Acoger a los pequeños y
marginados
Ninguno es el dueño de Jesús
El Reino de Dios está abierto
a todos los hombres y mujeres del mundo y de la historia. En él no caben
discriminaciones ni rechazos. La alegría de Dios está en que todos atiendan el
llamado que él les hace, acepten entrar sin condiciones en la morada que les ofrece,
asuman cordialmente las exigencias del Reino y caminen fraternamente unidos hacia
la meta final. - En la vida se dan numerosos escándalos. Todos podemos ser
protagonistas de los mismos. Celebrar la Eucaristía implica siempre un deseo de
superarlos. Que al reunimos hoy sepamos acogernos con amor fraternal,
dispuestos a escuchar la Palabra del Señor y a celebrar su Pascua con
sinceridad. (Domingo 26 del tiempo ordinario)
LECTURAS:
Números 11, 25-29: «Ojalá todo
el pueblo del Señor fuera profeta...»
Salmo 19(18): «Los mandatos
del Señor alegran el corazón»
Carta de Santiago 5, 1-6: «Los
gritos de los segadores han llegado a los oídos del Señor Dios todopoderoso»
San Marcos 9,38-43.45.47-48:
«No hay nadie que obre un milagro invocando mi nombre y que luego sea capaz de
hablar mal de mí»
Sin monopolio de la salvación
¿Qué significa: «Quien no está
contra nosotros, está a nuestro favor» ? La Iglesia y los católicos no tienen
el monopolio de las buenas obras, tampoco somos nosotros los únicos que
promovemos los valores del Reino de Dios en la sociedad. Personas pertenecientes
a otras religiones, o simplemente personas de buena voluntad, hacen y han hecho
contribuciones con respecto a la liberación humana, paz, justicia, derechos humanos,
solidaridad, disciplina contemplativa, y otras. - No debemos ponernos
envidiosos, sino estar contentos de esto. A pesar de que sabemos que la Iglesia
es el «hogar» del Espíritu Santo y de los sacramentos del Reino de Dios,
sabemos también que el Espíritu hace sus buenas obras en todas partes, también fuera
de la Iglesia. El rol de los cristianos no es monopolizar, sino
anunciar las cosas buenas que suceden en todos lados.
Verdadera sabiduría
Para un cristiano el ideal no
puede constituirlo el dinero, sino el hombre en quien Dios vive. Tampoco puede
ser la posesión de bienes (propiedad privada mal entendida), sino la
comunicación de los mismos La Palabra de
Dios, en este Domingo, nos apremia a evitar el escándalo. El ejemplo que Cristo
nos dio es el que nosotros debemos dar a los demás. Sin embargo, a veces,
nuestra vida y nuestras obras están muy lejos de las de Cristo. Tampoco faltan
los escándalos más o menos patentes entre nosotros. - Y la cultura abortista
que quiere esclavizarnos no tiene reparos en querer eliminar a los niños
impidiéndoles el derecho de nacer y el derecho fundamental a la vida, dizque en
defensa del «derecho "fundamental"» (¿?) de la mujer sobre su
cuerpo»... El «derecho de nacer», que sí es fundamental, se desconoce
olímpicamente, y, sin embargo, se quiere defender el «derecho de morir».
Hay una diferencia abismal
entre la sabiduría que ofrece el Maestro de Galilea y la mentalidad con que
interpretan la ley los magistrados de las «altas cortes». Jesús acoge y
defiende la vida de los pequeños Varias veces Jesús insiste en la acogida que
hay que dar a los pequeños. «Quien acoge a uno de estos pequeños en mi nombre,
me acoge a mí» Quien da un vaso de agua
a uno de estos pequeños no perderá su recompensa. Pide no despreciar a los
pequeños. Y en el juicio final los justos serán recibidos porque dieron de
comer «a uno de estos más pequeños».
Si Jesús insiste tanto en la
acogida, es porque muchos pequeños de hecho no eran acogidos. En efecto, mujeres
y niños no contaban, eran despreciados y obligados al silencio. Incluso los apóstoles
impedían que se acercasen a Jesús. En nombre de la ley de Dios, mal interpretada
por las autoridades religiosas, muchas personas buenas eran marginadas. En vez
de acoger a los marginados, la ley se usaba para legitimar la exclusión.
En los evangelios la expresión
«pequeños» (en griego se dice «mikroi»,
«elachistoi», o «nepioi») a
veces indica «los niños», otras veces indica sectores excluidos de la
sociedad... Además, no siempre es fácil distinguir lo que viene del tiempo de
Jesús y lo que viene del tiempo de las comunidades para las cuales se
escribieron los evangelios. Pero, sea lo que sea, lo que está claro es el
contexto de exclusión vigente de la época, y la imagen que las primeras
comunidades tenían de Jesús: Jesús se pone de parte de los pequeños y asume su
defensa. Llama la atención lo que Jesús hace en defensa de la vida de los
niños, de los pequeños.
Nuestro compromiso hoy
Es bueno que nos interroguemos
sobre nuestra capacidad de acoger y ser acogidos en el seno de la Comunidad
Cristiana en que vivimos: familia, trabajo, parroquia, barrio, movimientos a
que pertenecemos, incluso las Comunidades religiosas. Es posible que llevemos
en el fondo del corazón una actitud que nos aleja de los demás, que nos hace
ser recelosos y desconfiados. Quizás de entrada desconocemos a los demás y los descalificamos.
- En un canto conocido hay un verso revelador: Tal vez no era de los
nuestros... Grupos cristianos cerrados no tienen la plena dimensión evangélica
que es sin fronteras.
Son nuestros egoísmos y
prejuicios los que levantan barricadas y marginaciones. No las dejemos
levantar. Y derribemos las que existen. ¿Qué decimos nosotros? Las
recomendaciones que nos ha dado el Señor en el Evangelio de este Domingo tienen
mucha actualidad hoy. En muchas personas que pertenecen a la Iglesia católica
existe la tendencia antiecuménica de encerrarse en sí mismas, como si nosotros
fuésemos cristianos mejores que los otros.
En el mundo de hoy, dominado
por el sistema neoliberal, existe el desprecio por los pequeños, y de hecho
aumenta por todas partes la pobreza, el hambre y el número de prófugos y de
abandonados. Falta entre nosotros los cristianos el compromiso de vivir el
Evangelio. Pero si nosotros, millones de cristianos, viviésemos realmente el
Evangelio, el mundo no estaría como está.
Para orar y vivir la Palabra:
«La ley del Señor es descanso
del alma». Tu ley es tu voluntad. Es el
deseo tuyo de querer armonizar al hombre por dentro. Es la expresión de tu
amor. Por eso tu ley no pesa, ni agobia, ni anula. No está fuera, sino dentro
de cada una de las personas. Desde ahí sugiere, impulsa, moviliza todas las
fuerzas hacia el bien. Tu ley es un «tesoro», es decir, lo más preciado, lo más
valioso de la vida. Tu ley es una «joya», es decir, lo más lindo, lo más bello
de la vida.
«La palabra insonora de la
Creación es como el eco de un canto silencioso que brota de la profundidad de
la divinidad. Canto del Verbo en el seno del Padre y que no es otro que el
Espíritu Santo». (S. Bernardo)
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