María, llena de gracia
Evangelio: san Lucas 1, 26-38:”Alégrate,
lena de gracia, el Señor está contigo”…
La Iglesia Universal se reúne
hoy en torno a la Eucaristía para celebrar las maravillas de Dios manifestadas
en la Inmaculada Concepción de María Santísima. Dios la preparó, colmándola de
la Gracia, para ser digna Madre de Jesús, y ella acogió, generosamente, la voluntad
del Señor: «hágase en mí según tu palabra». Por eso la celebramos como
Inmaculada; pero, también la recordamos, en el contexto del Adviento, como
ejemplo de camino hacia Jesús, el Salvador.
La Fiesta de la Inmaculada, no
es solamente el gozo porque María fue libre de pecado; es sobre todo y ante
todo el gozo, de que María, nuestra Madre, supo y quiso decir sí a la llamada
de Dios que la unía a la Cruz de su Hijo Jesús, de la que nacía su libertad del
pecado y la nuestra.
DOGMA INMACULADA CONCEPCION
«Declaramos, pronunciamos y
definimos que la doctrina que sostiene que la Santísima Virgen María, en el
primer instante de su concepción, fue por singular gracia y privilegio de Dios
omnipotente en previsión de los méritos de Cristo Jesús, Salvador del género
humano, preservada inmune de toda mancha de culpa original, ha sido revelada
por Dios, por tanto, debe ser firme y constantemente creída por todos los
fieles».(Papa PÍO IX, el 8 de diciembre de 1854)
La devoción mariana
Con motivo de la celebración
de la III Conferencia General del Episcopado Latinoamericano, en Puebla, hace
ya cuarenta años, el Papa San Juan Pablo II inició sus peregrinaciones por el
mundo llegando a México. Allí en el santuario de Zapopan, hizo una afirmación
que nos sirve para meditar en esta fiesta mariana: - «Se puede decir que la fe
y la devoción a María, y a sus misterios, pertenecen a la identidad propia de
los pueblos de América Latina y caracterizan su piedad popular.... Esta piedad
popular, en México y en toda América Latina, es indisolublemente mariana. En
ella, María ocupa el mismo lugar preeminente que ocupa en la totalidad la fe
cristiana. Ella es la Madre, la Reina y el modelo. A ella se viene para
honrarla, para pedir su intercesión, para aprender a imitarla, es decir, para
aprender a ser un verdadero discípulo de Jesús....» (San Juan Pablo II. (
México, 1979). Por todos los países de la geografía latinoamericana, sean de
influencia española o portuguesa, la presencia mariana y la devoción sencilla
pero fuerte y determinante a la Madre de Dios es algo que caracteriza la
cultura popular. Hasta el punto que con la multiplicación de las sectas por las
ciudades, pueblos y veredas, uno de los puntos principales que se utiliza en la
difusión del mensaje es el ataque a la piedad popular mariana; y por otro lado
-como lo afirma Puebla (No. 284)- «esa misma piedad mariana es la que ha
mantenido fieles a la Iglesia sectores que carecían de atención pastoral adecuada».
- Es preciso afirmar claramente que María no es nada sin referencia a su Hijo
porque, según el Plan de Dios, en María todo está referido a Cristo y todo
depende de Él; su existencia entera es una plena comunión con su Hijo.
El Culto mariano y el
compromiso Cristiano
El culto cristiano no tiene
simplemente una actitud contemplativa, sino que conlleva una exigencia
práctica: realizar en la vida lo que proclama en el culto. De ahí que María aparezca
como modelo y tipo de lo que la Iglesia debe ser en el ejercicio del culto (= servicio
a Dios como Pueblo Sacerdotal): =>: Creyente- Oyente de la Palabra: María
acoge con fe la Palabra, la encarna, la sirve como Pan, la escudriña a la luz
de los signos de los tiempos. Como ella, la Iglesia hace lo mismo )=>:
Orante: María suplica, alaba y lucha, según lo vemos en nuestra lectura de la Palabra.
Como María, la Iglesia presenta cada día al Padre las necesidades de sus hijos,
alaba incesantemente al Señor y lucha intercediendo por la salvación del mundo =>: Madre: María, la Virgen-Madre, por su
fe y obediencia engendró en la tierra al Hijo del Padre. Como ella, la Iglesia
llama a la Vida e inserta en una comunidad de salvación =>: Oferente: María
ofrece a su Hijo al mundo en los momentos más importantes de su vida. La
Iglesia toda ofrece y se ofrece permanentemente a Dios como víctima santa y
agradable a Dios. De este modo, cuando
la Iglesia imita a María la descubre como Maestra de vida espiritual: como
Ella, hace de la propia vida un culto a Dios y de su culto un compromiso de
vida.
Un mundo nuevo
La Inmaculada Concepción es el
comienzo de un mundo nuevo animado por el Espíritu: María «es el fruto no
envenenado por la serpiente, el paraíso ya concretado en el tiempo histórico,
la primavera cuyas flores no experimentarán ya el peligro de la contaminación y
la putrefacción» (L. Boff). En ella la Iglesia encuentra su utopía, su imagen más
santa después de Cristo, su ser y deber ser de «esposa inmaculada». - El
privilegio de María no la separa de la Humanidad ni de la Iglesia, porque la Inmaculada
tiene una función tipológica para la comunidad cristiana y cada uno de sus miembros:
es modelo para la Iglesia. La Inmaculada Concepción es un privilegio no aristocrático,
sino popular y, en alguna manera, participable. Ciertamente, incluso dentro del
esplendor del Espíritu, María permanece anclada en la tierra, en la historia,
en la concreción de la condición humana. - Si se ha visto inmune del pecado y
de la concupiscencia que conduce al mal, la Inmaculada no ha estado exenta de
los sentimientos humanos más intensos y vitales, de los límites y
condicionamientos culturales, del sufrimiento, del camino de la maduración y de
la peregrinación en la fe. A diferencia de nosotros, pecadores, María bajo el
influjo de la gracia ha puesto sus impulsos y tendencias al servicio de un
proyecto santo.
Todos estos versículos del
evangelio desarrollan toda una teología bíblica del misterio de María. Ella es
la mujer de los últimos tiempos, la que ha sustituido a Jerusalén para realizar
las promesas de universalidad y las profecías de fecundidad. Ella las realiza por
medio de un misterio que consiste en sus desposorios con Dios, poniendo así
punto final al repudio contra la primera esposa. Y, al mismo tiempo, las
realiza también por medio de su victoria sobre el enemigo. Por eso es llena de
gracia, y no solamente por su belleza física, sino mucho más por la belleza que
Dios le ha concedido y que la hace digna de ser la Madre del Hijo de Dios. La
fe de María es una fe tan grande que en ella se puede realizar el paso de la
esperanza al cumplimiento. - Sumergida en la Historia de Israel, Ella ha sido
la que ha dicho la última palabra en una religión de espera. Ella ha llevado
hasta el final la búsqueda espiritual de su Pueblo. - Por haberlo recorrido
ella misma, sabe mejor que nadie el camino que hay que seguir para ir al
encuentro de Dios.
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