El Reino como comunión y
plenitud
El Domingo es un día señalado
en el ritmo de nuestra rutinaria vida. Es el día de descanso, día de fiesta,
día de familia. Para los cristianos es el día de encuentro entre nosotros, como
manifestación de nuestra fe y de encuentro con el Señor para hablarle en la
oración, darle gracias en el Eucaristía, y escuchar su Palabra. Al igual que
cuando vamos invitados a una fiesta, a una casa o a una mesa, nos preparamos
debidamente para no desentonar en ella, también aquí nos preparamos para acoger
la Palabra de Dios y para alcanzar su misericordia.
LECTURAS: Domingo 28 del
tiempo ordinario
-
Isaías 25,6-10a: «El Señor preparará un festín
y enjugará las lágrimas de todos los rostros»
-
Salmo 23(22): «Preparas una mesa ante mí...»
-
Filipenses 4,12-14.19-20: «Todo lo puedo en
aquél que me conforta»
- San Mateo
22, 1-14: «A cuantos encuentren, invítenlos a la boda
EI simbolismo del «comer con y
beber con»
El banquete ha sido siempre
una de las categorías que mejor entendemos para expresar lo que hay de bueno y
de festivo, tanto en relación con Dios como con los hombres. Es alimento y
nutrición, pero también es signo de comunión y solidaridad entre los comensales
y con el que invita (en este caso, el que invita es Dios).
Este lenguaje del comer con
otros («convivium») y beber con otros («symposium») es uno de los que más
universalmente se entiende en las relaciones humanas. Depende mucho de qué
calidad tienen los manjares y los vinos que se sirven, pero sobre todo depende del
clima y de la comunicación que hay entre los comensales, sobre todo cuando
celebran una fiesta familiar, o un encuentro de amigos, o una victoria
deportiva o política, o un pacto comercial beneficioso para las dos partes.
Por eso no nos extraña que
también en la Biblia se utilice para expresar los planes festivos de Dios.
Isaías anuncia que Dios, en los tiempos mesiánicos, preparará «un gran banquete
festivo», con manjares suculentos y vinos generosos. ¿Qué mejor metáfora podíamos
pedir para expresar la fiesta que Dios prepara? Jesús aparece en el evangelio
como una persona que come y bebe con los demás: con sus discípulos, en casa de
Mateo o de Zaqueo o de Lázaro. Cuando describe el Reino que él inaugurará,
recurre también a este lenguaje: el Reino es un banquete que Dios prepara.
Puede servirnos de correctivo si tendemos a presentar el Evangelio sólo como
exigencia y ascesis o deber: todo eso entra en el proyecto de Dios, pero
fundamentalmente el Nuevo Testamento nos lo presenta como Buena Noticia,
Evangelio, algo digno de celebrarse.
¿Se nos ocurre decir alguna
vez, con las palabras de Isaías, "aquí está nuestro Dios, celebremos y
gocemos con su salvación"?, ¿o preferimos un cristianismo triste, reducido
a cuatro normas a cumplir resignadamente, cuando Dios lo ha pensado como una fiesta?
Llamados a ser felices
Lo que Dios quiere para
nosotros, con amor de Padre, es la felicidad, el bienestar, la paz, desde
nuestra vida terrena, y finalmente acogernos con amor, para siempre, en lo hondo
de su Misterio. Ese es el gran proyecto de Dios, que envuelve todos los
tiempos, a todos, hombres y mujeres de la historia. La encarnación de Jesucristo,
presencia humanada de Dios en el mundo, es punto culminante de ese que san
Pablo llama el Misterio y que no es otra cosa que el proyecto eterno de Dios
sobre el mundo y el hombre.
¿Cómo hablar al hombre de esa
realidad prometida por Dios y realizada a lo largo de la historia en etapas
bien definidas? Dios ha querido emplear imágenes de felicidad. Una de ellas es
el «banquete». En él hay fiesta, alegría, compartir. Alguien nos invita, nos vestimos
de fiesta, olvidamos pesares, disfrutamos, nos hacemos hermanos. Es un momento
intenso de vida. Admirablemente nos lo describe Isaías): Dios que invita a
todos los hombres y mujeres de la historia, a congregarse en torno a Él. El
mismo se apresta a servir lo mejor: «manjares exquisitos, vinos generosos»...
En adelante nadie tendrá que llorar. A partir de ese festín todo será distinto
y nuevo. ¿Quién no ha soñado alguna vez con un mundo así? Pero todo eso es
figura e imagen de algo mayor. Los banquetes nuestros terminan y volvemos a la
rutina de cada día y de nuevo nos visita la tristeza. Pero el banquete de Dios
no termina. Dios no tiene límites ni fronteras. Y se podrá decir: «Aquí está
nuestro Dios».
En uno de sus chistes
gráficos, Cortés dibujaba a unos ángeles que llevaban a la tierra sendas
tarjetas de invitación a una boda. Un matrimonio les contestó que no podían ir
porque no conocían a los novios. Una religiosa, que no podía porque su
superiora seguramente no le dejaría ir a una boda. Al final, los ángeles
vuelven al cielo con las tarjetas, y Dios entonces comenta: «tal vez si les
hubiera enviado la invitación a un funeral, hubieran aceptado todos».
Nosotros estamos invitados al
banquete hoy
Es un honor no merecido ser in
vitados al banquete del señor. Nunca somos dignos de este don in efable. por
eso nos asombra siempre y nos invita a ser conscientes de la gracia recibida y
a no devaluarla. Es necesario estar siempre en actitud de asombro y acción de
gracias porque el Señor nos favorece con su invitación. El abre las puertas de su
fiestas para que entre todo el que quiera aceptar su oferta....
No sólo esperamos para el
futuro, en la eternidad, el banquete que Dios nos ofrece. Lo empezamos a
disfrutar desde ahora. ¿Qué ha preparado Dios para nosotros durante nuestra
vida terrena? Larga es la lista de los favores divinos. El mundo entero,
entregado al hombre desde la creación, la «imagen y semejanza» del mismo Dios
dada al hombre, la Palabra divina que nos revela lo que Dios es y lo que quiere
de nosotros, el prójimo que será siempre
regalo de Dios a cada uno y por el cual el mismo Dios nos dirá: «¿Dónde está tu
hermano?», la atención cuidadosa de Dios a lo largo de la historia, su Hijo
Jesucristo, María, Madre de Jesús y Madre nuestra, el Espíritu Divino que nos
habita, la Iglesia como sacramento de salvación, los Sacramentos, la
Eucaristía, el amor de Padre que Dios nos tiene y que se nos revela a lo largo
de la vida en el amor de nuestros padres y hermanos, de todos aquellos que
amamos y nos aman...
Y añadamos las oportunidades
que nos brinda la vida. Si hay oscuridades en ese panorama, odios y desamores,
violencias e injusticias de todo género, todo eso no viene de Dios sino de
nosotros mismos. Nosotros ponemos la nota oscura en ese cuadro de vida.
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