LA ASCENSION DEL SEÑOR: envío
Misionero.
Pascua es un acontecimiento en
tres dimensiones: la Resurrección del Señor, su Ascensión al cielo y
Pentecostés (el Espíritu Santo enviado por el Señor). Últimamente las liturgias
dominicales han puesto énfasis en la Resurrección. Este Domingo celebramos la
Ascensión y el próximo terminaremos la «Cincuentena Pascual» con la solemnidad
de Pentecostés.
La Ascensión es como el
desarrollo del acontecimiento de la Pascua, su plenitud, que todavía «madurará»
más con el envío del Espíritu. Pascua, Ascensión y Pentecostés no son unos
hechos aislados, sucesivos, que conmemoramos con la oportuna fiesta anual. Son
un único y dinámico movimiento de salvación que ha sucedido en Cristo, nuestra
Cabeza, y que se nos va comunicando en la celebración pascual de cada año. Se
pueden leer con provecho los números que el Catecismo dedica a la Ascensión del Señor:
CIC. 659-667.
LECTURAS:
Hechos
de los Apóstoles 1, 1-11: «Fue levantado en presencia de ellos»
Salmo
47(46): «Dios asciende entre aclamaciones, el Señor al son de trompetas».
Efesios
1,17-23: «Lo sentó a su derecha en el cielo»
San
Lucas 24,46-53: «Mientras los bendecía, iba subiendo al cielo»
¿QUÉ
NOS DICE la PALABRA?
¿Qué
nos dice Dios a través del texto? Atendamos a nuestro interior. El texto
propone una proclamación en nombre de Jesús. ¿Qué contenido tiene en nuestro
caso esa proclamación? Conversión y perdón son experiencias, ¿Qué experiencias
propicia nuestra proclamación en nombre de Jesús? ¿Cómo, cuándo, a quién
evangelizamos? ¿Cómo somos testigo de Jesús, desde qué experiencias en nuestra
vida? El texto destaca la alegría al hilo de la bendición de Jesús, ¿cómo
expresar hoy esa gran alegría, expresión de la presencia de Jesús en nuestras
vidas, en medio de tantos problemas y circunstancias difíciles?
Victoria
sobre la muerte
De
acuerdo con San Pablo, la ascensión es la última confirmación del Señorío de
Cristo a través de la historia. Este Señorío es fuente de esperanza: esperanza
en que la historia puede hacerse mejor; esperanza en un mundo mejor. El futuro
de la humanidad es Cristo, no el hombre ni los modos humanos.
En el
Evangelio, la fiesta de la Ascensión del Señor nos recuerda el hecho de nuestra
futura ascensión al cielo. Nuestra resurrección después de la muerte es una
verdad esencial de nuestra fe cristiana. No sólo inmortalidad de nuestras
almas, sino también de nuestros cuerpos. Toda la persona entrará en la
eternidad, como lo hizo Jesús.
Esto
nos trae a la idea de nuestra vida después de la muerte, y la idea del cielo y
la eternidad. Es muy difícil para nosotros imaginar nuestra vida más allá de la
muerte, ya que sólo tenemos la limitada experiencia de vivir de acuerdo con
tiempo y lugar, mientras que Dios y el cielo y la vida eterna no tienen tiempo
y lugar en el sentido terreno. Desprendámonos de nuestra imaginación al tratar
de estos hechos que están más allá de nuestra experiencia. S. Pablo dice: «Lo
que ni el ojo vio, ni el oído oyó, ni al
corazón del hombre llegó, lo que Dios preparó para los que le aman».
Renunciemos
a tratar de entender los «cómos», los detalles externos, y apeguémonos a la fe substancial
de la Iglesia. Creemos que después de la muerte encontramos a Dios. Morimos
entre las manos misericordiosas de Dios. Creemos que nuestra persona entera
-cuerpo y alma- serán llenados con la propia felicidad y plenitud de Dios.
Creemos que esta plenitud es perdurable y siempre renovada.
La
Ascensión de Cristo supone el dominio definitivo sobre todo lo que amenaza a la
existencia humana. La Iglesia, por tanto, debe asociarse a todas las tareas en
favor del ser humano, especialmente de los más necesitados, que es la prioridad
del ministerio apostólico el Papa Francisco: «¡Ah, cómo quisiera una Iglesia
pobre y para los pobres!» (PAPA FRANCISCO, Discurso en el encuentro con los
Periodistas, Sala Pablo VI del Vaticano, Sábado 16 de marzo de 2013).
Ausencia
- Presencia
La
Ascensión de Jesús señala, en la narración de Lucas, la tensión en la que entra
la comunidad de los discípulos desde aquel momento, una vez han terminado las
manifestaciones del Resucitado: una tensión entre la ausencia del Señor y, al
mismo tiempo, su presencia.
Relación
con la Eucaristía
Las
posibilidades de actualización eucarística de esta fiesta son múltiples: -
-
Habría que destacar, en primer lugar, el comentario de San León Magno, Papa, precisamente
en una homilía sobre la Ascensión: «Aquello que fue visible en nuestro
Redentor, ha pasado ahora a los sacramentos». Y, centralmente, esto se realiza
en la Eucaristía.
- Una
vez más habrá que subrayar este elemento decisivo: la celebración eucarística
no es la simple memoria histórica de unos acontecimientos, sino la
actualización de comunión y presencia con el protagonista de los mismos, «que
ha entrado en el cielo para presentarse ahora en el acatamiento de Dios a favor
nuestro». Por eso podemos decir «hoy», hablando de la Ascensión, porque
Jesucristo está «ante Dios» en el perenne «hoy» de su Misterio.
- De
aquí también se puede derivar una catequesis sobre la presencia real de Cristo
en la Eucaristía, que tenga en cuenta al mismo tiempo el hecho de la ausencia
del Señor según la forma natural de ser, en la que está presente a la derecha
del Padre, y la presencia sacramental, igualmente real -aunque no natural- en
la que está entre nosotros, bajo las apariencias del pan y del vino de la
Eucaristía.
Aquí
está el sentido más fuerte del «sacramento», como elemento de presencia y
mediación de comunión entre el misterio de Cristo y la Iglesia del tiempo
presente. En la Eucaristía ¡se nos da y ofrecemos al Señor de la gloria!
¿A
QUÉ NOS COMPROMETE la PALABRA?
¿Qué
dimensión de nuestra vida puedo cambiar? ¿Qué hacer, por poco que sea, para verdaderamente
proclamar la Palabra, para hacerlo más al estilo de Jesús? ¿Qué hacer para ser
bendición de Dios para quienes nos rodean, para ser alegría y Evangelio? ¡Algo que
esté en nuestras manos de modo realista!
Compromiso
con la Misión
La
gloria de la Ascensión al cielo es una llamada para todos, pero como última
etapa de una vida vivida de acuerdo con esta llamada. El cielo de cada hombre
se prepara y de alguna manera se anticipa en este mundo. Esto es lo que quiere
decir la predicación y promoción del Evangelio del Reino, aquí y ahora.
No
debe entonces sorprendernos que el acontecimiento de la Ascensión del Señor sea
también el acontecimiento del comienzo de la misión de la Iglesia en el mundo
entero: - «En su nombre se predicará la conversión y el perdón de los pecados a
todos los pueblos, comenzando por Jerusalén». Y así será en adelante. Algunos discípulos
deseaban seguir contemplando a Jesús en el cielo, pero Jesús los envía de vuelta
a trabajar por el bien de los demás: «¿Qué hacen ustedes ahí plantados mirando
al cielo?». En el cristianismo, contemplación y oración, apostolado y
compromiso, van siempre juntos. Nos anima la convicción que expresó el Papa
Francisco con estas palabras: «La verdad cristiana es atrayente y persuasiva
porque responde a la necesidad profunda de la existencia humana, al anunciar de
manera convincente que Cristo es el único Salvador de todo el hombre y de todos
los hombres. Este anuncio sigue siendo válido hoy, como lo fue en los comienzos
del cristianismo, cuando se produjo la primera gran expansión misionera del
Evangelio» (PAPA FRANCISCO, 15 de marzo de 2013).
Con la
Ascensión comienzan todos los tiempos de la Iglesia, Cristo cumplió ya con todo.
Los textos han relacionado íntimamente Ascensión y misión. La Ascensión reúne todas
las coordenadas de la salvación: amor entregando la vida, fidelidad y
participación en la gloria divina. Por eso la Ascensión que era
promesa-llamada, se hace ahora misión de nuestra fe.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario