“Buscando una
casita”
20 de
diciembre, cuarto Domingo de
Adviento.
II Samuel
7, 1-5. 8-12. 14. 16: “El reino de David permanecerá para siempre en presencia
del Señor”
Salmo 88:
“Proclamaré sin cesar la misericordia del Señor”
Romanos
16, 25-27: Se ha revelado el misterio oculto durante siglos”
San Lucas
1, 26-38: “Concebirás y darás a luz un hijo”
La
Anunciación
¿No es
fácil encontrar una casa? Ciertamente que para la mayoría de las personas es
muy difícil encontrar algún lugar que responda a nuestras necesidades y que
esté al alcance de nuestro presupuesto, si es que hay alguno.
Ahora
imaginemos que para quien tenemos que buscar esa casa es nada menos que
el Mesías esperado, para el Rey de cielos y tierra, para el Todopoderoso,
para El que tiene en sus manos el destino de los tiempos… No nos asustemos y
acerquémonos a mirar las exigencias del que está por llegar.
San Lucas
se encarga de manifestarnos los deseos y las expectativas de este “enviado” que
está por llegar. Lo hace a su estilo y con formas literarias que nos
manifiestan no tanto la historia sino la intención de presentar a un personaje
extraordinario.
Lo hace
utilizando un esquema que se llama “Anuncio” o “Anunciación” y que era muy
utilizado no solamente por los escritores bíblicos, sino por otros escritores
de la región que buscaban manifestar la importancia de la persona que habían
que presentar. San Lucas así lo hace cuando nos introduce en la vida de Juan el
Bautista.
Algo
tendrá que ver, pues, todo lo que ahora nos dice. Primeramente destaca el
lugar. Mientras que para el Bautista nos coloca en la solemnidad del Santuario,
entre los inciensos y las ofrendas, para el Mesías escoge Nazaret, ahora
reconocida por todos, pero en aquel tiempo totalmente desconocida, jamás
nombrada en el Antiguo Testamento, considerada como una región pagana, no está
ligada a ninguna promesa o expectativa mesiánica.
Si acaso
como lugar cercano al paso entre poblaciones importantes y en una región
mezclada de razas ligadas al comercio y expuestas a todos los paganismos. ¿Qué
nos querrá decir? No sé, quizás que la salvación llega desde los lugares
humildes, ignorados, sencillos y no tanto desde los lujos o las grandes
instituciones de Israel.
Zacarías
y María
El
Anuncio del Bautista nos causaba ya cierto desconcierto porque el Ángel es
enviado a dos ancianos estériles, con todo lo que esto provoca entre las malas
lenguas vecinas, considerados no propiamente fuertes para educar y sostener a
un profeta.
Pero al
menos teníamos la justificación de que Zacarías y su esposa eran personas
rectas, irreprochables y que seguían en todo la ley del Señor, y los dos considerados
descendientes de tribus ilustres de Israel.
Pero para
el Mesías al presentarnos a María, no nos dice nada de sus antepasados, y si
algún mérito de buena familia tiene es ser la prometida de José, él sí que es
descendiente de la estirpe David. No se nos habla nada de observancia de leyes
pero ciertamente a José lo presenta como un hombre justo. ¡Pero José no estaba
a la hora del anuncio!
Así que,
siguiendo nuestra comparación, mientras Isabel ya había perdido toda esperanza
de tener un hijo, María no estaba preparada y ni por asomo esperaba en aquel
momento tener un hijo. Así nos encontramos con una jovencita, sin blasones
importantes de familia, sin títulos ni reconocimientos, como una clara
representante de los “pobres de Israel”, que era muy fiel a Dios pero que no
tenía ninguna relevancia social.
A la hora
del anuncio las reacciones son muy distintas. Mientras Zacarías se llena de
temor, se muestra incrédulo, pide pruebas y nunca da su consentimiento, María
es muy claro que se sobresalta y hasta se preocupa al sentirse alabada, pide
explicaciones porque no sabe cómo puede ser eso, pero al final se pone como
esclava y como fiel servidora de la palabra del Señor.
Dos
personajes contrastantes, dos actitudes contrastantes y dos resultados
contrastantes: mientras Zacarías permanece mudo por su incredulidad, María
engendra la Palabra, con rapidez la lleva a las montañas y se transforma en
anunciadora del Todopoderoso.
Un sí que
compromete
Los días
ya se acercan y Jesús busca casa donde nacer. No son muchas sus exigencias
en cuanto a comodidades y riquezas, solamente pide corazones sencillos,
compartidos y desapegados de lujos, de riquezas, de honores, y de ambiciones.
Nosotros
podemos ahora escuchar esa solicitud de Jesús: “Busco casita”, y apresurarnos a
responder con la generosidad de María, con un sí seguro y confiado, con un
“fíat” que compromete y dispone, con un “yo soy la esclava del Señor, hágase en
mí según tu palabra”, confiando en un amor mucho más grande que el nuestro.
No
temamos, también para cada uno de nosotros son las palabras de Gabriel:
“Alégrate. El Señor está contigo”. Claro que a nosotros no nos puede decir que
estamos llenos de gracia, porque nuestros delitos nos abruman y nuestras
miserias saltan a la vista.
Pero el
Señor es tan generoso que a pesar de nuestras miserias también nos escoge para
pesebre, cueva, o casita, donde pueda nacer el Salvador. No importan las
apariencias externas, lo importante es la limpieza interior y la apertura de
corazón para recibir a Jesús.
No
olvidemos que con Jesús llegan también los pastores, los pecadores, los
enfermos, los despreciados… entonces, sí exige una puerta grande y noble para
aceptar a todos como hermanos. No podemos poner a la entrada el consabido: “Nos
reservamos el derecho de admisión”, porque Jesús, como buen peregrino, llega
acompañado de todos sus hermanos, sin hacer distinciones para todo el que
acepte su invitación.
Rompe
esos abismos que se abren entre pobres y ricos. Destruye las barreras que
separan. Ya sabemos su estilo: escoge a los pequeños, no le importa el ruido ni
el llanto de los niños y para todos es como un pan, ¿cómo un pan? ¡Para todos
se vuelve alimento, luz y vida!
Así, que
si de verdad queremos ofrecer nuestro corazón como casa, preparémonos para las
consecuencias porque tendremos que vivir al estilo de Jesús y pasar una Navidad
bajo sus condiciones, pero si no estamos dispuestos a todos estos riesgos, ¿por
qué, entonces, nos seguimos llamando cristianos?
Son los
últimos días de este Adviento y el contemplar tan cerca el nacimiento de Jesús
nos obliga preguntarnos: ¿Cómo voy a acoger a Dios-Niño que se hace presencia
viva y concreta en medio de nosotros? ¿Cómo voy a vivir y cómo voy a expresar a
este Dios ternura que se acerca hasta convertirse en uno de nosotros? ¿Cómo voy
a dar calor y compañía al recién nacido en mi corazón y en mi casa?
Señor,
por el anuncio de tu Ángel has dado a conocer a María tu amoroso designio de
salvación y la has hecho partícipe de la Encarnación, concédenos abrir nuestro
corazón y convertirnos, por medio de tu Espíritu, en casa y portal donde nazca
Jesús y sean bienvenidos todos los hombres porque son nuestros hermanos. Amén.
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