¡«Es el Señor»!
Lecturas:
Hechos de los Apóstoles. 5, 27b-32,40b-41: «Testigos de esto somos
nosotros y el Espíritu Santo».
Salmo. 30 (29): «Te ensalzaré, Señor, porque me has librado»
Apocalipsis. 5,11-14: «Digno es el cordero degollado de recibir el poder
y la alabanza»
Evangelio Según San Juan. 21, 1-19 «Dichos los que
crean sin haber visto»
«Juntos para la Misión»
Los apóstoles se reúnen para trabajar juntos y, con Jesús comparten el
pan, el pescado y la palabra, como en una Eucaristía junto al lago. Están
«Juntos para la Misión». Una vez más Cristo resucitado se reúne con los
Apóstoles, para enseñarles -e igualmente a nosotros- algo importante para su
cristianismo. La enseñanza se da sobre todo a través del diálogo entre Jesús y
Pedro. (Recordemos que Pedro había negado a Cristo la noche de la pasión): «Pedro,
¿me amas?... Sí, tú sabes que te amo... Entonces (sígueme) y apacienta mis ovejas».
¿Qué aprendemos de este diálogo?
Aprendemos que sobre todo Jesús está preocupado por nuestro amor y
amistad, no tanto por nuestras faltas y fracasos. Aprendemos que ser cristiano
es seguir a Jesús, tratar de imitarlo por amor. El cristianismo es Jesús que
nos pregunta cada día si lo amamos, y es seguirlo de acuerdo con eso. Y también
aprendemos que la mejor prueba y la mejor manera de seguir a Jesús es
«atendiendo sus ovejas». Es decir, trabajar con Jesús en la Iglesia por la
salvación de los demás, como «buenos obreros del Evangelio».
No podemos dejar de traer a la memoria - para reflexionarlas y llevarlas
a la vida- las palabras que el Papa Francisco, en la homilía de la «Misa Crismal»,
dirigió a los Sacerdotes, cuando los invitó a la renovación de los compromisos
sacerdotales:
«... Esto os pido: sed pastores con «olor a oveja»,
que eso se note... Es verdad que la así llamada crisis de identidad sacerdotal
nos amenaza a todos y se suma a una crisis de civilización; pero si sabemos
barrenar su ola, podremos meternos mar adentro en nombre del Señor y echar las
redes. Es bueno que la realidad misma nos lleve a ir allí donde lo que somos
por gracia se muestra claramente como pura gracia, en ese mar del mundo actual
donde sólo vale la unción – y no la función – y resultan fecundas las redes
echadas únicamente en el nombre de Aquél de quien nos hemos fiado: Jesús»
(Papa FRANCISCO, Homilía en la Misa Crismal, Basílica de San Pedro,
Jueves Santo,
28 de Marzo 2013).
¿Qué nos pide hacer la Palabra?
El ejemplo de Pedro
Pedro es el primero que toma la iniciativa y anuncia a sus hermanos su
decisión de salir a pescar. Pedro va hacia el mar, que es el mundo, va hacia
los hermanos, porque sabe que ha sido constituido pescador de hombres igual que
Jesús, que había salido del Padre para venir a plantar su tienda en medio de
nosotros. Y también Pedro es el primero en reaccionar al anuncio de Juan que
reconoce a Jesús presente en la orilla: se pone el vestido y se arroja al mar.
Me parecen alusiones fuertes al bautismo, como si Pedro quisiese definitivamente
borrar su pasado en aquellas aguas, como hace un catecúmeno que entra en la
fuente bautismal.
Pedro se entrega a estas aguas purificadoras, se deja curar: se arroja
en ellas, llevando consigo sus presunciones, sus culpas, el peso de la
negación, el llanto. Para salir hombre nuevo al encuentro de su Señor. Antes de
arrojarse, Pedro se ciñe el vestido, así como Jesús antes que él se había
ceñido para lavar los pies de los discípulos en la última cena. Es el vestido
del siervo, del que se entrega a los hermanos y precisamente este vestido cubre
su desnudez. Es el vestido mismo del Señor, que lo envuelve en su amor y su
perdón. Gracias a este amor Pedro podrá salir del mar, podrá resurgir, comenzar
de nuevo. También se ha dicho de Jesús que salió del agua después de su
bautismo: el mismo verbo, la misma experiencia unen al Maestro y al discípulo.
¡Pedro es ya un hombre nuevo! Por esto podrá afirmar por tres veces que
ama al Señor. Aunque permanezca abierta en él la herida de su triple negación,
ésta no es la última palabra: sino que es precisamente aquí donde Pedro conoce
el perdón del Señor y conoce su debilidad, que se le descubre como el lugar de
un amor más grande. Pedro recibe amor, un amor que va bien más allá de su
traición, de su caída: un amor que lo hace capaz de servir a los hermanos, de
llevarlos a pastar a las praderas jugosas del Señor.
Pedro se convertirá además de otras cosas en el Pastor bueno, como el
mismo Jesús: también, en efecto, dará la vida por el rebaño, extenderá las
manos a la crucifixión, como afirman las fuentes históricas. Crucificado con la
cabeza hacia abajo, Pedro estará totalmente en esta posición, pero en el
misterio de amor él se enderezará verdaderamente y llevará a cumplimiento aquel
bautismo iniciado en el momento en el que se había arrojado al mar con el
vestido. Se convierte entonces en un cordero que sigue al Pastor hasta la
muerte.
Relación con la Eucaristía
Quizá en algunas iglesias empieza ya a notarse la presencia de los niños
que comulgan por vez primera. El enlace de este hecho con la celebración
pascual debería subrayarse; y puede ser una manera de recordar a todos que los
cristianos celebramos la Pascua sobre todo comulgando con el Señor muerto y
resucitado. A partir de ahí, cabe recordar el sentido del precepto de la
comunión pascual
Algunas preguntas para pensar durante la semana
1. ¿Ponemos la esencia del cristianismo en el amor a
Cristo y a los demás, o sólo en prácticas y deberes?
2. ¿Qué hago yo para atender las ovejas del Señor?
3. ¿Estoy dispuesto, yo también, a hacer este recorrido
de conversión?
4. ¿Me dejo despertar por esta invitación de Jesús? ¿O
prefiero seguir escondido, detrás de mis puertas cerradas por el miedo, como
estaban los discípulos en el cenáculo?
5. ¿Quiero decidirme a salir, a ir en pos de Jesús, a
dejarme enviar por Él?
6. Hay una barca siempre para mí, hay una vocación de
amor que el Señor me ha dado.
7. ¿Cuándo me decidiré a responder de verdad?