“Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón”
¿No nos sentimos a veces envueltos en una multitud
de preceptos y normas, tradiciones y costumbres que debemos cumplir? ¿Nos hemos
preguntado alguna vez, en síntesis, qué es lo más importante en la vida
cristiana?
Estamos viviendo tiempos complejos y difíciles en
un mundo convulsionado por violencias e injusticias, pero a la vez, estamos
presenciando un Kairós (una oportunidad) en la Iglesia Católica: el proceso
sinodal. De nuevo, necesitamos preguntarnos: ¿Qué es lo más importante para un
discípulo-misionero de Jesucristo?
LECTURAS:
Domingo 30 del Tiempo Ordinario 29 de octubre
Lectura del
libro del Éxodo 22, 20-26:”Esto dice el Señor:… Si grita a mí, yo lo escucharé, porque yo soy
compasivo».
Salmo 17, R/. Yo te amo, Señor; tú eres mi fortaleza.
Lectura de la
primera carta del apóstol san Pablo a los Tesalonicenses 1, 5c-10:”… cómo os convertisteis a Dios,
abandonando los ídolos, para servir al Dios vivo y verdadero,…
Lectura del
santo evangelio según san Mateo 22, 34-40:”… «“Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón,
con toda tu alma, con toda tu mente”. Este mandamiento es el principal y
primero. El segundo es semejante a él:“Amarás a tu prójimo como a ti mismo”.
flexión del
Evangelio de hoy
Amarás a tu
prójimo
En el llamado “Código de la
Alianza” que recoge el libro de Éxodo encontramos varios preceptos y normas que
debe cumplir el pueblo de Israel. Moisés habla en nombre de Dios y pronuncia
enfáticamente “Así dice el Señor”, para introducir una serie de prohibiciones
que tienen sus respectivas razones de ser.
No oprimir al extranjero, no
explotar a viudas ni huérfanos, no practicar la usura, y devolver lo prestado,
son expresiones concretas de amor al prójimo. El israelita tenía que
relacionarse no solo con los de su pueblo sino también con extranjeros y forasteros
con amor, justicia y fraternidad.
El Dios de Israel se presenta como
un Dios compasivo, que escucha al pobre, al huérfano, la viuda, al extranjero o
al necesitado. Es un Dios cercano que no se desentiende del sufrimiento ni de
las necesidades de sus criaturas. Podemos preguntarnos hoy:
¿Qué imagen de Dios subyace en
nuestros modos de relacionarnos con los demás?
¿Cuál es el
mandamiento más importante?
En tiempos de Jesús, parece que
había una multitud de normas y preceptos que el judío piadoso debía cumplir.
Estos mandamientos no solo eran los escritos en la Torá sino que además,
existían muchas tradiciones que habían sido impuestas por los fariseos. Con
este panorama se entiende fácilmente que cualquier judío piadoso sentía la
necesidad de una síntesis para comprender y vivir mejor su espiritualidad, es
decir, su relación con Dios, con los demás, y consigo mismo.
El maestro de la Ley formula una
pregunta clave: ¿cuál es el mandamiento más importante?
También nosotros hoy necesitamos
hacer una síntesis de nuestra fe para comprender qué es lo más importante, qué
es lo esencial en nuestra vida cristiana. Es un proceso necesario de maduración
de la fe que, si no lo hacemos, corremos el riesgo de perdernos en una serie de
tradiciones, mandamientos y reglas, que son secundarias.
Probablemente todos y todas sepamos
la respuesta que le da Jesús al maestro de la Ley: “amarás al Señor tu Dios con
todo tu corazón, con toda tu alma, con toda tu mente” y “al prójimo como a ti
mismo”. La respuesta de Jesús recoge lo mejor de la tradición del Pentateuco
para hacer la síntesis de Dt 6, 5 y Lv 19, 18.34
Ahora bien, ¿cómo se concreta este
mandamiento en nuestra vida cotidiana? ¿En qué se nota en nuestras vidas que
“amamos al Señor”?
Es interesante fijarse con atención
que lo primero que pide el Señor NO es el cumplimiento de una serie de
mandamientos, sino más bien que sea amado con todo el corazón, toda el alma y
toda la mente. Corazón, alma y mente en el mundo bíblico quieren significar la
totalidad de la persona. El foco no está en el cumplimiento de preceptos sino
en el amor a Dios y al prójimo. Sin amor a Dios, el cumplimiento de
mandamientos y normas se vuelve inútil.
Quizá un problema no menor sea la
segunda parte del mandamiento: amarás a tu prójimo como a ti mismo. ¿Cómo amar
al prójimo si uno no se ama a sí mismo? ¿en qué se refleja este amor a sí
mismo?
Hay un elemento clave: no podemos
desentendernos del otro: el semejante, el que está próximo a nosotros, el
vecino, pero también del que está más lejano; el forastero, el extranjero, la
viuda, el pobre y necesitado, el huérfano, etc. El amor a Dios se refleja en el
modo que amamos, cuidamos y nos preocupamos de los otros, especialmente de los
más pobres y necesitados. Es esto justamente lo que hemos leído en la primera
lectura: Éxodo 22.
Pidamos al Señor la gracia de poder
amarlo con todo nuestro ser y que esto se note en nuestro relacionamiento con
los demás. En una Iglesia sinodal este elemento es clave. Necesitamos también
amarnos más en la Iglesia, en la comunidad, entre los discípulos de Jesús. El
amor a Dios también se debe reflejar en la escucha mutua para seguir haciendo camino juntos.
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