El Dios que da la vida
De nuevo nos convoca la
Palabra para celebrar, en Comunidad, la Pascua en el Día del Señor. En este
Domingo 18 del tiempo ordinario, el Evangelio, y la primera lectura que lo
prepara, junto con el salmo, describen los dones de Dios bajo la metáfora de la
comida y la bebida. El profeta promete, de parte de Dios, bebida y comida que
sacian de veras. Luego, Jesús, compadecido de la multitud, le da de comer,
multiplicando los panes y los peces.
Todos entendemos que la
humanidad tiene hambre y sed no sólo de pan y de agua, sino que existen también
otras clases de sed y hambre, de valores más profundos y espirituales.
Lecturas de este domingo:
1, Isaías. 55, 1-3: «Vengan y
coman»
2. Salmo, 145(144): «Tú les
das la comida a su tiempo y sacias de favores a todo viviente»
3. Romanos. 8, 35.37-39:
«Ninguna creatura podrá apartarnos del amor de Dios, manifestado en Cristo»
4. san Mateo 14, 13-21:
«Comieron todos y se saciaron»
¿QUÉ NOS DICE la PALABRA?
¿Qué nos dice Dios a través
del texto? Atendamos a nuestro interior... ¿Cuáles son nuestras excusas para
quedarnos de brazos cruzados?, ¿Qué nos suele fallar en esta cadena de
acciones: ver-conmoverse-curar? ¿Cómo acudo a la Eucaristía: - enraizado en la
realidad cotidiana, también la sufriente, o simplemente como rito que me hace
sentir bien?
La comida y la bebida de Dios,
la comida verdadera Dios sabe del hambre y de la sed de la humanidad y nos da
beber y de comer.
El conocido Evangelio de la
multiplicación de los panes es un símbolo de la preocupación de Cristo por cada
aspecto de la vida humana. Y el tema de Dios como vida integral vuelve otra vez
en las lecturas litúrgicas de hoy. - En otros momentos de su misión, Jesús puso
énfasis en la dimensión sobrenatural y eterna de la «vida abundante» que él
traía. Hoy Jesús está mostrando que la vida espiritual, la vida para la
eternidad no suprime la importancia de una vida temporal humanizada. Dios no es
sólo Dios de salvación, sino también Dios de creación, y los dos van juntos en
el don de la vida integral.
Esta es la razón profunda del
por qué la Iglesia y nosotros cristianos trabajamos por la justicia y la paz:
la opresión y la violencia destruyen la vida. Esta es la razón profunda de la
opción preferencial por los pobres: la miseria, el hambre, la ignorancia, el
desempleo y cosas parecidas disminuyen la vida. Esta es también la razón de la
posición de la Iglesia ante el aborto: una vez más la vida está en juego. - Algunas
gentes piensan que todas estas cuestiones son temporales y políticas, y que la
religión y la Iglesia no debían meterse. Pero si en acuerdo con la Biblia y la
fe de la Iglesia Cristo vino a traer «vida abundante», en la dimensión eterna y
humana: entonces estas cuestiones sociales y temporales vienen a ser también
realmente cuestiones religiosas. Tienen que ver con el Plan de Dios de dar vida
abundante a su Pueblo.
Según el dicho cristiano: «si
yo tengo hambre, es un problema biológico. Pero si mi prójimo tiene hambre, se
convierte en un problema espiritual».
Nuestras hambres
Los discípulos, conocedores de
las Escrituras del Antiguo Testamento, habían sentido que el anuncio de Isaías
era realidad. Que la sed y el hambre de Dios superan la sed y el hambre del
agua y del pan material. Que Dios puede saciar todo el apetito humano de lo
trascendente. Que los dones de Dios superan la capacidad siempre limitada del
hombre.
Durante nuestra peregrinación
por el mundo sufrimos muchas clases de hambre. No sólo el hambre física, la
necesidad de alimento que angustia tantos seres humanos. También el hambre de
saber, de amar y ser amados, de gozar todo placer, de poder y de riquezas, y
allá en el fondo del corazón, el hambre fundamental de felicidad, de una
felicidad sin ocaso. Porque así nos pensó Dios, venimos diseñados para lo infinito.
Tenemos una loca avidez de eternidad. Dios ha venido al encuentro de todas
nuestras carencias. Hizo para el hombre este mundo con todas sus posibilidades.
Se nos dio él mismo en la Encarnación. Cuando su pueblo peregrinó en el
desierto lo alimentó y le dio de beber. Con sus promesas que fundan nuestra
esperanza nos abrió la posibilidad de la plena satisfacción en él. El signo de
la multiplicación de los panes nos revela este proceder de Dios. Al enterarse
Jesús de la muerte de Juan Bautista decidió retirarse con su grupo de discípulos
a un lugar apartado y tranquilo. La gente sigue sus pasos. Para ellos Jesús se
ha hecho imprescindible y no puede entenderse sin su relación con el hombre al que
ha sido enviado. Se adelantan y diríamos que vienen a perturbar su justo descanso.
Para el apóstol, sin embargo, no hay reposo ahora. Para él el descanso está más allá de la muerte, en la vida de
Dios.
¿QUÉ LE DECIMOS NOSOTROS a
DIOS?
¿Qué le dices tú a Dios
gracias a este texto? ¿Qué le digo, desde mi vivencia de tantas veces no fiarme
de que es suficiente con mis cinco panes y dos peces? Puedo pedirle sabiduría
para completar esa cadena ver-conmoverme-curar, para no perder de vista mi
pobreza, pero con Él como mi fuente el Reino puede hacerse realidad.
¿A QUÉ NOS COMPROMETE la PALABRA?
¿A qué te compromete la
Palabra? ¿Qué dimensión de mi vida puedo cambiar? ¿Qué hacer en concreto, por
poco que sea, para hacer de mi vida una Eucaristía real como la del relato?
¡Algo que esté en mi mano de modo realista!
Nuestro desafío hoy
El desafío nuestro es vivir el
evangelio hoy. No se puede quedar en un pasado sin presencia actual. En sola
una añoranza de lo que entonces sucedió. Hacer presente y operante el evangelio
hoy en nuestra vida, nuestra sociedad, nuestra familia es lo que el Señor
quiere. Jesús sigue hoy contemplando las inmensas necesidades del mundo. Su
mirada escrutadora y cargada de misericordia nos cobija. Lo quiere hacer a
través de nuestros propios ojos. No podemos escapar de él. Jesús «com-padece»
nuestras necesidades. Las sufre con nosotros en su cuerpo místico que es la
Iglesia.
Jesús nos convoca a todos a la
acción. No quiere que eludamos el compromiso, no quiere que le dejemos a él
solo atender necesidades y miserias. Nos pide el aporte de lo que somos y
tenemos, así sea mínimo. Nos ha dado bienes de la tierra, nos ha llenado de
posibilidades la inteligencia y el corazón. Nos quiere atentos y comprometidos.
Su palabra «denles ustedes de comer» resonará siempre en los oídos de la Iglesia y
del mundo. Primero el Pan de vida para el hambre de Dios, pero también el pan
de la mesa familiar. Los caminos para hacerlo deben ser escogidos. Pero el
compromiso no se puede esquivar.