La amistad con Cristo
Celebramos el segundo domingo
de Cuaresma. La Cuaresma es un camino de peregrinación hacia la Pascua. Es el
símbolo de nuestra vida de cada día: un caminar hacia el "paso al
Señor", hacia la gozosa Pascua definitiva. En nuestra
"peregrinación" tenemos días de tormenta y días de bonanza; días de lluvia
y días de sol; días de sufrimiento y días de gozo. En la Cuaresma, la Palabra
de Dios nos ofrece, también, escenas de tristezas y pasajes de alegría;
situaciones de oscuridades y otras de luz. Hoy nos ofrece escenas de luz: nos
hace vivir la experiencia de la "Transfiguración".
LECTURAS:
Génesis 15, 5-12.17-18: «Aquel
mismo día el Señor hizo una alianza con Abrán»
Salmo 27(26). «El Señor es mi
luz y mi salvación»
Carta a los Filipenses 3, 17-
4, 1: «Cristo nos transformará según el modelo de su condición gloriosa»
San Lucas 9, 28b-36: «Mientras
oraba, su rostro se mudó»
La FE de Abraham
Abrán «Creyó al Señor»: La fe
de Abrán es un acto de entrega personal al Señor y de plena confianza en su
promesa: «El Señor lo aceptó como justo»: - La justicia que el Señor le
reconoce a Abraham depende enteramente de la fe, y no de las obras de la Ley,
pues ésta aún no había sido promulgada. Por eso, Pablo, cuando habla de la fe
necesaria para alcanzar la salvación, pone a Abraham como modelo y ejemplo.
Abrahán, como primer caminante
en la fe hacia la tierra prometida, es el centro y la intención de la primera
lectura. Abrahán cree en la Palabra de Dios y el Señor establece con él una
alianza anunciándole la posesión de la tierra en la que todavía está como peregrino:
«Por fe vivió como extranjero en la tierra prometida»
Nuestra FE
En Abrahán resplandecen las
mejores virtudes del Éxodo de Israel: la entrega a la Palabra de Dios, la
esperanza contra toda esperanza humana. Son también las virtudes que los
cristianos queremos despertar en nuestra vida y especialmente en Cuaresma. ¿No dice
la voz del Padre, en la transfiguración de Cristo, que tenemos que escuchar al
Hijo, al escogido? ¿No nos dirigimos también nosotros hacia un término
humanamente inasequible, puro don de Dios?
La segunda lectura enlaza el
tema del camino de la fe con el de la transfiguración que esperamos, por la
potencia de Cristo. Nuestro camino contrasta con el de aquellos que «andan como
enemigos de la cruz de Cristo: su paradero es la perdición». La
«ciudadanía»" de los cristianos es el cielo, «la ciudad de sólidos
cimientos cuyo arquitecto y constructor iba a ser Dios».
Camino hacia...
El término del camino lo
pondrá el mismo Salvador que esperamos: él transformará nuestra condición
humilde, según el modelo de su condición gloriosa. Esta perspectiva es precisamente
el significado de la transfiguración de Jesús: el éxodo de Jesús conduce a la revelación
plena de su condición de Hijo de Dios por la resurrección de entre los muertos.
El conocimiento de Jesús y la fe en él,
es lo que hace entrar en comunicación salvadora con él. La «alianza», el
compromiso, con Dios lleva consigo riesgo y lucha. La Cuaresma es el camino
hacia la Pascua. Pero es un camino en el que, a lo largo de su recorrido, se
nos hacen continuas llamadas que nos desvían de la unión y compañía con Dios y
nuestro compromiso con él.
La fe en Dios nos lleva a
luchar contra los ídolos, siempre nuevos y actuales; dioses falsos, pero
atrayentes. Servir a Jesús, como dice San Pablo, es alcanzar la libertad;
unirse a él es vencer en nuestras luchas.
«Mientras oraba...»
En la unión orante con el
Padre celestial queda incluida, ni más ni menos, la naturaleza de Jesús
palpable y humana. La divinidad eterna alcanza tal intensidad en Jesús, que su corporeidad
queda transformada en otro estilo de existencia. Todo el acontecimiento del
monte Tabor se apoya abiertamente en el resplandor del Misterio Pascual. Sólo
en el período postpascual fueron capaces, los tres apóstoles, de reconocer la
significación de la transfiguración prepascual por medio de las manifestaciones
de Jesús resucitado. La «gloria» es un anticipo, una indicación previa de la resurrección
de Jesús.
La «Transfiguración» del
cristiano
La «Transfiguración» del
cristiano se realiza, mediante:
- La gracia. La «Nube» que
sacralizó el Sinaí, el Tabernáculo, el Templo, era signo de la Presencia de
Dios, Vida y Gracia de Dios, que ahora sacraliza al bautizado. - - La oración;
es el contacto y diálogo con Dios. Nos entra en su luz. Nos transfigura. - La
adhesión total al Maestro único. Así realizamos nuestro «Éxodo»; y, partícipes de
la muerte de Cristo, lo somos de su Gloria.
Relación con la Eucaristía
En la Eucaristía, especialmente
dominical, somos invitados a remotivar y refrescar nuestra condición de
discípulos: tenemos que «escuchar» más a Jesús. En Cuaresma y a lo largo del
año, domingo tras domingo -día tras día- acudimos a la escuela de este Maestro
que Dios nos ha enviado, y él nos va enseñando, con su ejemplo y con su
Palabra, el camino de la salvación y de la vida.
«El misterio de la
Transfiguración es fundamento de la esperanza de la Iglesia: En este misterio
todo el Cuerpo de Cristo conoce la transformación que le espera; los miembros
del Cuerpo pueden prometerse que participarán de la gloria de su Cabeza,
conforme a lo que prometió el Señor: "Entonces los justos brillarán como
el sol en el Reino del Padre." Y S. Pablo nos recuerda: "Cuando
Cristo, vuestra vida, se manifieste, también vosotros os manifestaréis con él
en su gloria"» (Sn León Magno).
¿A QUÉ
NOS COMPROMETE la PALABRA?
Examinar la Alianza y escuchar
al Señor...
Mientras los hombres quieren
prescindir de Dios en la construcción de un mundo mejor, el Señor se acerca al
hombre para hacer alianza con él y decirle que no es posible un paraíso sin
Dios. Mientras que el hombre de hoy se une en alianza con la técnica, el dinero,
el poder, el placer, etc. (que son los ídolos actuales), el hombre de fe, el
hombre creyente, se une a Dios, hace alianza con él y se compromete con su
Palabra; y así se produce el milagro, como con Abrahán: - La Cuaresma es tiempo
propicio para examinar nuestra «alianza» con Dios; para reafirmarnos en ella;
para ver si está rota o deteriorada y decidirnos seriamente a fortalecerla. La Cuaresma
es el tiempo propicio para «escuchar» al Señor, como dice el Evangelio de hoy,
y practicar con alegría su Palabra. No podemos dejar pasar la Cuaresma sin
reflexionar en ello y sin fortalecer nuestra fidelidad a Dios y nuestra
ejemplaridad con los demás.
El rostro de Jesús en el Tabor
nos hace mirar nuestro propio rostro y ver qué signos presentamos. Nuestras
luchas para mantenernos fieles a la alianza, al compromiso con Dios, podría
llevarnos al desánimo por lo larga que es y los fracasos cosechados. Por eso,
un rayo de luz viene a animarnos. En la Navidad, el profeta Isaías decía: «una
luz brillará en la oscuridad». Jesús se transfigura y la oscuridad de las dudas
deja paso a la admirable luz de la certeza de la fe en Jesús: «Yo soy la luz
del mundo».
Hoy se nos repite la
invitación a retirarnos del alboroto diario, como Jesús lo hizo, para disfrutar
de la cercanía de Dios. Y en esa cercanía experimentaremos la paz de Dios y
diremos como el apóstol Pedro: «bueno es estarnos aquí».
«Tú eres, oh Dios, mi madre
bien amada. Mis ojos están fatigados en buscarte y mi corazón está lleno de
emociones. Soy un niño inmovilizado en la trampa del mundo. Oh madre, tú eres
la gallina y yo el polluelo. Tú eres mi madre y yo tu niño amado. Espero y
espero siempre en ti». (Poema hindú, siglo XII)
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