Boda, vino y amor
Meditación al Evangelio 16 de enero de 2022
l primer signo de Jesús, en Caná de Galilea"
San Juan 21-11: Primer signo revelador de Jesús y sus discípulos creyeron en El…
San Juan nos narra
milagros y acontecimientos, pero no se detiene tanto en el milagro, sino que
los presenta como signos de realidades más importantes. Y así, al escuchar este
pasaje de las bodas de Caná no nos podemos quedar con la conciencia tranquila
pensando sólo que Jesús quiere acompañar a los nuevos esposos para que nunca les
falte el vino del amor, aunque eso sería ya un gran pensamiento y un gran reto
para la vida matrimonial. A Jesús le gusta comparar la vida con un banquete y
San Juan inicia presentándonos a Jesús, su madre y sus discípulos en una boda.
Un signo fundamental que explica en lo cotidiano la presencia del Reino
en medio de la historia. Las fiestas de nuestros pueblos, esas fiestas sin
etiquetas ni exclusivismos son la mejor imagen y señal de esa otra “fiesta” y
“banquete” al que estamos llamados a participar todos. Ahí, en el anonimato
aparente, como uno más del pueblo, participa Jesús con su madre y sus
discípulos. Pero en lo mejor de la fiesta, se termina el vino y nadie parece
darse cuenta. ¿Cómo es posible que lo indispensable de una convivencia termine
antes que la fiesta? Y sin embargo sucede. Quizás San Juan nos esté diciendo
que en el pueblo de Israel y en nuestro mundo falta lo más importante, lo
descuidamos y no hacemos caso de ello. También en nuestros días, escasea el
vino de la comprensión, del amor y de la ayuda mutua. También en nuestras
familias se ha perdido muchas veces lo esencial de la comunicación, del diálogo
y del amor. Nos olvidamos que estamos llamados a participar en un banquete en
compañía de todos y nos dejamos ilusionar por un sistema que nos obliga a la
competencia feroz y a la lucha egoísta, privándonos de lo más importante que es
el amor y la fraternidad entre todos.
EL VINO NUEVO DEL REINO: JESUS….
Esto ya es importante, pero San Juan quiere resaltar en este
“milagro” de las bodas de Caná que Jesús es el auténtico vino nuevo, el vino
del Reino, el vino de la Nueva Alianza, en contraposición al vino rancio de la
Alianza Antigua. En este primer signo Jesús deja claro que él es el comienzo de
un tiempo nuevo y que alcanzará su momento final cuando, en el Calvario, sea
derramada su sangre, sangre de una nueva y eterna Alianza. La sangre de Cristo
tiene, ante el Padre, un valor infinito, infinitamente superior a la sangre de
los toros y machos cabríos que se derramaba en los sacrificios de la Antigua
Alianza. Sí, Jesús es el vino nuevo, el vino del Reino, el vino de una nueva y
eterna Alianza. En el ambiente de boda, de novia, de fiestas, Jesús aparece
como el vino prometido durante siglos. Y con eso mostró Jesús su gloria, su
identidad, y los discípulos creyeron, no creyeron por el milagro, sino por el
signo. Y si ya el amor humano y la comprensión nos parecían indispensables,
Jesús, el vino nuevo, es insustituible en la vida de un creyente y en la vida
de toda la humanidad: es el que da un verdadero sentido a la vida. Y ojalá
nosotros también como los discípulos creyéramos en Él.
Otro signo: LA NOVIA
Hay otro signo: la novia. Con la ayuda de Isaías, descubrimos que el
amor de los novios puede ser no solamente de una pareja que inicia una nueva
vida, sino del loco amor con el que Dios se deshace en desvelos y cuidados por
su pueblo y que el pueblo no es capaz de corresponder. Abandonada,
Desolada, con estos nombres llama Isaías a la Tierra prometida y malograda
por los hombres. Tan grande ha sido la infidelidad del pueblo amado, que esa
situación calamitosa viene a dar nombre propio a la tierra de Israel: Abandonada…
Desolada. Era el estado doloroso del pueblo después de haberse olvidado de
Dios. Momentos de angustia, momentos de tristeza infinita. Los hombres se
alejan por el pecado de su Creador, y al estar lejos se sumergen en un mar de
lágrimas, en un mundo oscuro y gris. Una historia de amor, donde falla la
novia. Es la historia de un pueblo, pero también la historia personal. Sin
embargo, ahora con la presencia de Jesús, “el Novio”, todo adquiere nuevo
sentido. Amor de juventud, primer amor, eso es el amor divino por su pueblo,
según dice Isaías: “Como un joven se desposa con su novia...".
El despertar de los sentidos al amor, ese sentimiento tan hondo, tan
humano y tan divino. Las palabras quedan inexpresivas para describir el amor,
son un torpe balbuceo que trata inútilmente de expresarse. Es una realidad que
sólo cuando se siente, se comprende. Pues eso y mucho más es la realidad del
amor de Dios por su pueblo. Y Jesús en las bodas de Caná viene a recordárnoslo:
Dios vive loco de amor por su pueblo, tiene un vino nuevo, una nueva Alianza.
Son muchos los símbolos que en este pasaje nos ofrece San Juan.
Contemplemos este primer milagro de Jesús con asombro y preguntémonos si a nosotros
no se nos ha escapado la alegría y el sentido de la vida; si no estamos
perdiendo la capacidad de compartir. También nosotros necesitaremos
llenar nuestras vasijas agrietadas del agua de nuestro esfuerzo y de nuestra
fe, para que Jesús los transforme en vino de alegría, de vida y de generosidad.
Contemplemos el loco amor de Dios por su pueblo y descubramos a Jesús como el
“Novio”, como el vino de amor, que da plenitud y alegría a nuestra fiesta.
Escuchemos a María que nos dice: “Hagan todo lo que Él les diga”.
Padre
Dios, que has simbolizado tu amor a todos los hombres en el banquete del Reino
y en el amor conyugal, abre nuestros ojos y nuestro corazón, para que
descubramos y vivamos tu amor en plenitud. Amén
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