquel tiempo, muchos de los discípulos de Jesús, dijeron:
«Este modo de hablar es duro, ¿quién puede hacerle caso?»…

Reflexión del Evangelio de hoy

El tema central para la meditación es el de la creencia en relación con Dios, con todo lo que significa este vínculo con la divinidad. Ha sido el escollo principal y lo sigue siendo a lo largo de la historia, también en nuestros días. Hemos de clarificarnos acerca de una cuestión tan decisiva. Somos seres libres y, a la vez, condicionados por la elección del recorrido de una senda, única, en definitiva, para llegar al término. Existe un solo camino, aunque sean múltiples los modos de recorrerlo. Es de libre elección y se opta a recorrerlo personalmente. Es verdad que para llegar a ello se precisa de un buen uso de las posibilidades recibidas, pero también de la ayuda de los semejantes, especialmente de los más allegados, a comenzar por la familia.

La fe es necesaria para el crecimiento en comunidad porque, de otro modo, sufriría todo nuestro ser. Pero esta virtud no es únicamente un valor humano, sino que se necesita de la fe sobrenatural, sin la cual no llegaríamos nunca a vivir la realidad misteriosa de la salvación. Hoy se recuerda que esta fe parte de Dios, pero hay que corresponderla: «Nadie puede venir a mí si el Padre no se lo concede».

Josué recordaba ante el pueblo la libertad de que gozaban para la elección de su vivencia religiosa. Podían escoger entre lo que se llevaba y era usual en su entorno, o bien, lo que sintonizaba con sus raíces. Lo primero estaba al alcance; lo conocían y experimentaban, no hacía falta especificarlo. Para lo segundo, ofreció elementos de reflexión: Dios, por medio de Moisés, los sacó de la esclavitud de Egipto. Además, los acompañó incansablemente a lo largo del desierto. Guardaban todos recuerdo de prodigios y signos que realizó, al igual que la defensa obtenida. Israel reaccionó sin titubeos: «¡Lejos de nosotros abandonar al Señor, para servir a otros dioses!». Fueron concordes en mantener su identidad religiosa. Además, el Decálogo guiaba su conducta. Confesaron que valía la pena la dureza del camino.

En el Evangelio, multitudes que participaron en el milagro de la multiplicación panes, acudieron presurosos al encuentro de Jesús dispuesto a predicar abiertamente acerca de cuanto preanunciaba semejante signo. El gentío y hasta muchos de sus discípulos quedaron desconcertados y murmuraban: «Este modo de hablar es duro, ¿quién puede hacerle caso?». Les había dicho que el pan de Dios es el mismo Jesucristo que se encarna y da la vida al mundo. Por si todavía albergaban alguna duda, aclaró: «Yo soy el pan de la vida. El que venga a mí, no tendrá hambre, y el que crea en mí, no tendrá nunca sed».

Pero Jesús siguió adelante: el Hijo de Dios, hecho verdaderamente hombre, subirá adonde estaba antes. Mientras tanto, se les invitaba a recibir sus palabras que contienen espíritu y vida. La crudeza del mensaje alejó de él a muchos, sin descontar a discípulos hasta entonces. Tanto fue así, que Jesús dirigió una pregunta a los Doce: «¿También vosotros queréis marcharos?». Quien hasta entonces se veía rodeado de multitudes le quedaban ante sí unos pocos.

No resulta difícil imaginarse la escena y hasta el tono con que el Señor formuló su pregunta. Es el interrogante de Jesús que se repite a lo largo de la civilización cristiana, todavía en la actualidad. Se ha de aceptar que son millones los cristianos a quienes les resulta dura la plena enseñanza del Maestro. Pero él jamás la rebajó. Mostro, por el contrario, que es la única que lleva a la gloria de la resurrección. Simón Pedro mostró cuál ha de ser nuestra respuesta: «Señor, ¿a quién vamos a acudir? Tú tienes palabras de vida eterna; nosotros creemos y sabemos que tú eres el Santo de Dios».

Las palabras de vida eterna se resumen en el amor, en reciprocidad al que Dios nos tiene y en el que tenemos por modelo a Jesucristo. San Pablo lo aplica en el fragmento de la carta a los Efesios a los esposos entre sí y elige modelo el amor que Cristo profesa a su Iglesia.

Cuál puede ser la razón de la diversidad entre las palabras de Jesús: «Mi yugo es suave y mi carga ligera» y las que pronunciaban las multitudes que murmuraban por la doctrina que les predicaba Jesús: «Este modo de hablar es duro, ¿quién puede hacerle caso?». ¿Puede ser nuestra respuesta la del apóstol Pedro: «Señor, ¿a quién vamos a acudir? ¿Tú tienes palabras de vida eterna»? ¿Nos interroga el presente de muchos cristianos por lo que se refiere a la vivencia de la Eucaristía?

 

 

 

SABADO 24 DE AGOSTO

 

24 de agosto: San Bartolomé, apóstol
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Texto del Evangelio (Jn 1,45-51): En aquel tiempo (…), vio Jesús que se acercaba Natanael y dijo de él: «Ahí tenéis a un israelita de verdad, en quien no hay engaño». Le dice Natanael: «¿De qué me conoces?». Le respondió Jesús: «Antes de que Felipe te llamara, cuando estabas debajo de la higuera, te vi». Le respondió Natanael: «Rabbí, tú eres el Hijo de Dios, tú eres el Rey de Israel» (…).

San Bartolomé, apóstol

REDACCIÓN evangeli.net (elaborado a partir de textos de Benedicto XVI)(Città del Vaticano, Vaticano)

Hoy contemplamos la llamada de Natanael, tradicionalmente identificado con el apóstol Bartolomé. Sobresale su confesión de fe: "Rabí, tú eres el Hijo de Dios, tú eres el Rey de Israel". Esta confesión tiene la función de abrir el terreno al cuarto Evangelio, pues ofrece un primer e importante paso en el camino de la adhesión a Cristo.

Bartolomé reconoce a Jesús tanto por su relación especial con Dios Padre, del que es Hijo unigénito, como por su relación con el pueblo de Israel, de quien es llamado rey (atribución propia del Mesías esperado). Estos dos elementos son esenciales: si proclamáramos sólo la dimensión celestial de Jesús, correríamos el riesgo de hacer de Él un ser etéreo y evanescente; si sólo reconociéramos su papel concreto en la historia, podríamos descuidar su dimensión divina, que constituye su identidad propia.

—San Bartolomé, intercede para que —imitando tu paso discreto por la vida— yo sepa adherirme a Dios y dar testimonio de Él sin realizar obras sensacionales: ¡el extraordinario es Jesús!

viernes, 23 de agosto de 2024

VIERNES 23 DE AGOSTO

      23 de agosto: Santa Rosa de Lima, virgen (Patrona de América Latina y Filipinas)

Texto del Evangelio (Mt 13,44-46): En aquel tiempo, Jesús dijo a la gente: «El Reino de los Cielos es semejante a un tesoro escondido en un campo que, al encontrarlo un hombre, vuelve a esconderlo y, por la alegría que le da, va, vende todo lo que tiene y compra el campo aquel.

»También es semejante el Reino de los Cielos a un mercader que anda buscando perlas finas, y que, al encontrar una perla de gran valor, va, vende todo lo que tiene y la compra».

«Vende todo lo que tiene y compra el campo»

Rev. D. Antoni CAROL i Hostench(Sant Cugat del Vallès, Barcelona, España)

Hoy nos llenamos de gozo celebrando la primera santa (y patrona) del Continente Americano, santa Rosa de Lima (1585-1617). Ella encontró el “tesoro” (cf. Mt 13,44) y lo encontró porque rezaba. Jesucristo, nuestro “tesoro”, se deja encontrar fácilmente, pero hay que buscarlo. En efecto, mientras ella rezaba ante una imagen de la Virgen María, un día sintió que Jesús le decía: «Rosa, dedícame a mí todo tu amor». Ella estaba dispuesta a “vender” todo lo que tenía (cf. Mt 13,46), para poder pertenecer totalmente a Dios…

Pero no le resultó fácil la “venta”. Ella quería, pero su entorno —empezando por su propia familia— se oponía o, por lo menos, no se lo facilitaba. Se necesita siempre un esfuerzo; ¡hay que aferrarse a la Cruz de Cristo! Rosa tenía tan bien aprendida la lección que, según dejó escrito, ella habría deseado «ir en medio de las plazas para gritar muy fuerte a todas las personas: Escuchad, pueblos; escuchad todos: no podemos alcanzar la gracia si no soportamos la aflicción; es necesario unir trabajos y fatigas para conseguir la íntima participación en la naturaleza divina».

Ella hubiera preferido ingresar en un convento: ésta habría sido la solución más sencilla, dada la permanente oposición de su entorno. Pero Dios le dio a entender que Él la esperaba permaneciendo con su familia. Por este motivo, santa Rosa se vinculó con la Orden Terciaria Dominicana, tomando a santa Catalina de Siena como modelo. Y allí, en el seno de su hogar familiar, se entregó virginalmente al Señor, trabajando en el huerto de la casa y realizando labores de costura. Allí experimentó el gozo de la unión esponsal con Jesús y, así, pudo vivir con alegría las exigencias —en su caso, las espinas— de la vida familiar y social: «Ojalá que todos los mortales conocieran el gran valor de la divina gracia, su belleza, su nobleza. Nadie se quejaría, entonces, de sus cruces y sufrimientos» (Santa Rosa de Lima).

Pensamientos para el Evangelio de hoy

  • «El don de la gracia aumenta a medida que la lucha aumenta» (Santa Rosa de Lima)

  • «Palabra, oración y Eucaristía son el tesoro precioso para comprender la belleza de una vida totalmente gastada por el Reino» (Benedicto XVI)

  • «La virtud de la esperanza corresponde al anhelo de felicidad puesto por Dios en el corazón de todo hombre; asume las esperanzas que inspiran las actividades de los hombres; las purifica para ordenarlas al Reino de los cielos (…)» (Catecismo de la Iglesia Católica, nº 1.818)23 de agosto: Santa Rosa de Lima, virgen (Patrona de América Latina y Filipinas)

    Texto del Evangelio (Mt 13,44-46): En aquel tiempo, Jesús dijo a la gente: «El Reino de los Cielos es semejante a un tesoro escondido en un campo que, al encontrarlo un hombre, vuelve a esconderlo y, por la alegría que le da, va, vende todo lo que tiene y compra el campo aquel.

    »También es semejante el Reino de los Cielos a un mercader que anda buscando perlas finas, y que, al encontrar una perla de gran valor, va, vende todo lo que tiene y la compra».

    «Vende todo lo que tiene y compra el campo»

    Rev. D. Antoni CAROL i Hostench(Sant Cugat del Vallès, Barcelona, España)

    Hoy nos llenamos de gozo celebrando la primera santa (y patrona) del Continente Americano, santa Rosa de Lima (1585-1617). Ella encontró el “tesoro” (cf. Mt 13,44) y lo encontró porque rezaba. Jesucristo, nuestro “tesoro”, se deja encontrar fácilmente, pero hay que buscarlo. En efecto, mientras ella rezaba ante una imagen de la Virgen María, un día sintió que Jesús le decía: «Rosa, dedícame a mí todo tu amor». Ella estaba dispuesta a “vender” todo lo que tenía (cf. Mt 13,46), para poder pertenecer totalmente a Dios…

    Pero no le resultó fácil la “venta”. Ella quería, pero su entorno —empezando por su propia familia— se oponía o, por lo menos, no se lo facilitaba. Se necesita siempre un esfuerzo; ¡hay que aferrarse a la Cruz de Cristo! Rosa tenía tan bien aprendida la lección que, según dejó escrito, ella habría deseado «ir en medio de las plazas para gritar muy fuerte a todas las personas: Escuchad, pueblos; escuchad todos: no podemos alcanzar la gracia si no soportamos la aflicción; es necesario unir trabajos y fatigas para conseguir la íntima participación en la naturaleza divina».

    Ella hubiera preferido ingresar en un convento: ésta habría sido la solución más sencilla, dada la permanente oposición de su entorno. Pero Dios le dio a entender que Él la esperaba permaneciendo con su familia. Por este motivo, santa Rosa se vinculó con la Orden Terciaria Dominicana, tomando a santa Catalina de Siena como modelo. Y allí, en el seno de su hogar familiar, se entregó virginalmente al Señor, trabajando en el huerto de la casa y realizando labores de costura. Allí experimentó el gozo de la unión esponsal con Jesús y, así, pudo vivir con alegría las exigencias —en su caso, las espinas— de la vida familiar y social: «Ojalá que todos los mortales conocieran el gran valor de la divina gracia, su belleza, su nobleza. Nadie se quejaría, entonces, de sus cruces y sufrimientos» (Santa Rosa de Lima).

    Pensamientos para el Evangelio de hoy

    • «El don de la gracia aumenta a medida que la lucha aumenta» (Santa Rosa de Lima)

    • «Palabra, oración y Eucaristía son el tesoro precioso para comprender la belleza de una vida totalmente gastada por el Reino» (Benedicto XVI)

    • «La virtud de la esperanza corresponde al anhelo de felicidad puesto por Dios en el corazón de todo hombre; asume las esperanzas que inspiran las actividades de los hombres; las purifica para ordenarlas al Reino de los cielos (…)» (Catecismo de la Iglesia Católica, nº 1.818)

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