17 domingo del tiempo ordinario
El poder de la oración
Génesis.
18,20-32: «Que no se enfade mi Señor si hablo una vez más»
Salmo.
138(137): «Cuando te invoqué, Señor, me escuchaste»
Colosenses.
2,12-14: «Dios les dio la vida en Cristo perdonándoles todos los pecados»
San Lucas
11,1-13: «Pidan y se les dará»
La
Palabra en este Domingo nos enseña que el discípulo de Jesucristo tiene la convicción
de que la vida sólo tiene sentido en la confianza en Dios. El tema de esta liturgia
dominical es el poder de la oración.
En el
libro del Génesis leemos sobre Abraham que ora a Dios para que perdone la corrompida
ciudad de Sodoma. El diálogo entre Dios y Abrahán es una magnífica manera de
expresar en lenguaje humano la relación que se establece entre Dios y el hombre
en la plegaria de petición. Todo se apoya sobre la fe en la misericordia y
¡ajusticia de Dios, y en el conocimiento de su designio de salvación. El
hombre, por su lado, busca identificarse con las actitudes de Dios.
La
experiencia de la protección constante de Dios se traduce en las palabras del salmista:
«Cuando te invoqué, Señor, me escuchaste». Es un gran acto de confianza, a partir
de lo que ya se ha experimentado, y esperando que continúe.
En el
mensaje de S. Pablo a los Colosenses encontramos una importante razón del poder
de la oración: estamos reconciliados con Dios por la muerte y resurrección de Cristo;
somos hijos y amigos de Dios. Nuestra oración tiene el poder de un hijo y de un
amigo.
En el
evangelio, Jesús habla sobre la oración. Resumamos su enseñanza:
Primero:
Los discípulos introdujeron el tema de la oración porque Jesús era una persona
de oración. Los evangelios están llenos de relatos de Jesús orando. Lo que ayuda
nuestra oración no es tanto palabras, como ejemplos.
Segundo:
Cuando los discípulos desean ser educados en la oración, Jesús no se preocupa
mucho con técnicas y métodos. Insiste en la calidad de nuestra vida, y en las actitudes
del corazón. Que es precisamente lo que encontramos en el «Padre Nuestro».
Tercero:
Jesús nos da dos razones para confiar en la oración de petición: su perseverancia
(en el ejemplo del amigo arisco), y el amor y cariño paterno de Dios.
Cuarto:
Dios se compromete a responder a la oración. Con tal que pidamos lo que conduce
a nuestro crecimiento y santidad. Con tal que no esperemos que Dios responda de
acuerdo con nuestros caprichos y apuros.
Aprendamos
a decir a Dios «Padre-papá-papito», con la confianza del niño. Dejar que este
título exprese lo más hondo de nuestra oración a El.
Propongámonos
hacer espacio a la salvación en nosotros... Ser solidarios con la falta de pan
en el mundo... perdonar a alguien concreto... Recitar pausada y atentamente el
Padre nuestro...
Algunas
preguntas para pensar durante la semana
1. ¿Qué
pido habitualmente en mis oraciones?
2.
Cuando oro, ¿estoy sobre todo preocupado de peticiones, o de pensar en Dios y
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