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Emisora Vida Nueva

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Vida Nueva Cali - Reproductor

jueves, 31 de diciembre de 2020

JUEVES 31 DE DICIEMBRE

Contemplar el Evangelio de hoy

Día litúrgico: Navidad: 31 de Diciembre

Ver 1ª Lectura y Salmo

Texto del Evangelio (Jn 1,1-18): En el principio existía la Palabra y la Palabra estaba con Dios, y la Palabra era Dios. Ella estaba en el principio con Dios. Todo se hizo por ella y sin ella no se hizo nada de cuanto existe. En ella estaba la vida y la vida era la luz de los hombres, y la luz brilla en las tinieblas, y las tinieblas no la vencieron.

Hubo un hombre, enviado por Dios: se llamaba Juan. Éste vino para un testimonio, para dar testimonio de la luz, para que todos creyeran por Él. No era él la luz, sino quien debía dar testimonio de la luz.

La Palabra era la luz verdadera que ilumina a todo hombre que viene a este mundo. En el mundo estaba, y el mundo fue hecho por ella, y el mundo no la conoció. Vino a su casa, y los suyos no la recibieron. Pero a todos los que la recibieron les dio poder de hacerse hijos de Dios, a los que creen en su nombre; la cual no nació de sangre, ni de deseo de hombre, sino que nació de Dios. Y la Palabra se hizo carne, y puso su Morada entre nosotros, y hemos contemplado su gloria, gloria que recibe del Padre como Hijo único, lleno de gracia y de verdad.

Juan da testimonio de Él y clama: «Éste era del que yo dije: El que viene detrás de mí se ha puesto delante de mí, porque existía antes que yo». Pues de su plenitud hemos recibido todos, y gracia por gracia. Porque la Ley fue dada por medio de Moisés; la gracia y la verdad nos han llegado por Jesucristo. A Dios nadie le ha visto jamás: el Hijo único, que está en el seno del Padre, Él lo ha contado.

Comentario:Rev. D. David COMPTE i Verdaguer (Manlleu, Barcelona, España)

«Y la Palabra se hizo carne»

Hoy es el último día del año. Frecuentemente, una mezcla de sentimientos —incluso contradictorios— susurran en nuestros corazones en esta fecha. Es como si una muestra de los diferentes momentos vividos, y de aquellos que hubiésemos querido vivir, se hiciesen presentes en nuestra memoria. El Evangelio de hoy nos puede ayudar a decantarlos para poder comenzar el nuevo año con empuje.

«La Palabra era Dios (...). Todo se hizo por ella» (Jn 1,1.3). A la hora de hacer el balance del año, hay que tener presente que cada día vivido es un don recibido. Por eso, sea cual sea el aprovechamiento realizado, hoy hemos de agradecer cada minuto del año.

Pero el don de la vida no es completo. Estamos necesitados. Por eso, el Evangelio de hoy nos aporta una palabra clave: “acoger”. «Y la Palabra se hizo carne» (Jn 1,14). ¡Acoger a Dios mismo! Dios, haciéndose hombre, se pone a nuestro alcance. “Acoger” significa abrirle nuestras puertas, dejar que entre en nuestras vidas, en nuestros proyectos, en aquellos actos que llenan nuestras jornadas. ¿Hasta qué punto hemos acogido a Dios y le hemos permitido entrar en nosotros?

«La Palabra era la luz verdadera que ilumina a todo hombre que viene a este mundo» (Jn 1,9). Acoger a Jesús quiere decir dejarse cuestionar por Él. Dejar que sus criterios den luz tanto a nuestros pensamientos más íntimos como a nuestra actuación social y laboral. ¡Que nuestras actuaciones se avengan con las suyas!

«La vida era la luz» (Jn 1,4). Pero la fe es algo más que unos criterios. Es nuestra vida injertada en la Vida. No es sólo esfuerzo —que también—. Es, sobre todo, don y gracia. Vida recibida en el seno de la Iglesia, sobre todo mediante los sacramentos. ¿Qué lugar tienen en mi vida cristiana?

«A todos los que la recibieron les dio poder de hacerse hijos de Dios» (Jn 1,12). ¡Todo un proyecto apasionante para el año que vamos a estrenar!

miércoles, 30 de diciembre de 2020

MIERCOLES 30 DE DICIEMBRE

 

Contemplar el Evangelio de hoy

Día litúrgico: Navidad: 30 de Diciembre

Ver 1ª Lectura y Salmo

Texto del Evangelio (Lc 2,36-40): Había también una profetisa, Ana, hija de Fanuel, de la tribu de Aser, de edad avanzada; después de casarse había vivido siete años con su marido, y permaneció viuda hasta los ochenta y cuatro años; no se apartaba del Templo, sirviendo a Dios noche y día en ayunos y oraciones. Como se presentase en aquella misma hora, alababa a Dios y hablaba del Niño a todos los que esperaban la redención de Jerusalén.

Así que cumplieron todas las cosas según la Ley del Señor, volvieron a Galilea, a su ciudad de Nazaret. El Niño crecía y se fortalecía, llenándose de sabiduría; y la gracia de Dios estaba sobre Él.

Comentario:Rev. D. Joaquim FLURIACH i Domínguez (St. Esteve de P., Barcelona, España)

«Alababa a Dios y hablaba del Niño a todos»

Hoy, José y María acaban de celebrar el rito de la presentación del primogénito, Jesús, en el Templo de Jerusalén. María y José no se ahorran nada para cumplir con detalle todo lo que la Ley prescribe, porque cumplir aquello que Dios quiere es signo de fidelidad, de amor a Dios.

Desde que su hijo —e Hijo de Dios— ha nacido, José y María experimentan maravilla tras maravilla: los pastores, los magos de Oriente, ángeles... No solamente acontecimientos extraordinarios exteriores, sino también interiores, en el corazón de las personas que tienen algún contacto con este Niño.

Hoy aparece Ana, una señora mayor, viuda, que en un momento determinado tomó la decisión de dedicar toda su vida al Señor, con ayunos y oración. No nos equivocamos si decimos que esta mujer era una de las “vírgenes prudentes” de la parábola del Señor (cf. Mt 25,1-13): siempre velando fielmente en todo aquello que le parece que es la voluntad de Dios. Y está claro: cuando llega el momento, el Señor la encuentra a punto. Todo el tiempo que ha dedicado al Señor, aquel Niño se lo recompensa con creces. —¡Preguntadle, preguntadle a Ana si ha valido la pena tanta oración y tanto ayuno, tanta generosidad!

Dice el texto que «alababa a Dios y hablaba del Niño a todos los que esperaban la redención de Jerusalén» (Lc 2,38). La alegría se transforma en apostolado decidido: ella es el motivo y la raíz. El Señor es inmensamente generoso con los que son generosos con Él.

Jesús, Dios Encarnado, vive la vida de familia en Nazaret, como todas las familias: crecer, trabajar, aprender, rezar, jugar... ¡“Santa cotidianeidad”, bendita rutina donde crecen y se fortalecen casi sin darse cuenta la almas de los hombres de Dios! ¡Cuán importantes son las cosas pequeñas de cada día!

martes, 29 de diciembre de 2020

MARTES 29 DE DICIEMBRE

Contemplar el Evangelio de hoy

Día litúrgico: Navidad: 29 de Diciembre

Ver 1ª Lectura y Salmo

Texto del Evangelio (Lc 2,22-35): Cuando se cumplieron los días de la purificación según la Ley de Moisés, llevaron a Jesús a Jerusalén para presentarle al Señor, como está escrito en la Ley del Señor: Todo varón primogénito será consagrado al Señor y para ofrecer en sacrificio un par de tórtolas o dos pichones, conforme a lo que se dice en la Ley del Señor.

Y he aquí que había en Jerusalén un hombre llamado Simeón; este hombre era justo y piadoso, y esperaba la consolación de Israel; y en él estaba el Espíritu Santo. Le había sido revelado por el Espíritu Santo que no vería la muerte antes de haber visto al Cristo del Señor. Movido por el Espíritu, vino al Templo; y cuando los padres introdujeron al Niño Jesús, para cumplir lo que la Ley prescribía sobre Él, le tomó en brazos y bendijo a Dios diciendo: «Ahora, Señor, puedes, según tu palabra, dejar que tu siervo se vaya en paz; porque han visto mis ojos tu salvación, la que has preparado a la vista de todos los pueblos, luz para iluminar a los gentiles y gloria de tu pueblo Israel».

Su padre y su madre estaban admirados de lo que se decía de Él. Simeón les bendijo y dijo a María, su madre: «Éste está puesto para caída y elevación de muchos en Israel, y para ser señal de contradicción -¡y a ti misma una espada te atravesará el alma!- a fin de que queden al descubierto las intenciones de muchos corazones».

Comentario:Chanoine Dr. Daniel MEYNEN (Saint Aubain, Namur, Bélgica)

«Ahora, Señor, puedes (...) dejar que tu siervo se vaya en paz; porque han visto mis ojos tu salvación»

Hoy, 29 de diciembre, festejamos al santo Rey David. Pero es a toda la familia de David que la Iglesia quiere honrar, y sobre todo al más ilustre de todos ellos: ¡a Jesús, el Hijo de Dios, Hijo de David! Hoy, en ese eterno “hoy” del Hijo de Dios, la Antigua Alianza del tiempo del Rey David se realiza y se cumple en toda su plenitud. Pues, como relata el Evangelio de hoy, el Niño Jesús es presentado al Templo por sus padres para cumplir con la antigua Ley: «Cuando se cumplieron los días de la purificación según la Ley de Moisés, llevaron a Jesús a Jerusalén para presentarle al Señor, como está escrito en la Ley del Señor: Todo varón primogénito será consagrado al Señor» (Lc 2,22-23).

Hoy, se eclipsa la vieja profecía para dejar paso a la nueva: Aquel, a quien el Rey David había anunciado al entonar sus salmos mesiánicos, ¡ha entrado por fin en el Templo de Dios! Hoy es el gran día en que aquel que San Lucas llama Simeón pronto abandonará este mundo de oscuridad para entrar en la visión de la Luz eterna: «Ahora, Señor, puedes, según tu palabra, dejar que tu siervo se vaya en paz; porque han visto mis ojos tu salvación, la que has preparado a la vista de todos los pueblos» (Lc 2,29-32).

También nosotros, que somos el Santuario de Dios en el que su Espíritu habita (cf. 1Cor 3,16), debemos estar atentos a recibir a Jesús en nuestro interior. Si hoy tenemos la dicha de comulgar, pidamos a María, la Madre de Dios, que interceda por nosotros ante su Hijo: que muera el hombre viejo y que el nuevo hombre (cf. Col 3,10) nazca en todo nuestro ser, a fin de convertirnos en los nuevos profetas, los que anuncien al mundo entero la presencia de Dios tres veces santo, ¡Padre, Hijo y Espíritu Santo!

Como Simeón, seamos profetas por la muerte del “hombre viejo”! Tal como dijo el Papa San Juan Pablo II, «la plenitud del Espíritu de Dios viene acompañada (…) antes que nada por la disponibilidad interior que proviene de la fe. De ello, el anciano Simeón, ‘hombre justo y piadoso’, tuvo la intuición en el momento de la presentación de Jesús en el Templo». 

lunes, 28 de diciembre de 2020

LUNES 28 DE DICIEMBRE

Contemplar el Evangelio de hoy

Día litúrgico: 28 de Diciembre: Los Santos Inocentes, mártires

Ver 1ª Lectura y Salmo

Texto del Evangelio (Mt 2,13-18): Después que los magos se retiraron, el Ángel del Señor se apareció en sueños a José y le dijo: «Levántate, toma contigo al Niño y a su madre y huye a Egipto; y estate allí hasta que yo te diga. Porque Herodes va a buscar al Niño para matarle». Él se levantó, tomó de noche al Niño y a su madre, y se retiró a Egipto; y estuvo allí hasta la muerte de Herodes; para que se cumpliera el oráculo del Señor por medio del profeta: «De Egipto llamé a mi hijo».

Entonces Herodes, al ver que había sido burlado por los magos, se enfureció terriblemente y envió a matar a todos los niños de Belén y de toda su comarca, de dos años para abajo, según el tiempo que había precisado por los magos. Entonces se cumplió el oráculo del profeta Jeremías: «Un clamor se ha oído en Ramá, mucho llanto y lamento: es Raquel que llora a sus hijos, y no quiere consolarse, porque ya no existen».

Comentario:Rev. D. Joan Pere PULIDO i Gutiérrez Secretario del obispo de Sant Feliu (Sant Feliu de Llobregat, España)

«Se levantó, tomó de noche al Niño y a su madre, y se retiró a Egipto»

Hoy celebramos la fiesta de los Santos Inocentes, mártires. Metidos en las celebraciones de Navidad, no podemos ignorar el mensaje que la liturgia nos quiere transmitir para definir, todavía más, la Buena Nueva del nacimiento de Jesús, con dos acentos bien claros. En primer lugar, la predisposición de san José en el designio salvador de Dios, aceptando su voluntad. Y, a la vez, el mal, la injusticia que frecuentemente encontramos en nuestra vida, concretado en este caso en la muerte martirial de los niños Inocentes. Todo ello nos pide una actitud y una respuesta personal y social.

San José nos ofrece un testimonio bien claro de respuesta decidida ante la llamada de Dios. En él nos sentimos identificados cuando hemos de tomar decisiones en los momentos difíciles de nuestra vida y desde nuestra fe: «Se levantó, tomó de noche al Niño y a su madre, y se retiró a Egipto» (Mt 2,14).

Nuestra fe en Dios implica a nuestra vida. Hace que nos levantemos, es decir, nos hace estar atentos a las cosas que pasan a nuestro alrededor, porque —frecuentemente— es el lugar donde Dios habla. Nos hace tomar al Niño con su madre, es decir, Dios se nos hace cercano, compañero de camino, reforzando nuestra fe, esperanza y caridad. Y nos hace salir de noche hacia Egipto, es decir, nos invita a no tener miedo ante nuestra propia vida, que con frecuencia se llena de noches difíciles de iluminar.

Estos niños mártires, hoy, también tienen nombres concretos en niños, jóvenes, parejas, personas mayores, inmigrantes, enfermos... que piden la respuesta de nuestra caridad. Así nos lo dice San Juan Pablo II: «En efecto, son muchas en nuestro tiempo las necesidades que interpelan a la sensibilidad cristiana. Es la hora de una nueva imaginación de la caridad, que se despliegue no sólo en la eficacia de las ayudas prestadas, sino también en la capacidad de hacernos cercanos y solidarios con el que sufre».

Que la luz nueva, clara y fuerte de Dios hecho Niño llene nuestras vidas y consolide nuestra fe, nuestra esperanza y nuestra caridad.

viernes, 25 de diciembre de 2020

DOMINGO 27 DE DICIEMBRE

 

domingo 27 de diciembre de 2020,

“La Sagrada Familia de Nazaret: modelo, aliento y fuerza para nuestras familias”.

Domingo dentro de la Octava de Navidad -B

Textos: Eclesiástico 3, 3-7.14-17: Que los hijos honren a sus padres”

Salmo 127:  “Dichoso los que viven en tu casa, Señor!”

San Pablo a los Colosenses 3, 12-21: ”Que la paz de Cristo reine en su corazón”

San Lucas 2, 20-40: ”Llevaron al niño a Jerusalén para presentarlo al Señor”

Síntesis del mensaje: Esta fiesta es reciente y fue establecida hace poco más de un siglo por el Papa León XIII para dar a las familias cristianas un modelo evangélico de vida, virtudes domésticas y de unión en el amor, para que después de las pruebas de esta vida puedan gozar en el cielo de la eterna compañía de Dios y de la Sagrada Familia de Nazaret.

Puntos de la idea principal:

En primer lugar, todos sabemos de los grandes peligros que hoy sufren algunas de nuestras familias, y que puso en evidencia el sínodo extraordinario de la familia en octubre de 2014: familias fragmentadas, heridas, rotas, en necesidades de pobreza, de miseria y de angustia.

Dificultades internas y externas. Preocupaciones de tipo laboral y económico; visiones distintas en la educación de los hijos, provenientes de diferentes modelos educativos de los padres; los reducidos tiempos para el diálogo y el descanso.

A esto se añaden factores disgregadores como la separación y el divorcio, y el preocupante crecimiento de la práctica abortiva. El mismo egoísmo puede llevar a la falsa visión de considerar los hijos como objetos de propiedad de los padres, que se pueden fabricar según sus deseos.

Violencia, abusos, alcohol, drogas, pornografía y otras formas de dependencia sexual.  Y también esas situaciones pastorales difíciles: las uniones libres o en segundas nupcias sin haber recibido el sacramento del matrimonio. ¿Qué hacer ante estos desafíos?

En segundo lugar, hoy tenemos que mirar el modelo de la Sagrada Familia para que nos digan el secreto para formar una familia ideal y podamos lanzar luz a esos desafíos. Cuando Pablo VI estuvo en Nazaret sacó unas notas o lecciones de la Sagrada Familia de Nazaret, a modo de fotografía.

“Primero, lección de silencio. Renazca en nosotros la valorización del silencio, de esta estupenda e indispensable condición del espíritu; en nosotros, aturdidos por tantos ruidos, tantos estrépitos, tantas voces de nuestra ruidosa e hipersensibilizada vida moderna. Silencio de Nazaret, enséñanos el recogimiento, la interioridad, la aptitud de prestar oídos a las buenas inspiraciones y palabras de los verdaderos maestros; enséñanos la necesidad y el valor de la preparación, del estudio, de la meditación, de la vida personal e interior, de la oración que Dios sólo ve secretamente.

 Segundo, lección de vida doméstica. Enseñe Nazaret lo que es la familia, su comunión de amor, su sencilla y austera belleza, su carácter sagrado e inviolable; enseñe lo dulce e insustituible que es su pedagogía; enseñe lo fundamental e insuperable de su sociología.

Y tercero, lección de trabajo. ¡Oh Nazaret, oh casa del “Hijo del Carpintero”, cómo querríamos comprender y celebrar aquí la ley severa, y redentora de la fatiga humana; recomponer aquí la conciencia de la dignidad del trabajo; recordar aquí cómo el trabajo no puede ser fin en sí mismo y cómo, cuanto más libre y alto sea, tanto lo serán, además del valor económico, los valores que tiene como fin; saludar aquí a los trabajadores de todo el mundo y señalarles su gran colega, su hermano divino, el Profeta de toda justicia para ellos, Jesucristo Nuestro Señor!”. (Homilía de Pablo VI, 5 de enero de 1964 en Nazaret).

Finalmente, debemos volver una y otra vez al plan originario de Dios para la familia. Es cierto que Dios comenzó su plan arrancando a Abraham del seno de su familia, pero al mismo tiempo le hizo la promesa de un descendiente, de un heredero, Cristo, en torno al cual se formaría la familia perfecta.

Y cuando con brazo poderoso sacó a los judíos del Egipto lo hizo para constituirlos en pueblo, en familia de Dios. Siguiendo la misma línea, Dios constituyó luego la Iglesia –nuevo Israel- al modo de una familia, con un Padre común.

Somos de la familia de Jesús. Y en esta familia perfecta está el padre, la madre y los hijos. San Pablo en la segunda lectura de hoy nos da la clave para edificar esta familia de Jesús con un único cemento: el amor mutuo, hecho humildad, afabilidad, paciencia, perdón, paz, gratitud, oración, respeto, obediencia. El padre es la cabeza, la madre es el corazón y los hijos son la corona de esos padres.

Para reflexionar: ¿Qué es lo que más me impresiona de la Sagrada Familia de Nazaret? ¿Qué es lo que con más urgencia nuestras familias deberían aprender de la Sagrada Familia de Jesús, José y María? ¿Cómo debería comportarse la Iglesia con esas familias que están pasando por graves dificultades.

Para rezar: Sagrada Familia de Nazaret: enséñanos el recogimiento, la interioridad; danos la disposición de escuchar las buenas inspiraciones y las palabras de los verdaderos maestros. Enséñanos la necesidad del trabajo de reparación, del estudio, de la vida interior personal, de la oración, que sólo Dios ve en lo secreto; enséñanos lo que es la familia, su comunión de amor, su belleza simple y austera, su carácter sagrado e inviolable. Amén.

 

VIERNES 25 DE DICIEMBRE

 

Contemplar el Evangelio de hoy

Día litúrgico: La Natividad del Señor (Misa de Medianoche)

Ver 1ª Lectura y Salmo

Texto del Evangelio (Lc 2,1-14): Sucedió que por aquellos días salió un edicto de César Augusto ordenando que se empadronase todo el mundo. Este primer empadronamiento tuvo lugar siendo gobernador de Siria Quirino. Iban todos a empadronarse, cada uno a su ciudad. Subió también José desde Galilea, de la ciudad de Nazaret, a Judea, a la ciudad de David, que se llama Belén, por ser él de la casa y familia de David, para empadronarse con María, su esposa, que estaba encinta. Y sucedió que, mientras ellos estaban allí, se le cumplieron los días del alumbramiento, y dio a luz a su hijo primogénito, le envolvió en pañales y le acostó en un pesebre, porque no tenían sitio en el alojamiento.

Había en la misma comarca unos pastores, que dormían al raso y vigilaban por turno durante la noche su rebaño. Se les presentó el Ángel del Señor, y la gloria del Señor los envolvió en su luz; y se llenaron de temor. El Ángel les dijo: «No temáis, pues os anuncio una gran alegría, que lo será para todo el pueblo: os ha nacido hoy, en la ciudad de David, un salvador, que es el Cristo Señor; y esto os servirá de señal: encontraréis un niño envuelto en pañales y acostado en un pesebre». Y de pronto se juntó con el Ángel una multitud del ejército celestial, que alababa a Dios, diciendo: «Gloria a Dios en las alturas y en la tierra paz a los hombres en quienes Él se complace».

Comentario:Rev. D. Ramon Octavi SÁNCHEZ i Valero (Viladecans, Barcelona, España)

«Os ha nacido hoy, en la ciudad de David, un salvador, que es el Cristo Señor»

Hoy, nos ha nacido el Salvador. Ésta es la buena noticia de esta noche de Navidad. Como en cada Navidad, Jesús vuelve a nacer en el mundo, en cada casa, en nuestro corazón.

Pero, a diferencia de lo que celebra nuestra sociedad consumista, Jesús no nace en un ambiente de derroche, de compras, de comodidades, de caprichos y de grandes comidas. Jesús nace con la humildad de un portal y de un pesebre.

Y lo hace de esta manera porque es rechazado por los hombres: nadie había querido darles hospedaje, ni en las casas ni en las posadas. María y José, y el mismo Jesús recién nacido, sintieron lo que significa el rechazo, la falta de generosidad y de solidaridad.

Después, las cosas cambiarán y, con el anuncio del Ángel —«No temáis, pues os anuncio una gran alegría, que lo será para todo el pueblo» (Lc 2,10)— todos correrán hacia el portal para adorar al Hijo de Dios. Un poco como nuestra sociedad que margina y rechaza a muchas personas porque son pobres, extranjeros o sencillamente distintos a nosotros, y después celebra la Navidad hablando de paz, solidaridad y amor.

Hoy los cristianos estamos llenos de alegría, y con razón. Como afirma san León Magno: «Hoy no sienta bien que haya lugar para la tristeza en el momento en que ha nacido la vida». Pero no podemos olvidar que este nacimiento nos pide un compromiso: vivir la Navidad del modo más parecido posible a como lo vivió la Sagrada Familia. Es decir, sin ostentaciones, sin gastos innecesarios, sin lanzar la casa por la ventana. Celebrar y hacer fiesta es compatible con austeridad e, incluso, con la pobreza.

Por otro lado, si nosotros durante estos días no tenemos verdaderos sentimientos de solidaridad hacia los rechazados, forasteros, sin techo, es que en el fondo somos como los habitantes de Belén: no acogemos a nuestro Niño Jesús.

jueves, 24 de diciembre de 2020

JUEVES 24 DE DICIEMBRE

 

Contemplar el Evangelio de hoy

Día litúrgico: Adviento: 24 de Diciembre

Ver 1ª Lectura y Salmo

Texto del Evangelio (Lc 1,67-79): En aquel tiempo, Zacarías, el padre de Juan, quedó lleno de Espíritu Santo, y profetizó diciendo: «Bendito el Señor Dios de Israel porque ha visitado y redimido a su pueblo y nos ha suscitado una fuerza salvadora en la casa de David, su siervo, como había prometido desde tiempos antiguos, por boca de sus santos profetas, que nos salvaría de nuestros enemigos y de las manos de todos los que nos odiaban haciendo misericordia a nuestros padres y recordando su santa alianza y el juramento que juró a Abraham nuestro padre, de concedernos que, libres de manos enemigas, podamos servirle sin temor en santidad y justicia delante de Él todos nuestros días. Y tú, niño, serás llamado profeta del Altísimo, pues irás delante del Señor para preparar sus caminos y dar a su pueblo conocimiento de salvación por el perdón de sus pecados, por las entrañas de misericordia de nuestro Dios, que harán que nos visite una Luz de la altura, a fin de iluminar a los que habitan en tinieblas y sombras de muerte y guiar nuestros pasos por el camino de la paz».

Comentario:Rev. D. Ignasi FABREGAT i Torrents (Terrassa, Barcelona, España)

«Harán que nos visite una Luz de la altura, a fin de iluminar a los que habitan en tinieblas»

Hoy, el Evangelio recoge el canto de alabanza de Zacarías después del nacimiento de su hijo. En su primera parte, el padre de Juan da gracias a Dios, y en la segunda sus ojos miran hacia el futuro. Todo él rezuma alegría y esperanza al reconocer la acción salvadora de Dios con Israel, que culmina en la venida del mismo Dios encarnado, preparada por el hijo de Zacarías.

Ya sabemos que Zacarías había sido castigado por Dios a causa de su incredulidad. Pero ahora, cuando la acción divina es del todo manifiesta en su propia carne —pues recupera el habla— exclama aquello que hasta entonces no podía decir si no era con el corazón; y bien cierto que lo decía: «Bendito el Señor Dios de Israel...» (Lc 1,68). ¡Cuántas veces vemos oscuras las cosas, negativas, de manera pesimista! Si tuviésemos la visión sobrenatural de los hechos que muestra Zacarías en el Canto del Benedictus, viviríamos con alegría y esperanza de una manera estable.

«El Señor ya está cerca; el Señor ya está aquí». El padre del precursor es consciente de que la venida del Mesías es, sobre todo, luz. Una luz que ilumina a los que viven en la oscuridad, bajo las sombras de la muerte, es decir, ¡a nosotros! ¡Ojalá que nos demos cuenta con plena conciencia de que el Niño Jesús viene a iluminar nuestras vidas, viene a guiarnos, a señalarnos por dónde hemos de andar...! ¡Ojalá que nos dejáramos guiar por sus ilusiones, por aquellas esperanzas que pone en nosotros!

Jesús es el “Señor” (cf. Lc 1,68.76), pero también es el “Salvador” (cf. Lc 1,69). Estas dos confesiones (atribuciones) que Zacarías hace a Dios, tan cercanas a la noche de la Navidad, siempre me han sorprendido, porque son precisamente las mismas que el Ángel del Señor asignará a Jesús en su anuncio a los pastores y que podremos escuchar con emoción esta misma noche en la Misa de Nochebuena. ¡Y es que quien nace es Dios!

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miércoles, 23 de diciembre de 2020

MIERCOLES 23 DE DICIEMBRE

 

 
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Contemplar el Evangelio de hoy

Día litúrgico: Adviento: 23 de Diciembre

Ver 1ª Lectura y Salmo

Texto del Evangelio (Lc 1,57-66): Se le cumplió a Isabel el tiempo de dar a luz, y tuvo un hijo. Oyeron sus vecinos y parientes que el Señor le había hecho gran misericordia, y se congratulaban con ella. Y sucedió que al octavo día fueron a circuncidar al niño, y querían ponerle el nombre de su padre, Zacarías, pero su madre, tomando la palabra, dijo: «No; se ha de llamar Juan». Le decían: «No hay nadie en tu parentela que tenga ese nombre». Y preguntaban por señas a su padre cómo quería que se le llamase. Él pidió una tablilla y escribió: «Juan es su nombre». Y todos quedaron admirados. Y al punto se abrió su boca y su lengua, y hablaba bendiciendo a Dios. Invadió el temor a todos sus vecinos, y en toda la montaña de Judea se comentaban todas estas cosas; todos los que las oían las grababan en su corazón, diciendo: «Pues, ¿qué será este niño?». Porque, en efecto, la mano del Señor estaba con él.

Comentario:Rev. D. Miquel MASATS i Roca (Girona, España)

«‘¿Qué será este niño?’. Porque, en efecto, la mano del Señor estaba con él»

Hoy, en la primera lectura leemos: «Esto dice el Señor: ‘Yo envío mi mensajero para que prepare el camino delante de Mí’» (Mal 3,1). La profecía de Malaquías se cumple en Juan Bautista. Es uno de los personajes principales de la liturgia de Adviento, que nos invita a prepararnos con oración y penitencia para la venida del Señor. Tal como reza la oración colecta de la misa de hoy: «Concede a tus siervos, que reconocemos la proximidad del Nacimiento de tu Hijo, experimentar la misericordia del Verbo que se dignó tomar carne de la Virgen María y habitar entre nosotros».

El nacimiento del Precursor nos habla de la proximidad de la Navidad. ¡El Señor está cerca!; ¡preparémonos! Preguntado por los sacerdotes venidos desde Jerusalén acerca de quién era, él respondió: «Yo soy la voz del que clama en el desierto: ‘Enderezad el camino del Señor’» (Jn 1,23).

«Mira que estoy a la puerta y llamo: si alguno oye mi voz y me abre la puerta, entraré en su casa y cenaré con él y él conmigo» (Ap 3,20), se lee en la antífona de comunión. Hemos de hacer examen para ver cómo nos estamos preparando para recibir a Jesús el día de Navidad: Dios quiere nacer principalmente en nuestros corazones.

La vida del Precursor nos enseña las virtudes que necesitamos para recibir con provecho a Jesús; fundamentalmente, la humildad de corazón. Él se reconoce instrumento de Dios para cumplir su vocación, su misión. Como dice san Ambrosio: «No te gloríes de ser llamado hijo de Dios —reconozcamos la gracia sin olvidar nuestra naturaleza—; no te envanezcas si has servido bien, porque has cumplido aquello que tenías que hacer. El sol hace su trabajo, la luna obedece; los ángeles cumplen su misión. El instrumento escogido por el Señor para los gentiles dice: ‘Yo no merezco el nombre de Apóstol, porque he perseguido a la Iglesia de Dios’ (1Cor 15,9)».

Busquemos sólo la gloria de Dios. La virtud de la humildad nos dispondrá a prepararnos debidamente para las fiestas que se acercan.

martes, 22 de diciembre de 2020

MARTES 22 DE DICIEMBRE

 

Contemplar el Evangelio de hoy

Día litúrgico: Adviento: 22 de Diciembre

Ver 1ª Lectura y Salmo

Texto del Evangelio (Lc 1,46-56): En aquel tiempo, dijo María: «Engrandece mi alma al Señor y mi espíritu se alegra en Dios mi salvador porque ha puesto los ojos en la humildad de su esclava, por eso desde ahora todas las generaciones me llamarán bienaventurada, porque ha hecho en mi favor maravillas el Poderoso, Santo es su nombre y su misericordia alcanza de generación en generación a los que le temen. Desplegó la fuerza de su brazo, dispersó a los que son soberbios en su propio corazón. Derribó a los potentados de sus tronos y exaltó a los humildes. A los hambrientos colmó de bienes y despidió a los ricos sin nada. Acogió a Israel, su siervo, acordándose de la misericordia —como había anunciado a nuestros padres— en favor de Abraham y de su linaje por los siglos».

María permaneció con Isabel unos tres meses, y se volvió a su casa.

Comentario:Rev. D. Francesc PERARNAU i Cañellas (Girona, España)

«Engrandece mi alma al Señor y mi espíritu se alegra en Dios mi salvador»

Hoy, el Evangelio de la Misa nos presenta a nuestra consideración el Magníficat, que María, llena de alegría, entonó en casa de su pariente Elisabet, madre de Juan el Bautista. Las palabras de María nos traen reminiscencias de otros cantos bíblicos que Ella conocía muy bien y que había recitado y contemplado en tantas ocasiones. Pero ahora, en sus labios, aquellas mismas palabras tienen un sentido mucho más profundo: el espíritu de la Madre de Dios se transparenta tras ellas y nos muestran la pureza de su corazón. Cada día, la Iglesia las hace suyas en la Liturgia de las Horas cuando, rezando las Vísperas, dirige hacia el cielo aquel mismo canto con que María se alegraba, bendecía y daba gracias a Dios por todas sus bondades.

María se ha beneficiado de la gracia más extraordinaria que nunca ninguna otra mujer ha recibido y recibirá: ha sido elegida por Dios, entre todas las mujeres de la historia, para ser la Madre de aquel Mesías Redentor que la Humanidad estaba esperando desde hacía siglos. Es el honor más alto nunca concedido a una persona humana, y Ella lo recibe con una total sencillez y humildad, dándose cuenta de que todo es gracia, regalo, y que Ella es nada ante la inmensidad del poder y de la grandeza de Dios, que ha obrado maravillas en Ella (cf. Lc 1,49). Una gran lección de humildad para todos nosotros, hijos de Adán y herederos de una naturaleza humana marcada profundamente por aquel pecado original del que, día tras día, arrastramos las consecuencias.

Estamos llegando ya al final del tiempo de Adviento, un tiempo de conversión y de purificación. Hoy es María quien nos enseña el mejor camino. Meditar la oración de nuestra Madre —queriendo hacerla nuestra— nos ayudará a ser más humildes. Santa María nos ayudará si se lo pedimos con confianza.

lunes, 21 de diciembre de 2020

LUNES 21 DE DICIEMBRE

Contemplar el Evangelio de hoy

Día litúrgico: Adviento: 21 de Diciembre

Ver 1ª Lectura y Salmo

Texto del Evangelio (Lc 1,39-45): En aquellos días, se levantó María y se fue con prontitud a la región montañosa, a una ciudad de Judá; entró en casa de Zacarías y saludó a Isabel. Y sucedió que, en cuanto oyó Isabel el saludo de María, saltó de gozo el niño en su seno, e Isabel quedó llena de Espíritu Santo; y exclamando con gran voz, dijo: «Bendita tú entre las mujeres y bendito el fruto de tu seno; y ¿de dónde a mí que la madre de mi Señor venga a mí? Porque, apenas llegó a mis oídos la voz de tu saludo, saltó de gozo el niño en mi seno. ¡Feliz la que ha creído que se cumplirían las cosas que le fueron dichas de parte del Señor!».

Comentario:Rev. D. Àngel CALDAS i Bosch (Salt, Girona, España)

«¡Feliz la que ha creído!»

Hoy, el texto del Evangelio corresponde al segundo misterio de gozo: la «Visitación de María a su prima Isabel». ¡Es realmente un misterio! ¡Una silenciosa explosión de un gozo profundo como nunca la historia nos había narrado! Es el gozo de María, que acaba de ser madre, por obra y gracia del Espíritu Santo. La palabra latina “gaudium” expresa un gozo profundo, íntimo, que no estalla por fuera. A pesar de eso, las montañas de Judá se cubrieron de gozo. María exultaba como una madre que acaba de saber que espera un hijo. ¡Y qué Hijo! Un Hijo que peregrinaba, ya antes de nacer, por senderos pedregosos que conducían hasta Ain Karen, arropado en el corazón y en los brazos de María.

Gozo en el alma y en el rostro de Isabel, y en el niño que salta de alegría dentro de sus entrañas. Las palabras de la prima de María traspasarán los tiempos: «¡Bendita tú eres entre todas las mujeres y bendito es el fruto de tu vientre!» (cf. Lc 1,42). El rezo del Rosario, como fuente de gozo, es una de las nuevas perspectivas descubiertas por San Juan Pablo II en su Carta apostólica sobre El Rosario de la Virgen María.

La alegría es inseparable de la fe. «¿De dónde a mí que la madre de mi Señor venga a mí?» (Lc 1,43). La alegría de Dios y de María se ha esparcido por todo el mundo. Para darle paso, basta con abrirse por la fe a la acción constante de Dios en nuestra vida, y recorrer camino con el Niño, con Aquella que ha creído, y de la mano enamorada y fuerte de san José. Por los caminos de la tierra, por el asfalto o por los adoquines o terrenos fangosos, un cristiano lleva consigo, siempre, dos dimensiones de la fe: la unión con Dios y el servicio a los otros. Todo bien aunado: con una unidad de vida que impida que haya una solución de continuidad entre una cosa y otra.

 

viernes, 18 de diciembre de 2020

DOMINGO 20 DE DICIEMBRE

 

“Buscando una casita”

20 de diciembre, cuarto Domingo de Adviento.

II Samuel 7, 1-5. 8-12. 14. 16: “El reino de David permanecerá para siempre en presencia del Señor”

Salmo 88: “Proclamaré sin cesar la misericordia del Señor”

Romanos 16, 25-27: Se ha revelado el misterio oculto durante siglos”

San Lucas 1, 26-38: “Concebirás y darás a luz un hijo”

La Anunciación

¿No es fácil encontrar una casa? Ciertamente que para la mayoría de las personas es muy difícil encontrar algún lugar que responda a nuestras necesidades y que esté al alcance de nuestro presupuesto, si es que hay alguno.

Ahora imaginemos que para quien tenemos que buscar esa casa es nada menos que  el Mesías esperado, para el Rey de cielos y tierra, para el Todopoderoso, para El que tiene en sus manos el destino de los tiempos… No nos asustemos y acerquémonos a mirar las exigencias del que está por llegar.

San Lucas se encarga de manifestarnos los deseos y las expectativas de este “enviado” que está por llegar. Lo hace a su estilo y con formas literarias que nos manifiestan no tanto la historia sino la intención de presentar a un personaje extraordinario.

Lo hace utilizando un esquema que se llama “Anuncio” o “Anunciación” y que era muy utilizado no solamente por los escritores bíblicos, sino por otros escritores de la región que buscaban manifestar la importancia de la persona que habían que presentar. San Lucas así lo hace cuando nos introduce en la vida de Juan el Bautista.

Algo tendrá que ver, pues, todo lo que ahora nos dice. Primeramente destaca el lugar. Mientras que para el Bautista nos coloca en la solemnidad del Santuario, entre los inciensos y las ofrendas, para el Mesías escoge Nazaret, ahora reconocida por todos, pero en aquel tiempo totalmente desconocida, jamás nombrada en el Antiguo Testamento, considerada como una región pagana, no está ligada a ninguna promesa o expectativa mesiánica.

Si acaso como lugar cercano al paso entre poblaciones importantes y en una región mezclada de razas ligadas al comercio y expuestas a todos los paganismos. ¿Qué nos querrá decir? No sé, quizás que la salvación llega desde los lugares humildes, ignorados, sencillos y no tanto desde los lujos o las grandes instituciones de Israel.

Zacarías y María

El Anuncio del Bautista nos causaba ya cierto desconcierto porque el Ángel es enviado a dos ancianos estériles, con todo lo que esto provoca entre las malas lenguas vecinas, considerados no propiamente fuertes para educar y sostener a un profeta.

Pero al menos teníamos la justificación de que Zacarías y su esposa eran personas rectas, irreprochables y que seguían en todo la ley del Señor, y los dos considerados descendientes de tribus ilustres de Israel.

Pero para el Mesías al presentarnos a María, no nos dice nada de sus antepasados, y si algún mérito de buena familia tiene es ser la prometida de José, él sí que es descendiente de la estirpe David. No se nos habla nada de observancia de leyes pero ciertamente a José lo presenta como un hombre justo. ¡Pero José no estaba a la hora del anuncio!

Así que, siguiendo nuestra comparación, mientras Isabel ya había perdido toda esperanza de tener un hijo, María no estaba preparada y ni por asomo esperaba en aquel momento tener un hijo. Así nos encontramos con una jovencita, sin blasones importantes de familia, sin títulos ni reconocimientos, como una clara representante de los “pobres de Israel”, que era muy fiel a Dios pero que no tenía ninguna relevancia social.

A la hora del anuncio las reacciones son muy distintas. Mientras Zacarías se llena de temor, se muestra incrédulo, pide pruebas y nunca da su consentimiento, María es muy claro que se sobresalta y hasta se preocupa al sentirse alabada, pide explicaciones porque no sabe cómo puede ser eso, pero al final se pone como esclava y como fiel servidora de la palabra del Señor.

Dos personajes contrastantes, dos actitudes contrastantes y dos resultados contrastantes: mientras Zacarías permanece mudo por su incredulidad, María engendra la Palabra, con rapidez la lleva a las montañas y se transforma en anunciadora del Todopoderoso.

Un sí que compromete

Los días ya se acercan y Jesús busca casa donde nacer. No son muchas sus exigencias  en cuanto a comodidades y riquezas, solamente pide corazones sencillos, compartidos y desapegados de lujos, de riquezas, de honores, y de ambiciones.

Nosotros podemos ahora escuchar esa solicitud de Jesús: “Busco casita”, y apresurarnos a responder con la generosidad de María, con un sí seguro y confiado, con un “fíat” que compromete y dispone, con un “yo soy la esclava del Señor, hágase en mí según tu palabra”, confiando en un amor mucho más grande que el nuestro.

No temamos, también para cada uno de nosotros son las palabras de Gabriel: “Alégrate. El Señor está contigo”. Claro que a nosotros no nos puede decir que estamos llenos de gracia, porque nuestros delitos nos abruman y nuestras miserias saltan a la vista.

Pero el Señor es tan generoso que a pesar de nuestras miserias también nos escoge para pesebre, cueva, o casita, donde pueda nacer el Salvador. No importan las apariencias externas, lo importante es la limpieza interior y la apertura de corazón para recibir a Jesús.

No olvidemos que con Jesús llegan también los pastores, los pecadores, los enfermos, los despreciados… entonces, sí exige una puerta grande y noble para aceptar a todos como hermanos. No podemos poner a la entrada el consabido: “Nos reservamos el derecho de admisión”, porque Jesús, como buen peregrino, llega acompañado de todos sus hermanos, sin hacer distinciones para todo el que acepte su invitación.

Rompe esos abismos que se abren entre pobres y ricos. Destruye las barreras que separan. Ya sabemos su estilo: escoge a los pequeños, no le importa el ruido ni el llanto de los niños y para todos es como un pan, ¿cómo un pan? ¡Para todos se vuelve alimento, luz y vida!

Así, que si de verdad queremos ofrecer nuestro corazón como casa, preparémonos para las consecuencias porque tendremos que vivir al estilo de Jesús y pasar una Navidad bajo sus condiciones, pero si no estamos dispuestos a todos estos riesgos, ¿por qué, entonces, nos seguimos llamando cristianos?

Son los últimos días de este Adviento y el contemplar tan cerca el nacimiento de Jesús nos obliga preguntarnos: ¿Cómo voy a acoger a Dios-Niño que se hace presencia viva y concreta en medio de nosotros? ¿Cómo voy a vivir y cómo voy a expresar a este Dios ternura que se acerca hasta convertirse en uno de nosotros? ¿Cómo voy a dar calor y compañía al recién nacido en mi corazón y en mi casa?

 Señor, por el anuncio de tu Ángel has dado a conocer a María tu amoroso designio de salvación y la has hecho partícipe de la Encarnación, concédenos abrir nuestro corazón y convertirnos, por medio de tu Espíritu, en casa y portal donde nazca Jesús y sean bienvenidos todos los hombres porque son nuestros hermanos. Amén.

 

VIERNES 18 DE DICIEMBRE

Contemplar el Evangelio de hoy

Día litúrgico: Adviento: 18 de Diciembre

Ver 1ª Lectura y Salmo

Texto del Evangelio (Mt 1,18-24): La generación de Jesucristo fue de esta manera: Su madre, María, estaba desposada con José y, antes de empezar a estar juntos ellos, se encontró encinta por obra del Espíritu Santo. Su marido José, como era justo y no quería ponerla en evidencia, resolvió repudiarla en secreto.

Así lo tenía planeado, cuando el Ángel del Señor se le apareció en sueños y le dijo: «José, hijo de David, no temas tomar contigo a María tu mujer porque lo engendrado en Ella es del Espíritu Santo. Dará a luz un hijo, y tú le pondrás por nombre Jesús, porque Él salvará a su pueblo de sus pecados». Todo esto sucedió para que se cumpliese el oráculo del Señor por medio del profeta: «Ved que la virgen concebirá y dará a luz un hijo, y le pondrán por nombre Emmanuel, que traducido significa: “Dios con nosotros”». Despertado José del sueño, hizo como el Ángel del Señor le había mandado, y tomó consigo a su mujer.

Comentario:Rev. D. Antoni CAROL i Hostench (Sant Cugat del Vallès, Barcelona, España)

«José, hijo de David, no temas tomar contigo a María tu mujer»

Hoy, la liturgia de la palabra nos invita a considerar el maravilloso ejemplo de san José. Él fue extraordinariamente sacrificado y delicado con su prometida María.

No hay duda de que ambos eran personas excelentes, enamorados entre ellos como ninguna otra pareja. Pero, a la vez, hay que reconocer que el Altísimo quiso que su amor esponsalicio pasara por circunstancias muy exigentes.

Ha escrito el Papa San Juan Pablo II que «el cristianismo es la sorpresa de un Dios que se ha puesto de parte de su criatura». De hecho, ha sido Él quien ha tomado la “iniciativa”: para venir a este mundo no ha esperado a que hiciésemos méritos. Con todo, Él propone su iniciativa, no la impone: casi —diríamos— nos pide “permiso”. A Santa María se le propuso —¡no se le impuso!— la vocación de Madre de Dios: «Él, que había tenido el poder de crearlo todo a partir de la nada, se negó a rehacer lo que había sido profanado si no concurría María» (San Anselmo).

Pero Dios no solamente nos pide permiso, sino también contribución con sus planes, y contribución heroica. Y así fue en el caso de María y José. En concreto, el Niño Jesús necesitó unos padres. Más aún: necesitó el heroísmo de sus padres, que tuvieron que esforzarse mucho para defender la vida del “pequeño Redentor”.

Lo que es muy bonito es que María reveló muy pocos detalles de su alumbramiento: un hecho tan emblemático es relatado con sólo dos versículos (cf. Lc 2,6-7). En cambio, fue más explícita al hablar de la delicadeza que su esposo José tuvo con Ella. El hecho fue que «antes de empezar a estar juntos ellos, se encontró encinta por obra del Espíritu Santo» (Mt 1,19), y por no correr el riesgo de infamarla, José hubiera preferido desaparecer discretamente y renunciar a su amor (circunstancia que le desfavorecía socialmente). Así, antes de que hubiese sido promulgada la ley de la caridad, san José ya la practicó: María (y el trato justo con ella) fue su ley.

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