CUARESMA: PERDON Y
MISERICORDIA
Nos reunimos en el tercer
Domingo de Cuaresma para celebrar la Eucaristía y escuchar la Palabra de Dios.
El primer domingo de Cuaresma nos ofreció el ejemplo de Jesús afrontando y
venciendo en sus tentaciones. El segundo domingo nos presentó aquella consoladora transfiguración del Señor,
indicándonos que en medio de las pruebas de la vida, siempre podemos encontrar
la fuerza y la luz de Dios. Hoy, en el tercer domingo de Cuaresma, la Palabra
de Dios nos habla del perdón y de la misericordia de Dios. Pero de un perdón de
Dios que responde a la actitud de conversión que encuentre en el hombre. Dios
siembra su perdón generosamente, pero no a «voleo» sino en cada corazón abierto
a darle acogida. Especialmente en este tercer domingo de Cuaresma el Señor
manifiesta la necesidad de reconocer nuestro pecado y convertirnos a Dios de
todo corazón para dar frutos de buenas obras. La semana que empieza con este
Domingo señala la mitad del camino de los cuarenta días y es un buen momento
para hacer balance.
LECTURAS:
Éxodo 3, 1-8a. 13-15:
«"Yo soy" me envía a ustedes»
Salmo 103(102): «El Señor es
compasivo y misericordioso»
1Corintios 10,1-6.10-12: « El
que se cree seguro, ¡cuidado! no caiga»
San Lucas 13,1-9: «Si no se
convierten, todos perecerán de la misma manera»
¿QUÉ NOS DICE la PALABRA?
¿Cómo miro la realidad cuando
la percibo atravesada por el mal? ¿Sólo hay mal, sólo cabe pensar mal de Dios?
¿Qué me puede decir una situación desgraciada para mi realidad personal y de
seguimiento? ¿Quizás cabe más bien entrar a valorar qué es lo que más merece la
pena en la vida, amar y dejarme transformar por Él? ¿Qué frutos pueden
encontrar Dios y los demás en mí?
La conversión
Durante la cuaresma escuchamos
a menudo la palabra conversión. En el evangelio que se nos ha proclamado, san
Lucas nos trae repetidamente esta palabra del Señor: - «Si no se convierten
todos perecerán del mismo modo».
Cuando la Palabra de Dios nos
habla de conversión pone el acento más en la persona a quien me debo convertir
que en qué o de qué me debo convertir. La conversión se hace encuentro entre
dos personas que se aman. Esto no es más que la consecuencia de haber
descubierto el papel primordial que juega en mi vida la persona misma de Dios,
de Jesucristo.
«Jerusalén, conviértete al
Señor, tu Dios», grita la Palabra de Dios en la primera alianza. El más
interesado en nuestra conversión es Dios mismo. Su palabra que nos invita a
volver a él es insistente y nos despierta de nuestra indiferencia. La
conversión es una actitud que dura toda la vida. Es mantener la obediencia y la
fidelidad a Dios sin descanso.
Un proyecto de libertad
El libro del Éxodo narra un
relato del encuentro dé Moisés con el verdadero Dios, el Dios de sus Padres. El
Dios que se revela como lleno de cariño y misericordia por los sufrientes y los
oprimidos. El Dios que quiere liberar a su Pueblo. La iniciativa de «Yo-soy» (ה
ָ֞ הוְי = Yhavé, el nombre de Dios en Ex. 3,15) coloca al Pueblo en camino de libertad.
Moisés es el mediador de esta iniciativa y el que conducirá al Pueblo en el camino
del Éxodo. Moisés es interpelado por Dios mientras camina por el desierto, guiando
el rebaño.
Desde entonces no conducirá el
rebaño de su suegro, sino el Pueblo que el Señor ha llamado para cumplir las promesas
hechas a Abrahán, conduciéndolo hasta las puertas de la tierra prometida. Pero
la Tierra prometida es don de Dios, y a la vez conquista. El cariño y la
misericordia de Dios están siempre presentes; ... el compromiso de Dios por la
liberación de los oprimidos está siempre presente. Cuaresma es el tiempo de la experiencia
de la misericordia y liberación de Dios.
Aprendiendo de la historia de
Israel
En el pasaje de la Carta a los
Corintios Pablo nos recuerda que el cariño y la misericordia de Dios tienen una
contrapartida: la indiferencia y el egoísmo de los hombres. Aun muchos de
aquéllos que habían sido liberados de Egipto por Dios, poco después se
desviaron y olvidaron a Dios y sus caminos de misericordia. Los cristianos, en
efecto, seguimos y hemos sido bautizados en Alguien que es más que Moisés: en Jesucristo,
al cual estamos unidos. El ha iniciado el camino de la fe y lo ha llevado a su
consumación, pues a través del sufrimiento de la cruz ha llegado a sentarse en
el trono de Dios. Su camino no ha quedado frustrado como el de Moisés, y el
rebaño que apacienta tiene asegurada la misericordia y la fidelidad, pues
perdona las culpas y cura de toda enfermedad. Si Moisés fue el mediador de Dios
para llevar al Pueblo hacia la libertad, Jesús es el mediador entre Dios y los
hombres para establecer una alianza nueva y eterna, y conducir a su
Pueblo-Cuerpo a la gloria del Padre.
Los malos no son los otros...
La conversión cristiana, como
la que predicaba el Bautista (cf. tercer domingo de Adviento) es una conversión
en la historia y teniendo en cuenta la vida cotidiana. De cara a la predicación
de Cuaresma, estamos en pleno llamamiento a la conversión personal; es como una
invitación al examen de conciencia de la propia vida. Si se quiere una
resonancia de este tema en las demás lecturas se puede encontrar fácilmente en
el responsorial y en la segunda lectura.
Dios perdona y es
misericordioso, pero el hombre debe estar alerta en sus decisiones. Lucas trata
de la misericordia de Dios en su dimensión de paciencia. Cristo llama a la conversión,
nos urge a la conversión, ... porque sabe muy bien que la conversión coincide
con nuestra verdadera liberación, humanización y felicidad. La profunda preocupación
de Jesús con la gente indiferente a mejorar y convertirse, se pone de relieve
en la primera parte de este Evangelio. Con todo, Jesús es extremadamente paciente
con las conversiones retrasadas y poco probables.
Espera una y otra vez, año
tras año, como lo muestra la parábola de la higuera. Aquí Dios está dispuesto a
ofrecer su gracia y continúa trabajando en las personas, cuando muestran algún
signo de buena voluntad.
¿A QUÉ NOS COMPROMETE la PALABRA?
¿Qué dimensión de mi vida
puedo cambiar? ¿Qué hacer, por poco que sea, para leer el mal en tantas
situaciones desde otros ojos, como trampolín para crecer en conversión del
corazón? ¿Cómo dar pasos para hacer fruto, aunque sea un poco más? ¿Qué fruto me
demanda la realidad que vivo, mis conflictos y relaciones? ¡Algo que esté en mi
mano de modo realista!
Llamada a la Conversión
«¡Conviértete en quien tú
eres: hazte un autentico discípulo...!». Ésta es una invitación concreta: a
retomar el camino abandonado, al afianzamiento de los propósitos que cada cual,
en su vida creyente. se ha planteado alguna vez. Conversión es la idea que nos
ocupa en todos estos días de Cuaresma. Hoy, como en tiempos de San Pablo,
tenemos que pensar que: recibiendo los mismos signos de salvación, unos creen y
responden con fidelidad y otros se pierden...; no confiemos excesivamente en
nuestras fuerzas; no perdamos de vista la fuerza de Dios, no vaya a sucedernos
que perdamos el equilibrio y caigamos en la incredulidad o la indiferencia, a pesar
de participar en ritos sagrados...; se nos han dado un Bautismo y una
Eucaristía como sacramentos de Salvación: valoremos lo que significan para que
actúen con eficacia en nosotros.
«No nos cansemos de hacer el
bien»
«La
resurrección de Cristo anima las esperanzas terrenas con la «gran esperanza» de
la vida eterna e introduce ya en el tiempo presente la semilla de la salvación.
Frente a la amarga desilusión por tantos sueños rotos, frente a la preocupación
por los retos que nos conciernen, frente al desaliento por la pobreza de
nuestros medios, tenemos la tentación de encerrarnos en el propio egoísmo
individualista y refugiarnos en la indiferencia ante el sufrimiento de los demás...
... ...Efectivamente, incluso
los mejores recursos son limitados, «los jóvenes se cansan y se fatigan, los
muchachos tropiezan y caen». Sin embargo, Dios «da fuerzas a quien está
cansado, acrecienta el vigor del que está exhausto. [...] Los que esperan en el
Señor renuevan sus fuerzas, vuelan como las águilas; corren y no se fatigan,
caminan y no se cansan». La Cuaresma nos llama a poner nuestra fe y nuestra esperanza
en el Señor, porque sólo con los ojos fijos en Cristo resucitado podemos acoger
la exhortación del Apóstol: «No nos cansemos de hacer el bien»...
... No nos cansemos de orar.
Jesús nos ha enseñado que es necesario «orar siempre sin desanimarse».
Necesitamos orar porque necesitamos a Dios. Pensar que nos bastamos a nosotros
mismos es una ilusión peligrosa. Con la pandemia hemos palpado nuestra
fragilidad personal y social. Que la Cuaresma nos permita ahora experimentar el
consuelo de la fe en Dios, sin el cual no podemos tener estabilidad » (Papa
Francisco: Mensaje para Cuaresma 2022,)
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