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Vida Nueva Cali - Reproductor

viernes, 17 de junio de 2016



12 SEMANA DEL TIEMPO ORDINARIO -DOMINGO
Morir con Cristo para nacer nuevamente
Zacarias. 12, 10-11: «Mirarán al que traspasaron»
Salmo. 63(62): «Mi alma está sedienta de ti, Señor, Dios mío».
Galatas 3, 26-29: «Los que han sido bautizados se han revestido de Cristo»
San Lucas 9, 18-24: «Tú eres el Cristo de Dios... El Hijo del Hombre tiene que padecer mucho”.
La primera lectura anuncia el perdón de Dios sobre «la casa de David y los habitantes de Jerusalén» (Zc. 12, 10). La mayor señal del perdón de Dios es el crucificado: «Me mirarán a mí, a quien traspasaron, harán llanto como llanto por el hijo único, llorarán como se llora al primogénito» (Zc. 12, 10).
Las misteriosas palabras del profeta tienen un cumplimiento en la muerte de Jesús: El Nuevo Testamento nos hace comprender que el mensaje profético se cumple en la pasión redentora de Jesús. El es el hijo único, traspasado por nuestros pecados. Una mirada llena de fe al que ha sido traspasado será el comienzo de la conversión y la posibilidad de acceder a la fuente que lava los pecados: el costado abierto de Cristo, en la cruz, del que brota sangre y agua.
Este texto no es sólo para satisfacer nuestra curiosidad. Para nosotros tiene un sentido místico: la muerte física de Jesús es un símbolo de la vocación cristiana a morir al Este salmo es como el encuentro de dos sedientos: Dios y el hombre. Encuentro de la sed infinita de Dios por darse en amor al hombre. Y la sed del hombre por responder a ese amor. Se realiza aquí una célebre frase de San Gregorio Nacianceno: «Dios tiene sed de que el hombre tenga sed de Dios».
Ante la fuente que es el costado abierto del traspasado, ¿no tendremos sed de Dios? Cantando este salmo nos es fácil recordar las palabras del apóstol: «¡todos hemos bebido del mismo Espíritu!» (1Co. 12,13).
En la segunda lectura se subraya la universalidad de la obra salvífica de Cristo y de la comunidad de la salvación neotestamentaria. Según San Pablo, somos hijos de Dios por la fe y el Bautismo. La fuerza unificadora de los hijos de Dios, lo que supera cualquier forma de división humana, es la incorporación a la persona de Cristo. El bautismo es el sacramento de esta incorporación, y por eso la circuncisión ya no cuenta en orden a la salvación. La circuncisión significaba la incorporación al pueblo de las promesas, pero el bautismo incorpora a la realidad, que es Cristo.
Finalmente, las palabras de Jesús que nos recuerda Lucas en el pasaje de su evangelio que hot meditamos resumen la naturaleza pascual de la vida cristiana: morir a toda forma de egoísmo y mal, a fin de hacernos libres para vivir de acuerdo al amor de Dios y a nuestros hermanos y hermanas.
Todas las formas de abnegación y renuncia en nuestras vidas deben llevarnos a la libertad y al amor: «negarse a sí mismo... tomar su cruz... perder su vida», no tienen valor en sí mismos a no ser que nos vacíen de los apegos egoístas y abran nuestros corazones para ser llenados con un amor siempre mayor.
Algunas preguntas para pensar durante la semana:
1. Identifique formas prácticas de tomar la cruz en la vida diaria.

2. ¿En qué ocasiones está acostumbrado a «conservar su vida»? (en el sentido del Evangelio).

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