DOMINGO 26 DE JUNIO
Decimotercer
domingo del tiempo ordinario
Dios
llama a cada persona diferentemente
1Reyes 19,16b.19-21: «Elíseo
se levantó y marchó tras Elías»
Salmo 16(15): «El Señor es
mi lote y mi heredad»
Galatas. 4,31b - 5,1.13-18:
«Su vocación es la libertad»
San Lucas. 9, 51-62: «Jesús
tomó la decisión de ir a Jerusalén...Te seguiré adonde vayas”.
El tema litúrgico de hoy es
la llamada de Dios a aquéllos que habrían de ser los discípulos, trabajadores
del Reino
En el primer libro de los
Reyes Dios llama a Eliseo por la palabra de Elías. La vocación de Elíseo es una
buena introducción para entrar en la comprensión del evangelio de hoy. En
efecto, san Lucas parece que ha querido tener como telón de fondo para explicar
la relación entre Cristo y los discípulos, la relación entre Elías y Elíseo. La
llamada, en el episodio de Eliseo no es tan radical. Sin embargo, la llamada
del Evangelio (en la tercera lectura), es más radical: está dirigida por el
Hijo de Dios en persona.
Con las palabras del salmo
16(15) ora la persona que sigue al Señor como bien absoluto.
Puede ser la plegaria de
Elíseo, de la Iglesia. El Nuevo Testamento ha visto la misma plegaria de Cristo
resucitado, entregado totalmente a la gloria del Padre y sentado a su derecha.
Multitud de personas consagradas al Señor ha recitado este salmo en la liturgia
de la Iglesia, como expresión de su propósito.
San Pablo, en la carta a los
Gálatas, nos recuerda que hemos sido llamados por Dios a ser libres y nos
explica qué es la verdadera libertad. Ser libres no es hacer el mal siempre que
queremos, o seguir nuestro capricho, o nuestra carne o egoísmo. Ser libres es
ponernos al servicio los unos de los otros, por amor.
El tema de la libertad de
los cristianos es uno de los preferidos por el Apóstol San Pablo.
Es la libertad conquistada
por Cristo, expresada y desarrollada en el amor. Esta libertad, la que viene
del Espíritu, es la que libera de la esclavitud de la carne y del egoísmo. De
aquí que haya que caminar por donde quiere el Espíritu, rechazando los deseos
de la carne.
A fin de aceptar la llamada
a seguir a Jesús debemos ser muy libres. Este es el mensaje del Evangelio de
hoy, expuesto por medio de tres ejemplos:
El primero: «Maestro, te
seguiré adondequiera que vayas». Y Jesús le muestra que su camino implica
sacrificio y prontitud para aceptar durezas y humillaciones.
El segundo: aquí Jesús toma
la iniciativa: «Ven conmigo». El presunto seguidor interpone una razonable
causa de retraso. Pero Jesús no la toma en cuenta: cuando es Dios mismo que llama
directamente, los retrasos son inaceptables. Dios cuidará de los negocios
aparentemente
El tercero: «Seré tu
seguidor, Señor, pero primero déjame despedirme de mis familiares».
Pero Jesús lo reprende, no
porque sea malo despedirse de los suyos, sino porque percibía que el hombre
estaba apegado a su pasado y a su familia.
Algunas preguntas para
pensar durante la semana
1. ¿Te reconoces a ti mismo
en uno -o más- de los tres ejemplos de seguidores de Jesús?
2. ¿En cuál? ¿Por qué?
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