“Así tendrás un tesoro en el Cielo”
El evangelio de hoy es un
relato del encuentro de Jesús con un hombre de buena voluntad y puntual
cumplimiento de sus deberes religiosos, pero cuyo corazón las riquezas le
mantenían atenazado para una actitud generosa y desprendida. No es el seguidor
ideal de los discípulos de Jesús, como debieran ser los discípulos de Jesús.
Ocasión al dedo para que Jesús advierta del peligro de las riquezas e inculque
en el corazón de todos el desprendimiento y la generosidad, sobre todo como
actitud básica para el seguimiento de Jesús. El desprendimiento de los bienes y
afanes de esta vida es la actitud moral requerida por quien desea seguir a
Jesús.
Pero esta narración ha sido a
veces interpretada de manera errónea. Ha servido este texto para resaltar
unilateralmente el valor de los consejos evangélicos y proponer que sólo los
que renuncian a todas las rentas son los verdaderos seguidores de Cristo y que
la vida religiosa que profesa tal cosa sería la auténtica vida religiosa y
gozaría del privilegio de la santidad que no tienen las otras formas del
seguimiento de Cristo. Si se enfrenta con el camino de cumplir los
mandamientos, que el joven del texto cumplía puntualmente, el camino de los
consejos evangélicos sería muy superior, pues es el auténtico seguimiento de
Jesús. En resumen, que la vida religiosa, que es la profesión de los consejos
evangélicos, sería muy superior a la vida común cristiana y las órdenes
monásticas serían una vía superior a la de los demás fieles laicos cumplidores
de los mandamientos. En consecuencia, habría dos vías de seguimiento de Jesús:
los cristianos ordinarios y la vida religiosa. Pero esto es una falsa
interpretación, pues no hay dos vías, la de seguidores de los mandamientos y el
de personas consagradas y profesos de la pobreza voluntaria, ni aquí se
pretende enseñar algo semejante. La aplicación a la vida religiosa distinta del
común de los cristianos es un manifiesto error. No se expresa aquí un doble
seguimiento de Jesús ni una distinción entre precepto y consejo.
Pero hay también otra
interpretación equivocada. Oí una vez a un predicador que usaba este texto para
demostrar que no hay salvación posible para los ricos. Quienes tienen bienes
deben repartirlos con los demás o son incapaces de salvar el alma. Los ricos no
pueden seguir a Jesús y son dignos de eterna condenación. Se identifica
desprendimiento de bienes con riqueza material y así todos los ricos serían
materia de condenación. Cristo hablaría de diferencia de clases y los ricos
serían siempre materia de reprobación. La distinción de Jesús sería la de
clases sociales de ricos y pobres; no la de apego e interés en seguir a Jesús.
Nunca un rico entrará en el reino de los cielos, como un camello por el ojo de
una aguja. Interpretación errónea, pues la letra del texto usa una hipérbole,
de la que gustan los orientales, como cuando se dice que algunos no ven una
viga en el ojo propio. Jesús se sirvió a menudo de estas expresiones, como
cuando se habla de “una fe que mueve montañas” (I Cor 13,3).
DOMINGO 28 DEL T,
O, 13
DE OCTUBRE
LECTURAS.:
Lectura del Libro de la Sabiduría 7, 7-11 :”Supliqué
y me fue dada la prudencia, invoqué y vino a mí el espíritu de sabiduría.,,”
Salmo 89,
R: Sácianos de tu misericordia, Señor, y estaremos alegres.
Lectura de la carta a los
Hebreos 4, 12-13 :”La palabra de Dios es viva y eficaz, más tajante que espada
de doble filo; …”
Santo Evangelio según San Marcos 10, 17-30 :”En
aquel tiempo, cuando salía Jesús al camino, se le acercó uno corriendo, se
arrodilló ante él y le pregunto:«Maestro bueno, ¿qué haré para heredar la vida
eterna?»…
Reflexión del Evangelio de hoy
La pregunta del joven versa
sobre la vida eterna.
El texto evangélico está
construido sobre una situación: interrogar sobre la herencia de la vida eterna.
No busca tener éxito en este mundo, ni formar parte de los elegidos, ni
pertenecer a una élite religiosa…, sino poseer la vida eterna. La inquietud
del joven y lo que desea saber es conseguir la vida eterna. La respuesta de
Jesús es que se necesita actitud de compasión hacia los demás, apoyo en
remediar sus necesidades y no tener el corazón apegado los bienes
temporales, además de cumplir los restantes mandamientos, por supuesto. Sólo
así se sigue a Jesús y se vive en el reino de Dios. El joven fallaba en
el desprendimiento de los bienes terrenos.
La vida eterna es pura
donación gratuita.
Es lo mismo que preguntar por
lo más valioso de nuestra vida, lo más distinto de este mundo y lo que menos
puede uno adquirir por sí mismo. La vida humana puede tener muchos cosas
deseables, pero hay una cosa que no se puede obtener ni nadie la puede alcanzar
por sí mismo. La vida eterna es un premio inalcanzable para todo el mundo. Sólo
cabe la preparación a ella: se hace por el cumplimiento de toda rectitud
humana. El joven cumplía esa rectitud en la mente popular: cumplimiento de los
mandatos; sólo le faltaba una cosa para la buena disposición: vender lo que se
posee y darlo a los pobres. La codicia y avaricia de los bienes es incompatible
con el desprendimiento, y la prodigalidad que exige la vida eterna.
Seguir a Jesús es incompatible
con la codicia de bienes
No se puede seguir a Jesús en
la insolidaridad y cicatería frente a los demás pues el reino de Dios es
solidario y fraternal. La tacañería es impropia de quienes todo lo
han recibido gratuitamente de Dios. ¡Es difícil entrar en el reino de Dios! Es
decir, donde está la vida eterna. Pero es fácil porque Dios nos ayuda
“imposible para los hombres, no para Dios”.
De ese seguimiento es de lo
que se trata. Es obra de amor, desinteresado, pero sobre todo es don de Dios.
La vida eterna es un don, el más preciado, y que se recibe cuando se entra en
el reino de Dios. Esa es la verdadera sabiduría de este mundo. Captar este
valor singular es obra del Espíritu Santo.
¿En qué sentido y bajo
qué formas la vida eterna está ya en nosotros?
“Dáselo a los pobres,
que así tendrás un tesoro en el cielo” (Mc 10,21). En qué sentido distribuir
los bienes es atesorar.
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