ASCENSION
DEL SEÑOR
La Pascua es un acontecimiento
en tres dimensiones:
->: la Resurrección del
Señor,
->: su Ascensión al cielo
->: y Pentecostés (el
Espíritu Santo enviado por el Señor).
Últimamente las liturgias
dominicales han puesto énfasis en la Resurrección. Este Domingo celebramos la
Ascensión, y en el texto de los Hechos de los Apóstoles leemos el relato
histórico de los últimos momentos de Cristo en la tierra, antes de su regreso al
cielo.
LECTURAS:
Hechos de los Apóstoles
1,1-11: «Lo vieron levantarse»
Salmo 47(46): «Dios asciende
entre aclamaciones»
Carta de los Efesios 4, 1-13:
«Lo sentó a su derecha en el cielo»
San Marcos 16, 15-20: «Fue
llevado al cielo y se sentó a la derecha de Dios»
Nueva presencia de Cristo
Resucitado
En el contexto de las
narraciones, se pueden apreciar algunos aspectos esenciales: - - el fin de la
presencia visible de Jesús, - su glorificación,- su nueva presencia en la
Iglesia - y la promesa de su venida futura al final de los tiempos.
La doctrina del Nuevo Testamento
completa la perspectiva: - Jesús se queda siempre con los suyos, aunque de modo
invisible y eficaz; - ha ido a preparar un lugar para los suyos, para que estén
también glorificados junto a él ; - ha subido al cielo como «cabeza» de su
Cuerpo que es la Iglesia ;- desde el cielo enviará el Espíritu Santo. - Jesús
intercede siempre por los suyos ; - ha subido al cielo como «esperanza» y
garantía de nuestra glorificación . - da sentido a la vida cristiana, como vida
que encuentra su plenitud participando en la glorificación de Cristo, como
«vida escondida con Cristo en Dios».
El significado
salvífico-eclesial de La Resurrección de Jesús tiene su complemento en su
Ascensión, con facetas nuevas, como exaltación de su humanidad para poder
enviar el Espíritu Santo y significar la glorificación futura de toda la
humanidad en el más allá. Con la muerte y resurrección, la ascensión es también
causa de salvación y alimento de la fe y de la esperanza . «Dios, que es rico en misericordia y nos tiene
un inmenso amor... nos volvió a la vida junto con Cristo... nos resucitó y nos
hizo sentar con él en el cielo». La Ascensión es el triunfo de Jesús, Rey del
universo (cfr. 1Pe. 3,22). La Iglesia celebra este acontecimiento en el
contexto del Misterio Pascual, a los «cuarenta días» de la Resurrección y diez
días antes de Pentecostés. Al «recordar» la Ascensión, el misterio acontece, no
sólo por la nueva y permanente presencia de Jesús glorificado entre nosotros,
sino también por la actualización del mismo misterio por medio de los signos
litúrgicos y sacramentales. La gracia de la Ascensión se comunica de modo eficaz,
sin condicionamientos temporales.
El significado misionero
El mandato misionero, que
Jesús comunicó a su Iglesia el día de la Ascensión, da pleno significado a la
fe en este misterio, así como a su celebración. El hombre concreto, la
humanidad entera y el cosmos ya pueden encontrar su dinamismo definitivo,
puesto que la salvación que Jesús comunica abarca: el ser integral del hombre
(también con su corporeidad), toda la humanidad, toda su historia y toda la
creación, en marcha hacia «el cielo nuevo y la tierra nueva».
Contemplación, vivencia,
misión:
La Ascensión del Señor indica
su nueva presencia entre nosotros. Con el envío del Espíritu Santo, nos hace
ser su expresión («testigos») y su «complemento». Somos parte de su biografía.
Quiere actuar con nuestra pobre colaboración. Su gozo es podernos presentar al
Padre como prolongación suya en la historia. Para vivir esta realidad, hay que
pasar días de «cenáculo» «con María la Madre de Jesús», revisando la propia
vida e implorando que venga el Espíritu Santo.
Nuestra vida está injertada en
la misma vida de Cristo. Ya no estamos solos. Ocupamos un puesto peculiar en su
Corazón, participamos de su misma vida. Él ya comparte con nosotros su
glorificación. Quiere seguir construyendo la historia por medio de nosotros,
que somos su familia («Iglesia»), la visibilidad de su donación. El Espíritu
Santo, que formó a Jesús en el seno de María, nos transforma ahora - en el
corazón de María y de la Iglesia- en testigos del nuevo proyecto de Dios-Amor:
una historia que se construye y se escribe amando a Dios y a todos los hermanos,
sembrando día a día solidaridad y gratuidad, para llegar al encuentro definitivo
con Cristo glorioso.
En el momento de su Ascensión
Jesús no sólo habló sobre el cielo y la vida futura, y de seguirlo a él al
cielo después de la muerte. Jesús habló, igualmente, sobre la tierra y sobre la
responsabilidad de todo discípulo de llevar el Reino de los cielos a este
mundo. - La gloria de la Ascensión al cielo es una llamada para todos, pero
como última etapa de una vida vivida de acuerdo con esta llamada. El cielo de
cada hombre se prepara y de alguna manera se anticipa en este mundo. Esto es lo
que quiere decir la predicación y promoción del Evangelio del Reino, aquí y
ahora. No debe entonces sorprendernos que el acontecimiento de la Ascensión del
Señor sea también el acontecimiento del comienzo de la misión de la Iglesia en
el mundo entero: «Vayan y hagan discípulos en todas las naciones»... y así en
adelante.
El cielo de cada hombre se
prepara y de alguna manera se anticipa en este mundo. Esto es lo que quiere
decir la predicación y promoción del Evangelio del Reino, aquí y ahora. No debe
entonces sorprendernos que el acontecimiento de la Ascensión del Señor sea
también el acontecimiento del comienzo de la misión de la Iglesia en el mundo
entero: «Vayan y hagan discípulos en todas las naciones»... y así en adelante.
Algunos discípulos deseaban seguir contemplando a Jesús en el cielo, pero Jesús
los envía de vuelta a trabajar por el bien de los demás: «¿Qué hacen ustedes
mirando al cielo?».
En el Cristianismo:
contemplación y oración, apostolado y compromiso van siempre juntos. Es muy
difícil para nosotros imaginar nuestra vida más allá de la muerte, ya que sólo
tenemos la limitada experiencia de vivir de acuerdo con tiempo y lugar,
mientras que Dios y el cielo y la vida eterna no tienen tiempo y lugar en el sentido
terreno.
Desprendámonos de nuestra
imaginación al tratar de estos hechos que están más allá de nuestra
experiencia. S. Pablo dice: «Lo que ni el ojo vio, ni el oído oyó, ni al corazón
del hombre llegó, lo que Dios preparó para los que lo aman». Renunciemos a tratar
de entender los «cómos», los detalles externos, y apeguémonos a la fe
substancial de la Iglesia: creemos que después de la muerte encontramos a Dios
... Morimos entre las manos misericordiosas de Dios; creemos que nuestra
persona entera -cuerpo y alma- serán llenados con la propia felicidad y
plenitud de Dios; creemos que esta plenitud es perdurable y siempre renovada.
Para contemplar y vivir la
Palabra:
Escuchemos una palabra
autorizada del Magisterio de la Iglesia, que nos orienta para interiorizar la
Palabra, en el Misterio de la Ascensión del Señor, y para orarla y vivirla: - «El
Señor arrastró cautivos cuando subió a los cielos, porque con su poder trocó en
incorrupción nuestra corrupción. Repartió sus dones, porque enviando desde
arriba al Espíritu Santo, a unos les dio palabras de sabiduría, a otros de
ciencia, a otros de gracia de los milagros, a otros la de curar, a otros la de
interpretar. En cuanto Nuestro Señor subió a los cielos, su Santa Iglesia
desafió al mundo y, confortada con su Ascensión, predicó abiertamente lo que
creía a ocultas» (San Gregorio Magno, Papa).
Relación con la Eucaristía
En la Eucaristía celebramos el
Misterio Pascual, la Muerte, Resurrección y Ascensión del señor, «hasta que Él
vuelva». Por eso la Eucaristía nos proyecta más allá de nuestra situación
presente, a abrirnos a la eternidad a la cual somos llamados.
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