VIDA NUEVA
Jesús, puerta y pastor de las ovejas
Evangelio: san Juan. 10, 1-10: «Va delante de ellas, y las ovejas
lo siguen»
Cuantas veces nos reunimos para celebrar la Eucaristía, lo hacemos
destacando la realidad de Cristo Resucitado; presente en nosotros por la
Palabra y por el Sacramento del Pan. Pero en los días de Pascua lo destacamos
con mayor acento. ¡Cristo ha resucitado y es el fundamento de nuestra fe! En el
Domingo 4o de Pascua conmemoramos a Cristo como Buen Pastor, después de haber
pasado tres Domingos celebrando la presencia viva de Jesús resucitado.
Y en este Domingo desde hace muchos años celebramos en toda la Iglesia
la Jornada Mundial de Oración por las Vocaciones consagradas: al sacerdocio, a
la vida religiosa, a la dedicación misionera. - Nosotros queremos hacernos eco
de estas celebraciones, como miembros que somos de la Iglesia universal.
La Vida cristiana es un camino
La vida cristiana es una marcha que empieza en nuestro bautismo, incluso
en nuestro ingreso al mundo al nacer. Tiene un destino, un punto final. Para
una marcha se necesita un camino conocido y seguro y Jesús nos ha dicho Yo soy
el camino. Necesitamos un guía que conozca el camino y la meta hacia donde nos
dirigimos y Jesús nos dice; Yo soy el Pastor.
Es necesario que tengamos la seguridad de que ese pastor es auténtico,
en quien podemos confiar plenamente y él mismo se califica como el buen Pastor.
La palabra que trae el texto es el «hermoso» Pastor. Esa palabra «hermoso»
(καλός) no tiene un significado meramente estético, de belleza física, sino el
sentido de verdadero, genuino, legítimo. Una relación honda hay entre lo bueno
y lo bello: «La belleza es la imagen del bien».
«Discípulos - misioneros»
Esta Palabra nos invita a plantearnos el sentido verdadero de nuestra
vida cristiana. La Iglesia nos insiste en que en ella todos somos discípulos y
misioneros. La imagen de la puerta y del Pastor nos ayuda a comprender nuestra
vocación de discípulos. Jesús entra a nuestra vida, nos llama por el nombre.
Acontece sacramentalmente en nuestro bautismo. Y allí comienza nuestra marcha a
través del mundo con un destino final que es el mismo Dios. Jesús encabeza esa
marcha. Pero es preciso entrar en relación con él y los hermanos, con el mundo
y con su historia. Es una relación de mutuo conocimiento. Conocer la voz de
Jesús, como él conoce la nuestra. Hacerle confianza como a aquel que conoce el
camino, que es él mismo el camino, que no nos deja extraviar. Alimentarnos de
él, de su Palabra, de su Cuerpo eucarístico.
Amar fraternalmente a todos aquellos que comparten el camino con
nosotros, la Iglesia, e incluso toda la humanidad. Ser testigos de que algo
grande acontece en el mundo cuando seguimos a Jesús. Es nuestra manera
principal de ser misioneros. Que prediquen al Señor no sólo nuestras palabras
sino nuestras obras y nuestra vida toda. Si así aconteciera qué distinta sería
nuestra vida y la del mundo.
Nuestro compromiso hoy
Como Jesús, los pastores y evangelizadores de la Iglesia deben ser
seguidos como verdadera y confiables «puerta de las ovejas». Pero también como
Jesús, deben «ganarse» esta confianza, entregando sus vidas por las ovejas, por
el servicio y la misericordia.
Por lo tanto, como cristianos y evangelizadores, preocupados por la
promoción del Reino de Dios (Reino de vida), debemos trabajar por todo lo que
lleva a la vida en el pueblo (espiritual, intelectual, ética, cultural, etc.) y
debemos oponernos a todo lo que destruye o disminuye la vida del pueblo
(pecado, corrupción, violencia, represión, miseria, hambre, etc.)
Señor y hermano nuestro, Jesús, Tú eres el Buen Pastor que cuidas con
mimo de tus ovejas. Llámanos por nuestro propio nombre, guíanos en los andares
de nuestra vida, acompáñanos y protégenos cuando caminamos por esta «cañada
oscura» de la pandemia, cuídanos, cuida a nuestras Familias, en estos los
avatares de nuestro caminar con miedo y angustiados, a causa de la nefasta
acción del coronavirus.
Y repara nuestras fuerzas para enfrentar lo que viene; que recuperemos
nuestra vida en la mesa de tu Palabra y de tu Pan. Te contemplamos como puerta,
como espacio de libertad en que podemos entrar y salir, sentirnos a gusto.
- Te damos gracias por llamarnos por nuestro nombre, de modo tan único,
por conocerte, por tenerte en nuestra vida y poder seguirte. Amén.
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