Espíritu que hace hombres
libres
Evangelio: san Juan. 20,19-23:
«Reciban el Espíritu Santo»
Nos reunimos para celebrar la Eucaristía en el
Domingo de Pentecostés, el misterio del Espíritu Santo presente en la Iglesia y
en nosotros. Durante todos estos Domingos pasados hemos estado recordando y
celebrando el gran triunfo de Cristo por su Resurrección.
Ahora comenzamos a celebrar la
Misión de la Iglesia, estimulada y fortalecida por la acción del Espíritu
Santo. La fiesta de Pentecostés es como la plenitud y la madurez de la Pascua.
El Cirio Pascual, símbolo de la presencia de Jesús entre nosotros por su
resurrección, queda apagado hoy para dar paso a la acción de la Iglesia por la
fuerza del Espíritu.
Si el Espíritu resucitó a
Jesús, ahora despierta y llena de vida a la Comunidad cristiana y la empuja a
desarrollar su misión con valor y fuerza apostólica. La Comunidad cristiana,
que ha estado callada, silenciosa, se lanza a proclamar la resurrección de
Jesús y su mensaje salvador a voz en grito en todas direcciones por la fuerza
del Espíritu.
¿QUÉ NOS DICE el texto?
¿Qué me dice Dios a través del
texto? Atiende a tu interior... ¿Qué me dice ese dinamismo del texto, todo
menos estático? ¿Qué me dice este Jesús crucificado y a la vez resucitado? ¿Qué
representa en mi vida y en mi seguimiento el hecho de ser enviado/a, de ser
llamado/a a poner en marcha el perdón allí donde estoy? ¿Dónde percibo que
Jesús sopla sobre mí y me regala su Espíritu?
Para destacar:
A nivel eclesiológico
(discipular), básicamente es un texto de movimientos, de avances, de
transformación: del miedo a la alegría, de estar cerrados a estar enviados. Nada
queda igual después de la Resurrección, se inicia un nuevo itinerario radicalmente
transformado y transformador.
A nivel cristológico, se
remarca la bondad de Cristo Jesús, que no solo no reprocha a sus amigos el
abandono y la soledad en que le dejaron, sino que les regala las primicias de
su Pascua: la paz y el Espíritu Santo con el perdón de los pecados. Jesús es el
mismo Jesús crucificado pero también el Mesías, el Señor, el Hijo de Dios, Dios
mismo.
A nivel teológico, es
impresionante la densa riqueza del misterio de Dios: Padre que envía, Hijo y
Señor, Espíritu Santo.
Él está presente
El texto evangélico se
concentra en la creación de la nueva humanidad, la Comunidad animada por el
Espíritu con capacidad para discernir quién se ha separado del viejo orden
injusto (el «mundo») y se ha incorporado al nuevo orden (la vida de «paz y
alegría») y, por eso, está libre de los pecados, y quién permanece aún en el
«mundo» y, por consiguiente, mantiene su complicidad con «el pecado del mundo».
La oposición entre dentro y fuera (de la casa), primero por miedo y después por
la capacidad de discernir y declarar quién es justo y quién pecador, es fruto
del don del Espíritu
Jesús se hace presente en la
comunidad. Ni siquiera las puertas cerradas (de nuestros miedos, angustias,
prejuicios, desesperación, confinamiento por el coronavuris) le impiden estar
en medio de aquéllos que no lo reconocen. ¡Hasta el presente es así! Cuando
estamos reunidos, también si las puertas están cerradas, ¡Jesús está en medio
de nosotros! Y también hoy, la primera palabra de Jesús será siempre: «¡La Paz
esté con ustedes!»: así nos visita en nuestro confinamiento para asegurarnos
que Él siempre ha estado de nuestro lado, que nos acompaña en esta situación de
pandemia para darnos ánimo y devolvernos la esperanza con un saludo
vivificador: «La Paz sea con ustedes»
Él les muestra las señales de
su pasión en las manos y en su costado. ¡El resucitado es el crucificado! El
Jesús que está con nosotros en la comunidad, no es un Jesús glorioso que no
tiene nada en común con la vida de la gente. Sino es el mismo Jesús que ha
venido a esta tierra y que tiene las señales de su pasión. Y hoy estas mismas
señales se encuentran en los sufrimientos de la gente. Son los signos del
hambre, de la tortura, de las guerras, de las enfermedades, de la violencia, de
las injusticias, de los sufrimientos y angustia producidos por esta pandemia
que nos llevó a vivir con las «puertas cerradas». ¡Tantas señales! Y en las personas
que reaccionan y luchan por la vida, Jesús resucita y se vuelve presente en medio
de nosotros.
«Shalom»: la construcción de
la paz
En el evangelio de Juan, el
primer encuentro entre Jesús resucitado y sus discípulos está marcado por el
saludo: «¡La paz esté con vosotros!». La paz que Jesús nos da es diversa de la
«Pax Romana», construida por el Imperio Romano: «no se la doy como la da el
mundo». Paz en la Biblia («shalom») es una palabra rica de un profundo
significado. Significa integridad de las personas delante de Dios y de los
otros. Significa también vida plena, feliz, abundante.
La paz es señal de presencia
de Dios, porque nuestro Dios es un Dios de paz. «Javhé es Paz. «¡Que la Paz de
Dios está con ustedes!». -Por esto, la propuesta de paz de Dios produce
reacciones violentas. Como dice el salmo: «Desde mucho tiempo vivo con los que
odian la paz. Estoy a favor de la paz, pero cuando yo digo “¡Paz!” ellos gritan
“¡Guerra!”» La paz que Jesús nos da es señal de “espada”. Supone persecuciones
para las Comunidades. Y el mismo Jesús nos anuncia tribulaciones. Es necesario
tener confianza, luchar, obrar, perseverar en el Espíritu de modo que un día
triunfe la paz de Dios Y entonces, «el Reino de Dios será justicia, paz y
alegría y estos serán los frutos del Espíritu Santo» y «Dios será todo en todos.
A qué nos compromete la Palabra
«Así como el músico, con la
lira bien templada, ejecuta una armonía, combinando con los recursos del arte
los sonidos graves con los agudos y los intermedios, así también la sabiduría
de Dios, teniendo en sus manos el universo como una lira, une las cosas
gobernándolas con su voluntad y beneplácito» (San Atanasio)
PENTECOSTES es una experiencia
de COMUNION y de AMOR.
Contemplemos este Misterio
insondable, a la luz de la Encíclica «Dios es amor» (Deus caritas est (DCE))
del Papa Benedicto XVI: «No se comienza a ser cristiano por una decisión ética
o una gran idea, sino por el encuentro con un acontecimiento, con una Persona,
que da un nuevo horizonte a la vida y, con ello, una orientación decisiva... Y,
puesto que es Dios quien nos ha amado primero, ahora el amor ya no es sólo un
“mandamiento”, sino la respuesta al don del amor, con el cual viene a nuestro
encuentro».
Esto es acción del Espíritu
Santo en el creyente y en la Iglesia.
«Ahora el amor es ocuparse y
preocuparse por el otro. Ya no se busca a sí mismo, sumirse en la embriaguez de
la felicidad, sino que ansía más bien el bien del amado: se convierte en
renuncia, está dispuesto al sacrificio, más aún, lo busca»
Fue el Espíritu Santo quien
sacó a los discípulos del encerramiento y los lanzó a la misión, al servicio
del Evangelio para los demás. «Amor a Dios y amor al prójimo se funden entre
sí: en el más humilde encontramos a Jesús mismo y en Jesús encontramos a Dios»
Relación con la Eucaristía
El relato de Pentecostés es lo
que ocurre en la celebración. Reunidos en torno de Jesús los hijos de adopción
damos gracias; unidos en el amor de su Espíritu, hacemos una comunidad con los
dones que El nos da.
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