PENTECOSTÉS
- A
EL
ESPIRITU QUE UNE Y RECONCILIA
Lecturas:
Hechos 2,1-11: «Se llenaron
todos del Espíritu Santo y empezaron a hablar»
Salmo 104(103): «Envía tu
Espíritu y renueva la faz de la tierra»
1Corintios 12,3b-7.12-13:
«Hemos sido bautizados en un mismo Espíritu»
San Juan. 20,19-23: «Como el
padre me envió, así también los envío Yo»
El relato de los Hechos de
los Apóstoles sobre la venida del Espíritu Santo nos da muchas indicaciones
para entender mejor el papel del Espíritu en la Iglesia y en la sociedad.
Para comenzar, el Espíritu
Santo es el que realiza la unidad y la fraternidad en el género humano. Esto
está simbolizado en el texto por los varios pueblos y lenguas que entendían la única
lengua hablada por los Apóstoles.
San Pablo vuelve sobre la
misma idea: el Espíritu Santo que une a los miembros de la Iglesia en un
cuerpo. Pero por cuanto el Espíritu es en alto grado Espíritu de renovación y creatividad,
el Cuerpo de la Iglesia no es uniforme, sino que sus miembros están llenos de diferentes
vocaciones, gracias y cualidades. Esto es también don del Espíritu, que hace El
Evangelio nos recuerda que la paz y el perdón -aun el perdón de los pecados por
la Iglesia- son dones y efectos del Espíritu Santo. Son también una dimensión
de la unidad y fraternidad en la Iglesia y en la sociedad. La paz proviene de
una fraternidad sólida y bien establecida. La fraternidad proviene de la
práctica de la justicia y la misericordia, que va más allá de la justicia.
Cuando esta práctica es suficientemente estable, se arraigan la fraternidad y
la verdadera paz.
Acentuemos, como lo hace
este Evangelio, la importancia de la misericordia para edificar la fraternidad
y la paz. La misericordia tiene que ver con el perdón y la reconciliación, muy aptamente
expresado en el sacramento de la reconciliación -mencionado en el Evangelio- y en
todo gesto y actitud humana que lleva a la reconciliación.
El perdón y la
reconciliación son particularmente urgentes en nuestros días. Muy obviamente en
nuestra sociedad, pero igualmente en familias y unos con los otros. La pura justicia
no es suficiente, pues la justicia responde en dar a cada uno lo suyo, pero no
llega al perdón. Y en la sociedad ha habido tanta injusticia, violencia y odio,
que sin reconciliación y perdón la paz y la fraternidad no pueden ser
restauradas. Ese es también el caso en muchas familias y relaciones personales.
Estas son exigencias
cristianas difíciles y a veces duras. Y cuando miramos la realidad humana, nos
desanimamos. Una vez más, Pentecostés como la Fiesta del Espíritu creador de fraternidad
y paz debería levantarnos el ánimo, y recordamos que el perdón y la fraternidad
son un don de Dios, antes que nada, y este don nos ha sido dado por el Espíritu
Santo derramado en nuestros corazones.
Algunas preguntas para
pensar durante la semana
1. Recuerde casos en que
usted ha perdonado por deseo de unidad y fraternidad.
2. ¿Está guardando algún
rencor en estos días? ¿Qué debería hacer?
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