Cuaresma, tiempo de silencio y oración
Con el compromiso de la santa
ceniza iniciamos el tiempo sagrado de la Cuaresma. Unidos al Señor, como
Iglesia de Dios en marcha caminamos hacia la gran fiesta de la Pascua: Muerte y
resurrección de Jesucristo. Guiados por la palabra de Dios recorramos, con
pleno sentido cristiano, esta senda que nos lleva a descubrir las exigencias de
nuestra fe en Cristo.
Como preparación a la Pascua,
Cuaresma es un tiempo de gracia: las riquezas de la muerte de Cristo y su
resurrección, como evento de salvación, están distribuidas y entregadas a
nosotros a través de la Cuaresma. - El tiempo de Cuaresma ha sido siempre un
tiempo de una especial vivencia de fe para el cristiano. Ha sido vivido como un
tiempo penitencial. Sus signos externos así nos lo manifestaban. Era la época
del año en que los cristianos vivían con más fuerza y vigor su fe.
Por lo tanto Cuaresma es un
tiempo de conversión: aunque la Gracia y total liberación del mal son un
regalo, que no podemos tener sin vaciamos a nosotros mismos de falsas riquezas
y valores. Conversión, en el último sentido, es para liberamos a nosotros de
valores falsos que nos esclavizan; así podemos crecer de acuerdo a los
verdaderos valores concedidos por Cristo.
LECTURAS:
Génesis 9,8-15: «Hago un pacto con ustedes: el diluvio no
volverá a destruir a los vivientes»
Salmo 25(24): «Tus sendas, Señor, son misericordia y
lealtad»
1Pedro 3,18-22: «El diluvio fue un símbolo del bautismo que
San Marcos 1, 12-15: «Estaba entre los animales del campo y
los ángeles le servían»
La prueba de Jesús
El ministerio de Jesús se
inicia bajo el signo del Espíritu pero también bajo la nefasta sombra satánica.
Es lamente al final de la actividad y de la vida de Jesús cuando Pascua el
primer signo tiene el dominio sobre el segundo. Esto es Cuaresma, la
Gracia de la está a la mano. Vivamos de acuerdo al Evangelio y nuestras vidas
serán reformadas. Esto es lo que ofrece Cristo a los hombres al anunciar la
cercanía del Reino de Dios: la superación del pecado y la intimidad con Dios.
La respuesta del hombre será ponerse en marcha como signo de la aceptación en
la propia vida de la victoria de Cristo.
Éste es el primer anuncio de
Jesús, es su primera buena noticia. Y siempre que habla del Reino lo presenta
como un Reino de Amor. El Amor tiene como consecuencia la justicia: un Reino
donde todos son tratados con el mismo respeto y la misma dignidad; donde se
reconocen a todos los mismos derechos; donde no hay divisiones, ni envidias, ni
enfrentamientos. Y donde hay justicia, reina la paz. (expresada en la armonía
del ambiente habitado por Jesús: «Vivía con las fieras y los ángeles le
servían»).
Las pruebas de la iglesia
- El poder, la gloria y
avaricia personal; el doblegarse y venderse en el orden político social
engendra la idolatría, el endiosamiento, los mitos corruptores. Sólo UNO es el
Señor. El orgullo y la soberbia personal o los grupos predominantes, frente a
la apertura y sencillez humilde de la fe. Pruebas eclesiales son también la
eficacia temporal, el triunfalismo y dominio; contar sólo con medios humanos.
El Papa Francisco sostiene
«cuando el Pueblo de Dios se convierte a su amor, encuentra las respuestas a las
preguntas que la historia le plantea continuamente... E«el Pueblo de Dios, por
tanto, tiene necesidad de renovación, para no ser indiferente y para no
cerrarse en sí mismo». La Iglesia no necesita recetas mágicas para poder
convertirse, sino que debe únicamente ser fiel y escuchar atentamente al Dios
que habla, y que lo hizo de manera radical en Jesucristo por medio de la
Encarnación.
¿Qué podemos hacer?
«La Cuaresma es un tiempo para
creer, es decir, para recibir a Dios en nuestra vida y permitirle ―poner su
morada‖ en nosotros (cf. Jn 14,23). Ayunar significa liberar nuestra existencia
de todo lo que estorba, incluso de la saturación de informaciones —verdaderas o
falsas— y productos de consumo, para abrir las puertas de nuestro corazón a
Aquel que viene a nosotros pobre de todo, pero «lleno de gracia y de verdad»
(Jn 1,14): el Hijo de Dios Salvador.
El tiempo de Cuaresma está
hecho para esperar, para volver a dirigir la mirada a la paciencia de Dios, que
sigue cuidando de su Creación, mientras que nosotros a menudo la maltratamos
(cf. Carta enc. Laudato si’, 32-33;43-44). Es esperanza en la reconciliación, a
la que san Pablo nos exhorta con pasión: «Os pedimos que os reconciliéis con
Dios» (2 Co 5,20). Vivir una Cuaresma de caridad quiere decir cuidar a quienes
se encuentran en condiciones de sufrimiento, abandono o angustia a causa de la
pandemia de COVID19. En un contexto tan incierto sobre el futuro, recordemos la
palabra dirige a su Siervo: «No temas, que te he
redimido» (Is 43,1), ofrezcamos caridad una palabra de confianza, para que el
otro sienta que Dios lo ama como a un hijo Que María, Madre del Salvador, fiel
al pie de la cruz y en el corazón de la Iglesia, nos sostenga con su presencia
solícita, y la bendición de Cristo resucitado nos acompañe en el camino hacia
la luz pascual».
Tiempo de «escucha»
El tema de la escucha es
también recurrente en el Magisterio del Papa Francisco. Así, en su Mensaje, él
nos dice «necesitamos oír en cada Cuaresma el grito de los profetas que
levantan su voz y nos despiertan»...En otro lugar del mismo Mensaje leemos: «la
Cuaresma es un tiempo propicio para dejarnos servir por Cristo y así llegar a
ser como Él. Esto sucede cuando escuchamos la Palabra de Dios». Que Francisco
hable de los profetas no es algo ingenuo, ya que ellos tienen una función
social y política que denuncian justamente
indiferencia que el hombre tiene
o con Dios o con los hermanos. En Cuaresma se vuelve necesaria una Iglesia más
profética que despierte al mundo dormido en la globalización de la indiferencia.
Tiempo de desierto:
En el Evangelio de hoy tenemos
la imagen sugerente del desierto. Podemos destacar varias notas. El desierto
es: - * un lugar de soledad y silencio. Oímos sólo la voz de nuestra reflexión
y de nuestra conciencia. Y nos preguntamos: ¿Hacia dónde nos dirigimos, dónde
está la salida? ¿Cuál es la meta y el final? ¿Qué dificultades hay? ¿Con cuáles
me voy a encontrar? ¿Cómo las voy a resolver?
Hay que decidirse y empezar a
caminar. Hay que ser fuertes y constantes y seguir caminando siempre. Detenerse
es morir. Buscar la soledad y el silencio. Huir del ruido, las voces, el
ajetreo que no nos permiten detenernos. Reflexionar para no ser superficiales Preguntarnos
hacia dónde vamos para recordar, renovar, actualizar las metas, los ideales de
nuestra vida que, a veces, por la rutina, los olvidamos y caemos en la mediocridad.
* Lugar de encuentro con la
Palabra
La Cuaresma es ocasión
propicia para dedicar tiempo a la Palabra de Dios para reflexionarla y
asimilarla, porque nuestro ideal es Jesús, pensar y vivir como Él y nuestra
meta es la santidad: sean santos porque Dios su Padre es santo; sean perfectos
(Lv. 19,2 y Mt. 5,48)...La Palabra de Dios nos recuerda y completa el mensaje
de Jesús, que es el camino de la santidad, y su persona y su vida son nuestro modelo.
* Lugar de superación
Reflexionar sobre las
dificultades que encontramos. Las que vienen de nosotros mismos: pereza,
cansancio, orgullo. Las que vienen de los otros: malos ejemplos, dejarnos
arrastrar. Las que nos ofrece la sociedad: modos de vida y comportamiento
contrarios al Evangelio. Es necesario procurar conocerlas para evitarlas y
superarlas.
La Conversión que nos pide
Jesús en el Evangelio, más que liberamos de los pecados, vicios, y toda forma
de egoísmo, debe ser llenamos de esperanza y amor a Dios, sentido de justicia,
compasión y generosidad. Y, como dos elementos contradictorios, no deben existir
en el mismo lugar (un lugar no puede estar, al mismo tiempo frío y caliente),
mientras más vivimos de acuerdo al Evangelio, menos vivimos de acuerdo al
espíritu del mal (aunque el reverso también es verdad). Así, la conversión no
es un compromiso «negativo», sino una positiva y creciente experiencia.
Nuestro compromiso hoy es el
camino cuaresmal
La cuaresma es momento
propicio para enfrentarnos con la realidad de nuestro ser en Cristo, para
aceptar radicalmente los compromisos que adquirimos con él en nuestro Bautismo.
La gran tentación nuestra es la de abandonar la fe, abandonar a Cristo y a su
Iglesia. Es allí donde las tentaciones de Cristo en el desierto se hacen presentes
en nuestra vida. Y nosotros, adheridos a él por la fe en el, podemos derrotar
ésa que es la gran tentación de la vida. Emprendamos con fe y decisión el
camino cuaresmal. La palabra de Dios nos irá diciendo día a día a qué tenemos
que renunciar, de qué nos debemos convertir, cómo debemos adherir a Cristo que
nos va llevando, como personas y como Iglesia, hasta las alegrías pascuales.
Relación con la Eucaristía
La Eucaristía es la renovación
de este amor de Dios que no falla; sólo fallará si fallamos nosotros. Sólo el
que está dispuesto a ser fiel puede participar del Misterio Eucarístico.
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