El más grande en el Reino de
Dios
Cada Domingo es una nueva
convocación de Dios a cuantos han creído en su salvación. Venir a la Eucaristía
no puede convertirse en un acto rutinario, común y corriente, sin relieve o en
el cumplimiento de una práctica sin trascendencia. Si es cierto que siempre
celebramos la misma salvación, también es verdad que cada día esta salvación nos
descubre un nuevo rostro, nos presenta un aspecto inédito. Descubrir este
aspecto y confrontarlo con nuestra vida, reconocer y celebrar los caminos
siempre nuevos de la salvación de Dios, es el objetivo de este encuentro de
hermanos, a la vez gozoso e inquietante. La Palabra hoy (domingo 25 del tiempo ordinario)
nos invita a dejarnos formar por Jesús para que aprendamos cuáles son los
valores del Reino de Dios.
LECTURAS:
Sabiduría 2,12.17-20: «Se
gloría de tener por padre a Dios»
Salmo 54(53): «El Señor
sostiene mi vida»
Carta de Santiago. 3,16- 4,3:
«La sabiduría que viene de arriba es amante de la paz»
San Marcos 9, 30-37: «El Hijo
del hombre será entregado en manos de los hombres»
Un proyecto divino
Decía Jesús a Pedro en la
lectura del Domingo pasado «Tú piensas como los hombres no como Dios».
Pertenecemos a un proyecto divino sobre el hombre y sobre el mundo y nuestro
deber es comprometernos en él. Nuestra presencia en el mundo, invitados a la
vida, es dar realidad a esa voluntad divina en la parte que nos corresponde en
el corto espacio de tiempo que nos toca vivir. Nos han precedido siglos de
historia, figuras grandes de hombres y mujeres que han cumplido su misión, y también
en esa historia ha habido grandes debilidades y deficiencias. Seguir a Jesús es
dejarse formar por Él. También hoy
existe una «levadura» de la ideología dominante. Como los discípulos de Jesús,
también nosotros, no siempre somos capaces de mantener una conducta crítica
ante la invasión de todo esto. El talante formador de Jesús nos sigue ayudando.
No por el hecho de que una
persona «siga a Jesús» ya es santa y renovada. En medio de los discípulos, cada
vez de nuevo, la «levadura de Herodes y de los fariseos» levantaba cabeza. En el episodio del evangelio
de hoy, Jesús aparece como el maestro que forma a sus seguidores. «Seguir» era
un término que formaba parte del sistema educativo de la época. Era usado para
indicar la relación entre discípulo y maestro. La relación maestro-discípulo es
diferente a la relación profesor-alumno. Los alumnos asisten a las explicaciones
del profesor sobre una determinada materia. Los discípulos «siguen» al maestro
y conviven con él, veinte y cuatro horas al día. Fue en esta «convivencia» de
tres años con Jesús, que los discípulos y las discípulas recibieron su
formación. El pasaje que sigue en evangelio de Marcos nos dará otro ejemplo muy concreto de cómo
Jesús formaba a sus discípulos.
La misma ambición de poder
Los discípulos de Jesús -los
de ayer y los de hoy- quedamos espantados y con miedo. No entendemos la palabra
sobre la cruz, porque no somos capaces de entender ni de aceptar a un Mesías
que se hace siervo de los hermanos. Nosotros seguimos soñando con un mesías
glorioso y mostramos, además de esto, una gran incoherencia. Mientras Jesús
anuncia su Pasión y Muerte, nosotros discutimos entre nosotros sobre quién es
el mayor, quién debe ocupar el primer puesto...
Jesús quiere servir, ¡nosotros
sólo pensamos en mandar! La ambición nos lleva a auto promovernos a costa de
Jesús. Hasta hoy, aquí y allá, el mismo deseo de autopromoción aparece en
nuestras comunidades. Tanto en la época de Jesús, como en la época de Marcos,
había la «levadura» de la ideología dominante. También hoy, la ideología de las
propagandas del comercio, del consumismo, de las novelas influye profundamente
en la manera de pensar y actuar de la gente. En la época de Marcos, no siempre
las comunidades eran capaces de mantener una actitud crítica frente a la
invasión del Imperio Romano. ¿Y hoy?
Una religión a nuestra medida?
Fácilmente nos hacemos una
religión a nuestra medida, conforme a nuestros proyectos y no aceptamos lo que
Dios nos pide. Y tenemos el peligro de caer en la desilusión, en el
enfriamiento de la fe, quizás incluso en la increencia. Vale la pena ahondar en
nuestro conocimiento de Dios, del Señor Jesús, de la Iglesia. Entrar en sus designios.
Vivir nuestro cuarto de hora en el mundo como miembros activos de todo un proyecto
grandioso con el cual Dios va construyendo el futuro del hombre y del mundo. Un
proyecto digno de la grandeza del amor de Dios. Si somos especuladores de
nuestra propia promoción, no seremos evangelizadores y nuestras palabras serán
puro oportunismo....
Para orar y vivir la Palabra:
«El Señor sostiene mi vida»
Yo, Señor, no quiero hablar de
Ti de una manera fría, puramente teórica. Quiero hablar de lo que Tú supones en
mi vida, de lo que Tú haces en mí. Tú
eres mi roca, mi fundamento. Sin Ti, mi vida se derrumba. Vengo a ser como esa
casa edificada sobre la arena. En cambio, contigo, me siento fuerte, soy como
la casa bien edificada sobre roca.
«Yo domino a los demonios
desde lo alto y no les hago más caso que a las moscas. Los encuentro singularmente
flojos. Desde que se ven despreciados, todo coraje los abandona. Atacan a los que
se rinden a su discreción». - (Santa
Teresa de Jesús)
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