"Hágase en mí según tu Palabra”
El Adviento, tiempo de
espera y esperanza, nos convoca con fuerza a preparar el camino al Señor que se
acerca a compartir historia y destino con todos nosotros.
Hoy tenemos la feliz
coincidencia de que el segundo domingo de Adviento esté presidido por la
refulgente figura de la Bienaventurada Virgen María en su Inmaculada
Concepción.
De Ella siempre nos viene la
misma invitación: “Haced lo que Él os diga”. Hoy el Señor Jesucristo nos habla
a través de Ella. De su ser libre de todo mal; de su disponibilidad plena al
proyecto del Padre; de la belleza, de la armonía, de la luminosidad que
desprende su persona, y que enciende nuestra vida en gratitud, esperanza y
coraje para no sucumbir a los destructores destellos del mal y del Maligno.
Vivamos hoy muy atentos a la
escucha de estos mensajes, al compromiso al que nos instan y al desbordante
gozo que de ellos dimana.
2 Domingo Adviento Fiesta, de la Inmaculada
- 8 de diciembre
LECTURAS:
Lectura del libro del Génesis 3, 9-15. 20 :”… pongo
hostilidad entre ti y la mujer, entre tu descendencia y su descendencia;
esta te aplastará la cabeza cuando tú la hieras en el talón».,,,”
Salmo 97, R/.Cantad al Señor un cántico nuevo,
porque ha hecho maravillas.
Lectura de la carta del
apóstol San Pablo a los Filipenses 1, 4-6. 8-11 :” Siempre que rezo por
vosotros, lo hago con gran alegría. Porque habéis sido colaboradores míos en la
obra del Evangelio…”
Lectura del santo evangelio según san Lucas 1,
26-38 :”En aquel tiempo, el ángel Gabriel fue enviado por Dios a una ciudad de
Galilea llamada Nazaret, a una virgen desposada con un hombre llamado José, de
la casa de David; el nombre de la virgen era María.
Reflexión del Evangelio de hoy
En este tiempo de
incertidumbres de diversa índole, en nuestro caminar como creyentes cristianos
por la liturgia del Adviento hacia la Natividad del Señor, celebramos hoy la
gran solemnidad de la Inmaculada Concepción de la Virgen María.
Quizás porque lo que acontece
en el Misterio de Dios sea algo así como el devenir de un continuo e
ininterrumpido presente, cuanto nosotros captamos en el tiempo esté en íntima
conexión con los acontecimientos salvíficos acaecidos y protagonizados por el
Señor Jesucristo, Hijo de Dios, nacido de María, Virgen; y Señor y Salvador
nuestro; todo ello tan densamente expresado por San Pablo en su carta a los
cristianos de Filipenses, que hoy se nos ofrece como segunda lectura.
Es a esta luz de los misterios
de la Encarnación y Redención del Señor Jesucristo a la que podríamos
contemplar, agradecer y vivir esta hermosa solemnidad de la Concepción
Inmaculada de María, Virgen y Madre de Dios.
Contemplar la belleza de
quien está, por don del Eterno Padre, libre de toda acechanza del Mal,
incluyendo el momento mismo de su concepción.
Una canción tradicional a la
Virgen María lo expresa con sencillez y hondura admirables: “Que más pura que
tú sólo Dios”.
Agradecer esta belleza sin
par: En María se nos permite entrever el plan original de Dios al crear al ser
humano, truncado por la caída de Eva y Adán, que nos recuerda hoy la primera
lectura del libro del Génesis (3, 9-16.20).
Contrasta con esta rebeldía al
plan de Dios la admirable y plena docilidad de María a la propuesta del Ángel
que nos narra San Lucas en el texto evangélico (1, 26-38). Por este “SÍ”, que
inicia la obra redentora, María es plenitud de luz, de belleza, de consonancia
sin fisuras con el proyecto de Dios; y razón, más que sobrada, para que hoy, y
siempre, nuestra gratitud sea el punto de partida en toda nuestra relación con
el Misterio Divino; pues no en vano somos, hemos de ser, “alabanza de su
gloria” (Ef 1, 12 y Sal 97 -responsorial de hoy-).
Por todo lo comentado, la
figura, y todo el ser de la Virgen María, nos invita hoy a vivir y testimoniar
este proyecto de esperanza y de lucha contra el mal: En la meta de nuestro
caminar está la Gloria del Resucitado, garantía y fuente de sentido que plenifica
nuestros anhelos más profundos. Esta Inmaculada Concepción de María, y la
victoria de su Hijo sobre todo mal, vienen a reforzarnos, una vez más, en el
acertado anuncio de uno de nuestros himnos litúrgicos: “Peregrinos, en
esperanza caminamos; que si arduos son nuestros caminos, sabemos bien a donde
vamos”.
Y junto a la firme esperanza,
el renovado compromiso de nuestra lucha contra el mal.
Hace unas semanas, con motivo
de los resultados de las elecciones presidenciales en los Estados Unidos, y sus
repercusiones a nivel europeo y mundial, el Presidente de Grecia ofrecía un
pensamiento, referido a Europa, que nos puede ser muy provechoso.
“Europa, apuntaba, no puede cambiar el mundo, pero sí puede cambiarse a sí
misma en este mundo cambiante”.
Es un buen programa para
nuestra tarea personal de vigilancia, de conversión, de lucha contra el mal. No
podremos cambiar el mundo, pero sí podemos cambiar nuestro espacio vital
llenándolo de la esperanza y del amor que nos vienen del plan de Dios para toda
la humanidad.
María, desde su Inmaculada
Concepción, nos invita a estar atentos y a cambiar en nosotros mismos todas
nuestras propensiones al mal: Envidias, celos, juicios, adicciones, desprecio y
manipulación y extorsión a la vida del ser humano, distorsión de la verdad,
connivencia con la injusticia, aparición de sutiles nuevas formas de
esclavitud, generación de violencias y divisiones, increíbles guerras
implacablemente destructivas, relativismos que nos confunden en la valoración
de la realidad que nos rodea y de lo que nos constituye como humanos... y un
largo etcétera que podríamos seguir enumerando. En cada lucha y en cada
victoria contra el mal en sus variadas manifestaciones seguimos aplastando la
cabeza de la astuta y maligna serpiente. Conscientes de que para que el
mall progrese basta con que las personas de bien no hagamos nada por detenerlo.
Vueltos nuestros ojos y
corazón a nuestra Madre Inmaculada, nos dejamos interrogar por Ella: ¿Qué mal
debo acometer en mí mismo, en mi entorno familiar, social, laboral o
estudiantil?
¿Qué signos de esperanza puedo
y debo ofrecer para garantizar a quienes cruzan por mi vida, que pese a todo,
mañana será un día mejor; y el último mañana será plenitud de Vida y Amor?
No hay comentarios.:
Publicar un comentario