Preparar la visita de Dios
Estamos en el adviento, tiempo
de la gozosa espera de la venida del Señor Jesús. Si el domingo pasado se nos
invitaba a estar en «vigilante y activa espera» porque el Señor anuncia su
venida, en este segundo domingo de Adviento se nos invita a estar gozosos por
la cercanía de Dios y a preparar su llegada. ´- Las lecturas de hoy nos hablan
sobre nuestra conversión para preparar el camino al Señor y la proximidad de su
venida. Nuestra vida cristiana no es una «herencia adquirida» sino un logro,
una conquista alcanzada por nuestra lucha generosa en la acogida que damos a la
Palabra de Dios. Esa palabra de Dios nos pide rectificar lo torcido, suavizar
lo escabroso y trabajar por una conversión seria y verdadera. Pero todo ello
con el gozo de sabernos liberados por Cristo Jesús, ya que nuestra redención es
obra gratuita de Dios. La Eucaristía de hoy nos ayudará a conseguirlo.
LECTURAS:
Baruc. 5, 1-9: «Dios mostrará
su esplendor sobre ti»
Salmo 126(125): «El Señor ha
estado grande con nosotros y estamos alegres”.
Carta de san Pablo a los Filipenses
1,4-6.8-11: «Manténganse limpios e irreprochables para el día de Cristo»
San Lucas 3, 1-6: «Aconteció
la Palabra de Dios sobre Juan, el hijo de Zacarías, en el desierto»
Profeta de la conversión
Juan era considerado por el
pueblo como un profeta esperado por todos. Muchos pensaban que él fuese el Mesías. Hasta
en la época de Lucas, en los años 80, había personas y sobre todo judíos que
consideraban a Juan como el Mesías. Juan llega y anuncia: «¡Convertíos, porque
el Reino de los cielos está cerca!». Fue encarcelado por su valor en denunciar
los errores, tanto del pueblo como de los hombres de gobierno. Jesús al oír que
Juan estaba en la cárcel, vuelve a Galilea y anuncia las mismas cosas
anunciadas por Juan: «El tiempo se ha cumplido y el Reino de Dios está cerca,
convertíos y creed al evangelio». Jesús continúa la predicación de Juan y va
más allá. En Juan termina el Antiguo Testamento, en Jesús empieza el Nuevo.
Jesús llega a decir: «Yo les digo, entre los nacidos de mujer, no hay ninguno
más grande que Juan; pero el más pequeño en el Reino de Dios es más grande que
él».
En el «Año de la
Misericordia», estamos invitados a vivir esta reconciliación para ser todos
constructores de la paz. La «Redención» que realiza la misericordia de Dios en
Jesucristo, que viene qa salvar, no es ya la liberación de Egipto o Babilonia,
sino la del «Pecado». El «Redentor» no está ya lejos, sino a la vista de
cuantos se dispongan a recibirlo: «Preparen el camino del Señor».
Esperanza cristiana
¿Cuál es la esperanza que la
comunidad cristiana está llamada a proclamar corno monumento capaz de promover
un nuevo modo de ser? Ante todo, debemos recordar que la esperanza se refiere a
algo que no se posee, que no se ve. La esperanza se refiere al futuro, se
refiere a un término deseado y esperado. La esperanza cristiana se refiere,
pues, al Reino de Dios en su plenitud, se refiere a la ciudad futura, la que la
Biblia hebrea llama el «shalóm», la paz, entendida en sentido total, la
posesión y la comunión de todo verdadero bien que se hace común entre todos los
hombres, y común entre los hombres y Dios, la comunión perfecta de Dios con el
hombre y de los hombres entre sí. Esta esperanza cristiana es don de Dios. No
es la esperanza mundana, no la producimos nosotros y, en este sentido, es la
esperanza de todos: de los sanos y de Tiempo de alegrías –
Navidad es tiempo de alegrías.
Lo sabemos bien, y la sociedad
en que vivimos lo recalca hasta la saciedad. Pero ¿cuáles son esas alegrías? La
mayor de todas debe ser encontrar la fuente de toda felicidad que es Dios
mismo. El está gritando hoy a este mundo, hundido en la ansiedad y la
desesperanza a pesar de su inmensa riqueza y sus logros científicos. Ponte en
pie, sube a la altura y mira... No la mirada terrestre y rastrera sino la
mirada lejana que contempla el destino del hombre más allá de la historia. Pero
necesitamos profetas como Baruc y Juan Bautista, penetrados de luz divina,
ardorosos del contacto con la divinidad, que sepan decirle a ese mundo que han
encontrado a Dios y el sentido hondo de la vida. Es la validez perenne de la
Navidad: saber que en ese niño que esperamos, en ese Hijo del Hombre glorioso
que está viniendo al mundo se encierra el máximo regalo de Dios. El revela la
preocupación amorosa del Padre Dios por la suerte del hombre. Con una palabra
actual está llegando a lo profundo de nuestra vida para despertar allí la
conciencia honda de lo que es pasajero y lo que es definitivo. Escuchemos a
Dios y dispongámonos, como pueblo bien preparado, para recibir al Dios hecho
hombre que nos llega en Jesús de Nazaret.
Contemplando el pesebre de
Jesús, contemplando la amabilidad de Dios que vence nuestra desconfianza y
nuestros temores, contemplamos también la grandeza de la esperanza que nos
aguarda. Hablemos libre y abiertamente de esta esperanza, de la vida futura, de
la plenitud de la vida en Dios, de la gloria que Dios nos reserva a cada uno de
nosotros, cuya prenda nos da en la presencia de Jesús en la Eucaristía, y esta
visión de esperanza ilumine nuestro camino todos los días.
Juan es modelo para todo
predicador del Evangelio:
a) Hombre de oración y
silencio, forja en el desierto su temple y prepara su función. La Palabra de
Dios es su alimento. Así se prepara a predicarla.
b) El objetivo de su mensaje
es proclamar la «conversión » como disposición para recibir la gracia
Mesiánica. El orgullo, los egoísmos, la hipocresía, la mala voluntad, serían
obstáculos que cerrarían el paso al Señor que viene a redimirnos.
Para orar y vivir la Palabra:
«¡Nos parecía soñar!...» (Sal.
126(125), 1)
Señor, de las penas y
sufrimientos de esta vida ya sé bastante;
pero en ningún momento quiero
que el peso del realismo corte
las alas de mis sueños. Por
encima de todo quiero ser optimista, quiero ser soñador. Decididamente quiero
apostar por la utopía.
Desde mi fe en la
Resurrección, afirmo que la vida es bella, que vale la pena luchar por hacer un
mundo más humano, más justo, más fraterno, más habitable. Desde mi fe en la Resurrección
afirmo que cualquier tiempo pasado fue peor y que lo que me espera es
infinitamente mejor que lo que estoy viviendo,
Me da náuseas un mundo sin
sueños, sin ilusión, sin esperanza, sin utopías. Dame la gracia de vivir
siempre enamorado de la vida.
«Tú, al que llenas de ti, lo
elevas; mas, como yo aún no me he llenado de ti, soy todavía para mí mismo una
carga» (San Agustín)
«El mismo Dios en persona es
el premio y el término de todas nuestras fatigas» (Santo Tomás)
No hay comentarios.:
Publicar un comentario