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SEMANA DEL TIEMPO ORDINARIO -DOMINGO
Morir
con Cristo para nacer nuevamente
Zacarias. 12, 10-11:
«Mirarán al que traspasaron»
Salmo. 63(62): «Mi alma está
sedienta de ti, Señor, Dios mío».
Galatas 3, 26-29: «Los que
han sido bautizados se han revestido de Cristo»
San Lucas
9, 18-24: «Tú eres el Cristo de Dios... El Hijo del Hombre tiene que padecer mucho”.
La primera lectura anuncia
el perdón de Dios sobre «la casa de David y los habitantes de Jerusalén» (Zc.
12, 10). La mayor señal del perdón de Dios es el crucificado: «Me mirarán a mí,
a quien traspasaron, harán llanto como llanto por el hijo único, llorarán como
se llora al primogénito» (Zc. 12, 10).
Las misteriosas palabras del
profeta tienen un cumplimiento en la muerte de Jesús: El Nuevo Testamento nos
hace comprender que el mensaje profético se cumple en la pasión redentora de
Jesús. El es el hijo único, traspasado por nuestros pecados. Una mirada llena
de fe al que ha sido traspasado será el comienzo de la conversión y la posibilidad
de acceder a la fuente que lava los pecados: el costado abierto de Cristo, en
la cruz, del que brota sangre y agua.
Este texto no es sólo para
satisfacer nuestra curiosidad. Para nosotros tiene un sentido místico: la
muerte física de Jesús es un símbolo de la vocación cristiana a morir al Este
salmo es como el encuentro de dos sedientos: Dios y el hombre. Encuentro de la
sed infinita de Dios por darse en amor al hombre. Y la sed del hombre por responder
a ese amor. Se realiza aquí una célebre frase de San Gregorio Nacianceno: «Dios
tiene sed de que el hombre tenga sed de Dios».
Ante la fuente que es el
costado abierto del traspasado, ¿no tendremos sed de Dios? Cantando este salmo
nos es fácil recordar las palabras del apóstol: «¡todos hemos bebido del mismo
Espíritu!» (1Co. 12,13).
En la segunda lectura se
subraya la universalidad de la obra salvífica de Cristo y de la comunidad de la
salvación neotestamentaria. Según San Pablo, somos hijos de Dios por la fe y el
Bautismo. La fuerza unificadora de los hijos de Dios, lo que supera cualquier forma
de división humana, es la incorporación a la persona de Cristo. El bautismo es
el sacramento de esta incorporación, y por eso la circuncisión ya no cuenta en
orden a la salvación. La circuncisión significaba la incorporación al pueblo de
las promesas, pero el bautismo incorpora a la realidad, que es Cristo.
Finalmente, las palabras de
Jesús que nos recuerda Lucas en el pasaje de su evangelio que hot meditamos
resumen la naturaleza pascual de la vida cristiana: morir a toda forma de
egoísmo y mal, a fin de hacernos libres para vivir de acuerdo al amor de Dios y
a nuestros hermanos y hermanas.
Todas las formas de
abnegación y renuncia en nuestras vidas deben llevarnos a la libertad y al
amor: «negarse a sí mismo... tomar su cruz... perder su vida», no tienen valor en
sí mismos a no ser que nos vacíen de los apegos egoístas y abran nuestros
corazones para ser llenados con un amor siempre mayor.
Algunas preguntas para
pensar durante la semana:
1. Identifique formas
prácticas de tomar la cruz en la vida diaria.
2. ¿En qué ocasiones está
acostumbrado a «conservar su vida»? (en el sentido del Evangelio).
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