“Verdaderamente este hombre era Hijo de Dios”
Hoy la Iglesia nos presenta la oportunidad de
aclamar a Jesús en nuestros corazones como rey y centro de nuestras vidas. Al
igual que las gentes que gritaban ¡Hosanna al Hijo de David, Bendito el que
viene en nombre del Señor!, nosotros queremos seguir a Cristo, aunque sea
complejo el proceso de seguimiento, sabiendo que detrás de la complejidad de la
vida encontraremos la Luz, Luz de vida en la Pascua Eterna.
Lectura del Profeta Isaías 50, 4-7
El Señor Dios me ha dado una lengua de discípulo;
para saber decir al abatido una palabra de aliento.
pasión y muerte de Jesús. Jesús enfrenta la
traición, la negación y el abandono, todo por amor a nosotros y en obediencia
al plan divino de redención. La cortina del templo se rasga, simbolizando el
acceso directo a Dios para todos a través de la muerte de Cristo. En el
evangelio de este domingo se nos presenta el drama de la salvación, donde la
obediencia, la humildad y el sacrificio se entrelazan para ofrecernos el regalo
inigualable de la vida eterna.
LECTURAS:
Domingo de
Ramos - 24 de marzo
Lectura del
Profeta Isaías 50, 4-7:”El Señor Dios me ha dado una
lengua de discípulo; para saber decir al abatido una palabra de aliento…”
Sal. 21, 8-9.
17-18a. 19-20. 23-24 Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?
Lectura de la
carta del Apóstol San Pablo a los Filipenses 2, 6-11:”Cristo Jesús, siendo de condición divina, no retuvo ávidamente el
ser igual a Dios;al contrario, se despojó de sí mismo tomando la condición de
esclavo,hecho semejante a los hombres…”
Pasión de
Nuestro Señor Jesucristo según San Marcos 15, 1-39 :”… Y Jesús, dando un fuerte grito, expiró.
Reflexión del Evangelio de hoy
Los seres humanos sufrimos siempre
la insatisfacción de no llegar a ser totalmente lo que somos, siempre caminamos
en espera de una liberación. Soñamos con una realidad de plenitud que aún tiene
lugar en nuestra existencia, es lo que llamamos “utopía”. Y como solos no
podemos alcanzar ese mundo que añoramos, volvemos los ojos hacia un mesías, un
enviado que nos dé respuesta. Cuando hacemos una radiografía a la historia
bíblica nos encontramos con la promesa de que ese mesías llegará para liberar a
la humanidad de todas sus deficiencias e introducirla en el paraíso de la
felicidad.
En este sentido, la sociedad judía
donde nació, creció y murió Jesús de Nazaret soñaba con una liberación
definitiva; ese anhelo utópico de una felicidad sin sombras que todos llevamos
dentro. Aquella sociedad judía era religiosa, y muchos esperaban que la
liberación fuera obra de un Mesías enviado por Dios. Llegaría con poder para
satisfacer las carencias del pueblo judío y liberarlo de sus enemigos. En otras
palabras, soñaban con la llegada de un mesías caudillo que con su poder
libraría política y económicamente al pueblo judío para que dominara sin más a
todas las naciones. Sin embargo, el mesianismo de Jesús contrasta de manera
importante con aquella expectativa de la religión judía. Así, en el relato
evangélico de este domingo, Jesús cabalga con dignidad, sin triunfalismo,
montado sobre un asno. A pesar de estar rodeado y acompañado de unas gentes que
le rinden vasallaje aclamándolo, Él, Mesías-rey esperado, lo hace en forma
humilde, sencilla, sin ostentación, hablando de modestia y paz. No es un rey guerrero
que conquista la ciudad, sino que viene como príncipe de la paz.
De ahí que la conducta y
trayectoria de Jesús nos hablan de otro mesianismo, de otra visión, de otro
camino hacia la utopía de la liberación y de la felicidad. Esta conducta nos
habla de un Jesús que caminaba con los legalmente impuros, que comía con los
pobres, que restauraba la dignidad de los excluidos por cualquier razón. Su
lógica, no es la del poder que se impone por la fuerza, ni son las normas
religiosas dentro de esa lógica. La inspiración en la conducta de Jesús es el
amor que sirve a los demás y se da gratuitamente para el bien de los otros. Es
la gente sencilla que encuentra en Jesús de Nazaret al verdadero Mesías que
hoy, aparentemente triunfante, se presenta montado sobre un asno, signo de
mansedumbre y humildad. El Mesías liberador esperado no llega montado sobre
caballos como los poderosos del mundo de la época. Así, la multitud de
discípulos, escuchan, acogen y saltan de alegría celebrando el mesianismo del
amor que practica y propone Jesús.
Unas voces
discordantes
Las alabanzas no son unánimes, pues
como contrapartida al gozo de los discípulos se alzan las voces de algunos
fariseos mezclados entre la gente. Quieren que Jesús mande callar a los suyos,
que les reprenda por su actitud, pues las aclamaciones les parecen inadecuadas.
La fórmula que utilizan es de respeto, pues se refieren a Jesús llamándole
«maestro». No sería fácil, al amparo solo de este texto, determinar si son
gente de buena fe que están preocupados por una posible represión romana o si
le niegan a Jesús la categoría de mesías rey que las alabanzas presuponen. Pero
esta última aparición farisea huele a ofensa en la medida que la colocamos
junto a las diatribas que ha tenido Jesús con ellos en los evangelios.
Partiendo de la realidad antes
expuesta, entendemos que existe un simbolismo grande en la escena de la entrada
a Jerusalén. Los discípulos aclaman a Jesús como rey que viene de Dios, ellos
simbolizan a la iglesia. Los fariseos, al contrario, representan a Israel,
pueblo selecto, que no quiso reconocer la presencia del Hijo de Dios en la
tierra. Todo ello nos indica dos aspectos importantes: 1) Jesús ha suscitado un
entusiasmo increíble en el pueblo. Su doctrina, su autoridad y los signos que
realiza evocan la figura del mesías que llegaba. Era el cumplimiento de la
esperanza depositada en el sucesor de David. 2) Jesús, al entrar en Jerusalén,
lo hace como profeta religioso que se opone a la incredulidad de los fariseos.
A lo largo de la historia una y
otra vez surgen mesianismos, a primera vista deslumbrantes. En economía, en
política y en religión. Fácilmente sacralizamos al dinero, a personas o grupos
en la gestión política o en el ámbito religioso. En el caso de Israel, aunque
ya los profetas denunciaron la perversidad del Imperio Romano y la conducta de
Jesús tira por tierra todos los falsos mesianismos, una y otra vez el pueblo
cae en la tentación de esperar un mesías triunfante y poderoso. En la sociedad
actual, la tentación es a vivir en una cultura que nos instala en la
superficialidad con el riesgo de que perdamos esa dimensión trascendente que
nos constituye. Sin esa dimensión, flotamos en lo que va saliendo, y al no
encontrar asidero consistente podemos caer en el desencanto y la
desesperanza. La conducta histórica de Jesús propone un mesianismo nuevo.
Queridos hermanos, en este tiempo
de gracia que es la Cuaresma, somos llamados a reflexionar sobre nuestra propia
respuesta a la vida entregada de Jesús de Nazaret. ¿Cómo respondemos al amor
desbordante de Dios manifestado en la Cruz? Que el misterio de la pasión y
muerte de nuestro Señor Jesucristo resuene en nuestros corazones,
transformándonos y guiándonos hacia una vida de amor, servicio y entrega. Que
vivamos con gratitud por la redención que se nos ha dado y que, al seguir a
Cristo, podamos compartir la esperanza de la resurrección.
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