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Vida Nueva Cali - Reproductor

martes, 31 de diciembre de 2019

MARTES 31 DE DICIEMBRE




Contemplar el Evangelio de hoy

Día litúrgico: 31 de Diciembre (Día séptimo de la octava de Navidad)
Ver 1ª Lectura y Salmo
Texto del Evangelio (Jn 1,1-18): En el principio existía la Palabra y la Palabra estaba con Dios, y la Palabra era Dios. Ella estaba en el principio con Dios. Todo se hizo por ella y sin ella no se hizo nada de cuanto existe. En ella estaba la vida y la vida era la luz de los hombres, y la luz brilla en las tinieblas, y las tinieblas no la vencieron.

Hubo un hombre, enviado por Dios: se llamaba Juan. Éste vino para un testimonio, para dar testimonio de la luz, para que todos creyeran por Él. No era él la luz, sino quien debía dar testimonio de la luz.

La Palabra era la luz verdadera que ilumina a todo hombre que viene a este mundo. En el mundo estaba, y el mundo fue hecho por ella, y el mundo no la conoció. Vino a su casa, y los suyos no la recibieron. Pero a todos los que la recibieron les dio poder de hacerse hijos de Dios, a los que creen en su nombre; la cual no nació de sangre, ni de deseo de hombre, sino que nació de Dios. Y la Palabra se hizo carne, y puso su Morada entre nosotros, y hemos contemplado su gloria, gloria que recibe del Padre como Hijo único, lleno de gracia y de verdad.

Juan da testimonio de Él y clama: «Éste era del que yo dije: El que viene detrás de mí se ha puesto delante de mí, porque existía antes que yo». Pues de su plenitud hemos recibido todos, y gracia por gracia. Porque la Ley fue dada por medio de Moisés; la gracia y la verdad nos han llegado por Jesucristo. A Dios nadie le ha visto jamás: el Hijo único, que está en el seno del Padre, Él lo ha contado.
Comentario:Rev. D. David COMPTE i Verdaguer (Manlleu, Barcelona, España)
«Y la Palabra se hizo carne»
Hoy es el último día del año. Frecuentemente, una mezcla de sentimientos —incluso contradictorios— susurran en nuestros corazones en esta fecha. Es como si una muestra de los diferentes momentos vividos, y de aquellos que hubiésemos querido vivir, se hiciesen presentes en nuestra memoria. El Evangelio de hoy nos puede ayudar a decantarlos para poder comenzar el nuevo año con empuje.

«La Palabra era Dios (...). Todo se hizo por ella» (Jn 1,1.3). A la hora de hacer el balance del año, hay que tener presente que cada día vivido es un don recibido. Por eso, sea cual sea el aprovechamiento realizado, hoy hemos de agradecer cada minuto del año.

Pero el don de la vida no es completo. Estamos necesitados. Por eso, el Evangelio de hoy nos aporta una palabra clave: “acoger”. «Y la Palabra se hizo carne» (Jn 1,14). ¡Acoger a Dios mismo! Dios, haciéndose hombre, se pone a nuestro alcance. “Acoger” significa abrirle nuestras puertas, dejar que entre en nuestras vidas, en nuestros proyectos, en aquellos actos que llenan nuestras jornadas. ¿Hasta qué punto hemos acogido a Dios y le hemos permitido entrar en nosotros?

«La Palabra era la luz verdadera que ilumina a todo hombre que viene a este mundo» (Jn 1,9). Acoger a Jesús quiere decir dejarse cuestionar por Él. Dejar que sus criterios den luz tanto a nuestros pensamientos más íntimos como a nuestra actuación social y laboral. ¡Que nuestras actuaciones se avengan con las suyas!

«La vida era la luz» (Jn 1,4). Pero la fe es algo más que unos criterios. Es nuestra vida injertada en la Vida. No es sólo esfuerzo —que también—. Es, sobre todo, don y gracia. Vida recibida en el seno de la Iglesia, sobre todo mediante los sacramentos. ¿Qué lugar tienen en mi vida cristiana?

«A todos los que la recibieron les dio poder de hacerse hijos de Dios» (Jn 1,12). ¡Todo un proyecto apasionante para el año que vamos a estrenar!

lunes, 30 de diciembre de 2019

LUNES 30 DE DICIEMBRE





 
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Contemplar el Evangelio de hoy

Día litúrgico: 30 de Diciembre (Día sexto de la octava de Navidad)
Ver 1ª Lectura y Salmo
Texto del Evangelio (Lc 2,36-40): Había también una profetisa, Ana, hija de Fanuel, de la tribu de Aser, de edad avanzada; después de casarse había vivido siete años con su marido, y permaneció viuda hasta los ochenta y cuatro años; no se apartaba del Templo, sirviendo a Dios noche y día en ayunos y oraciones. Como se presentase en aquella misma hora, alababa a Dios y hablaba del Niño a todos los que esperaban la redención de Jerusalén.

Así que cumplieron todas las cosas según la Ley del Señor, volvieron a Galilea, a su ciudad de Nazaret. El Niño crecía y se fortalecía, llenándose de sabiduría; y la gracia de Dios estaba sobre Él.
Comentario:Rev. D. Joaquim FLURIACH i Domínguez (St. Esteve de P., Barcelona, España)
«Alababa a Dios y hablaba del Niño a todos»
Hoy, José y María acaban de celebrar el rito de la presentación del primogénito, Jesús, en el Templo de Jerusalén. María y José no se ahorran nada para cumplir con detalle todo lo que la Ley prescribe, porque cumplir aquello que Dios quiere es signo de fidelidad, de amor a Dios.

Desde que su hijo —e Hijo de Dios— ha nacido, José y María experimentan maravilla tras maravilla: los pastores, los magos de Oriente, ángeles... No solamente acontecimientos extraordinarios exteriores, sino también interiores, en el corazón de las personas que tienen algún contacto con este Niño.

Hoy aparece Ana, una señora mayor, viuda, que en un momento determinado tomó la decisión de dedicar toda su vida al Señor, con ayunos y oración. No nos equivocamos si decimos que esta mujer era una de las “vírgenes prudentes” de la parábola del Señor (cf. Mt 25,1-13): siempre velando fielmente en todo aquello que le parece que es la voluntad de Dios. Y está claro: cuando llega el momento, el Señor la encuentra a punto. Todo el tiempo que ha dedicado al Señor, aquel Niño se lo recompensa con creces. —¡Preguntadle, preguntadle a Ana si ha valido la pena tanta oración y tanto ayuno, tanta generosidad!

Dice el texto que «alababa a Dios y hablaba del Niño a todos los que esperaban la redención de Jerusalén» (Lc 2,38). La alegría se transforma en apostolado decidido: ella es el motivo y la raíz. El Señor es inmensamente generoso con los que son generosos con Él.

Jesús, Dios Encarnado, vive la vida de familia en Nazaret, como todas las familias: crecer, trabajar, aprender, rezar, jugar... ¡“Santa cotidianeidad”, bendita rutina donde crecen y se fortalecen casi sin darse cuenta la almas de los hombres de Dios! ¡Cuán importantes son las cosas pequeñas de cada día!

sábado, 28 de diciembre de 2019

DOMINGO 29 DE DICIEMBRE





29 de diciembre de 2019

Inyéctale, Amor a la vida
Santo Evangelio según san Mateo 2, 13-15. 19-23. Domingo de la Sagrada Familia


Por: H. Sergio Rodriguez LC | Fuente: www.somosrc.mx



En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.

Cristo, Rey nuestro.
¡Venga tu Reino!

Oración preparatoria (para ponerme en presencia de Dios)

Señor Jesús, te pido que te hagas presente en mi vida, y de forma especial, en este momento de oración. Ayúdame a escuchar tu palabra, a interiorizar tu mensaje y a predicar tus enseñanzas con el ejemplo de mi vida cristiana, para ser así, sea un embajador activo en la extensión de tu reino. Amén.

Evangelio del día (para orientar tu meditación)
Del santo Evangelio según san Mateo 2, 13-15. 19-23

Después de que los magos partieron de Belén, el ángel del Señor se le apareció en sueños a José y le dijo: "Levántate, toma al niño y a su Madre, y huye a Egipto. Quédate allá hasta que yo te avise, porque Herodes va a buscar al niño para matarlo".

José se levantó y esa misma noche tomó al niño y a su Madre y partió para Egipto, donde permaneció hasta la muerte de Herodes. Así se cumplió lo que dijo el Señor por medio del profeta: De Egipto llamé a mi Hijo.

Después de muerto Herodes, el ángel del Señor se le apareció en sueños a José y le dijo: "Levántate, toma al niño y a su Madre y regresa a la tierra de Israel, porque ya murieron los que intentaban quitarle la vida al niño".

Se levantó José, tomó al niño y a su Madre y regresó a tierra de Israel. Pero, habiendo oído decir que Arquelao reinaba en Judea en lugar de su padre, Herodes, tuvo miedo de ir allá, y advertido en sueños, se retiró a Galilea y se fue a vivir en una población llamada Nazaret. Así se cumplió lo que habían dicho los profetas: Se le llamará nazareno.

Palabra del Señor.


Medita lo que Dios te dice en el Evangelio

Nos hemos llenado de gozo con la venida del Señor, e indudablemente, quienes tuvieron más vivamente esta experiencia fueron María y José al convertirse en los principales custodios de Dios hecho hombre.

Ser padre o madre significa amar y ese amar muchas veces conlleva sacrificio, salir de sí mismo para dar lo mejor por la persona amada. Para María y José uno de esos sacrificios fue el viaje (de más de una semana) a Egipto.

En las condiciones de la Sagrada Familia el viaje fue difícil, pero, dado que el amor lo transforma todo, sus jornadas más que de cansancio fueron de paz al saber que aquello era lo mejor para su familia, lo mejor para aquellos a los que amaban.

Inyectar amor en nuestra vida nos ayuda a ver las cosas de un modo diferente, esto es, comenzar a ver a los demás a través de una ventana y no de un espejo donde lo primero soy, siempre yo.

En este día pidamos al Señor (de un modo especial) como lo hizo la autora Elvira Piña en su canción Himno a la Familia. «Señor, que ninguna familia se acabe por falta de amor».

Niño Jesús, gracias por acercarte a mi vida en esta Navidad eligiéndome como custodio. Te suplico que me des la fuerza para transmitir tu amor a los demás, especialmente a los miembros de mi familia. Quiero, Jesús, vivir inyectando amor en mi vida y en la de los demás. Amén.

«José escuchó al ángel del Señor, y respondió a la llamada de Dios a cuidar de Jesús y María. De esta manera, cumplió su papel en el plan de Dios, y llegó a ser una bendición, no sólo para la Sagrada Familia, sino para toda la humanidad. Con María, José sirvió de modelo para el niño Jesús, mientras crecía en sabiduría, edad y gracia».
(Homilía de S.S. Francisco, 18 de marzo de 2019, en santa Marta).


Diálogo con Cristo

Ésta es la parte más importante de tu oración, disponte a platicar con mucho amor con Aquel que te ama.

Propósito

Proponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado… o, si crees que es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación.

Rezaré por los misioneros y por la santidad de las familias.

Despedida

Te damos gracias, Señor, por todos tus beneficios, a ti que vives y reinas por los siglos de los siglos.
Amén.

¡Cristo, Rey nuestro!
¡Venga tu Reino!

Virgen prudentísima, María, Madre de la Iglesia.
Ruega por nosotros.

En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.

jueves, 26 de diciembre de 2019

JUEVES 26 DE DICIEMBRE




Contemplar el Evangelio de hoy

Día litúrgico: 26 de Diciembre: San Esteban, protomártir
Ver 1ª Lectura y Salmo
Texto del Evangelio (Mt 10,17-22): En aquel tiempo, Jesús dijo a sus Apóstoles: «Guardaos de los hombres, porque os entregarán a los tribunales y os azotarán en sus sinagogas; y por mi causa seréis llevados ante gobernadores y reyes, para que deis testimonio ante ellos y ante los gentiles. Mas cuando os entreguen, no os preocupéis de cómo o qué vais a hablar. Lo que tengáis que hablar se os comunicará en aquel momento. Porque no seréis vosotros los que hablaréis, sino el Espíritu de vuestro Padre el que hablará en vosotros. Entregará a la muerte hermano a hermano y padre a hijo; se levantarán hijos contra padres y los matarán. Y seréis odiados de todos por causa de mi nombre; pero el que persevere hasta el fin, ése se salvará».
Comentario:Fray Josep Mª MASSANA i Mola OFM (Barcelona, España)
«Os entregarán a los tribunales y os azotarán»
Hoy, recién saboreada la profunda experiencia del Nacimiento del Niño Jesús, cambia el panorama litúrgico. Podríamos pensar que celebrar un mártir no encaja con el encanto navideño… El martirio de san Esteban, a quien veneramos como protomártir del cristianismo, entra de lleno en la teología de la Encarnación del Hijo de Dios. Jesús vino al mundo para derramar su Sangre por nosotros. Esteban fue el primero que derramó su sangre por Jesús. Leemos en este Evangelio como Jesús mismo lo anuncia: «Os entregarán a los tribunales y (…) seréis llevados ante gobernadores y reyes, para que deis testimonio» (Mt 10,17.18). Precisamente “mártir” significa exactamente esto: testigo.

Este testimonio de palabra y de obra se da gracias a la fuerza del Espíritu Santo: «El Espíritu de vuestro Padre (…) hablará en vosotros » (Mt 10,19). Tal como leemos en los “Hechos de los Apóstoles”, capítulo 7, Esteban, llevado a los tribunales, dio una lección magistral, haciendo un recorrido por el Antiguo Testamento, demostrando que todo él converge en el Nuevo, en la Persona de Jesús. En Él se cumple todo lo que ha sido anunciado por los profetas y enseñado por los patriarcas.

En la narración de su martirio encontramos una bellísima alusión trinitaria: «Esteban, lleno del Espíritu Santo, miró fijamente al cielo y vio la gloria de Dios y a Jesús de pie a la diestra de Dios» (Hch 7,55). Su experiencia fue como una degustación de la Gloria del Cielo. Y Esteban murió como Jesús, perdonando a los que lo inmolaban: «Señor, no les tengas en cuenta este pecado» (Hch 7,60); rezó las palabras del Maestro: «Padre, perdónales porque no saben lo que hacen» (Lc, 23, 34).

Pidamos a este mártir que sepamos vivir como él, llenos del Espíritu Santo, a fin de que, fijando la mirada en el cielo, veamos a Jesús a la diestra de Dios. Esta experiencia nos hará gozar ya del cielo, mientras estamos en la tierra.

miércoles, 25 de diciembre de 2019

MIERCOLES 25 DE DICIEMBRE




Contemplar el Evangelio de hoy

Día litúrgico: La Natividad del Señor (Misa de Medianoche)
Ver 1ª Lectura y Salmo
Texto del Evangelio (Lc 2,1-14): Sucedió que por aquellos días salió un edicto de César Augusto ordenando que se empadronase todo el mundo. Este primer empadronamiento tuvo lugar siendo gobernador de Siria Quirino. Iban todos a empadronarse, cada uno a su ciudad. Subió también José desde Galilea, de la ciudad de Nazaret, a Judea, a la ciudad de David, que se llama Belén, por ser él de la casa y familia de David, para empadronarse con María, su esposa, que estaba encinta. Y sucedió que, mientras ellos estaban allí, se le cumplieron los días del alumbramiento, y dio a luz a su hijo primogénito, le envolvió en pañales y le acostó en un pesebre, porque no tenían sitio en el alojamiento.

Había en la misma comarca unos pastores, que dormían al raso y vigilaban por turno durante la noche su rebaño. Se les presentó el Ángel del Señor, y la gloria del Señor los envolvió en su luz; y se llenaron de temor. El Ángel les dijo: «No temáis, pues os anuncio una gran alegría, que lo será para todo el pueblo: os ha nacido hoy, en la ciudad de David, un salvador, que es el Cristo Señor; y esto os servirá de señal: encontraréis un niño envuelto en pañales y acostado en un pesebre». Y de pronto se juntó con el Ángel una multitud del ejército celestial, que alababa a Dios, diciendo: «Gloria a Dios en las alturas y en la tierra paz a los hombres en quienes Él se complace».
Comentario:Rev. D. Ramon Octavi SÁNCHEZ i Valero (Viladecans, Barcelona, España)
«Os ha nacido hoy, en la ciudad de David, un salvador, que es el Cristo Señor»
Hoy, nos ha nacido el Salvador. Ésta es la buena noticia de esta noche de Navidad. Como en cada Navidad, Jesús vuelve a nacer en el mundo, en cada casa, en nuestro corazón.

Pero, a diferencia de lo que celebra nuestra sociedad consumista, Jesús no nace en un ambiente de derroche, de compras, de comodidades, de caprichos y de grandes comidas. Jesús nace con la humildad de un portal y de un pesebre.

Y lo hace de esta manera porque es rechazado por los hombres: nadie había querido darles hospedaje, ni en las casas ni en las posadas. María y José, y el mismo Jesús recién nacido, sintieron lo que significa el rechazo, la falta de generosidad y de solidaridad.

Después, las cosas cambiarán y, con el anuncio del Ángel —«No temáis, pues os anuncio una gran alegría, que lo será para todo el pueblo» (Lc 2,10)— todos correrán hacia el portal para adorar al Hijo de Dios. Un poco como nuestra sociedad que margina y rechaza a muchas personas porque son pobres, extranjeros o sencillamente distintos a nosotros, y después celebra la Navidad hablando de paz, solidaridad y amor.

Hoy los cristianos estamos llenos de alegría, y con razón. Como afirma san León Magno: «Hoy no sienta bien que haya lugar para la tristeza en el momento en que ha nacido la vida». Pero no podemos olvidar que este nacimiento nos pide un compromiso: vivir la Navidad del modo más parecido posible a como lo vivió la Sagrada Familia. Es decir, sin ostentaciones, sin gastos innecesarios, sin lanzar la casa por la ventana. Celebrar y hacer fiesta es compatible con austeridad e, incluso, con la pobreza.

Por otro lado, si nosotros durante estos días no tenemos verdaderos sentimientos de solidaridad hacia los rechazados, forasteros, sin techo, es que en el fondo somos como los habitantes de Belén: no acogemos a nuestro Niño Jesús.

martes, 24 de diciembre de 2019

MARTES 24 DE DICIEMBRE





Contemplar el Evangelio de hoy

Día litúrgico: Feria privilegiada de Adviento: 24 de Diciembre
Ver 1ª Lectura y Salmo
Texto del Evangelio (Lc 1,67-79): En aquel tiempo, Zacarías, el padre de Juan, quedó lleno de Espíritu Santo, y profetizó diciendo: «Bendito el Señor Dios de Israel porque ha visitado y redimido a su pueblo y nos ha suscitado una fuerza salvadora en la casa de David, su siervo, como había prometido desde tiempos antiguos, por boca de sus santos profetas, que nos salvaría de nuestros enemigos y de las manos de todos los que nos odiaban haciendo misericordia a nuestros padres y recordando su santa alianza y el juramento que juró a Abraham nuestro padre, de concedernos que, libres de manos enemigas, podamos servirle sin temor en santidad y justicia delante de Él todos nuestros días. Y tú, niño, serás llamado profeta del Altísimo, pues irás delante del Señor para preparar sus caminos y dar a su pueblo conocimiento de salvación por el perdón de sus pecados, por las entrañas de misericordia de nuestro Dios, que harán que nos visite una Luz de la altura, a fin de iluminar a los que habitan en tinieblas y sombras de muerte y guiar nuestros pasos por el camino de la paz».
Comentario:Rev. D. Ignasi FABREGAT i Torrents (Terrassa, Barcelona, España)
«Harán que nos visite una Luz de la altura, a fin de iluminar a los que habitan en tinieblas»
Hoy, el Evangelio recoge el canto de alabanza de Zacarías después del nacimiento de su hijo. En su primera parte, el padre de Juan da gracias a Dios, y en la segunda sus ojos miran hacia el futuro. Todo él rezuma alegría y esperanza al reconocer la acción salvadora de Dios con Israel, que culmina en la venida del mismo Dios encarnado, preparada por el hijo de Zacarías.

Ya sabemos que Zacarías había sido castigado por Dios a causa de su incredulidad. Pero ahora, cuando la acción divina es del todo manifiesta en su propia carne —pues recupera el habla— exclama aquello que hasta entonces no podía decir si no era con el corazón; y bien cierto que lo decía: «Bendito el Señor Dios de Israel...» (Lc 1,68). ¡Cuántas veces vemos oscuras las cosas, negativas, de manera pesimista! Si tuviésemos la visión sobrenatural de los hechos que muestra Zacarías en el Canto del Benedictus, viviríamos con alegría y esperanza de una manera estable.

«El Señor ya está cerca; el Señor ya está aquí». El padre del precursor es consciente de que la venida del Mesías es, sobre todo, luz. Una luz que ilumina a los que viven en la oscuridad, bajo las sombras de la muerte, es decir, ¡a nosotros! ¡Ojalá que nos demos cuenta con plena conciencia de que el Niño Jesús viene a iluminar nuestras vidas, viene a guiarnos, a señalarnos por dónde hemos de andar...! ¡Ojalá que nos dejáramos guiar por sus ilusiones, por aquellas esperanzas que pone en nosotros!

Jesús es el “Señor” (cf. Lc 1,68.76), pero también es el “Salvador” (cf. Lc 1,69). Estas dos confesiones (atribuciones) que Zacarías hace a Dios, tan cercanas a la noche de la Navidad, siempre me han sorprendido, porque son precisamente las mismas que el Ángel del Señor asignará a Jesús en su anuncio a los pastores y que podremos escuchar con emoción esta misma noche en la Misa de Nochebuena. ¡Y es que quien nace es Dios!

lunes, 23 de diciembre de 2019

LUNES 23 DE DCIEMBRE







Contemplar el Evangelio de hoy

Día litúrgico: Feria privilegiada de Adviento: 23 de Diciembre
Ver 1ª Lectura y Salmo
Texto del Evangelio (Lc 1,57-66): Se le cumplió a Isabel el tiempo de dar a luz, y tuvo un hijo. Oyeron sus vecinos y parientes que el Señor le había hecho gran misericordia, y se congratulaban con ella. Y sucedió que al octavo día fueron a circuncidar al niño, y querían ponerle el nombre de su padre, Zacarías, pero su madre, tomando la palabra, dijo: «No; se ha de llamar Juan». Le decían: «No hay nadie en tu parentela que tenga ese nombre». Y preguntaban por señas a su padre cómo quería que se le llamase. Él pidió una tablilla y escribió: «Juan es su nombre». Y todos quedaron admirados. Y al punto se abrió su boca y su lengua, y hablaba bendiciendo a Dios. Invadió el temor a todos sus vecinos, y en toda la montaña de Judea se comentaban todas estas cosas; todos los que las oían las grababan en su corazón, diciendo: «Pues, ¿qué será este niño?». Porque, en efecto, la mano del Señor estaba con él.
Comentario:Rev. D. Miquel MASATS i Roca (Girona, España)
«‘¿Qué será este niño?’. Porque, en efecto, la mano del Señor estaba con él»
Hoy, en la primera lectura leemos: «Esto dice el Señor: ‘Yo envío mi mensajero para que prepare el camino delante de Mí’» (Mal 3,1). La profecía de Malaquías se cumple en Juan Bautista. Es uno de los personajes principales de la liturgia de Adviento, que nos invita a prepararnos con oración y penitencia para la venida del Señor. Tal como reza la oración colecta de la misa de hoy: «Concede a tus siervos, que reconocemos la proximidad del Nacimiento de tu Hijo, experimentar la misericordia del Verbo que se dignó tomar carne de la Virgen María y habitar entre nosotros».

El nacimiento del Precursor nos habla de la proximidad de la Navidad. ¡El Señor está cerca!; ¡preparémonos! Preguntado por los sacerdotes venidos desde Jerusalén acerca de quién era, él respondió: «Yo soy la voz del que clama en el desierto: ‘Enderezad el camino del Señor’» (Jn 1,23).

«Mira que estoy a la puerta y llamo: si alguno oye mi voz y me abre la puerta, entraré en su casa y cenaré con él y él conmigo» (Ap 3,20), se lee en la antífona de comunión. Hemos de hacer examen para ver cómo nos estamos preparando para recibir a Jesús el día de Navidad: Dios quiere nacer principalmente en nuestros corazones.

La vida del Precursor nos enseña las virtudes que necesitamos para recibir con provecho a Jesús; fundamentalmente, la humildad de corazón. Él se reconoce instrumento de Dios para cumplir su vocación, su misión. Como dice san Ambrosio: «No te gloríes de ser llamado hijo de Dios —reconozcamos la gracia sin olvidar nuestra naturaleza—; no te envanezcas si has servido bien, porque has cumplido aquello que tenías que hacer. El sol hace su trabajo, la luna obedece; los ángeles cumplen su misión. El instrumento escogido por el Señor para los gentiles dice: ‘Yo no merezco el nombre de Apóstol, porque he perseguido a la Iglesia de Dios’ (1Cor 15,9)».

Busquemos sólo la gloria de Dios. La virtud de la humildad nos dispondrá a prepararnos debidamente para las fiestas que se acercan.

sábado, 21 de diciembre de 2019

DOMINGO 22 DE DICIEMBRE





VIDA NUEVA
La justicia de José salvó la vida de María - María nos da a Jesús
Evangelio: San Mateo 1, 18-24: “Jesús nacerá de María, desposada  con José, hijo de David”.
Celebrar la Navidad es traer a nuestro presente el gran misterio de la Encarnación. ¿Quién es Jesucristo? Nos acercamos a la Navidad y es preciso que como discípulos y creyentes nos interroguemos sobre su el misterio de su persona. La respuesta se encuentra en la Palabra de Dios que hemos escuchado Son tres momentos claves de la revelación divina. El Cuarto Domingo de Adviento tiene -cada año con lecturas distintas- un claro color mariano. Es como el preludio de la Natividad del Señor, que ya está cerca. En este ciclo A, el evangelio es el anuncio a José y la preparación inmediata del nacimiento de Jesús.
El recuerdo de la Madre no interrumpe ciertamente el ritmo del Aviento ni la dinámica de la reparación a la Navidad. María fue la que mejor vivió el Adviento y la Navidad: ella, la que «lo esperó con inefable amor de Madre» (prefacio II), ella, la nueva Eva, en la que «la maternidad se abre al don de una vida nueva» (prefacio IV). Ella puede ayudarnos a vivir la Navidad con mayor profundidad desde nuestra fe, no conformándonos con las claves de la propaganda de consumo de estos días y acogiendo a Dios en nuestra vida con el mismo amor y la misma fe que ella.
Navidad es revelación del amor de Dios Pero no basta un conocimiento meramente teórico como el de cualquier ciencia humana. El nacimiento del Hijo de Dios, como acontecimiento que no pasa y no es comparable a ningún otro, tiene para nosotros un alcance personal. Nace para mí,  todo el mundo. Un día san Pablo escribió emocionado: Me amó y se entregó por mí (Ga 2, 20). Ojalá usemos ese lenguaje. Debe iluminar mi vida, debe entrar en lo profundo de mi persona, debe estar presente en mis opciones. No soy indiferente ante él. Me es preciso descubrir qué implicación tiene para mi vida de familia, de trabajo, de profesión, para el mundo en que vivo, para aquellos que comparten mi vida y con los que me cruzo a diario. Tanto la lectura de Isaías como su cumplimiento, en el evangelio de Mateo (y también la antífona de la comunión), nos sitúan ante la gran convicción: Dios es un Dios cercano, un Dios que entra en nuestra historia, un «Dios-con-nosotros». Es como el Dios del éxodo: «el que es», «el que está», el que ve el dolor de su Pueblo y lo libera. El nombre que se le pondrá al Salvador es «Jesús», que significa «Dios salva»".
Nosotros somos ciertamente de los que, según decía Pablo a los Romanos, Dios ama y ha llamado a formar parte del Pueblo elegido. Y la consecuencia debería ser que nos llene por dentro «la paz y la gracia» de ese Dios que nos ama.
El Misterio del «Verbo Encarnado»
Celebrar la Navidad es traer a nuestro presente el gran misterio de la Encarnación. Es la unión en una persona de lo humano y lo divino. Encontramos en Jesucristo la realidad humana en todo lo que ella implica, menos en el pecado, dice la carta a los Hebreos (cfr. Hbr.4, 15). Y también la realidad de Dios en un gesto de condescendencia infinita. Se nos hace familiar esta maravilla de la misericordia de Dios y perdemos ante ella nuestra capacidad de asombro. Ojala la pudiéramos recuperar. La Navidad es el momento oportuno para hacerlo si silenciamos el corazón y nos hundimos en ese misterio.
El papel de María
El domingo IV nos ayuda a entrar ya en el misterio de la Navidad. El salmo nos ha hecho repetir que «va a entrar el Señor, el Rey de la Gloria». Nuestro Dios es un Dios-con-nosotros. Por encima de los aspectos más superficiales de la Navidad, el Espíritu nos quiere llenar de su gracia a todos nosotros, como a María de Nazaret, para que también nosotros colaboremos en el nacimiento de Jesús en este mundo concreto en que vivimos. El relato evangélico nos ofrece una clave más para entender el papel de María en la misión de Jesús: ella no es sólo su Madre, sino que también comparte sus sufrimientos a través de su vida, hasta la cruz. María es la nueva Eva, como afirma el prefacio IV del Adviento, el más apropiado para hoy, en el que damos gracias a Dios «por el misterio de la Virgen Madre. Porque si del antiguo adversario nos vino la ruina, en el seno virginal de María, la hija de Sión, ha brotado para todo el género humano la salvación y la paz. La gracia que Eva nos arrebató nos ha sido devuelta en María...».
El papel de José
Y junto a María, es interesante que hoy aparezca la figura de José, un obrero que también cree en Dios, un obrero de Pueblo, humilde, bueno, un modelo también estimulante para los que somos llamados a acoger en nuestras vidas la venida del Señor. Puede acercamos todavía más a la figura de José la interpretación de los exegetas modernos: precisamente porque José ya conoce -al menos de un modo global- el misterio sucedido y sabe que el hijo que va a tener María es obra de Dios, por eso, en su humildad, no quiere usurpar para sí una paternidad que ya sabe que es de Dios y se quiere retirar. No comprende que él pueda caber en los planes de Dios respecto a la venida del Mesías de esa manera misteriosa. José, hombre bueno, abierto a Dios, obediente en la vida de cada día a la misión que Dios le ha confiado. Junto a su esposa María, son las personas que mejor esperaron y acogieron la llegada del Hijo de Dios a nuestra historia. Podríamos decir también de José lo que Isabel dijo a María: «feliz tú, porque has creido”.
Relación con la Eucaristía
El Pueblo de Dios se inicia y progresa en el misterio de Jesús en la Celebración Eucarística. Aquí debemos renovar nuestra conciencia de Pueblo mesiánico, para adquirir la responsabilidad que tenemos sobre el destino de la humanidad. Igualmente, adquirimos conciencia de nuestra salvación por la obra ya realizada por Cristo y que exigirá de nosotros aceptación y obediencia. Y como la Navidad fue «obra del Espíritu», también lo es nuestra Eucaristía. En la oración sobre las ofrendas le pedimos a Dios que «el mismo Espíritu que cubrió con su sombra y fecundó con su poder las entrañas de María, la Virgen Madre, santifique estos dones que hemos colocado sobre tu altar». Esto no tendría que suceder sólo en nuestra celebración litúrgica, sino también en nuestra vida

viernes, 20 de diciembre de 2019

VIERNES 20 DE DICIEMBRE




Contemplar el Evangelio de hoy

Día litúrgico: Feria privilegiada de Adviento: 20 de Diciembre
Ver 1ª Lectura y Salmo
Texto del Evangelio (Lc 1,26-38): Al sexto mes fue enviado por Dios el ángel Gabriel a una ciudad de Galilea, llamada Nazaret, a una virgen desposada con un hombre llamado José, de la casa de David; el nombre de la virgen era María. Y entrando, le dijo: «Alégrate, llena de gracia, el Señor está contigo».

Ella se conturbó por estas palabras, y discurría qué significaría aquel saludo. El ángel le dijo: «No temas, María, porque has hallado gracia delante de Dios; vas a concebir en el seno y vas a dar a luz un hijo, a quien pondrás por nombre Jesús. Él será grande y será llamado Hijo del Altísimo, y el Señor Dios le dará el trono de David, su padre; reinará sobre la casa de Jacob por los siglos y su reino no tendrá fin».

María respondió al ángel: «¿Cómo será esto, puesto que no conozco varón?». El ángel le respondió: «El Espíritu Santo vendrá sobre ti y el poder del Altísimo te cubrirá con su sombra; por eso el que ha de nacer será santo y será llamado Hijo de Dios. Mira, también Isabel, tu pariente, ha concebido un hijo en su vejez, y éste es ya el sexto mes de aquella que llamaban estéril, porque ninguna cosa es imposible para Dios». Dijo María: «He aquí la esclava del Señor; hágase en mí según tu palabra». Y el ángel dejándola se fue.
Comentario:Rev. D. Jordi PASCUAL i Bancells (Salt, Girona, España)
«He aquí la esclava del Señor; hágase en mí según tu palabra»
Hoy contemplamos, una vez más, esta escena impresionante de la Anunciación. Dios, siempre fiel a sus promesas, a través del ángel Gabriel hace saber a María que es la escogida para traer al Salvador al mundo. Tal como el Señor suele actuar, el acontecimiento más grandioso para la historia de la Humanidad —el Creador y Señor de todas las cosas se hace hombre como nosotros— pasa de la manera más sencilla: una chica joven, en un pueblo pequeño de Galilea, sin espectáculo.

El modo es sencillo; el acontecimiento es inmenso. Como son también inmensas las virtudes de la Virgen María: llena de gracia, el Señor está con Ella, humilde, sencilla, disponible ante la voluntad de Dios, generosa. Dios tiene sus planes para Ella, como para ti y para mí, pero Él espera la cooperación libre y amorosa de cada uno para llevarlos a término. María nos da ejemplo de ello: «He aquí la esclava del Señor; hágase en mí según tu palabra» (Lc 1,38). No es tan sólo un sí al mensaje del ángel; es un ponerse en todo en las manos del Padre-Dios, un abandonarse confiadamente a su providencia entrañable, un decir sí a dejar hacer al Señor ahora y en todas las circunstancias de su vida.

De la respuesta de María, así como de nuestra respuesta a lo que Dios nos pide —escribe san Josemaría— «no lo olvides, dependen muchas cosas grandes».

Nos estamos preparando para celebrar la fiesta de Navidad. La mejor manera de hacerlo es permanecer cerca de María, contemplando su vida y procurando imitar sus virtudes para poder acoger al Señor con un corazón bien dispuesto: —¿Qué espera Dios de mí, ahora, hoy, en mi trabajo, con esta persona que trato, en la relación con Él? Son situaciones pequeñas de cada día, pero, ¡depende tanto de la respuesta que demos!

jueves, 19 de diciembre de 2019

JUEVES 19 DE DICIEMBRE





Contemplar el Evangelio de hoy

Día litúrgico: Feria privilegiada de Adviento: 19 de Diciembre
Ver 1ª Lectura y Salmo
Texto del Evangelio (Lc 1,5-25): Hubo en los días de Herodes, rey de Judea, un sacerdote, llamado Zacarías, del grupo de Abías, casado con una mujer descendiente de Aarón, que se llamaba Isabel; los dos eran justos ante Dios, y caminaban sin tacha en todos los mandamientos y preceptos del Señor. No tenían hijos, porque Isabel era estéril, y los dos de avanzada edad.

Sucedió que, mientras oficiaba delante de Dios, en el turno de su grupo, le tocó en suerte, según el uso del servicio sacerdotal, entrar en el Santuario del Señor para quemar el incienso. Toda la multitud del pueblo estaba fuera en oración, a la hora del incienso. Se le apareció el Ángel del Señor, de pie, a la derecha del altar del incienso. Al verle Zacarías, se turbó, y el temor se apoderó de él. El ángel le dijo: «No temas, Zacarías, porque tu petición ha sido escuchada; Isabel, tu mujer, te dará a luz un hijo, a quien pondrás por nombre Juan; será para ti gozo y alegría, y muchos se gozarán en su nacimiento, porque será grande ante el Señor; no beberá vino ni licor; estará lleno del Espíritu Santo ya desde el seno de su madre, y a muchos de los hijos de Israel, les convertirá al Señor su Dios, e irá delante de Él con el espíritu y el poder de Elías, para hacer volver los corazones de los padres a los hijos, y a los rebeldes a la prudencia de los justos, para preparar al Señor un pueblo bien dispuesto».

Zacarías dijo al ángel: «¿En qué lo conoceré? Porque yo soy viejo y mi mujer avanzada en edad». El ángel le respondió: «Yo soy Gabriel, el que está delante de Dios, y he sido enviado para hablarte y anunciarte esta buena nueva. Mira, te vas a quedar mudo y no podrás hablar hasta el día en que sucedan estas cosas, porque no diste crédito a mis palabras, las cuales se cumplirán a su tiempo».

El pueblo estaba esperando a Zacarías y se extrañaban de su demora en el Santuario. Cuando salió, no podía hablarles, y comprendieron que había tenido una visión en el Santuario; les hablaba por señas, y permaneció mudo. Y sucedió que cuando se cumplieron los días de su servicio, se fue a su casa. Días después, concibió su mujer Isabel; y se mantuvo oculta durante cinco meses diciendo: «Esto es lo que ha hecho por mí el Señor en los días en que se dignó quitar mi oprobio entre los hombres».
Comentario:Rev. D. Ignasi FUSTER i Camp (La Llagosta, Barcelona, España)
«El ángel le dijo: ‘No temas, Zacarías, porque tu petición ha sido escuchada; Isabel, tu mujer, te dará a luz un hijo’»
Hoy, el ángel Gabriel anuncia al sacerdote Zacarías el nacimiento “sobrenatural” de Juan el Bautista, que preparará la misión del Mesías. Dios, en su amorosa providencia, prepara el nacimiento de Jesús con el nacimiento de Juan, el Bautista. Aunque Isabel sea estéril, no importa. Dios quiere hacer el milagro por amor a nosotros, sus criaturas.

Pero Zacarías no manifiesta en el momento oportuno la visión sobrenatural de la fe: «¿En qué lo conoceré? Porque yo soy viejo y mi mujer avanzada en edad» (Lc 1,18). Tiene una mirada excesivamente humana. Le falta la docilidad confiada en los planes de Dios, que siempre son más grandes que los nuestros: ¡en este caso, ni más ni menos que la Encarnación del Hijo de Dios para la salvación del género humano! El ángel encuentra a Zacarías como “despistado”, lento para las cosas de Dios, como estando en “fuera de juego”.

Cuando ya faltan pocos días para la Navidad, conviene que el Ángel del Señor nos encuentre preparados, como María. Es necesario tratar de mantener la presencia de Dios a lo largo del día, intensificar nuestro amor a Jesucristo en nuestro tiempo de oración, recibir con mucha devoción la Sagrada Comunión: ¡porque Jesús nace y viene a nosotros! Y que no nos falte la visión sobrenatural en todos los quehaceres de nuestra vida. Hemos de poner visión sobrenatural en nuestro trabajo profesional, en nuestros estudios, en nuestros apostolados, incluso en los contratiempos de la jornada. ¡Nada escapa a la providencia divina! Con la certeza y la alegría de saber que nosotros colaboramos con los ángeles y con el Señor en los planes amorosos y salvadores de Dios.

miércoles, 18 de diciembre de 2019

MIEERCOLES 18 DE DICIEMBRE




Contemplar el Evangelio de hoy

Día litúrgico: Feria privilegiada de Adviento: 18 de Diciembre
Ver 1ª Lectura y Salmo
Texto del Evangelio (Mt 1,18-24): La generación de Jesucristo fue de esta manera: Su madre, María, estaba desposada con José y, antes de empezar a estar juntos ellos, se encontró encinta por obra del Espíritu Santo. Su marido José, como era justo y no quería ponerla en evidencia, resolvió repudiarla en secreto.

Así lo tenía planeado, cuando el Ángel del Señor se le apareció en sueños y le dijo: «José, hijo de David, no temas tomar contigo a María tu mujer porque lo engendrado en Ella es del Espíritu Santo. Dará a luz un hijo, y tú le pondrás por nombre Jesús, porque Él salvará a su pueblo de sus pecados». Todo esto sucedió para que se cumpliese el oráculo del Señor por medio del profeta: «Ved que la virgen concebirá y dará a luz un hijo, y le pondrán por nombre Emmanuel, que traducido significa: “Dios con nosotros”». Despertado José del sueño, hizo como el Ángel del Señor le había mandado, y tomó consigo a su mujer.
Comentario:Rev. D. Antoni CAROL i Hostench (Sant Cugat del Vallès, Barcelona, España)
«José, hijo de David, no temas tomar contigo a María tu mujer»
Hoy, la liturgia de la palabra nos invita a considerar el maravilloso ejemplo de san José. Él fue extraordinariamente sacrificado y delicado con su prometida María.

No hay duda de que ambos eran personas excelentes, enamorados entre ellos como ninguna otra pareja. Pero, a la vez, hay que reconocer que el Altísimo quiso que su amor esponsalicio pasara por circunstancias muy exigentes.

Ha escrito el Papa San Juan Pablo II que «el cristianismo es la sorpresa de un Dios que se ha puesto de parte de su criatura». De hecho, ha sido Él quien ha tomado la “iniciativa”: para venir a este mundo no ha esperado a que hiciésemos méritos. Con todo, Él propone su iniciativa, no la impone: casi —diríamos— nos pide “permiso”. A Santa María se le propuso —¡no se le impuso!— la vocación de Madre de Dios: «Él, que había tenido el poder de crearlo todo a partir de la nada, se negó a rehacer lo que había sido profanado si no concurría María» (San Anselmo).

Pero Dios no solamente nos pide permiso, sino también contribución con sus planes, y contribución heroica. Y así fue en el caso de María y José. En concreto, el Niño Jesús necesitó unos padres. Más aún: necesitó el heroísmo de sus padres, que tuvieron que esforzarse mucho para defender la vida del “pequeño Redentor”.

Lo que es muy bonito es que María reveló muy pocos detalles de su alumbramiento: un hecho tan emblemático es relatado con sólo dos versículos (cf. Lc 2,6-7). En cambio, fue más explícita al hablar de la delicadeza que su esposo José tuvo con Ella. El hecho fue que «antes de empezar a estar juntos ellos, se encontró encinta por obra del Espíritu Santo» (Mt 1,19), y por no correr el riesgo de infamarla, José hubiera preferido desaparecer discretamente y renunciar a su amor (circunstancia que le desfavorecía socialmente). Así, antes de que hubiese sido promulgada la ley de la caridad, san José ya la practicó: María (y el trato justo con ella) fue su ley.

lunes, 16 de diciembre de 2019

LUNES 16 DE DICIEMBRE





 
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Contemplar el Evangelio de hoy

Día litúrgico: Lunes III de Adviento
Ver 1ª Lectura y Salmo
Texto del Evangelio (Mt 21,23-27): En aquel tiempo, Jesús entró en el templo. Mientras enseñaba se le acercaron los sumos sacerdotes y los ancianos del pueblo diciendo: «¿Con qué autoridad haces esto? ¿Y quién te ha dado tal autoridad?». Jesús les respondió: «También yo os voy a preguntar una cosa; si me contestáis a ella, yo os diré a mi vez con qué autoridad hago esto. El bautismo de Juan, ¿de dónde era?, ¿del cielo o de los hombres?». Ellos discurrían entre sí: «Si decimos: ‘Del cielo’, nos dirá: ‘Entonces, ¿por qué no le creísteis?’. Y si decimos: ‘De los hombres’, tenemos miedo a la gente, pues todos tienen a Juan por profeta». Respondieron, pues, a Jesús: «No sabemos». Y Él les replicó asimismo: «Tampoco yo os digo con qué autoridad hago esto».
Comentario:Rev. D. Melcior QUEROL i Solà (Ribes de Freser, Girona, España)
«¿Con qué autoridad haces esto? ¿Y quién te ha dado tal autoridad?»
Hoy, el Evangelio nos invita a contemplar dos aspectos de la personalidad de Jesús: la astucia y la autoridad. Fijémonos, primero, en la astucia: Él conoce profundamente el corazón del hombre, conoce el interior de cada persona que se le acerca. Y, cuando los sumos sacerdotes y los notables del pueblo se dirigen a Él para preguntarle, con malicia: «Con qué autoridad haces esto?» (Mt 21,23), Jesús, que conoce su falsedad, les responde con otra pregunta: «El bautismo de Juan, ¿de dónde era?, ¿del cielo o de los hombres?» (Mt 21,25). Ellos no saben qué contestarle, ya que si dicen que venía de Dios, entrarían en contradicción con ellos mismos por no haberle creído, y si dicen que venía de los hombres se pondrían en contra del pueblo, que lo tenía por profeta. Se encuentran en un callejón sin salida. Astutamente, Jesús con una simple pregunta ha denunciado su hipocresía; les ha dado la verdad. Y la verdad siempre es incómoda, te hace tambalear.

También nosotros estamos llamados a tener la astucia de Jesús, para hacer tambalear a la mentira. Tantas veces los hijos de las tinieblas usan toda su astucia para conseguir más dinero, más poder y más prestigio; mientras que los hijos de la luz parece que tengamos la astucia y la imaginación un poco adormecidas. Del mismo modo que un hombre del mundo utiliza la imaginación al servicio de sus intereses, los cristianos hemos de emplear nuestros talentos al servicio de Dios y del Evangelio. Por ejemplo: cuando uno se encuentra ante una persona que habla mal de la Iglesia (cosa que pasa con frecuencia), ¿con qué astucia sabemos responder a la crítica negativa? O bien, en un ambiente de trabajo, con un compañero que sólo vive para él mismo y “pasa de todos”, ¿con qué astucia sabremos devolver bien por mal? Si le amamos, como Jesús, nuestra presencia le será muy “incómoda”.

Jesús ejercía su autoridad gracias al profundo conocimiento que tenía de las personas y de las situaciones. También nosotros estamos llamados a tener esta autoridad. Es un don que nos viene de lo alto. Cuanto más nos ejerzamos en poner las cosas en su sitio —las pequeñas cosas de cada día—, mejor sabremos orientar a las personas y las situaciones, gracias a las inspiraciones del Espíritu Santo.

sábado, 14 de diciembre de 2019

DOMINGO 15 DE DICIEMBRE





EL REINO DE LA VIDA Y LIBERACION PLENAS
Evangelio: san Mateo 11,2-11: ”Eres tú el que debe venir, o tenemos que esperar a otro?”
El tiempo de adviento infunde en nuestra fe cristiana la expectativa de alguien que viene y en quien hemos puesto nuestra esperanza. ¿Qué aguardamos de él? ¿Qué nos trae de parte del Dios de nuestra fe? ¿Tenemos real necesidad de él? Nos movemos en la vida entre dos fuerzas que nos habitan. Por una parte el deseo de vernos liberados de tantos males que nos aquejan y cuya presencia en nuestra vida y en la vida del mundo no podemos negar, y por otra el deseo de encontrar solución para todas esas limitaciones que nos impiden realizarnos y ser de veras felices. Dios mismo nos ha dado esa doble experiencia. Nos ha hecho limitados como todo lo que habita en el mundo. No podemos alcanzar la perfección de lo divino.
El tiempo es una esperanza pero también una amenaza. Cada día sentimos que se acorta la vida. Somos frágiles y los bienes en que confiamos se nos escapan de las manos. Y por otra soñamos con una fuerza que nos haga superar todo aquello que nos causa dolor y angustia. Encontramos luz para estas preguntas en la liturgia de la palabra que hemos escuchado.
Caminar con la paciencia de Dios
Nos acercamos a la Navidad. Por encima del marco que le ha dado la sociedad de consumo, lleno de fiestas bulliciosas en las que se siente el silencio de Dios, debemos hacer la experiencia del misterio divino que celebramos. Esta Palabra que hemos escuchado debe ser asumida en su plena dimensión. No quedarnos en la exterioridad de lo inmediato sino ahondar en lo que nos anuncia: el amor comprometido de Dios como una realidad histórica. ¿Qué quiere Dios de nosotros hoy? ¿Qué nos sigue anunciando con su Palabra siempre actual? Ante él nuestro mundo padece de ceguera y no ve la profundidad del sentido de la vida humana; sufre de sordera que le impide escuchar al Dios que lo ama y le habla en el corazón; se instala en el mundo como un paralítico que no percibe que está de paso hacia una meta definitiva; se angustia ante la muerte y no llega a percibir que más allá de la muerte, Dios lo espera para compartir con él su vida y su felicidad.
Proclamación de alegría
Cercana la navidad, más allá de las luces y los ruidos que la inundan y le hacen perder su profundidad, dediquemos un tiempo a leer la Palabra de Dios y a penetrar, con la luz de esa palabra, en el misterio que vivimos. Es la mayor experiencia que hace la humanidad de una realidad que supera todas sus limitaciones y abre el horizonte a mundos nuevos. Sepamos caminar con la paciencia de Dios que no precipita los acontecimientos sino que los va llevando con el ritmo lento de la vida. No vivamos en ilusiones sin sentido. Afrontemos la realidad severa de la vida pero caminemos en esperanza hacia el mundo que Dios nos ofrece en Jesucristo, mundo que supera todas las barreras, incluida la de la muerte. Digamos desde lo hondo de la fe: Ven, Señor Jesús, ven que te esperamos
Navidad se acerca con fuerza, al menos en los planes de Dios. Él quiere transformar, consolar, cambiar, curar. Si cada uno de nosotros pone su granito de arena, la venida del Señor será más clara y experimentable en medio de este mundo, y la Navidad habrá valido la pena. - La sociedad será más fraterna; la Iglesia, más gozosa; las parroquias más vivas; cada persona, más llena de esperanza. Dios quiere una Iglesia valiente para emprender caminos, para echar mano a tareas, para colaborar en el cambio de este mundo según los planes de Dios. En un mundo con tantos quebraderos de cabeza, no está mal que los cristianos escuchemos esta voz profética que nos invita a la esperanza y a la alegría, basadas en la buena noticia de que Dios ha querido entrar en nuestra historia para siempre. Hoy escuchamos nosotros con mayor convicción la promesa del profeta: «miren a su Dios... viene en persona y los salvará».
El domingo tercero de Adviento nos proclama la alegría, a pesar del largo camino por el desierto que podamos estar pasando como personas o como comunidad eclesial o como humanidad. Las lecturas nos aseguran que en Cristo Jesús Dios ha salido ya al encuentro de todos nuestros males y se dispone a curarlos.
¿A QUÉ NOS COMPROMETE la PALABRA?
La Palabra de este Domingo nos invita a no rendirnos, a no desesperar. A pesar de los retrasos que podamos creer que existen en la venida del Reino, y de las oscuridades y fracasos que nos puedan tentar al desánimo. Hoy es un domingo para crecer en alegría y confianza. Los tiempos mesiánicos empezaron hace más de dos mil años y siguen vivos en infinidad de signos que suceden a nuestro alrededor, si los sabemos ver: en tantos actos de amor y sacrificio, tanta solidaridad humana, tantos esfuerzos por la paz y la justicia. Pero todavía queda todo un programa por realizar. Nosotros somos los colaboradores de Cristo para que este año su Reino dé un decidido paso adelante.
La mejor celebración que podemos hacer es asumir el compromiso de que ese mundo que Dios nos anuncia debe ser construido por nosotros mismos. Somos responsables de esa luz que ilumina, de esa Palabra que orienta; de esa fuerza que robustece debilidades, de ese anuncio de vida nueva en Cristo. Por nuestra solidaridad y responsabilidad en el medio en que vivimos Dios nos llama a implantar un mundo más justo, abiertos a la vida y el poder de Dios, sin los cuales nada podemos hacer: El hombre necesitado de hoy, hermano nuestro, el que carece de alegrías, espera en estas fiestas la experiencia de que Dios se preocupa también de él y quiere revelarle su rostro de Padre que lo ha llamado a la vida. De palabras y discursos ya estamos saturados. Hacen falta obras visibles. Cambios de estilo en la vida, con mayor paz y convivencia y solidaridad.
Relación con la Eucaristía
La palabra de Dios nos modela a la imagen de Cristo, necesitamos revestirnos de su paciencia en toda nuestra vida. La paciencia que necesitamos es la expresión del amor, del que participamos en la Eucaristía, el amor que llevó a la Cruz y nos llevará a nosotros a luchar en un mundo injusto con paciencia cristiana.

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