Comunidad de testimonio y servicio
Jornada mundial de oración por las vocaciones sacerdotales
Estamos en el «Domingo del
Buen Pastor». El pueblo elegido de antiguo Testamento era un pueblo de
pastores. Dios se adapta a su cultura y, en lenguaje de pastores, le habla al
corazón, allá donde el hombre entiende, siente y ama.
El pastor no es un oficio
corriente en nuestra cultura. Sólo conocemos imágenes pulcras del Buen Pastor.
Pero la realidad de lo que entraña esa tarea, de los riesgos y trabajos,
fatigas y preocupaciones que soportan los pastores nos escapa. A la luz de la
Pascua, el evangelio de hoy nos invita a contemplar al Resucitado como Buen
Pastor. Cristo Resucitado continúa presente en su Iglesia, camina con nosotros,
conduce a su Pueblo.
LECTURAS:
Hechos
de los Apóstoles 4, 8-12: «Por su nombre se presenta éste sano ante ustedes
Salmo
23(22): «La piedra que desecharon los arquitectos es ahora la piedra angular»
1 carta
Juan 3, 1-2: «Miren qué amor nos ha tenido el Padre para llamarnos hijos de
Dios»
San Juan
10, 11-18: «Yo soy el buen pastor»
Apacienta
y pastorea
Apacentar
es proporcionar alimento a las ovejas. Es preciso buscarlo en largas y fatigosas
jornadas. El alimento que Dios da a su pueblo en Antiguo Testamento es su Palabra, su presencia, su ley, la liturgia
del templo, sus reyes y jefes que lo representan, la solidaridad que se
establece entre los miembros del pueblo.
Pastorear
es guiar el rebaño. La oveja necesita ser conducida. Es Dios el verdadero guía
del pueblo. Lo hace a través de guías establecidos por él en su pueblo, principalmente
sus reyes, sus profetas, sus maestros, sus maestros y sus sacerdotes. Es Dios
quien ha fijado el destino final adonde el rebaño debe llegar a su realización definitiva.
Pone al servicio del pueblo su poder y su conocimiento que trasciende el tiempo.
«Aunque camine por cañadas oscuras nada temo porque el Señor va conmigo, decía
el salmista.
De esa
manera, comprensible para un pueblo de pastores, Dios describe su amor y preocupación
incesante por el pueblo que se ha escogido. Los profetas lo dijeron hermosamente:
Como un pastor que apacienta el rebaño su brazo lo reúne, toma en brazos los
corderos y hace recostar a las madres (Is 40, 11). Se percibe el amor fiel, incansable
y tierno de Dios por los suyos. La Comunidad ora por la vida y el ministerio de
sus pastores (Papa, Obispos, Presbíteros y Diáconos) para que la gracia
sacramental del Ministerio los confirme en el carisma recibido por la
imposición de las manos y los colme de amor pastoral para el servicio del
Pueblo de Dios.
Oración
por las vocaciones
Estas
son realidades que debemos vivir en nuestra experiencia de la vida cristiana. Este
domingo se ha dedicado a la oración para que haya en la Iglesia muchos y muchas
personas consagradas al servicio del rebaño. En nuestra vivencia de fe debemos
pensar que todos y todas, sacerdotes, religiosos y religiosas, laicos y laicas estamos
llamados por Dios a ser ovejas y también a prestar servicio de pastores. Lo son
las jerarquías de la Iglesia pero lo son también todos aquellos que en la vida conducen
a los demás. Los padres de familia en la educación y crianza de los hijos, los
profesores y educadores, todos cuantos tienen a su cargo el presidir la marcha
de los demás hacia un destino, lo hacen por encargo de Dios. El les confía su
hijos e hijas para que los encaminen hacia el destino final pasando por la
experiencia responsable de la vida en este mundo.
Representamos
a Cristo
Somos
representantes del gran Pastor de las ovejas, Cristo Señor, y como él debemos
asumir el papel que él realizó. Entregar la vida por los demás, llenar de amor y
conocimiento mutuos nuestra relación con los hermanos en la fe, saber que nadie
nos pertenece como propiedad sino que el verdadero dueño, que es el Padre Dios,
nos ha confiado sus hijos para que con seguridad los llevemos hasta él. Pastor
no es el que indica caminos y dice por donde ir. El verdadero pastor es el que
va delante, que enfrenta dificultades, que derrumba obstáculos, que conoce los
caminos verdaderos y que a su turno, con inmensa docilidad y afecto se pone en
seguimiento de los demás para cumplir la misión. Porque también debemos ser
ovejas. En la Iglesia de Jesucristo los pastores, a su turno, también son
ovejas, en camino hacia el Padre. Dios nos conceda la gracia de llenar así, con
plenitud, nuestra vocación cristiana.
La
autoridad del testimonio
La
mejor manera de manifestar esa relación de Dios con el hombre es el testimonio de
la vida cristiana. Dar visibilidad en el mundo al amor de Dios a través de nuestro
compromiso con los demás en nombre de Jesucristo. Es la prolongación en la
historia, de la encarnación de Jesucristo en el discípulo. Nuestra relación con
Dios sigue siendo la misma: el Padre nos ama y nos conoce en Jesucristo su
Hijo; nosotros lo conocemos y lo amamos en Jesucristo que nos lo revela. Dios
sigue empeñado en nuestra realización y nuestra felicidad y en conducirnos hasta
él. Nosotros debemos entrar en su designio, dejarnos llevar a donde él nos conduce,
a él mismo. Hacerlo en unión con los hermanos y a favor de ellos. Tenemos responsabilidad
frente a su felicidad y a su realización y ellos la tienen con nosotros. Nuestra
solidaridad se vive no solo en la sociedad civil sino sobre todo en el seno de esa
familia y comunidad que se llama la Iglesia. En una palabra todos somos ovejas
amadas, cuidadas por el buen Pastor Jesucristo; y todos, cada uno en el lugar
que ocupa en el plan de Dios, comparte la misión de Cristo, buen Pastor…Recibamos
el alimento que nos da: su Palabra y la Eucaristía; dejémonos llevar junto con
los hermanos gozosamente hasta donde él nos conduce. La lectura de los Hechos
nos muestra como Pedro dio visibilidad a esa realidad en los primeros días de
la Iglesia.
Ser
pastor hoy
¿Cómo
hablar hoy, en nuestra cultura ajena a ese lenguaje y esa experiencia de pastores,
del amor de Dios Padre manifestado en Cristo Jesús, hacia el hombre de hoy, a
cada uno de nosotros a quienes Dios ama con nombre propio?. Todavía ese lenguaje
y esa cultura tenían limitaciones. Al fin y al cabo el pastor termina
sacrificando la oveja en beneficio propio. En cambio en Dios es la máxima
entrega, el máximo amor con el máximo desinterés propio. Dar la vida por la
oveja es manifestar al máximo el amor de quien se sacrifica por el bien de los
demás.
Relación
con la Eucaristía
En
cada Eucaristía Él nos dirige su Palabra y se nos da como alimento, y así se nos
muestra entrañablemente como el Buen Pastor. Pero después nos envía a que también
nosotros, cada uno en su ambiente, nos comportemos con su mismo estilo de entrega
y cercanía para con los demás. No podemos ser buenos discípulos y seguidores de
Jesús si no intentamos imitar su estilo de vida, su forma de relación con
todos: «Hagan esto en conmemoración mía».
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