Translate

Emisora Vida Nueva

Si no desea escuchar la Emisora En vivo (On-Line) pulse el botón de pausa

Vida Nueva Cali - Reproductor

sábado, 11 de julio de 2020

DOMINGO 12 DE JULIO




     
SEMBRAR CON ILUSION
Evangelio: san Mateo 13, 1-23: «Salió el sembrador a sembrar»

En la vida del hombre la palabra, como vehículo de comunicación, tiene un valor sin par. Millones de palabras se profieren cada día en el mundo. Y el espacio, merced a nuestros medios de comunicación, está invadido de palabras. Estas palabras sin embargo pueden llevar el signo de la debilidad humana. Como pueden ser constructivas y verdaderas también pueden ser destructoras y llenas de mentira.
«Muchas veces y de muchas maneras habló Dios antiguamente a nuestros antepasados», nos dice la carta a los Hebreos . En la intimidad de su misterio Dios no necesita hablar. Al fin y al cabo la multiplicidad de palabras es una riqueza pero también indica imperfección. Dios lo resume todo en una palabra, la que llamamos el Verbo, el Logos de Dios .Dios ha querido darse a conocer a su criatura el hombre y revelarle el plan maravilloso que tiene para él. Ha recurrido entonces a usar palabras de hombre, marcadas sin embargo por la verdad, la belleza, la eficacia propia de Dios. Su comunicación, llamada la Revelación, está consignada en la Biblia.
La liturgia de hoy está dedicada al poder transformante de la Palabra de Dios. En nuestra reunión eucarística vamos a seguir escuchando la Palabra de Dios que es como una semilla sembrada en nuestra vida y que dará su fruto en el tiempo oportuno. Como nos dice la Palabra de Dios que hoy proclamamos, el Señor siembra su semilla y, aunque quede enterrada, no se perderá ni se ahogará el mensaje que nos transmite.
Aplicación de la parábola:
El evangelio mismo nos la ofrece. Es pedagógica y abre el camino para penetrar otras parábolas. No sólo la interpretación del mismo Señor sino la que la Iglesia hacía de ella en el momento en que se escribió el Evangelio. Nos está diciendo que en cada época, en cada país, en cada comunidad hay que hacer una lectura apropiada del texto. No pensemos que esas cuatro categorías de terrenos son cuatro clases de personas frente a la parábola. En nosotros mismos, en nuestro corazón, en la actitud del mundo de hoy, se dan esas cuatro actitudes.
> Somos, a veces, duros para dejar penetrar la Palabra de la salvación en el corazón. Tenemos una dureza  que impide a la semilla germinar. Jesús curó a muchos sordos para que escucharan al Dios que habla al hombre. Durezas que vienen de egoísmos, de proyectos torcidos en la vida, de insensibilidad ante los pobres y necesitados. Tenemos que ser sanados de esas durezas para acoger vitalmente la Palabra que salva.
> En ocasiones somos superficiales, incapaces de hacer arraigar hondamente en el corazón la Palabra que vivifica y transforma. Acogemos la Palabra con entusiasmo en un momento preciso, pero carecemos de compromiso a largo espacio, que cubra toda la vida. Somos temporales, pasajeros, comprometidos a plazos. El Reino de Dios no nos quiere así. Nos llama a la paciencia y la perseverancia . Quiere hundir su semilla en nosotros y transformar la vida definitivamente. > Y muchas veces vivimos ahogados de preocupaciones, distraídos de lo fundamental. La vida nos trae afanes, situaciones angustiosas. Pero a veces somos nosotros mismos los que nos llenamos de cuidados inútiles, incluso nocivos. Si la semilla ha hecho camino en nosotros ella misma nos ayudará a encontrar sentido,salida en las encrucijadas de la existencia. Pero si el corazón está lleno de «zarzas y malezas», la semilla será ahogada, así ella lleve en sí misma la fuerza poderosa del Reino. Purificar el corazón, airear el espíritu, penetrar en lo íntimo es camino para acoger fecundamente la semilla.
> Y también en ocasiones somos tierra buena. Cuando dejamos que la semilla penetre en lo hondo de la vida, en el corazón y lo transforme. Hay un proceso: escuchar, entender, fructificar. Escucha el que acoge la Palabra y la hace propia. No basta oír descuidadamente. Escuchar es repasar, rumiar, aprender la Palabra. Y hay que dar el segundo paso: Entender es penetrar lo que Dios quiere de nosotros. No lo que nosotros queremos. No nuestros proyectos sino los suyos. Hacer coincidir en la vida nuestros planes con los del Señor.  Y fructificar: el fruto generoso del Espíritu  con todas sus consecuencias. Incansable, Dios siembra en nuestro corazón. Ser sensibles a esa acción divina es nuestro compromiso: cada acontecimiento, cada palabra que escuchamos, cada paso en el camino, cada rostro que nos habla de Dios, cada sacramento, cada lectura, tantas otras experiencias del acontecer de cada día, cada experiencia personal y comunitaria, esta celebración es semilla de Dios. No es el sembrador el que falla. Somos nosotros los que fallamos. Dios nos dé el corazón dócil que necesitamos.
La acción del sembrador
Un día desde una barca, que es imagen de su Iglesia, Jesús habló a una multitud. Lo hizo con una parábola. Es una manera de transmitir el mensaje usando comparaciones. Comparó la Palabra de Dios que él anunciaba con una semilla. Quiso decir que esa Palabra de Dios quedaría inútil e infecunda si el hombre no la escucha, la acoge en su corazón, le da la oportunidad de fructificar. En una siembra se necesita un sembrador, una semilla, un terreno para ser sembrado por el sembrador con esa semilla. El sembrador en el caso es Dios mismo.
Ha sembrado en el mundo su palabra desde el comienzo. Lo hizo al darnos a Jesucristo, su Hijo encarnado. Y éste a su turno hace de sembrador pronunciando lenguaje nuestro. La semilla es el Reino, o sea, lo que Dios quiere hacer en beneficio temporal y eterno del hombre. Es esa maravillosa actividad salvadora que a todo lo largo del tiempo se produce.
Es necesaria la profundidad
Hay, en la parábola del sembrador, una frase que pueda darnos la clave esencial sobre la que se pueden apoyar las demás: la tierra «no tenía profundidad». Y es que, al final, todo depende de la profundidad que demos a la vida, a nuestra vida. Si no hay hondura, no sólo no hay raíces, sino que cualquier vicisitud o cualquier atractivo superficial puede ahogar nuestras buenas intenciones o llevarse por delante todas nuestras aparentes buenas intenciones. Para que un árbol no se caiga debe tener raíces profundas que se claven y ahonden en la tierra. Un edificio, cuanto más alto, más profundos necesita tener los cimientos, yasí podríamos seguir poniendo ejemplos. Pero cuando se refiere a nuestra vida parece que da lo mismo si hay cimientos, hondura, arraigo en algo o en alguien, o no. Y así, cuando menos lo esperamos, cuando surgen las dificultades, como nos dice el mismo Jesús, con facilidad nos podemos venir abajo.
Meditemos con San Agustín:
«Dios nos bendice y nosotros lo bendecimos. Primero nos bendice a nosotros el Señor, después bendecimos nosotros al Señor. Aquella es la lluvia; éste es el fruto. Así se devuelve el fruto a Dios, que llueve sobre nosotros y nos cultiva. Cantemos con devoción no estéril, no con voces vacías, sino con sincero corazón. Por algo se llama a Dios Padre, el labrador» (S. Agustín).
¿Qué tareas o acciones podemos realizar en respuesta a esta palabra que hemos escuchado? Cada quién piense ante Dios, ¿Qué cambios a de realizar en su vida para permitir que la Palabra sembrada dé su fruto?
Nuestro compromiso hoy
Remover la tierra para que la semilla de la Palabra de fruto en mí: apaciguar mi interior, liberarme la inquietud, serenarme en medio de las dificultades propias de la vida. En definitiva, confiarme a Dios. Ayudar a Jesús a sembrar su Palabra en la vida de alguna de las personas que conocemos; llevarle la Palabra de Dios a domicilio. Compartir con dicha persona nuestra propia experiencia en relación a Palabra de Dios.
Dios está sembrando en nosotros su Palabra cuando encontramos a alguien que nos necesita, que nos ilumina con una palabra, cuando alguien nos ama y sentimos su amor, cuando en medio de los afanes surge en nosotros el pensamiento de Dios y de lo que él quiere de nosotros, Dios está haciendo su obra de sembrador... En el dolor, en la enfermedad, en las pruebas de la vida Dios está haciendo su obra en nosotros. No pensemos que sólo cuando estamos en presencia orante ante Dios él cuida de nosotros. A él le interesa la totalidad de nuestra vida y de nuestras circunstancias y sabe llegar a nosotros en todo momento. Aprendamos a leer los signos de su presencia y abramos el corazón para acoger su Palabra de salvación.
Cierto que no se trata de verlo todo negativo. En nuestra vida hay cosas buenas que arraigan y, como dice Jesús, nos permiten dar fruto al treinta, al sesenta, o a lo que sea. Pero no podemos olvidar que ese porcentaje, grande o pequeño, no supone nuestra justificación, sino que exige nuestro «todo» sincero en cada momento de nuestra historia. Y, por eso, nuestro trabajo interior, está llamado a convertirse en tarea ilusionada y constante del camino, cada vez más hacia dentro, de nuestra existencia.
Relación con la Eucaristía
La liturgia, especialmente la Celebración de la Eucaristía, es una verdadera fuente de Palabra. Y eso hemos de agradecerlo. Es la gran oportunidad de penetrar en el misterio de Dios para transformarnos en hombres nuevos según Cristo. La Iglesia, con el valor que da a la Palabra de Dios, afirma que ha venerado siempre las Escrituras Sagradas como si fuesen el mismo Cuerpo del Señor. Por eso, en la Liturgia sagrada no deja de tomar de la mesa y distribuir a los fieles el pan de la vida, tanto de la Palabra de Dios como del Cuerpo de Cristo.

No hay comentarios.:

Publicar un comentario

Vida Nueva - Radio