En Jesús
se cumple la promesa de Dios
Un programa de Misión
La Iglesia nos propone en la
Liturgia de este día meditar en la Palabra de Dios. Es posible que ya hayamos
empezado a familiarizarnos con ella en la Biblia. Quizás hemos dado un paso
adelante y hemos emprendido el ejercicio de la Lectura sagrada y usamos la
expresión: Lectio divina. (Lectura orante)
Pero la Palabra de Dios no es
comparable con ningún otro texto escrito. En él nos viene la Palabra de Dios,
su deseo de darse a conocer a nosotros que lo buscamos y nos interrogamos
frente a él. Nos dice igualmente qué quiere él de nosotros. Los demás libros,
incluso los de piedad, son palabras del hombre hacia Dios. Este libro encierra Palabras
de Dios a nosotros. Incluso nos ofrece en ocasiones con palabras nuestras lo que
Dios quiere escuchar de nosotros.
LECTURAS:
Nehemías 8, 2-4a.5-6.8-10: «La
alegría que les da el Señor es su fortaleza»
Salmo
19(18): «Tus palabras, Señor, son espíritu y vida»
1Corintios
12,12-30: «Ustedes son el cuerpo de Cristo…”
San
Lucas 1,1-4; 4,14-21: «Hoy se cumple esta Palabra...»
Ungido
y enviado
La
unción de Jesús con el Espíritu viene unida a la entrega de la función
mesiánica, que responde a la expectativa del pueblo y trae la Buena Nueva de la
salvación para los pobres, esperada desde hace mucho tiempo. Con la
presentación oficial que Jesús hace de sí mismo en la sinagoga de Nazaret,
vuelve realidad histórica aquello que era un anuncio.
El
Pneuma (Espíritu) que unge a Jesús,
ahora lo envía para la misión. Ese envío de Jesús por el Espíritu Santo está
relacionado con los cautivos, los ciegos, las personas enfermas del cuerpo y del espíritu y que por tal
motivo son excluidas de la convivencia social y religiosa de su tiempo. Para
esta categoría de personas, Jesús viene a proclamar el fin de sus aflicciones y
el feliz inicio del tiempo de la justicia y de la paz.
Domingo
de la Palabra
Desde
2020, el Papa Francisco tuvo la iniciativa de dedicar III del Tiempo Ordinario,
de un a manera espcial, a la celebración, reflexión y divulgación de la Palabra
de Dios. Este Domingo de la Palabra de Dios, que se celebra en el contexto de
la Semana de Oración por la Unidad de los Cristianos, nos ofrece además la
oportunidad de unirnos en oración a todos aquellos que comparten la Sagrada
Escritura como patrimonio común, que indica a los que se ponen en actitud de
escucha el camino a seguir para llegar a una auténtica y sólida unidad.
Al
proponer esa celebración a toda la Iglesia, el Papa destaca que: «La Biblia no puede
ser sólo patrimonio de algunos, y mucho menos una colección de libros para unos
pocos privilegiados. Pertenece, en primer lugar, al pueblo convocado para
escucharla y reconocerse en esa Palabra. La Biblia es el libro del Pueblo del
Señor que al escucharlo pasa de la dispersión y la división a la unidad. La
Palabra de Dios une a los creyentes y los convierte en un solo pueblo”.
Y
enfatiza el Papa: «El día dedicado a la Biblia no ha de ser "una vez al
año", sino una vez para todo el año, porque nos urge la necesidad de tener
familiaridad e intimidad con la Sagrada Escritura y con el Resucitado, que no
cesa de partir la Palabra y el Pan en la comunidad de los creyentes».
La
Biblia en casa
Anunciar
a los cautivos la libertad, a los ciegos la vista, a los oprimidos la
liberación... anunciar el año de gracia del Señor. Esa es su misión. Tenemos
tantas esclavitudes y cegueras, somos cautivos de tantos lazos que nos impiden
descubrir a Dios y su plan en la vida. La Palabra de Dios va a lo más profundo
de nuestras necesidades.
La
Biblia en nuestra casa no puede ser solo un elemento decorativo. La Palabra que
ella nos ofrece es para ser leída con respeto, escuchada con amor, seguida con fidelidad.
No es un libro más de la biblioteca. Como significa la palabra Biblia, ella es
el Libro.
No es para ser leída superficialmente. Es un libro que hay que encerrar en el corazón. Hacer que esa Palabra ilumine la vida y dé sentido a nuestra presencia en el mundo. Nos debe ser familiar y muchas de sus palabras deberían venir casi sin pensarlo a nuestros labios. Ellas cuestionan, ellas encierran respuestas, ellas abren horizontes para todos los momentos. Leámoslas también con agradecimiento. Que sea realidad lo que se nos proclama en la Eucaristía: Palabra de Dios, te damos gracias, Señor.
«Hoy
se cumple la Escritura que acaban de oír».
Ese
hoy tampoco ha pasado. Es el perpetuo hoy de Dios, que no conoce oscuridad. El
resto del evangelio, que nos va consignar las Palabras de Jesús y sus obras de liberación,
y nos va a llevar sobre todo al momento de su glorificación a través de la muerte
y la resurrección, es el resto de la homilía, hecha no sólo de palabras sino de
acontecimientos siempre vivos y actuantes en la historia. Que el Señor nos
conceda que nuestro hoy sea el suyo, para que ninguna palabra suya pueda caer
en vano en nuestra vida, sino que todas puedan realizarse y se cumpla en
nosotros la Salvación de Dios.
En la Eucaristía que estamos celebrando se hace presente ese perpetuo hoy de Dios que nos sana y nos libera. En actitud de apertura a la obra del Señor, propia del pobre y necesitado de la acción del Señor, en medio de la Iglesia que es el cuerpo del Señor, recibamos su acción salvadora, sobre nosotros y sobre todo el mundo.
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