El Padre misericordioso
El evangelio de Lucas es
conocido como el «Evangelio de la Misericordia». Todo él puede ser leído como
un gran relato que nos sumerge en el amor entrañable del Padre. Dante llamó a
Lucas «Escriba de la mansedumbre de Cristo» En la Palabra que hoy nos trae este
evangelista, Jesús es el gran protagonista: a través de sus palabras y sus acciones
se revela el rostro misericordioso de Dios. Hace dos mil años, sus discípulos
fueron testigos privilegiados de ello. Hoy nosotros ,discípulos atentos a su
Palabra, nos disponemos a contemplar el evangelio como verdadera buena noticia
del amor de Dios.
LECTURAS:
Josué 5,9a.l0-12. «Hoy los he
despojado del oprobio de Egipto»
Salmo 33(32): «Gusten y vean
qué bueno es el Señor»
2 Corintios 5,17-21. «Dios nos
ha reconciliado consigo en Cristo»
San Lucas 15,1-3.11-32. «Este
hermano tuyo estaba muerto y ha revivido».
¿QUÉ NOS DICE la PALABRA?
En la meditación de esta
Palabra nos debemos fijar, no sólo en el hijo menor, sino también en su hermano
mayor y, por supuesto, en el padre: ellos son los protagonistas de esta
historia. El perdón de Dios, fiesta pascual. También la peri copa de este Domingo
es exclusiva y típicamente lucana. Es importante poner como centro de la
parábola la misericordia del padre más que la actitud del hijo menor; así se
puede valorar a un tiempo la manera de proceder de los dos hijos. La
descripción del itinerario hacia el padre, y la actitud de éste es
paradigmática para el proceso de la reconciliación del cristiano con Dios. Por
eso, si el domingo anterior se insistía en la llamada a la conversión, hoy hay
que describir e invitar a la celebración del perdón de Dios, como una fiesta
pascual: «Porque este hijo mío estaba muerto y ha revivido».
El banquete de fiesta es,
sobre todo, la Eucaristía pascual, a la que los pecadores que somos todos hemos
de prepararnos mediante el proceso de renovación de la Cuaresma.
El hijo menor:
- Creyendo encontrar su
felicidad y su libertad lejos de la casa paterna, toma una radical decisión: la
de «vivir su vida».
- con su actitud pone
distancia y se va...
- vive las consecuencias de su
decisión: su «ida» de la casa paterna lo llevo lejos, no sólo del padre y del
hermano, sino de su propia identidad: llegó a ser «nadie»... Dejó de ser «hijo»
(lo que era en la «casa paterna») y se convirtió en «sirviente» en «tierra
extranjera»...
- representa a quienes abusan
de los dones de Dios y a quienes poniéndose a sí mismos como norma sin
consideración a los demás ni a los sufrimientos causados...
- pero asumió su realidad...
reconoció... y REGRESO: volvió al Padre, volvió a ser hijo...: ¡Resucitó!
¿Qué actitudes muestra el
hermano mayor? ¿A quiénes simboliza? - Aunque el hijo mayor no ha abandonado la
casa también vive alejado del padre. En su dureza de corazón, en su incapacidad
de perdonar y acoger a su hermano, descubrimos a los fariseos y maestros de la
ley. Jamás han desobedecido una orden de Dios, pero en su fidelidad no se
aprecia ni un ápice de alegría ni amor. - Nunca han experimentado el perdón del
Padre, y por eso no comprenden la alegría y la fiesta en la reconciliación. En
la rigidez de su comportamiento marginan de la salvación a los que no son como
ellos. Son incapaces de entender la inesperada actitud de Dios.
- encuentra dificultad para
perdonar el agravio producido por su hermano menor..
- le resulta enojoso
participar en la fiesta que el padre organizó por el regreso de su hermano
menor...
- ofrece la estampa mezquina y
distante de quien no sabe perdonar....
- a pesar de estar en casa, no
disfruta de la convivencia con el padre...
- no llega a descubrir lo que
significa «todo lo mío es tuyo»... - y vive con amargura la nueva felicidad de
ju hermano...
- es el hombre «cumplidor»,
pero ¡sin amor!, duro de corazón, insensible a los errores de su hermano y sin
piedad para con quien reconoce su error y su pecado... Es el «siervo sin
entrañas» del evangelio de Mateo:
Muy sugestivo es el contraste
entre los dos hermanos. El menor reconoce su miseria y su culpa, regresa a casa
diciendo: «Padre, he pecado contra el cielo y contra ti; ya no soy digno de
llamarme hijo tuyo». El mayor nos
muestra una postura de arrogancia, no sólo con respecto a su hermano, sino
¡hasta con su padre! Sus reproches contrastan mucho con la dulzura del padre
que saliendo de la casa, va a su encuentro a «rogarle» que entre en casa.
¿Cuál es el comportamiento del
PADRE ante estos dos hijos? Pensar en el PADRE de la parábola nos cuestiona:
- Respeta la decisión alocada
de su hijo...
- no duerme pensando en la
suerte del hijo...
- madruga todos los días
esperando el regreso del hijo...
- cambia por traje nuevo y
joyas los harapos del hijo...
- no pide cuentas al hijo...
- insiste en la alegría de
haber recuperado al hijo que «se había perdido»: hace la fiesta más grande por
la recuperación, por la resurrección...
Verdaderamente, ¡Dios no
«tiene», sino que ES misericordia!
La reconciliación lleva a la
pascua
«Tu hermano, que estaba
muerto, ha vuelto a vivir...»: La reconciliación es un tema esencial en la
Cuaresma. No es una sorpresa que el Evangelio recae sobre el mismo tema de la
carta paulina de la segunda lectura. Cristo nos ha conducido hacia la novedad
definitiva, pero no de una tierra y de unos manjares, sino de una nueva
relación con Dios -reconciliación-, una nueva creación, un mundo nuevo. Para
llegar a esta novedad, Cristo fue tratado como pecador: el camino de la cruz.
Por este camino, el Cristo pascual se ha manifestado Nuevo Adán, comunicador
del Espíritu que vivifica.
La vida en la Iglesia es la
experiencia constante de esta obra de Dios: el mensaje de la reconciliación, el
ministerio apostólico que es responsable de llevarlo, y sobre todo la
Eucaristía, el manjar de la nueva Pascua, que es a la vez alimento de camino - tiempo
presente- y pregustación del término: «Gusten y vean qué bueno es el Señor» (Salmo
responsorial).
Actualicemos la parábola
Cierro los ojos y visualizo la
palabra escuchada, me pongo en el papel del hijo que ha dejado la casa paterna
o el hijo mayor que no reconoce la misericordia del Padre, me pongo en la
presencia de Dios. Me comprometo a hacer una buena confesión, a un cambio
profundo en mi vida, a no condenar a los demás, sino ayudarles a encontrar el
camino de la reconciliación con el Padre de las misericordias. Destacamos tres
grandes mensajes ante la proximidad de la Semana Santa:
a) Nuestro error al creer que
lejos de Dios, lejos de la Casa del padre, encontraremos la felicidad...
b) El gran amor de Dios para
con todos nosotros y su actitud de misericordia y perdón para quien reconoce su
pecado y quiere volver a casa...
c) La alegría del perdón que
se recibe y la fiesta que se organiza cuando tomamos la decisión de decir: «me
levantaré y volveré a la casa de mi Padre».
La Cuaresma es el momento
oportuno para valorar estas realidades básicas de la vida cristiana, para
redescubrirlas: acoger el mensaje de la reconciliación y celebrar la misericordia
divina, revisar la participación en la Eucaristía como momento de alegría, de
esperanza, de compromiso vital con el camino de Cristo y de la Iglesia, en el servicio
de reconciliación de los hombres.
«Me acerqué a "El regreso
del hijo pródigo", pintura de Rembrandt, como si se tratara de mi propia
obra: un cuadro que contenía no sólo lo esencial de la historia que Dios quería
que yo contara a los demás, sino también lo que yo mismo quería contar a los
hombres y mujeres de Dios. En él está todo el evangelio. En él está toda mi
vida y la de mis amigos. Este cuadro se ha convertido en una misteriosa ventana
a través de la cual puedo poner un pie en el Reino de Dios» Henri J. M. Nouwen